Pin It
impunidad100Por Jean Georges Almendras-2 de julio de 2017

No pocas veces he estado en el lugar exacto en el que perdieron sus vidas, volando por los aires, el Juez  Giovanni Falcone, su esposa Francesca Morvillo  y  tres de sus custodias, el 23 mayo de 1992, en la autopista A 29 hacia Capaci, Palermo,  Sicilia. No pocas veces he estado en el lugar exacto en el que perdieron sus vidas, volando por los aires, el Juez  Paolo Borsellino y  cinco de sus custodias, el 19 de julio de 1992, en Via D amelio, Palermo, Sicilia. No pocas veces he estado en el lugar exacto en el que murieron acribillados a balazos el General de Carabinieri  Carlo Alberto  Dalla Chiesa y su esposa  Emanuela Setti Carraro y uno de sus tres custodias, el 3 de setiembre de 1983, en una de las calles del centro de  Palermo, Sicilia. 

No pocas veces he sentido decir que todas estas víctimas – como tantas otras más-  venían soportando en soledad su opción de  entregarse a la lucha antimafiosa, aún a riesgo de  pagar con sus propias vidas haber elegido ese camino, fortalecidos por sus convicciones y por sus valores de justicia, pero muy especialmente  por el sentimiento del deber, por tratarse de funcionarios públicos incorruptibles. Y no pocas veces he profundizado en las historias de otras víctimas de Cosa Nostra, recorriendo las calles y los barrios de Palermo  deteniéndome ante cada marca de los atentados mafiosos  perpetrados en los años del terror. Victimas como el periodista Peppino Impastato, el juez Rocco Chinnicci, el sacerdote Giuseppe “Pino” Puglisi, el periodista  Giuseppe Fava  y tantos otros más. Víctimas que se han ido perpetuando en la conciencia ciudadana. Una conciencia ciudadana que desafortunadamente, por momentos, parecería estar padeciendo  amnesias e  indiferencias ante todos estos muertos. Indiferencias que por haber pasado los años o por ser propias de estos tiempos, en absoluto son justificables.

No pocas veces me he preguntado, como ya seguramente lo hicieron otros, por qué motivo     desde hace más de 150 años –y más allá de las circunstancias históricas y coyunturales de cada época-  Cosa Nostra se ha ensañado literalmente con esa bella tierra y con esa bella gente siciliana.  No pocas veces he encontrado respuestas históricas. Y no pocas veces también he encontrado aberraciones históricas respaldando las aberraciones mafiosas. Y no pocas veces me he indignado y me he quedado estupefacto por las extravagancias y los descaros de los hombres del Estado italiano (y de la política italiana) pavoneándose de sus vínculos y de sus amorios, con los círculos mafiosos, al punto de abrazarse a ellos  como si se tratara de un  enamoramiento de vida y no de muerte. Y no pocas veces he visto, en los  miles de textos y de registros gráficos y documentales dispersos por el mundo, que la mafia es el lado oscuro de una isla y de un país, cuyos gobiernos se esmeran en sermonear una lucha que en realidad no llevan adelante, porque en realidad está reservada para unos pocos siendo ignorada por la mayoría (cuando no obstaculizada).

 impunidad2

No pocas veces he asumido que el mal mafioso  -que sigue intacto- se asemeja a una aplanadora, que por años y años, no ha hecho otra cosa que enriquecerse económicamente, sin dejar de asesinar a cientos de operadores de justicia, policías y políticos honestos, periodistas, sacerdotes, y a niños, adolescentes, ciudadanos y ciudadanas ajenos por completo a las luchas intestinas de las familias mafiosas. Y no pocas veces he escuchado hablar de la mafia a todo lo largo de la bota italiana, considerándola más, como  un mal emblemático que como un mal a extirpar o eliminar con prioridad absoluta. Y no pocas veces me he visto obligado a admitir que ese mal emblemático  forma parte del pueblo italiano. Un pueblo italiano que incluso, por épocas,  comete la barbaridad de olvidarse de los mártires de la antimafia, como si se olvidara de un cepillo de dientes o de una gorra para el frío. Y no pocas veces, también he visto, que hay fechas en las cuales, sorprendentemente, todos  padecen tanta amnesia de sus olvidos y de sus indiferencias,  que resuelven salir a las calles o hablar a los medios de comunicación, con una hipocresía y  una superficialidad  verdaderamente inaudita.

