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provenzano3 200Estaba detenido bajo el régimen carcelario del 41 bis falleciendo en el hospital San Paolo de Milán
Por Miriam Cuccu y Aaron Pettinari - 13 de Julio de 2016
Falleció, a la edad de 83 años, el jefe mafioso corleonés Bernardo Provenzano. “Binnu u tratturi” (como era llamado por la determinación con la que afrontaba las situaciones). Estaba detenido bajo el régimen carcelario del 41 bis en el hospital San Paolo de la ciudad de Milán, lugar en el que se encontraba desde hacía ya dos años a causa de una grave enfermedad (le habían diagnosticado cáncer de vejiga). Provenzano había sido internado en la estructura sanitaria a partir del 9 de Abril de 2014, derivado del centro clínico de los establecimientos penitenciarios de la ciudad de Parma.

Los familiares del boss, que habían llegado a Milán el 10 de Julio, lograron verlo antes de su muerte. Varias pericias lo describían como casi un vegetal y en repetidas oportunidades tanto sus familiares como sus abogados habían solicitado sin éxito la revocación del régimen de aislamiento, conocido como “41 bis” a pesar de la opinión favorable de varias Fiscalías e incluso de la Dirección Nacional Antimafia. No solo eso. En todos los juicios en los que  estaba bajo proceso, entre los cuales el que se está celebrando sobre la Negociación Estado-mafia, se le ha permitido no comparecer, porque el jefe mafioso había sido considerado incapaz de participar. En el último diagnóstico de los médicos del hospital se perfilaba el grave estado de deterioro cognitivo, largos períodos de sueño, palabras esporádicas sin sentido, habla absolutamente incomprensible, cuadro neurológico en progresivo, aunque lento, empeoramiento. En sus conclusiones los médicos declaraban al paciente como “incompatible con el régimen de aislamiento”, agregando además que “la asistencia que necesita podrá ser garantizada únicamente en una estructura sanitaria de terapia intensiva”. Sobre este aspecto incluso había llegado a intervenir la Corte de Casación.
Historia criminal
Sobre él Luciano Liggio decía que “disparaba como un Dios pero que tenía un cerebro de gallina”. Sin embargo Bernardo Provenzano se volvió famoso rápidamente haciéndose conocer como “el contable”, aquel que detrás de la sombra de su conciudadano Totò Riina se encargaba de los contactos, reforzaba las alianzas, conseguía informaciones, hasta incluso las más secretas y reservadas.
Ahora el “padrino” de Corleone ha muerto, el jefe que antes que nadie hizo suyo el dicho “calati juncu chi passa la china” (Junco dóblate hasta que haya pasado la creciente), logrando así llevar a Cosa Nostra más allá de la fase terrorista, más allá de la lluvia de condenas al régimen carcelario del 41 bis, más allá del fenómeno que se estaba difundiendo del los mafiosos arrepentidos. Luego de estar prófugo por un tiempo récord, 43 años, falleció en la sección de detenidos del hospital San Paolo de Milán. Luego de una larga enfermedad que no fue suficiente como para evitar el duro  régimen carcelario impuesto al jefe mafioso desde el 11 de Abril del año 2006, cuando los policías irrumpieron en esa granja de la localidad de Montagna di Cavalli, a dos pasos de su Corleone natal.
