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giulietoinm200Por Giulietto Chiesa - 30 de noviembre del 2017

Las últimas noticias sobre el tema provienen de las Naciones Unidas. El año pasado más de 23 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus tierras para intentar sobrevivir debido al calentamiento global y al aumento de "eventos climáticos extremos" que afectaron principalmente a los agricultores del hemisferio sur.

Una verdadera marea humana de "refugiados climáticos", que se suma a las bien conocidas mareas -que ya nos afectan directamente- de los migrantes que huyen de las guerras y las crisis político-económicas-sociales en los países ribereños del Mediterráneo.

El problema se complica aún más y no hay un plan. Albert Einstein dijo una vez que "siempre hay una solución simple para un problema complejo. Y es la incorrecta". Algunos podrían pensar que este es un aforismo humorístico, pero no lo es. Y se debe a que el problema de la emigración es realmente muy complejo y complicado debido a muchos factores. Y aquellos que piensan que pueden cortar el nudo con un golpe de espada definitivamente están equivocados.

Pensar, por ejemplo, en encontrar una solución en el punto final del movimiento de las masas humanas que van de un lugar a otro, de un continente a otro, de una frontera a otra, puede ser imposible. En el caso italiano estamos frente a miles de desafortunados que se aventuran en el mar en busca de nuestras costas. Y entonces, con gran miopía, las discusiones encaran las formas de detenerlos en ese último tramo. Y, mientras se buscan soluciones para los "últimos kilómetros", ellos se mueren ahogados, a veces rompiendo las barreras que se interponen laboriosamente, a veces llegando a las playas codiciadas. Y en este momento no sabemos cómo ubicarlos, cómo alojarlos, darles refugio o dejarlos vagar, de hecho creamos las condiciones para que se sientan doblemente desplazados y delincuentes. Y esto, a su vez, aumenta la incomodidad y el miedo de los involuntarios y no preparados "anfitriones". Es un círculo vicioso

Luego se vuelve a las formas en que se rechaza a aquellos que sobreviven. O a los sistemas con los que se los selecciona, manteniendo a algunos y echando a todos los demás. Pero creando controversias como sancionar, por ejemplo, el crimen de clandestinidad y demostrar que no hay nadie para perseguirlo. O, como es el caso actual decidido por el Ministro Minniti, y antes que él por Merkel, pagándole a alguien justo antes del "último kilómetro" para que los detenga, lavándose las manos acerca del modo en que estas masas humanas, hombres, pero también mujeres y niños, son oportunamente "retenidos" lejos de nuestros discretos hogares.

Puede andar bien -para nosotros que somos afortunados y relativamente (en comparación con ellos) ricos- durante algún tiempo. Pero el hecho es que no estamos seguros de que podamos estar tranquilos durante el tiempo promedio. Y, si fuéramos sabios, deberíamos saber que el tiempo largo no será seguro ni siquiera para nosotros.

Muchos ya han dicho y escrito que esta tragedia, que nos invade después de haber abrumado a estos extraños que huyen de sus vidas, también es en gran parte el resultado de nuestras políticas de robo y de guerra. No hicieron la guerra contra nosotros, pero nosotros lo hicimos en su casa (ver Afganistán, Libia, Siria, y muchas partes de África de las que no sabemos nada). Pero el arma más poderosa que Occidente ha usado -por décadas, con el silencio de los medios, bajo el dictado de las grandes compañías multinacionales, de los grandes bancos de inversión- fue la del mercado, el nuestro, que no tenía nada que ver con el de ellos. Nosotros, ricos (es decir, nuestros vendedores y cabilderos de los ricos) hemos impuesto nuestras reglas, sin prestar atención al hecho de que hemos destruido sus costumbres.

Es por eso que la simple solución de detener a los desposeídos que hemos creado con nuestras imposiciones no funciona y funcionará cada vez menos a medida que se conviertan en multitudes. El choque entre "benefactores" que quieren dar la bienvenida a todos pero no saben cómo hacerlo y "xenófobos" que rechazan a todos, o casi todos, es algo completamente inútil, porque los dos extremos no ven las causas profundas, en parte creadas por el hombre estúpido, en parte por la naturaleza ofendida por el hombre estúpido. Y este no ver los orígenes del fenómeno impide su solución pacífica. Tal vez incluso temporal, incluso parcial, pero pacífica. Que requiere fuertes nervios, inteligencia, humanidad y sobre todo paciencia. Por esto, debería ser evidente, se necesitan soluciones radicales e inmediatas para cambiar las políticas de Europa. Pero éstas, incluso si llegaran, sin lugar a dudas no producirán efectos rápidos. La subestimación de los Estados y las multinacionales al calentamiento climático también debe cambiar. Y esto es aún más difícil, por no decir imposible. Es preciso armarse de paciencia para inventar soluciones intermedias. Esta es la razón por la cual los medios deben dejar de explotar el miedo a la invasión de "extraterrestres". De hecho, está demostrado que son precisamente ellos los que estimulan los temores del hombre de la calle, basados en el principio de que el miedo "hace noticia". Pero para esto necesitamos una deontología profesional que hoy ha desaparecido de la tendencia dominante en los medios de comunicación.

Extraído de: it.sputniknews.com

Foto © REUTERS/ Marko Djurica

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