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Graciela campagna200El recuerdo de la joven de 17 años, de Saponara, a 31 años de su homicidio

Por Jamil El Sadi - 12 de diciembre de 2016

Era el 12 de diciembre de 1985 y la joven de 17 años Graziella Campagna se encontraba en el trabajo, como todos los días, en la lavandería “La Regina” ubicada en Villafranca Tirrena, donde estaba cumpliendo con su tarea de planchadora. Por la noche se dirigió a la parada del autobús para regresar a su casa a Saponara, como solía hacer. Alrededor de las 20:00 hs. la subieron a un coche y la llevaron hasta Forte Campone, unos sicarios la hicieron descender en un prado, a la fuerza. Mientras trataba de defenderse la asesinaron con 5 disparos de escopeta, uno en el brazo, otro en la cara, otro en el estómago y el último en el hombro. También le dispararon a la nuca. La familia Campagna tuvo que esperar 48 horas para poder encontrar el cuerpo de Graziella en Forte Campone, en los montes “Peloritani”, en la frontera entre Villafranca y Messina. Graziella fue asesinada porque a la lavandería en la que trabajaba solían ir personas con antecedentes penales, como el ingeniero Tony Cannata.

Lamentablemente ese 9 de diciembre de 1985 Graziella sin querer encontró la agenda del ingeniero Cannata, en el bolsillo de la camisa que había dejado para lavar. No se sabe si fue el instinto, o la curiosidad de una joven como ella, lo que la llevó a tomar esa agenda. Precisamente en ese momento firmó su condena a muerte. Descubrió que el ingeniero Tony Cannata no era quien decía ser. En realidad el señor Cannata era un boss mafioso, que estaba prófugo: Gerlando Alberti jr., nieto de Geraldo Alberti Sr., llamado “U paccarè”, boss de la mafia siciliana. Esa no era una simple agenda de un ingeniero sino una recopilación de nombres y contactos telefónicos que había caído en las manos equivocadas. Manos como las de Graziella cuya única culpa era la de haberla encontrado y de tener un hermano, Pietro Campagna, carabiniere que prestaba servicios en la compañía de Gioia Tauro, algo que a los dos prófugos los aterrorizaba bastante.

Tres días antes de ser asesinada Graziella se confió con su madre: “¿Sabes que es extraño? El ingeniero Cannata no es el ingeniero Cannata”, hablando del documento que había encontrado en el que figuraba la identidad del jefe mafioso Alberti jr. Y así como el ingeniero Cannata, su “compañero de trabajo” y primo, Gianni Lombardo, tampoco era quien decía ser. En realidad se trataba de Geraldo Sutera, otro buscado porque estaba acusado por el delito de asociación mafiosa y tráfico de estupefacientes, nada menos que el lugarteniente de Alberti jr.

Ambos prófugos temían que su “libertad” llegara a quedar en peligro, con el riesgo de romper relaciones con sus protectores.

El Fiscal general Marcello Minasi en el año 2008 afirmó en la requisitoria que: “Villafranca Tirrena a mediados de la década del 80 era una zona franca en la que los jefes mafiosos de la ‘Ndrangheta y de la camorra vivían en la clandestinidad, se reunían con políticos, masones, jueces, carabinieri y empresarios conniventes con la masonería deDon Santo Sfameni y donde se estaba por poner en marcha una refinería de heroina”.

Este caso plantea muchas interrogantes pero son muy pocas las respuestas que se han obtenido. Las únicas han surgido como resultado de los juicios. En 1988 ambos prófugos fueron enviados a juicio pero en 1996, gracias a un episodio del programa “Chi l’ha visto” (¿Quién lo ha visto?), se volvió a hablar del caso Campagna.

En diciembre de 1996 el Tribunal de Messina reabrió el caso pero tuvieron que pasar varios años antes que los dos señores fueran condenados. El 11 de diciembre de 2004, después de casi veinte años del asesinato, la Corte de Messina dictó las condenas respectivas: Gerlando Alberti jr. y Giovanni Sutera a cadena perpetua, en calidad de ejecutores materiales del delito de la pobre Graziella, con el agravante de haber actuado en régimen de premeditación y mientras se encontraban prófugos. Agata Cannistrà y Franca Federico, colega y dueña respectivamente de la lavandería en la que trabajaba la joven, ambas fueron condenadas a dos años de reclusión por complicidad, ya que precisamente habría sido su colega quien le quitó de las manos la agenda y de la cual no se encontraron huellas y por haber despistado las investigaciones, además de haber omitido lo que sabían sobre el secuestro y el homicidio.

Cuando se piensa en el caso Campagna vuelve a la mente el clásico caso de una persona presente en el lugar equivocado, en el momento equivocado. A la edad de Graziella uno piensa en la vida y no en la muerte, es más, a esta última se la ve como algo lejano de la vida cotidiana. La mafia no tuvo miramientos, le quitó la vida a otra persona inocente.

Graziella Campagna tenía 17 años. Su única culpa era la de haber sido testigo involuntario del descubrimiento de la falsa identidad de un prófugo. Es importante recordarla cuando se oye decir que “la mafia de hace un tiempo tenía códigos de honor, reglas, no mataba a las mujeres, no mataba a los niños”. La mafia mata sin mirar a la cara a nadie.

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