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dellachiesa200EL GENERAL PADRE DE LA PATRIA ASESINADO POR HOMBRES DEL ESTADO
Por Giorgio Bongiovanni - 3 de Septiembre de 2014
El 3 de Septiembre de 1982, en la calle Isidoro Carini, a las 21:15 hs. 30 proyectiles acribillaron al General Carlo Alberto Dalla Chiesa y a su mujer Emanuela Setti Carraro, masacrando sus cuerpos, mientras que un poco más atrás el agente de escolta Domenico Russo yacía desangrándose en su coche herido mortalmente por los terribles disparos de una kalashnikov AK-47. Fue una verdadera masacre. Una emboscada que había sido preparada por los despiadados killers de Cosa Nostra: Antonio Madonia, Calogero Ganci, Giuseppe Greco, llamado “Scarpuzzedda” y Giuseppe Lucchese por orden de Salvatore Riina y de toda la cúpula de Cosa Nostra. Un homicidio terrible que sacudió duramente a toda esa Palermo que había renovado en el General su esperanza en una verdadera lucha en contra de la mafia, y que en cambio favoreció a todos los poderes políticos que en aquella época se apoyaban en la mafia y negociaban con ella.
Tanto los hombres honestos como la mafia sabían que el General Dalla Chiesa, con los poderes que el Ministro Virginio Rognoni, habría derrotado a Cosa Nostra.
Con el ejército de militares que habría tenido a disposición haciendo redadas, requisas, secuestros, arrestos preventivos y demás habría descubierto y llevado a la cárcel a prófugos y jefes mafiosos debilitando gravemente las relaciones existentes entre Cosa Nostra, el Estado y los demás poderes ocultos. Habría descubierto esas sectas masónicas que aún hoy están presentes en Sicilia y seguramente habría eliminado la podredumbre que anida en las fuerzas del orden y en los servicios secretos. Y muy probablemente se habrían evitado los atentados del ’92 y del ’93. ¿Pero cuántos son realmente los que deseaban que se derrotara a la mafia? ¿Cuántos en cambio se alegraron y brindaron sobre el ataúd del General? Basta con pensar en ese período en el que en Italia la mafia tenía el monopolio mundial del tráfico de heroína y era una superpotencia económica y militar que ganaba miles de millones de viejas liras, garantizando así un determinado movimiento económico que les permitía a los bancos y a los empresarios de toda Italia invertir enormes cantidades de dinero. Además en plena guerra fría una potencia militar y social como Cosa Nostra utilizable en función anticomunista podía, sin lugar a dudas, serle útil tanto al Gobierno italiano como a las fuerzas del pacto atlántico.
Es por ello que el General Dalla Chiesa, padre de la patria, quien ya había demostrado su enorme capacidad en la lucha en contra del terrorismo rojo, tenía que ser eliminado antes de que llegara a recibir los poderes especiales que le habían sido prometidos, con los que habría puesto en riesgo los intereses de mafiosos, bancos, políticos, empresarios, servicios secretos italianos y americanos. Hasta el día de hoy no conocemos los nombres de los ideólogos del homicidio de Dalla Chiesa pero sabemos con certeza que alguien le pidió a Cosa Nostra que eliminara a Carlo Alberto Dalla Chiesa. Durante una interceptación telefónica realizada por las fuerzas del orden en la casa del Dr. Giuseppe Guttadauro, jefe territorial mafioso del barrio de Brancaccio, en lugar de los hermanos Graviano que estaban en la cárcel, se escucha al boss mafioso hablando con un político, que estaba como huésped en su casa, sobre el homicidio del General Dalla Chiesa: “Salvatore... pero tú parte del ochenta y dos, en cambio... pero a quién carajo le importaba matar a Dalla Chiesa... vamos, hablemos claro...”