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matarella200Por Saverio Lodato – 21 de julio del 2017
Todos se quejan de que después de veinticinco años aún permanezcan vacías las explicaciones definitivas acerca de lo que sucedió en la matanza de Via D'Amelio.
¿Por qué se llevó a cabo esa masacre a sólo 57 días de la de Capaci? ¿Por qué tal acelaración en la escalada?
¿Realmente Cosa Nostra hizo todo sin ayuda? ¿O estuvo muy bien acompañada por otras fuerzas y otros poderes que permanecieron ocultos? ¿Y quiénes fueron los directores? ¿Y dónde terminó la agenda roja de Paolo Borsellino?
Etcétera, etcétera.

La indignación parece provocada casi a control remoto en el día del aniversario -lo cual significa una vez al año- en una babel de tomas de posición, declaraciones de verdades sacrosantas, otras no tanto, resultados amargos del tiempo perdido por los familiares y acusaciones al rojo vivo. Pero ¿quién ocultó, encubrió, sustrajo de manera fraudulenta piezas de la verdad (la agenda roja por ejemplo)? En una palabra: ¿quién borró las pistas de aquellos que -como siempre decimos- permanecen en las sombras, encapuchados y ocultos? Pero ¿en realidad las instituciones italianas están interesadas en determinar la verdad? ¿Realmente se respalda a aquellos que insisten en buscarla?
Parece que no.
En todo caso, parece lo contrario.
Un silencio ensordecedor ha cubierto las declaraciones de dos miembros del poder judicial, que sobre el tema no son exactamente las últimas que han habido: el fiscal nacional antimafia Franco Roberti, que habló frente al CSM (Consejo Superior de la Magistratura, ndt) cuando se conmemoraba el sacrificio de Paolo Borsellino, y el fiscal general de Palermo, Roberto Scarpinato.
Escuchen al primero: "El nombramiento de Borsellino en el fuero antimafia habría colocado también la lápida sobre la tratativa Estado-mafia, que en aquellos primeros días de junio había, por desgracia, comenzado".
Y ahora escuchen al segundo: "Las personas que conocen estos hechos siguen teniendo miedo de hablar de ellos... cuando un secreto compartido por muchas personas sigue persistiendo, la experiencia enseña que detrás está el sello del poder... He enumerado todos los resultados que inducen a pensar que detrás (de la matanza de Via D'Amelio, ndr) había un plan preestablecido de desestabilización política".
Pero Scarpinato no quiere que queden dudas: "No voy a entrar en detalles, pero creo que hay conciencia de que esta es una historia abierta, no cerrada, y es uno de los elementos oscuros de la Primera República. Por otra parte, su historia comienza con una matanza, la de Portella della Ginestra, y se cierra con la de Via D'Amelio, donde todavía faltan piezas importantes de la verdad, tal vez por las mismas razones por las que no han salido a la luz los motivos de la masacre de Portella".
¿No es suficiente?
¿Qué más se puede decir o agregar?
¿Roberti y Scarpinato nos deben hacer un dibujo para que podamos entender?
¿Y no dice nada el hecho de que los medios hayan ignorado las palabras perturbadores de Roberti y Scarpinato? Estas son palabras que dan miedo. Que aterrorizan a los mismos que participaban del juego sucio en los tiempos de Via D'Amelio y que siguen participando hoy en primera fila de la misma "partida", por lo que aquella suciedad, que no fue sólo solo de la "mafia", permanece oculta para siempre.
Si las instituciones quieren la verdad deberían buscarla en "aquellos que pueden hablar". Deberían dictar de inmediato una ley para proteger a los "arrepentidos del Estado".
Garantizándoles -a cambio de las "piezas faltantes" de la verdad- protección, seguridad, dinero (mucho dinero) y nuevas identidades para ellos y sus familias.
Es el "sello del poder", señala Scarpinato. Un "sello" que debe ser golpeado.
Si no, no se rompe.
Si no, vamos a seguir todos (sin excepción) nada más que hablando. Y lo haremos por otros veinticinco años.
Es suficiente con referirse al proceso que se celebra en Palermo sobre la tratativa Estado-mafia, a la vergüenza que lo precedió y lo acompañó, a la vulgar manipulación de la prensa, y no sólo de la prensa, que busca desesperadamente hacerlo fracasar: es suficiente todo esto –decíamos- para darse cuenta que la indignación, en el día del aniversario, no sirve para nada.
Pero ¿quién tiene el poder para romper el "sello" del poder?
El Jefe de Estado, Sergio Mattarella, que con razón se quejó de demasiados "errores" e "incertidumbres" en la investigación sobre Via D'Amelio, debería reunirse en privado, como presidente del CSM, con Franco Roberti y Roberto Scarpinato.
Para después de escucharlos decidir qué hacer.
Nosotros, si fuésemos el Jefe de Estado, haríamos eso.

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La columna de Saverio Lodato

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