No pocas veces he escuchado decir que la mafia es parte de la cultura italiana, y en particular de la cultura financiera, de la cultura política y de la cultura estatal de ese país. Y hasta en ocasiones, la mafia o los hombres de honor, o las familias mafiosas del tercer milenio, no son ni más ni menos que los empresarios de la esquina de la plaza de Palermo o los universitarios de Nápoles, o los poderosos del Quirinal, o los poderosos de la televisión y del mundo del espectáculo y del fútbol. Y no pocas veces he leído los libros de Roberto Saviano, para regocijarme por su valentía al atreverse a desenmascarar, con pelos y señales, a las empresas de los grupos mafiosos, a costa de su vida misma, hoy blindada, secreta y sin la libertad de gozar del sol, como lo puede hacer cualquier ciudadano en una playa cualquiera de la costa italiana o del mundo (porque la Camorra lo ha sentenciado a muerte). No pocas veces he visto con mis propios ojos, que no son pocos, los colegas (y también magistrados y fiscales de la antimafia) que en Italia son autores de libros y de entrevistas comprometidas  y combativas. Autores como Lorenzo Baldo, Giorgio Bongiovanni, Aaron Pettinari, Saverio Lodato, Giovanni Bianconi, Antonino Di Matteo, Sebastiano Ardita, Ricardo Tessarini, Angiolo Pellegrini, por nombrar algunos, de una extensa nómina.

No pocas veces he escuchado que las mafias italianas –Cosa Nostra, la Camorra, la Ndrangheta  y la Sacra Corona Unita-  fueron y son la madre de un cáncer universal, y hasta si se quiere sagrado entre los hombres del mal, porque parecen ser siempre intocables y porque se han  adaptado perfectamente y maravillosamente al sistema moderno, de un milenio del capital financiero  devorador de sueños y de esperanzas. Sueños y  esperanzas  de los hombres libres que siguen remando contra la corriente, gritando que la mafia no es un tema del pasado, sino que es un tema del  presente. Un presente mafioso con cobertura de cordero, pero con astucia de lobo. Un lobo encubierto e infiltrado entre  las multitudes italianas y entre las multitudes de otros países del planeta.

impunidad3

No pocas veces he seguido atentamente la ímproba y heroica labor  que hace el Magistrado Giuseppe Lombardo en la región de Calabria, enfrentado valerosa e inteligentemente a los grupos mafiosos de esa zona de la bota italiana. Una labor que lo ha colocado en la lista negra de sus enemigos.

No pocas veces he escuchado voces y oratorias de hombres de Estado, pronunciando blasfemias a la hora de recordar o referirse a tanto daño causado por no pocas generaciones de familias mafiosas. Y no pocas veces he oído hablar -a no muchos colegas italianos- de las luchas antimafiosas de los años precedentes a la década del noventa, buscando tenazmente crear conciencia entre los colegas más jóvenes, antes de que las nuevas generaciones sucumban estrepitosamente a la cobarde actitud de olvidar todo ese pasado (sembrado de sangre y de sufrimientos) y con un muy alto  costo de vidas.

impunidad4

Y no pocas veces he dialogado con Leticia Bataglia  (la excelente reportera gráfica  -porque en mi país, Uruguay, la calificaríamos  así) que registró secuencias  de los tiempos de la  violencia mafiosa de Palermo, con el ojo y el lente más firme y oportuno de aquellos momentos, con el único cometido de  denunciarla  y de combatirla. Y no pocas veces la he escuchado atentamente –a Leticia-  hablar con la sabiduría y la ironía que la ha caracterizado siempre y que la ha catapultado – nada menos que en su tierra natal y a pesar de sus ya avanzados años de vida- a transformarse en  una valiente protagonista de la lucha contra la mafia. No pocas veces, en su apartamento del centro de Palermo, en un bar de una calle cualquiera de Palermo  o en la redacción de nuestra revista de Via Francisco Cangiamila 88, la he visto  siempre dispuesta a hacer uso de un clarificador y muy rico lenguaje  (como si en cada encuentro con amigos y hasta con enemigos, fuese su última oportunidad de hacerlo )  arengando enérgicamente, a la realización de  toda suerte de acciones, ideas y proyectos, luchas y movilizaciones,  para extirpar urgentemente  el cáncer mafioso de su muy querida tierra en la que vive, con intensidad asombrosa.