. “¿Y porqué teníamos que hacerle este favor aquí?...” Por lo tanto ¿quién le había pedido este favor a Cosa Nostra? Nando Dalla Chiesa, el hijo del General, ya en 1984 con el libro “Delitto imperfetto” (Delito imperfecto) acusaba, sin pruebas físicas pero con los primeros indicios y deducciones, a la corriente ‘andreottiana’ de la Democracia Cristiana de estar entre los ideólogos del asesinato de su padre. De todos modos el General Dalla Chiesa, en su diario personal, ya había hecho referencia a una conversación que había tenido con Giulio Andreotti el 5 de Abril de 1982, poco tiempo antes de asumir el cargo de Comisario de Palermo, a quien le había dicho claramente que no se habría detenido ante nadie y que habría perseguido a cualquiera que estuviera relacionado con Cosa Nostra, aunque fuera democratacristiano. A él le fue negada la posibilidad de desarrollar su labor pero en los 30 años posteriores a su asesinato esas palabras pasaron a ser proféticas: Andreotti es considerado responsable de asociación externa con Cosa Nostra hasta los años ’80, aunque el delito hubiera prescrito, Lima fue asesinado por los corleoneses por no haber respetado los pactos mafiosos, Vito Ciancimino, Alcalde de Palermo y hombre de la corriente de Andreotti también fue condenado por asociación mafiosa y corrupción, y muchos otros protagonistas de ese tiempo concluyeron su carrera en la cárcel. El homicidio del General Carlo Alberto Dalla Chiesa ha satisfecho múltiples intereses, no hay ninguna duda, según nuestra opinión, de que haya sido deseado y encargado por los poderes que en esos años estaban en juego, tanto evidentes como ocultos, un asesinato al que los usuales servicios secretos desviados intentaron despistar y arenar las investigaciones como ocurrió posteriormente en todos los atentados de Estado que ensangrentaron a nuestro País.
La misma noche del atentado de Calle Carini alguien se introdujo en la habitación del General, en su casa privada de Villa Pajno, en Palermo, abrió la caja fuerte y tomó todo el material reservado del General. Material que no se encontró nunca más.
Incluso Totò Riina el 29 de Agosto del año pasado, mientras paseaba con su compañero en la hora de patio, Alberto Lorusso, en la cárcel de Opera, describió este hecho señalando como responsables del robo a ambientes ajenos a Cosa Nostra: “Este Dalla Chiesa fueron a verlo y le abrieron la caja fuerte y le quitaron la llave. Los documentos de la caja fuerte y se los robaron – se escucha, en las grabaciones, decir al jefe mafioso corleonese -. Carajo el hijo hacía... de loco. Porque dice que había cosas escritas”. “Ellos – continúa Riina – cuando pasó lo de este... de Dalla Chiesa... se la hicieron, carajo, se la abrieron, le abrieron la caja fuerte... todo se llevaron”. Por lo tanto ¿quién más puede haber hecho el habitual trabajo sucio y limpio al mismo tiempo sino la mano negra siempre presente de los servicios desviados? El año pasado, después de más de 30 años, fue encontrada en los subsuelos del Tribunal de Palermo su famosa maleta de cuero, de la que no se desprendía jamás, pero dentro de la misma no se encontró nada, ningún documento: primero había sido vaciada. Como siguiendo el mismo guión de estos casos. ¿Quién la robó? ¿Y dónde están todos los documentos del General?
Por lo tanto queda demostrado que los servicios secretos desviados intervinieron e hicieron desaparecer documentos y material importante sobre el que estaba trabajando el General, lo mismo que hicieron con la agenda roja del Juez Paolo Borsellino. La única forma de honrar a estos hombres y de poder, al mismo tiempo, mirar serenamente a los ojos de nuestros hijos, es la de comprometerse cotidianamente, en distintos frentes, para  que esta tierra sea liberada de la mafia y de la corrupción. El General Dalla Chiesa, su sacrificio, su profundo sentido de Estado, su injusta muerte y su enseñanza, junto a los de Falcone y Borsellino y de todas las víctimas de la mafia, tienen que ser siempre el punto de referencia que nos marque la dirección a seguir.
“Ciertas cosas no se hacen por valor, se hacen solo para mirar más serenamente a los ojos de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos”.

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