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saveriolodato1200Por Saverio Lodato - 02 de Julio de 2016

Están obsesionados por la existencia de los magistrados, de la magistratura, de cualquier tipo de control de la legalidad. Detestan visceralmente, y no lo ocultan, a los Fiscales, como tales. Los detestan porque representan a la parte acusadora, porque aplican una acción penal obligatoria que en cambio ellos, quienes los detestan, preferirían que fuera facultativa, ligera, condescendiente con los intereses de los amigos de los amigos, complaciente, por debajo de la mesa, en fin: cerveza y chorizos, por decirlo a la Totò.

No duermen de noche pensando en que existen los códigos, en que a los códigos hay que aplicarlos, en que un ciudadano puede ser convocado para responder por uno, o más, hechos delictivos. Y en este eterno entresueño, envenenado por la frase presente en los Tribunales y que recuerda que “La ley es igual para todos”, dedican en forma espasmódica su existencia para repetir infinitamente que los magistrados, independientemente de lo que hagan, se equivocan. No hacen nada bien. Son ni más ni menos que una bandada de langostas, en este país nuestro que, si no fuera por su petulante acción, sería el país más hermoso del mundo. Y los magistrados se equivocan en mala fe. Y se equivocan porque, aplicando la ley, en realidad hacen carrera. Y se equivocan porque, representando a la parte acusadora, hacen negocios en perjuicio de la pobre colectividad indefensa y empobrecida  por los estratosféricos costos de la justicia.

Estos pobrecillos, sonámbulos sin paz y que tienen un sueño intranquilo a causa de la Señora que tiene los dos platillos de la balanza en sus manos, han dedicado las últimas décadas de su vida profesional a sacar cuentas.

Y ¿cuánto le han costado a los ciudadanos los siete años que duró el juicio en contra de Giulio Andreotti, siete veces Presidente del Consejo “prescripto por mafia”, hasta llegar a la Corte de Casación? Y ¿cuánto han gastado los ciudadanos en los procesos judiciales celebrados en contra del señor Marcello Dell'Utri, fundador del partido Forza Italia que le gustaba tanto a muchas señoras palermitanas, y que hoy se encuentra en la cárcel por mafia? Y ¿acaso se pensó en ahorrar para procesar a tan buena gente como Bruno Contrada, el número 3 del SISDE, o a Totò Cuffaro (Presidente de la Región siciliana), cuyas causas judiciales desembocaron en una condena por concurso externo en asociación mafiosa, o por haber favorecido a la mafia? Pero no se trata simplemente de costos considerados demasiado altos. Entonces que siga la próxima cantinela.

Los magistrados, peor aún los Fiscales, trabajan poco, tienen un verano demasiado largo, no cumplen horario, no tienen que darle respuestas a nadie, no fichan tarjeta, como lo hacen todos los simples mortales, las fábricas, las oficinas. Luego están los que “van a los debates”, los que “suben a los escenarios”, los que “hacen declaraciones y conceden entrevistas”, los que se autodefinen “partisanos de la Constitución”, los que “se meten en política”, los que dictan sentencia “usando medias rojas”  (hecho realmente ocurrido a un juez honesto de Milán que fue burla de algunos políticos y por la prensa oficialista, por haber tenido la culpa de presenciar en el juzgado aquel día  que dictó una sentencia justa y tenía las medias rojas),  los que “buscan la claque” de los partidarios  de sus investigaciones, los que “quieren construirse un partito propio”... Y se podría seguir infinitamente.

Entonces que siga la próxima cantinela. Por ejemplo ¿por qué los magistrados jamás responden por sus errores? Vaya uno a saber. Pero ¿los pobres sonámbulos, obsesionados por la Señora antes mencionada, esa que tiene la balanza, nunca reflexionan sobre el hecho de que, como en Italia existen tres niveles judiciales, pretender que no haya “sentencias equivocadas”, y por consiguiente magistrados “que se han equivocado”, correspondería pretender que en los tres niveles judiciales surgieran tres sentencias idénticas, tres sentencias fotocopia la una de la otra, o todas de condena o todas de absolución? Nosotros sabemos perfectamente que los pobres sonámbulos tienen algo que los carcome, pero ellos mismos podrían dejarse aconsejar por un especialista en problemas mentales, como hacía incluso el simpático Robert De Niro en “Analyze This”.