No pocas veces he dialogado, allí en Palermo, con las víctimas de la mafia. No pocas veces he escuchado atentamente sus lamentos y sus pesares, buscando desentrañar o liberarse de los demonios de esas  organizaciones criminales que por años acabaron con vidas humanas y con valores democráticos e instituciones. Y no pocas veces he sentido en mi piel, la energía del Palermo rico en arte, cultura, lírica, teatro y pintura; y no pocas veces he sentido en mi piel, la energía del Palermo de la muerte, del dolor y de la corrupción. Y no pocas veces he recorrido a paso de hombre o en automóvil, calles y zonas rurales de la isla, adentrándome en los pueblos y en los campos que fueron (y siguen siendo) bastión de los corleoneses y de sus descendencias, simplemente para interiorizarme de su pasado y de su presente, para incorporarlo respectivamente en mi matriz de combatiente, en procura de una Italia y de un mundo sin mafia. Y no pocas veces he entrado en la sala búnker de Ucciardone, de la ciudad de Palermo, para seguir desde las graderías del periodismo y con admiración casi religiosa, las intervenciones del Fiscal  Antonino Di Matteo,  regocijándome de lo incisivo y decisivo que resulta ser, en cada una de sus exposiciones durante las instancias que se llevan a cabo, en el proceso de la tratativa Estado-mafia, con el incondicional apoyo de los fiscales de su equipo y de un periodismo libre que lo escolta en los hechos y en sus dichos, con fidelidad admirable.

 No pocas veces he recorrido los pasillos del Palacio de Justicia de Palermo, entrevistando a magistrados y fiscales de los tiempos pasados y de los tiempos presentes, fusionándome con sus pensamientos y con sus apreciaciones sobre los años del terror y sobre los estragos de Capaci y Vía D Amelio. Y no pocas veces he conocido los pormenores y las generalidades de las vidas de Bernardo Provenzano  –ya difunto- , de su sucesor Matteo Messina De Naro  -hoy prófugo-  y del capo Toto Riina, hoy  encarcelado y  escandaloso por estar gestionando su libertad anticipada, como si en el ayer no hubiese pasado nada y como si él no hubiese hecho nada.

 No pocas veces he conocido las historias de muchos hombres de honor, arrepentidos. Y no pocas veces  -gracias  a mi amigo Giorgio Bongiovanni, periodista y director de la página que superviso en Sudamérica- he escuchado valiosos  y enriquecedores testimonios del mafioso arrepentido Gaspare Mutolo. Un hombre de mafia, que un buen día tomo la irreversible decisión de  que todo lo malo de su pasado sufriese una transformación extrema, ya no para destruir, sino para construir,  aún a sabiendas de que la sociedad en la que vive desborda de corrupción y de poder pútrido. Un hombre de mafia que encontró en la pintura una forma de expresar sus nuevos horizontes y sus nuevos vínculos. Un hombre de mafia que seguramente debe haber calibrado en su intimidad, la verdadera dimensión de su cambio y la verdadera dimensión de su nueva vida.  

No pocas veces he sentido la voz del Fiscal Antonino Di Matteo hablando coherentemente y valerosamente de su labor investigativa  sobre la tratativa de la mafia con el Estado, como  doloroso marco de los estragos de Via Capaci y Vía D Amelio, de los años 90. No pocas veces Antonino Di Matteo ha sido directo (profundo) en sus apreciaciones y en sus expresiones, tal como ocurrió en una reciente conferencia donde tuvo la deferencia de compartir públicamente  una secuencia de su vida profesional: “una vez Salvatore Cancemi, arrepentido que pertenece a la cúpula de Cosa Nostra, me dijo con énfasis: "Mira, Riina me decía siempre, 'si no hubiéramos tenido relación con la política, relación con el poder, hubiéramos sido una banda de chacales o una banda de delincuentes comunes’''. Y yo agrego, una banda fácilmente desarmable con una acción ordinaria de represión penal. Las cabezas pensantes de la organización, también Riina, tienen la conciencia precisa de la importancia decisiva de las relaciones con el poder externo para la propia existencia.  Lo que continúa, y eso me tiene muy decepcionado y preocupado en este momento, es la ausencia de una conciencia institucional y de políticas frente a la necesidad de dar un salto cualitativo: romper de una vez por todas cualquier posibilidad de relación entre la mafia y la política. Ellos tienen la conciencia del peso que tienen estas relaciones. Nosotros, el Estado, debemos madurar este conocimiento y traducirlo en acción. Para ganar la guerra es necesario crear las condiciones para romper estas relaciones. El intento no puede prescindir de la recuperación de la autonomía y de la primacía del papel de la política”.

