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despistaje200Por Giorgio Bongiovanni - 7 de Junio de 2015
“Era todo para disfrazar al muñeco, para arruinar a mucha gente”. Con estas palabras Vincenzo Scarantino, el falso arrepentido del barrio de la Guadagna, que durante años se auto incriminó del robo del FIAT 126 utilizado para el atentado de Via D’Amelio, comenzó su relato de cómo se planeó el despistaje.

eclaraciones a ráfaga en varias fases fueron describiendo todas las etapas de esa colaboración judicial manipulada con protagonistas que eran servidores infieles del Estado. La acusación de Scarantino se dirige sobre todo a los funcionarios y agentes de la policía pertenecientes al grupo de Giovanni Falcone y de Paolo Borsellino. La figura que más se destaca de todos ellos es la del ex comisario Arnaldo La Barbera, ya fallecido, que “quería crear a un nuevo Buscetta” pero como es sabido la Fiscalía de Caltanissetta está investigando, además sobre otros funcionarios como Vincenzo Ricciardi, Mario Bo y Salvatore La Barbera.

Pero los funcionarios de policía no habrían estado solos. Según Scarantino quienes daban las indicaciones, o al menos, quienes estaban al tanto del despistaje, eran además algunos magistrados de primera línea como Giovanni Tinebra, que le decía a él, que tenía que tomarse lo de auto incriminarse de falsas acusaciones “como si fuera un trabajo”, y Anna Maria Palma, que le habría entregado a uno de los policías que se ocupaban de Scarantino, algunas actas de interrogatorio en las que aparecerían algunos datos y que al mismo ‘mozo’ de la Guadagna le habría dicho que no se preocupara por acusar a inocentes ya que “si no han cometido esto han hecho otras cosas”.

Hoy el falso arrepentido, acusado actualmente en el juicio por calumnia, dijo que contaba con los números de teléfono celular de ambos magistrados: “-Les llamaba. Tenía los números de celular de Tinebra, de Palma, de Petralia”. “-¿Y de Di Matteo?” le preguntaron los Fiscales Paci y Luciani presentes en el aula. “-De Di Matteo no”. La respuesta fue seca. Y luego agregó: “-A Di Matteo lo vi una vez y nunca le dije que los imputados eran inocentes. No es que él me haya interrogado muchas veces porque en realidad casi siempre lo hacían Palma y Petralia. Por lo que recuerdo a Di Matteo no le dije nada porque lo veía más rígido y menos disponible que los demás”.

De repente decae la acusación en contra del magistrado palermitano que hoy es miembro del pool que investiga sobre la negociación Estado-mafia. A la luz de estas declaraciones tendrían que ponerse en fila para pedir disculpas todos esos bailarines, clown, periodistas, magistrados, abogados y ciudadanos que a lo largo de estos años no dejaron pasar ninguna ocasión para describir al Dr. Antonino Di Matteo como uno de los Fiscales que participaron, de alguna forma, en el despistaje. Y no se puede no notar que durante el contra examen nadie le replicó a Scarantino estas últimas declaraciones.

Pero lo que decae no es solo este “altarín”. Durante años se ha dicho que el despistaje había sido realizado para no dejar que saliera a la luz el rol de los hermanos Graviano y de la familia mafiosa de Brancaccio en el atentado. Sin embargo los funcionarios de policía sugerían ciertos nombres de figuras de “fuera de la barriada”. “Así me lo decían. Yo sabía quién era Renzino Tinnirello pero no teníamos una relación más allá de los buenos días y las buenas noches. Mi hermano me decía que era importante y si tuve cosas de droga con él fue a través de mi hermano, pero yo nunca en forma directa. Pero también el tema de Tinnirello nació de las discusiones concordadas que se mantenían. ¿Giuseppe Graviano en la reunión de Calascibetta? No sabía quién era pero sabía que no arriesgaba. Siempre me decían que me quedara tranquilo a pesar de que interiormente sabía que a donde quiere que fuera podía ser descalificado. Entonces si me confundía iba al baño. Fui tantas veces que parecía un enfermo de próstata. Y allí ellos, Bo y La Barbera, me decían que ‘dijera así, así, así’.”

Es cierto que el nivel de responsabilidad no es el mismo del que se plantea con la acusación del arrepentido Gaspare Spatuzza, pero es un hecho que ciertas figuras de Brancaccio aparecían en las investigaciones. Efectivamente fueron arrestados y condenados definitivamente algunos mafiosos de primer nivel como Fifetto Cannella, Francesco Tagliavia, el mismo Lorenzo Tinnirello y los hermanos Giuseppe y Filippo Graviano. No hay que olvidar que en el proceso denominado “Borsellino ter”, que jamás se ha puesto en discusión, a cargo del Fiscal Di Matteo con la Dr. Palma, fue el primero, contemporaneamente con el de Florencia que contaba con el Fiscal Gabriele Chelazzi como Juez instructor por los atentados de 1993, que afrontó directamente el tema de los mandantes internos y externos de Cosa Nostra.

A este punto algunas preguntas surgen espontaneamente. ¿Es posible que en medio de una investigación orquestada a medida se hayan incluido además algunos elementos de la verdad? ¿Qué se oculta detrás de un despistaje tan articulado? Quizás la respuesta se encuentre en las mismas declaraciones de Scarantino que por primera vez habló en la sala de audiencias del intento por parte de La Barbera y de Bo de hacer que éste se auto incriminara del doble homicidio del agente Nino Agostino y de su mujer embarazada, asesinados en circunstancias que todavía no han sido aclaradas en Villagrazia di Carini en el verano de 1988.
“Me lo pidió Mario Bo antes del interrogatorio con los magistrados de Palermo en Genova. Él y yo estábamos un poco apartados pero inmediatamente le dije que no, que era una monstruosidad. Y quien se iba a cargar también con esta. Pero hablé también con La Barbera”. En el caso Agostino siempre ha estado revoloteando la sombra de los Servicios Secretos con la posible participación de un sujeto, conocido como “Cara de monstruo”, miembro del organismo de seguridad y que el eslabón que une el homicidio y el atentado de Via D’Amelio podría ser precisamente la presencia de los servicios secretos desviados. De una sola vez Arnaldo La Barbera, quien posteriormente se descubriría que figuraba en el libro de pagos de la SISDE (Servicio para la Información y la Seguridad Democrática) bajo el nombre en código de “Rutilius”, habría convertido en “verdugo” a un “muñeco” eliminando cualquier posibilidad de abrir una investigación. Scarantino no habla de los Servicios Secretos, a pesar de que el pasado 28 de mayo habló de un hombre, un “personaje importante” que el Dr. La Barbera le presentó en la cárcel de Pianosa. “Estaba este hombre de cabello castaño – afirmó en la sala de audiencias – era la primera vez que lo veía. Habían venido hasta el frente  de la celda en la que me habían puesto en aislamiento. Esta persona me dijo que me quedara tranquilo, que hiciera lo que me decía el Dr. La Barbera. Estaba de civil pero me di cuenta de que era más importante que La Barbera. Lo que es cierto es que después de Pianosa no lo volví a ver”.

Un aspecto preocupante que se suma a los demás fragmentos claves, como el hombre del que habla Gaspare Spatuzza,  que no pertenecía a Cosa Nostra, y que estaba presente el día que se llenó de explosivo el coche utilizado como coche bomba en Via D’Amelio, así como también la desaparición de la agenda roja de Paolo Borsellino. Tal vez sea este el enredo que hay que ocultar sobre el atentado del 19 de julio de 1992, que asume cada vez más los ribetes de un atentado de Estado.

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