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muerto habla200El libro de Lorenzo Baldo sobre el final de Attilio Manca

Por Saverio Lodato - 09 de Junio de 2016

Tarde o temprano se planteará la prohibición de “fotografiar al muerto”, de dejar para una memoria futura la imagen de la barbarie cometida por quien se ha ensañado, de documentar los efectos de las torturas de hombres en perjuicio de otros hombres, porque el Poder ya no puede darse el lujo de ser desmentido abiertamente en sus versiones oficiales, hilvanadas sobre la mentira y en el categórico rechazo de reconocer la verdad. De hecho el “muerto” puede hablar, puede señalar la culpa y los culpables, puede desmentir infinitamente a los Burócratas del Terror cuando hacen lo posible a través de los periódicos, de la televisión, o en las aulas de los Tribunales y de la Corte para truncar y apaciguar, declarando que “no ha pasado nada”.

Quizás esta es una previsión paradójica, futurista. Pero ¿en qué difiere del eterno intento del Poder, de la Política, del Gobierno, de reglamentar, acallar, volver inutilizables, ilegalizar las interceptaciones telefónicas porque les cuentan a los ciudadanos lo que ocurrió, lo que se dijeron los directos interesados, y porque revelan contenidos escabrosos que es mejor que permanezcan en la oscuridad, en las habitaciones secretas? Si la gente no tiene que escuchar, quiere decir que la gente tampoco tiene que ver. Una fotografía, un click, una foto instantánea, logran dar en el blanco mucho más que un millón de editoriales y de artículos. Y para el Poder esto es un problema. Frente a mi tengo la foto de Attilio Manca, el joven, excelente urólogo de Barcellona Pozzo di Gotto, de la provincia de Messina, encontrado muerto en Viterbo el 12 de Febrero de 2004.

La foto se encuentra en la página número 75 de un libro que se acaba de publicar y que es tan bonito, para el lector, como doloroso, titulado “La Mafia ordina: Suicidate Attilio Manca” (La Mafia ordena: Suicidad a Attilio Manca, de Editorial Imprimatur), escrito por el colega Lorenzo Baldo, proveniente de las filas de Antimafia Duemila.

Es tremenda la historia que cuenta Baldo. Que no dio marcha atrás al decidir tratar un argumento incómodo del cual los medios, con incuestionables razones desde su punto de vista, prefieren mantenerse bien alejados. Tremenda para los familiares de Attilio – Gino, su padre, Angelina, su madre, Gianluca, su hermano -, que desde ese día no han dejado de reclamar justicia, y que obviamente han sido rechazados como molestos insoportables.

Tiene que ser atroz, para ellos, saber que su hijo fue asesinado por la mafia, o por ambientes de los servicios secretos, o por una mezcla de Estado y Cosa Nostra, porque se cruzó con el entonces jefe de Cosa Nostra, Bernardo Provenzano, mientras este último se encontraba prófugo. Y se lo encontró por razones de trabajo ya que Provenzano sufría graves problemas de próstata.

Saber que su hijo fue asesinado. Escuchar que les digan que se suicidó. ¿Qué puede ser peor, más absurdo, para una madre, para un padre, para un hermano?

A esta altura es completamente evidente que Attilio Manca, en aquel momento era el único especialista en operaciones de alta complejidad, habría podido haber visitado a Provenzano antes, o después, de su operación de próstata, y esto habría podido ocurrir en Francia sin ningún problema. Él mismo, aunque veladamente, sin querer entrar en detalles, telefónicamente informó del hecho a su padre.

Después de la captura de Provenzano las investigaciones reconstruyeron a posteriori varios pasos del infinito tiempo que estuvo prófugo, entre los cuales la permanencia del jefe mafioso en Marsella para someterse a una operación de urología bajo un nombre falso, con documentos falsos, asistido por mafiosos que de la misma forma que lo acompañaron luego se lo llevaron a Sicilia. Pero si Manca estaba presente sigue siendo algo cubierto por una nebulosa.

Lo que es seguro es que, precisamente ese día, comenzó la cuenta regresiva para Attilio Manca que en ese momento ya no servía más, y peor aún, amenazaba con convertirse en in testigo incómodo.

muerto habla2Lorenzo Baldo, en su libro, cuenta todo, excava, va hasta el fondo, reúne los elementos de la “crónica negra” y los de la “crónica judicial”, revelando en forma innegable el Gran Engaño que pretende hacer creer que Attilio Manca se suicidó a través de una sobredosis de heroína, después de habérsela inyectado en su brazo izquierdo; él que, oh casualidad, era zurdo.

La descripción de la foto publicada en la página 75 del libro dice así: “El rostro de Attilio Manca en la fotografía tomada por la policía científica de Viterbo (presente en el expediente de la Fiscalía de Viterbo) algunos minutos después de haber descubierto el cadáver del joven urólogo. Gentileza de la familia Manca”.

Se ve un rostro tumefacto, destrozado, con el tabique nasal roto, lleno de golpes que otros hombres le dieron sin importarles que esto habría hecho dudar del suicidio de cartapesta que se pretendía hacer pasar como causa de su muerte.

Es por ello que decíamos que el futuro de determinadas fotos es incierto. ¿Acaso habríamos comprendido realmente lo ocurrido en la escuela Diaz mientras se estaba llevando a cabo el G8 en Genova? ¿El final de Aldrovandi? ¿El final de Cucchi? ¿De la misma forma que ahora comprendimos el final de Manca? ¿Lo habríamos comprendido en ausencia de fotos e imágenes? No.

Y es por ello también que el libro de Baldo merece ser considerado como un libro “en contra del Poder”, en contra de un determinado modo de “hacer justicia”. Porque nos cuenta todo lo que gira alrededor de la foto de la página 75. Y nos da escalofríos.

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La columna de Saverio Lodato

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