 impunidad5Y no pocas veces, lo he observado –a Antonino Di Matteo-  rodeado de un enjambre de custodias para preservarlo de sus enemigos y al mismo tiempo para mantenerlo incólume, sereno y distante de la muerte. Una muerte que le ha sido anunciada desde los corrillos mafiosos. Una muerte con el sello de los explosivos, como si quisieran repetir las historias de Giovanni Falcone y de Paolo Borsellino, porque seguramente su lucha es una lucha en común, aún en épocas muy diferentes y en circunstancias muy diferentes.

 Y no pocas veces he sabido de los dardos que le han sido arrojados a Di Matteo, por los lacayos del sistema mafioso acomodándose en los sillones estratégicos, de la judicatura y del Estado mismo, porque ellos mismos son mafiosos.

Y no pocas veces he oído sobre quienes hacen denodados esfuerzos para empañar la incondicional tarea de Di Matteo, de sacar la verdad a la luz pública (después de tantos años de modorra (y de complicidad) burocrática, política y judicial) secundado por los fiscales que lo acompañan, neutralizando y derrumbando a los conspiradores, del  Estado y de la mafia que  hoy (como ayer)  viven en un idilio nefasto y  empeñados en poner obstáculos, en levantar críticas y levantar difamaciones contra un Fiscal que va en camino de descabezarlos y de arrojarlos al coliseo romano, para ser devorados por los hombres justos y honestos y por los defensores de una democracia republicana y rebosante de ética. Una democracia que desde hace ya bastante tiempo está siendo tutelada por el cáncer mafioso, a la vista de todos. Descaradamente.  

impunidad6

No pocas veces he leído y he compartido los artículos de los colegas como Saverio Lodatto, Marco Travaglio, Lorenzo Baldo, Giorgio Bongiovanni, Aaron Petinari, Ana Petrozzi ,  Giulietto Chiesa, Margarita Furlan y otros más. Y no pocas veces he visto que sus escritos han sido ( y son) verdaderos misiles dirigidos al sistema mafioso y a una sociedad pacata, y sin sentido, que no tiene la lucidez de darle el justo valor al trabajo de Di Matteo y  a la sangre derramada por los mártires de la justicia, por calles, caminos y campos de Sicilia. Y no pocas veces nos hemos encontrado ocasionalmente con esos colegas, en Palermo o en alguna otra región de Italia para hablar de todas estas realidades, buscando revertirlas y buscando mutarlas (buscando en realidad una Sicilia nueva, una Italia nueva, un mundo nuevo o quizás hasta el hombre nuevo, como lo buscábamos en los años sesenta en Sudamérica).  

No pocas veces con todos esos colegas hemos  valorado la obra y la valentía del sacerdote Don Luigi Ciotti, fundador  y principal operador de la Asociación “Libera”, creada para luchar contra los abusos de la mafia. Y no pocas veces he escuchado y he leído con atención las muy combativas opiniones y declaraciones del sacerdote, fruto de su incomparable compromiso con la vida y con la fe que profesa  (en actitud de servicio a la justicia y al prójimo). Y no pocas veces he entendido que no es para cualquiera llevar adelante una obra vinculada directamente con aquellos que la mafia ha desplazado o ha herido. Y no pocas veces debo coincidir con él, cuando dice que el conocimiento es el camino para el cambio, que  la falta de profundidad es el mayor pecado de los últimos tiempos, que el verdadero gran naufragio, muy anterior al de las barcas de los inmigrantes (hundiéndose en aguas del Mediterráneo) es el de la conciencia,  que los mártires no han muerto para obtener una placa, han muerto por “nuestra libertad, por la democracia de nuestro país, por la verdad que algunos quieren silenciar” y que ésta “es una historia de ayer, pero también de hoy”