Por no hablar, y aquí que siga la otra cantinela, la de los colaboradores de justicia “instrumentos ciegos de astuto robo” pagados por los Fiscales que los utilizan como cabeza del aries en contra de la “crema” de la sociedad, para hacerla parecer en cambio como connivente, corrupta, contaminada, mafiosa, “manchada” con el carbón negro de acusaciones completamente inventadas y que, cuando ya sea demasiado tarde, se descubrirá que eran infundadas. Y ¿cómo se hace, gritan los sonámbulos, para escuchar durante el juicio los delirios de estos personajes horribles que han torturado, estrangulado y asesinado con sus propias manos a mujeres, hombres y niños? Y ¿cuánto les paga el Estado a estos arrepentidos? Y ¿cuántas reducciones de la pena está dispuesto a concederles? Y ya que estamos ¿cuánto le cuestan todos esos colaboradores de justicia a la pobre colectividad indefensa y empobrecida antes mencionada?

Pero los pobres sonámbulos también saben ver lejos. Pero ¿cuán larga, lenta, enorme, es la justicia italiana? Además, buscando el remedio, se enredan irremediablemente. Si un acusado resulta ser inocente, basta con una sola vez, termina con un único nivel de juicio. Claro está, si en cambio llegara a ser culpable, los tres niveles están bien, esperando que “la inocencia”, como uno de los números que tardan en salir en la lotería, salga en beneficio del directo interesado. Sin querer afrontar el tema de la prescripción, que desde hace treinta años los científicos del argumento han afrontado, sin lograr resolverlo jamás.

Pobres sonámbulos que han pasado años de su vida convencidos de que “hablando mal de los magistrados” al final habrían logrado sacar una araña del agujero. La suya es una lucha eterna. Pero con pocos resultados.

Recuerdo a tantos de estos pobres sonámbulos que eligieron el periodismo en los años del “pool antimafia” de Caponnetto, Falcone e Borsellino. Eran combativos, refinadamente “garantistas”, equidistantes de la mafia y de la antimafia, pero tenían un mal interpretado sentido anglosajón de la profesión. Definían a Michele Greco, el jefe de los jefes, como un bonachon, un cultivador de limones muy sabrosos. Definían a Falcone y a De Gennaro como “los jefes de otra cúpula”, no menos peligrosa que la de Cosa Nostra: la “cúpula de la antimafia”. Definían a Falcone y a De Gennaro como los justicieros, los comisarios que habían puesto las armas en manos de los arrepentidos, Masino Buscetta y Totuccio Contorno, para que abrieran fuego en contra de los “corleoneses” que en esos años mantenían en vilo a Palermo a través de la violencia. Y los sonámbulos de mi época, de tiempos demasiado lejanos, no despreciaban ir a comer, o a cenar, con los jefes mafiosos con la excusa, aparentemente innegable, de que ellos también, ya que eran atacados por los jueces y llevados a juicio, tenían que tener derecho a réplica.

Dentro de pocos días celebraremos el veinticuatro aniversario del atentado de Via D'Amelio.

A los pobres sonámbulos de hoy les cae muy mal el Fiscal Nino Di Matteo porque trabaja, con un puñado de colegas, sobre la tesis de que una de las causas de la muerte de Paolo Borsellino haya sido su rechazo ante la Negociación Estado-Mafia. Es un juicio, el que investiga la Negociación Estado-Mafia, que deja a los sonámbulos en una condición casi como de pre-epilepcia. No lo digieren, no lo tragan. Escriben un artículo por día. Se han puesto el casco de la armadura en la cabeza para estar listos para una guerra sin cuartel. Garantistas de la última hora, no hay nada que decir.

Es por ello que, si para todos los casos que acabo de enumerar, el analista de “Analyze This” podría funcionar dándoles un mínimo de serenidad, frente a Nino Di Matteo y al juicio sobre la Negociación Estado-Mafia, no estoy muy seguro de que el Exorcista podría llegar a hacer milagros. Son “problemas”, que no se han curado a lo largo de los años, que provienen de la exasperación del concepto de “periodismo anglosajón”. Aquel que vi nacer en mi época, en la época de Falcone y Borsellino.


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La columna de Saverio Lodato
Foto original © Paolo Bassani

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