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11setiembre200Por Giulietto Chiesa – 11 de Julio de 2016

No ha terminado, ni mucho menos, la historia de la participación del Gobierno saudita en el atentado terrorista en contra de las Twin Towers y el Pentagono. Desde hace 15 años esta historia ha dividido el mundo entre quienes apoyan la versión oficial (presente en el “9/11 Commission Report”) y la enorme cantidad de críticos que la desacreditaron, parte por parte. Es inútil decir que el enfrentamiento fue desigual: por un lado estaba todo el mainstream, compacto; por el otro los independientes, más o menos aislados y a quienes hicieron pasar por locos y que fueron calificados de “complotistas” y que quedaron encerrados en el recinto del silencio. Las hipótesis alternativas no pudieron llegar al público masivo.

Pero ahora surge, cada vez más fuerte, la evidencia: el Gobierno saudita, aliado y amigo de Norteamérica, movió los hilos del atentado.Como veremos más adelante, más allá de cualquier disputa técnica y de espionaje, si esta versión se llegara a hacer pública y fuera desclasificada, por si sola podría arrasar con toda la investigación oficial en la que casi todos creen hasta el día de hoy. Se descubriría en su alcance real el engaño, que fue perpetrado en perjuicio del público norteamericano y mundial, y que desembocó en la muerte de millones de personas en una serie de guerras, muchas más de las 3.000 víctimas inocentes, ensangrentando la historia de estos últimos 15 años.

Es por ello que se ha puesto en marcha una furibunda batalla política, en Washington y en Ryhjad, para impedir que la verdad salga a la luz. El último acto en orden de tiempo es el de la desclasificación, por parte del Gobierno de los Estados Unidos, de un informe denominado “File 17” (Archivo 17), recopilado por Lana Lesemann y Michael Jacobson, en el que se encuentran enumerados aproximadamente 40 nombres de cómplices sauditas de los así llamados “secuestradores”. Saber quiénes son los dos autores de este “archivo” es importante. Mike Jakobson formaba parte de la  “9/11 Commission”, pero antes también había participado en la Comisión del Congreso presidida por el Senador democrático Bob Graham. Lana Lesemann trabajaba en el staff junto con él. Trabajaba demasiado bien, al punto tal que Philip Zelikow, presidente de la “9/11 Commission”, la terminó echando.

Jacobson conocía perfectamente el contenido del voluminoso informe que realizó la Comisión de Graham para los Diputados. Por consiguiente también sabía qué era lo que figuraba en las 28 páginas que el Presidente George Bush Jr. había ordenado que se mantuviera bajo secreto de Estado. La “9/11 Commission” no tomó en cuenta para nada esas páginas. Pero lo curioso es que quien apoyó abiertamente la tesis del “File 17” es además el ex Senador del Estado de Florida, junto a otros Senadores de dicha Comisión. Graham repitió insistentemente en varias televisiones norteamericanas (y recientemente en la agencia AP) que gran parte del “File 17” deriva de esas 28 páginas y que la “9/11 Commission”, la CIA, el FBI no han hecho nada, en estos 15 años, para buscar respuestas a esos indicios.

Sin embargo Bob Graham, el primero, tendría que decir cómo y por qué él también ha callado en todos estos años. Con más razón sabiendo que él conocía perfectamente eseinforme y esas 28 páginas, ya que era uno de sus autores. Por lo tanto se puede entender que el caso es muy grave. Mientras tanto algo ocurrió y obligó a algunos a abrir la caja de Pandora. Por ejemplo en el “File 17” figuran dos nombres: Fahad Al-Thumairy y Omar Al-Bayoumi. El primero era, en ese momento, el Imán de la mezquita de Culver City, California y hay documentos que confirman su papel en el encubrimiento de al menos 2 de los 19 terroristas. Estos dos en cuestión, Nawaf Al-Hazmi y Khalid Al-Mihdhar, habían llegado a San Diego en febrero de 2.000. La investigación comprobó que habían sido financiados abundantemente y ayudados por la pareja de Al-Thumairy y Al-Bayoumi. El “File 17” habla de “relaciones muy cercanas con el Gobierno saudita”. De Al-Bayoumi se sospecha que era un agente de los Servicios Secretos sauditas. Pero jamás fue interrogado (por más que estuviera siendo controlado) y logró salir de los Estados Unidos antes del atentado. Así como lo hizo Al-Thumairy.

No obstante el mismo “File 17” resultó ser un secreto a voces. De hecho todo el asunto había sido contado, detalladamente, por el periodista norteamericano Philip Shenon, reportero del New York Times, en su libro “The Commission: The Uncensored History of the 9/11 Investigation” (La Comisión: la historia sin censuras de la investigación del 11-S). No es que en el mismo se dijera todo pero sobre este punto contenía lo esencial. De ese relato se deducía que por medio de Al-Bayoumi habían circulado miles de dólares, provenientes de la princesa Haifa, mujer del embajador saudita en Washington. Dólares que llegaban a los terroristas.

Jacobson, en varias oportunidades, llegó a decir que el FBI había puesto obstáculos en la investigación de los documentos sobre Al-Bayoumi, al punto tal de hacerlo sospechar de que éste fuera un doble agente, que también trabajaba para el FBI. Entonces el FBI – se entiende – sabía mucho sobre la preparación del atentado. Pero aún hay más. Shenon escribió que la CIA misma sabía que Al-Mihdahr se encontraba en California, ya desde comienzos del año 2.000, pero “no se lo comunicó al FBI por más de un año”. Sin embargo la CIA sabía que se trataba de un pez gordo ya que lo había seguido paso a paso después de la reunión de Kuala Lumpur en la que Khaled Sheikh Mohammed había reunido el grupo que perpetró el atentado del siglo. A pesar de todo esto a Al-Mihdahr no lo sumaron a la lista especial de terroristas potenciales.

El desenlace de los hechos de los últimos meses confirma la importancia crucial de estos documentos. En el año 2014 Obama decidió desclasificar esas 28 páginas. Supongamos que no  supiera lo que estaba haciendo. Los neocon reaccionaron e hicieron intervenir a su hombre, George Bush Jr. Quien hizo saber que no hay que perturbar las buenas relaciones con la familia saudita. El atrevido Obama se detuvo. Pero la mayoría del Senado aprobó, en el pasado mes de Mayo, la “ley en contra de los sponsor del terrorismo”, que autoriza a las familias de las víctimas a llamar en causa incluso a un Estado canalla. Arabia Saudita es el primero de la lista. Obama, corazón de león, amenazó con vetar la ley. En Junio John Brennan, jefe de la CIA, dijo que las 28 páginas serán publicadas pero que las mismas no contienen pruebas de participación de Arabia Saudita en el atentado terrorista. Naturalmente sin explicar por qué esas páginas fueron sometidas al secreto de sumario.

Todo nos dice que la lista de complicidades desborda y se vuelve torrencial: lo sabía el Gobierno saudita pero también había quienes lo sabían desde el interior del FBI y de la CIA. Lo que queda por saber es quién y por qué se puso en movimiento la historia que desembocaría en la reapertura de toda la investigación y de toda la narración mundial de los últimos 15 años.

Extraído de:ilfattoquotidiano.it

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