No pocas veces he visto y he escuchado a Salvatore Borsellino  –hermano del Juez Paolo Borsellino- batallando incansablemente codo con codo , con  todos quienes lo acompañan en la Asociación Agendas Rojas. Y no pocas veces lo he abrazado y lo he admirado, comparándolo con un soldado bendecido por la fidelidad y la nobleza, hacia la causa de su hermano Paolo, para que se haga justicia, antes que el tiempo le baje los brazos.

No pocas veces he visto, he participado, he difundido y he compartido, cada paso y cada movimiento de lucha de los grupos de ciudadanos, que extendidos por toda la isla y por otras regiones de Italia, y hasta de Sudamérica,  no dejan aislado al Fiscal Antonino Di Matteo ni a todos los fiscales y magistrados que trabajan en su  mismo sentido. Y no pocas veces he visto las intervenciones del movimiento juvenil “Our Voice” (Nuestra Voz), que  liderado por Sonia Tabita Bongiovanni y un grupo de adolescentes (inspirados en el periodismo libre de Antimafiaduemila ) buscan a través del arte, de la música y de la fuerza de su juventud y de su conocimiento, crear conciencia entre los jóvenes italianos y del  mundo entero, de que la mafia es un mal no exclusivo de Italia. Y por si fuera poco, buscan además  sembrar por toda la bota italiana y también por Sudamérica, ideas y acciones pacíficas para   neutralizar,  desmantelar  y desarticular (y denunciar) a la mafia. Una denuncia a través de la educación a la  legalidad, de la transparencia y la perseverancia en sus actuaciones artísticas y en sus conferencias, con la  puesta en práctica de valores de justicia y especialmente con la idea (y el convencimiento)  de que todos los mártires del pasado (todos aquellos que la mafia asesinó y menoscabó o humilló) deben fortalecer la lucha de los jóvenes de hoy, porque la mafia no ha sido derrotada, aún.

No pocas veces, como director de la redacción uruguaya de Antimafiduemila, he escrito sobre la mafia de Italia y sobre las mafias de Sudamérica. No pocas veces he escrito sobre temas relacionados con las violaciones a los Derechos Humanos, con las dictaduras sudamericanas, con los desaparecidos, con las corrupciones de gobiernos, con los males de la energía nuclear, con los asesinatos de periodistas (como el de nuestro compañero de tareas Pablo Medina, asesinado por la narco-política en Paraguay. en octubre de 2014, junto a su asistente Antonia Almada) y de activistas campesinos e indígenas, con las luchas sociales y con los luchadores por la libertad, con los hombres y mujeres comprometidos con causas a favor de la vida y de la justicia, con los atentados a la libertad de expresión, con el narcotráfico regional y mundial , con los sacerdotes Tercer Mundistas, y con todo lo que implique el avasallamiento del ser humano a manos del poder político y del crimen organizado o  mafia.  Y no pocas veces, con Giorgio Bongiovanni y con otros redactores italianos y sudamericanos como Mattias Guffanti, periodista argentino que me ha acompañado en varias coberturas y como  Jorge Figueredo, del Paraguay, entre otros, hemos hablado de todos estos temas. Temas que inequívocamente sugieren la presencia de la impunidad. Esa impunidad maldita, presente siempre en la historia de la humanidad y del crimen.

No pocas veces, cuando hablamos de la historia de la mafia y del poder casado con la mafia, hablamos  –inexorablemente- de la impunidad reinante y todopoderosa. Porque mafia, poder e impunidad se reciclan, se retroalimentan y se reproducen. Sirven a un mismo patrón: el dinero y el poder, formando parte de una sociedad democrática y libre, que prácticamente vivió engañada y vive engañada.

