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otrosaverioprovenzano200Un tesoro de miles de millones de euros

Por Saverio Lodato - 16 de Julio de 2016

Ahora que Bernardo Provenzano ha muerto, es imperante hacer algunas reflexiones. Hemos leído con avidez las crónicas y las descripciones, los análisis y las opiniones, las reconstrucciones de la historia pasada y las previsiones sobre el próximo futuro porque cuando un gran jefe muere nadie quiere faltar a la cita, participando a las  exequias mediáticas, diciendo su opinión, hasta incluso tratando de adivinar. No hay que escandalizarse, Bernardo Provenzano, habiendo sido noticia mientras estaba vivo, lo sería también estando muerto.

Hay quienes lo describieron como la copia certificada de Totò Riina.

Hay quienes lo representaron como una figura silenciosa, pero antitética, durante décadas, a la de Riina.

Quienes después de su desaparición divisaron el final de una época de Cosa Nostra.

Hay quienes están convencidos de que su natural heredero es Matteo Messina Denaro y quienes en cambio no son propensos a creer que habrá un reemplazo mecánico y obvio.

Todas las opiniones son aceptables, legítimas, visto y considerando que de los más de cuarenta años vividos en la clandestinidad del sujeto en cuestión no se sabe nada.

Hasta el Presidente del Senado, Piero Grasso, quien conoce el tema ya que se ocupó de Provenzano en primer lugar en calidad de Fiscal de Palermo y luego como Fiscal Nacional Antimafia, admitió con gran amargura que el “prócer” apenas fallecido se llevó a la tumba los secretos y las llaves de esos secretos. Si él lo dice algo de verdad habrá.

Pero – y esto es lo que más nos interesa ahora – se habría llevado consigo incluso la llave de ese cofre en el que custodiaba celosamente los tesoros ensangrentados acumulados a lo largo de medio siglo de Honrosa Carrera Criminal.

Al respecto somos escépticos.

¿Por qué razón Provenzano habría tenido que dejar que se pierdan sus riquezas?

¿Por qué razón habría tenido que dejar en la miseria a su mujer y a sus hijos que se verán obligados de por vida a lidiar con un apellido tan incómodo?

¿Por qué razón se acepta velozmente como algo evidente que la llave de esos bienes e inmuebles haya quedado en el fondo del mar?

¿No sería preferible, además de obligado, que la Fiscalía de Palermo y la Fiscalía Nacional se empeñaran para así multiplicar los esfuerzos que esta búsqueda que, no tenemos ningún motivo para dudar, jamás tendría que haberse detenido? Hay ciertas cosas que no tienen que ser consideradas como obvias.

¿Si ha sido posible reconstruir detalladamente el mapa de los cómplices que le permitieron a "zu Binnu"  invernar en una granja a las puertas de Corleone en la que posteriormente fue capturado,  por qué tendría que ser imposible reconstruir el de sus hombres de paja, el de sus testaferros?

¿Acaso somos ingenuos? ¿Acaso estamos planteando una pregunta – como se suele decir – políticamente incorrecta?

Mirad, hay algo que nos suena extraño. A este respecto aparecen extraños silencios. Tomemos el caso, al pasar, de esos opinólogos que sacaron a relucir el “escándalo” de los tesoros que Massimo Ciancimino y su familia heredaron del viejo "don" Vito. Sobre el dinero de Provenzano mantienen la boca cerrada. Se abstienen de editoriales insidiosas. Circulan en el ambiente, prefiriendo destacar las penosas condiciones físicas del muerto antes de que pasara a serlo, debidas, se entiende, al atroz régimen carcelario del 41 bis que tendría que horrorizar al país que vio nacer a  Cesare Beccaria. También en este caso todo justo, todo muy humano, por caridad.

Pero el hecho concreto es que estos opinólogos de tenaz concepto garantista no dicen una sola palabra sobre el dinero. Caray.  

Y ¿por qué será?

En cambio a nosotros nos gustaría mucho que los Riina, los Provenzano y los Ciancimino se vieran obligados a devolver a la colectividad hasta la última lira ensangrentada. Todos, sin distinciones, sin favoritismos, tendrían que sacar de los bolsillos sus interminables riquezas acumuladas a base de atentados y crímenes.

¿Acaso somos imposibles de satisfacer?  Puede ser. ¿Acaso creemos que es posible que ocurra lo  que deseamos? No creemos, para nada.

Y trataremos de explicarlo en pocas palabras. Esos lectores que nos siguen saben perfectamente lo que han representado para nosotros Bernardo Provenzano y Totò Riina en medio siglo de historia italiana. Han sido grandes servidores del Estado-Mafia y de la Mafia-Estado. Los hombres de una Negociación permanente. Como también lo fue Vito Ciancimino. Cuyo hijo, Massimo, comenzó a romper el cascarón en la canasta obstinándose precisamente en contar el detrás de escena de dicha negociación.

Así es, hemos revelado el secreto de esos opinólogos de tenaz concepto garantista que curiosamente tienen un ojo cerrado. Es sobre la Negociación Estado-Mafia que pretenden que caiga una lápida.
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La columna de Saverio Lodato

Foto © Giorgio Barbagallo

 

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