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riina2 200Por Lorenzo Baldo - 07 de junio del 2017

Ira. Y también mucha amargura. La señal inquietante lanzada desde el Estado contra Totò Riina es muy elocuente. Del mismo modo que el silencio de las altas esferas institucionales. Las que se han abstenido cuidadosamente de mencionar que Totò Riina, al que se desea "una muerte digna", es el mismo jefe mafioso que recientemente emitió la sentencia de muerte contra el fiscal Nino Di Matteo, con una gran cantidad de explosivos ocultos en Palermo. Quien recordó este "detalle" fue el fiscal nacional antimafia Franco Roberti.

Lo cierto es que del Presidente de la República al que Cosa Nostra le mató un hermano se esperaba una posición más firme. Que no fue asumida siquiera por el presidente del Senado que lleva años en la lucha contra la mafia. Por lo cual no sorprenden las bocas cerradas del Presidente de la Cámara o del actual Primer Ministro. Nada nuevo hay bajo el sol. Sólo la ira y la amargura. Quienes levantaron su voz fueron principalmente los familiares de las víctimas de la mafia, algunos miembros de las asociaciones antimafia, algunos periodistas, algunos intelectuales y algunos políticos, de buena o mala fe.

“Pagan las facturas que han firmado hace 25 años” grita Salvatore Borsellino, y observando la situación en que está la justicia en nuestro país no se puede hacer otra cosa que darle la razón. "Creo que mi padre no tuvo una muerte digna -fue el comentario de Rita dalla Chiesa, hija del general Carlo Alberto-, lo mataron y lo dejaron a él, a su esposa y a Domenico Russo en el coche sin siquiera un lienzo para cubrirlos".

¿Acaso el Estado tiene miedo de que Riina pueda hablar? La respuesta sólo puede ser afirmativa en una democracia como la nuestra, fundada en la política del chantaje de la mafia, empapada con la sangre de tantos mártires. Vienen a la mente algunos episodios relativos a los asesinos Filippo y Giuseppe Graviano, o al jefe barcellonés Rosario Pio Cattafi, líderes de Cosa Nostra que, frente a la temida posibilidad de que hablen con los fiscales, fueron mágicamente “indultados” por el mismo Estado que no puede tolerar su posible colaboración. Y desde el pasado resurgen igualmente las palabras de Totò Riina pronunciadas en el 2009 durante una reunión en la cárcel con su abogado Luca Cianferoni. Ese día de mediados de julio Riina, en referencia a la masacre de Via D'Amelio, fue bastante claro: "lo mataron ellos". El jefe corleonés quiso liberarse de ser el responsable de la matanza de Via D'Amelio. Y señaló con el dedo a "ellos". Los "externos" a Cosa Nostra. Una vez liberado de la cárcel el abogado Cianferoni le dijo a la prensa que había sido instruido por el propio Salvatore Riina para decir lo que aquél pensaba. El abogado informó fielmente que su cliente era consciente de que su situación procesal en la investigación del caso Borsellino no cambiaría, pero que no obstante quería hacer saber todo lo que pensaba. Cianferoni reveló entonces que había hablado con Riina de la tratativa Estado-mafia y que el jefe le había dicho ser el objeto y no el sujeto de ese pacto y que el acuerdo había sido a niveles más altos que el suyo. Luego, refiriéndose a los hombres de las instituciones, el jefe había añadido: "No miren sólo dentro de mí, miren también dentro de ustedes". Palabras cuanto menos alarmantes para un Estado-mafia que no puede permitirse el riesgo de sacar los esqueletos de sus armarios. Basta con mirar los obstáculos puestos en el trabajo de los magistrados que en un proceso regular -en su mayoría ignorados por los medios de comunicación y con la oposición de la mayoría- buscan la verdad sobre los acuerdos entre el Estado y la mafia. Una verdad que es demasiado pesada y que nadie quiere. A menos que un arranque de orgullo y un grito de dignidad de la parte sana de este país finalmente ayude a sacarla a la luz. De una vez por todas.

La esperanza de que Totò Riina finalice su vida terrenal en prisión -con todo el cuidado necesario, pero en la cárcel- se convierte en un deber moral de los que administran justicia. Una obligación moral frente a todas las víctimas de esta guerra en la que, a veces, Cosa Nostra fue el brazo armado del Estado.

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