Había sido buscado  desde 1963, cuando los corleoneses eran llamados como los “coi peri incritati” (sucios de tierra por el trabajo del campo, n.d.r.) y rápidamente Provenzano, junto con Riina, desencadenó la guerra mafiosa que en los años '80 diezmó a los jefes de la Cúpula y a sus respectivas familias. A partir de allí el destino de Cosa Nostra cambió pasando a ser un sistema altamente verticalista en el cual, por decirlo según las palabras del arrepentido mafioso, Vincenzo Sinacori, “quien mandaba era una sola persona, Riina, los demás eran números”. Pero el brazo derecho de Totò “’u curtu” seguía siendo Binnu: ambos (lo dijo otro colaborador de justicia, Nino Giuffré) “no se iban de una reunión hasta que no se ponían de acuerdo”. Es suficiente como para entender que detrás de “’u tratturi” se ocultaban muchas cosas más. Una mente criminal sin escrúpulos – lo demuestra el hecho de que, después del arresto de Riina, los atentados no cesaron inmediatamente – pero también una capacidad ejecutiva y diplomática con la cual Provenzano supo renovar a Cosa Nostra, que luego de los atentados del '92 y del '93 había quedado debilitada por la acción represiva del Estado, llevándola a un proceso de “sumersión” y de “negocios invisibles”, ya sin necesidad de tener que recurrir a montañas de plomo, o a feroces atentados. Así fue como, probablemente siguió llevando las riendas de Cosa Nostra, gracias además a esa red de protección de la que gozaba el Padrino corleonés en muchos ambientes de poder externos (pero contiguos) a la mafia. Ambientes con los cuales demostró que sabía negociar simultáneamente con los atentados de Capaci y de Via D'Amelio que habían coordinado y planificado junto con Riina. El ex Intendente mafioso Vito Ciancimino – natural emanación política de los corleoneses – después de haber recibido la solicitud de audiencia por parte del coronel De Donno para terminar con la estrategia terrorista, se dirigió precisamente a Provenzano, quien le sugirió que “hiciera un intento” dando inicio de esta forma, oficialmente, a la negociación entre el Estado y la mafia. Una negociación en la que Provenzano pasó a ser considerado desde el principio como el interlocutor más “confiable” con respecto a Riina, cuya imagen había quedado quemada luego de su estrategia terrorista “a toda costa” y que posteriormente fue arrestado por los mismos hombres del ROS (Agrupación Operativa Especial). Habría sido precisamente Provenzano quien dio algunas indicaciones para identificar la casa de Via Bernini en la que se ocultaba Totò.
“Ese no ha entendido nada, Binnu. Provenzano no era de mi convento, claro que lo respetaba, pero él estaba convencido de que las cosas se manejaban con galletitas y vino”, decía Riina. Años más tarde Riina, desde la cárcel, hablaría de su relación con Provenzano, que no era para nada idílica. Además, al día siguiente del arresto de Riina en Cosa Nostra se desparramó como una mancha de aceite la sospecha de que Provenzano era un “soplón”. Uno - según las palabras del arrepentido Giovanni Brusca - que tiene cuatro caras (...).
Después de la detención de Riina, en enero de 1993, Cosa Nostra cambió su piel, dedicándose principalmente a los grandes negocios realizados gracias a una densa red de cómplices y profesionales insospechados y de amplios sectores de la política. Obras públicas, salud, eran muchos los contactos de alto nivel con varios sectores así como numerosas son las investigaciones que sacaron a la luz esta mezcla de intereses. Entre los “testaferros” de Provenzano también se encontraba el “rey” de la salud privada, Michele Aiello y a lo largo del tiempo comenzaron a descubrirse los contactos importantes incluso con altos cargos de las instituciones.
La fallida captura en Mezzojuso
Uno de los primeros que habló de su proyecto de renovación fue Luigi Ilardo, regente del territorio mafioso de Caltanissetta y confidente del coronel Michele Riccio, quien un día de finales del mes de octubre de 1995 llevó al ROS a las puertas de la casa de Mezzojuso (apenas a 16 km de Corleone) donde se escondía “zu' Binnu”. Pero ese día los oficiales Mori y Obinu – hoy acusados de complicidad con la mafia – no dieron la orden de irrumpir en dicha casa. Ilardo dejó de estar bajo protección (fue asesinado meses más tarde después de una emboscada) y Provenzano pudo seguir estando prófugo sin que nadie lo molestara. Incluso viajó hasta la ciudad de Marsella para ser sometido a una operación de próstata realizada por un muy buen médico (cada vez más indicios parecerían confirmar que se trate de Attilio Manca, joven urólogo que fue encontrado muerto en circunstancias misteriosas).
Sea cual sea la protección de la cual gozaba Binnu para mantenerse prófugo durante 43 años – con la que aparentemente cuentan otros “jefes”, como por ejemplo Matteo Messina Denaro, el último de los jefes mafiosos que aún sigue prófugo – al final no fue suficiente y las puertas de la cárcel también se abrieron para él. Sus dos abogados defensores presentaron escrito, tras escrito, apelando tanto a la Corte Europea como al Tribunal de vigilancia, en los que solicitaban la conclusión de su aislamiento, dadas las graves condiciones de salud que le impidieron a Provenzano poder participar a los interrogatorios en el marco del juicio sobre la Negociación Estado-mafia. A partir de allí comenzó la decadencia del boss mafioso que durante cuarenta años hizo la historia de Cosa Nostra y que ahora, con su muerte, se llevó consigo todos sus terribles secretos.

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