impunidad7

El Fiscal Antonino Di Matteo, en una reciente conferencia denominada “Cuestiones y visiones de Justicia: Perspectivas de reforma” dijo enfáticamente: “En el día de hoy muchas cosas se han dicho. Voy a tratar de no repetir todo aquello que, en mi opinión, ya fue compartido o expresado por los que me precedieron y hablaron de la interacción entre la mafia y la corrupción. Ahora, en la búsqueda de su intención de lucro, grupos empresariales de diferente textura y extracción, cada vez con más frecuencia repiten, alternando o integrándolos entre sí, los métodos corruptos y los métodos típicamente mafiosos. A su vez, las mafias, para reciclar el dinero e invertirlo en actividades aparentemente lícitas, recurren directamente al método corrupto o utilizan ese método por intermedio del empresario con vínculos más aceitados y fuertes con los mecanismos de la administración de los asuntos públicos.Por esta razón, hoy en día la mafia y la corrupción se destacan como las dos caras de la misma moneda, segmentos de un sistema penal integrado. Es por eso que tenemos que encontrar la capacidad de localizar y reprimir de manera homogénea estas dos caras de la misma moneda. Y eso, hoy en día, no se hace. La situación de los presos en nuestras prisiones lo demuestra: las estadísticas ya se mencionaron anteriormente. Un número irrelevante de presos, realmente irrelevante, está cumpliendo una condena firme por delitos de corrupción, sobornos, manipulación de licitaciones o intercambio político electoral mafioso.Hay que decir la verdad y tenemos que tener el valor de llamar a las cosas por su nombre y apellido. No es posible poner en una situación de sustancial y total impunidad a conductas gravísimas que pesan insoportablemente no sólo por las pérdidas económicas, de las cuales estoy seguro no se han hecho estimaciones precisas, sino por la mortificación de las legítimas expectativas de los ciudadanos honestos y por un efecto generalizado de la inducción a la delincuencia que la certeza de la impunidad produce en nuestra sociedad”

No pocas veces he pronunciado y he escrito  “impunidad” , aludiendo al poder y al crimen organizado (la mafia). No pocas veces, seguramente el Fiscal Antonino Di Matteo, también  debe haber repetido esa palabra con mayor propiedad que yo, porque él está en el epicentro de las investigaciones, que es como estar en el epicentro de un huracán o un tsunami, o un sismo  impactante.

No pocas veces en la historia de Italia, todos los 23 de mayo y 19 de julio, desde el año 1992, son fechas para recordar a los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

No pocas veces, desde hace ya unos cuantos años, la revista Antimafiaduemila, en la persona de su director  Giorgio  Bongiovanni y de sus redactores, junto a jueces y fiscales y movimientos civiles allegados a la publicación y público en general, en  fecha próxima al día en que se recuerda el asesinato del Juez Paolo Borsellino, llevan a cabo una conferencia de alto contenido militante, a propósito de la lucha antimafiosa. Este encuentro tiene lugar en la  Facultad de Jurisprudencia  de Palermo y en esta ocasión,  el día lunes 17 de julio de este 2017, contará con la presencia del Fiscal Antonino Di Matteo, cuya intervención se aguarda con gran expectativa, por tratarse -en este caso- de una figura en extremo emblemática y vital, para la lucha contra la mafia en la Sicilia y en la  Italia de hoy.  

No pocas veces han sido muchas las impunidades. No pocas veces las impunidades han sido y son, el cimiento y el manto protector del sistema mafioso y de su poderío económico y político-empresarial allá en Italia y en el mundo.

En definitiva, antes y después de Capaci y Via D Amelio, no pocas veces… no ha habido más que impunidad.

*Foto de Portada: www.LiberaPinerolo   Giovanni Falcone  junto al  juez Rocco Chinnicci

*Foto 1: www.adnkronos.com  General Carlo Dalla Chiesa y su esposa

*Foto 2: www.elindependiente.com  Imagen del atentado de Capaci

*Foto 2-1 www.antimafiaduemila.com  juntos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino

*Foto 3: www.epmundo.com  Imagen de Toto Riina

*Foto 4: www.elconfidencial.com  Leticia Bataglia y Paolo Borsellino

*Foto 5: www.radiobruno.com  Con la prensa Antonino Di matteo y el sacerdote Luigi Ciotti

REDACTORES

anna.jpgbgeorges.jpgbgiorgio.jpgbjuan.jpgblorenzo1.jpg
Copyright (c) 2009. Antimafia Dos Mil Argentina