saverio2018Por Saverio Lodato - 6 de enero del 2018

Solo en Italia. En ningún otro país en el mundo. Con nosotros, la mentira no se pone nunca. Al igual que el "sol" en el Imperio de Carlos V. Y cuando decimos mentira, nos referimos a repugnantes pistas falsas, falsificaciones oficiales en actos administrativos, colusión y complicidad, manipulación autoritaria de los hechos, avalanchas de polvo usadas en el lugar correcto, desaparición casual (?) de excelentes testigos que demasiado sabían, que demasiado habían visto, que demasiado podían decir, chantaje e intimidación y, como por arte de magia, brillantes carreras.

Solo en Italia, veinticinco años después del estrago de Capaci, puede explotar, como si fuese un huevo fresco del día, la noticia de que a Giovanni Falcone le era familiar, muy familiar, en sus investigaciones sobre la mafia, los nombres de Silvio Berlusconi y Vittorio Mangano.

Solo en Italia, treinta y ocho años después del asesinato de Piersanti Mattarella, que no era cualquier persona, era el Presidente de la Región Siciliana, así como un miembro prominente de la Democracia Cristiana, en aquel entonces un partido de mayoría relativa, podría conquistar las primeras páginas de los diarios la noticia-acertijo acerca de que los muñones de la placa del automóvil usado por los asesinos aún podrían estar dispersos en los sótanos de los palacios de justicia de Italia, o tal vez no. Y que esos restos, fíjense bien, podrían representar finalmente el "lazo negro", "el hilo fascista" que unía los ochenta y cinco cadáveres de la plaza de la Estación de Bologna con el de Mattarella en Via Libertà en Palermo, en un día de Epifanía.

Pero al mismo tiempo, mientras el Ministerio Público de Palermo reabre la investigación, los periódicos nos informan que el rompecabezas de las placas que conducirían al "escenario negro" ya estaba presente para los investigadores de la época a solo dos años del magnicidio de Palermo. Prueba de ello es que Giovanni Falcone tuvo tiempo de enviar a prisión a Giusva Fioravanti, un fascista de la primera hora, reconocido como el asesino por la esposa de Piersanti, pero sin embargo absuelto en el juicio con muchas excusas. Y el que dijo estar convencido de la pista entre Palermo y Bolonia, los periódicos siempre lo recuerdan en estas horas, fue el juez Loris D'Ambrosio quien de complots negros entendía. ¿Y qué se ha hecho en estos años?

Cosas locas.

Cierto. Sería bueno, si todavía estuviera vivo, ir a preguntarle al presidente Francesco Cossiga, cómo se le pasó por la cabeza atribuir la deflagración letal de Bologna a la "matriz palestina".

¿Y recuerdan a "Carlos", el terrorista internacional creado en un tubo de ensayo por el cártel del terrorismo de Oriente Medio de los años 60 y 70? Al final, los franceses lo capturaron en Sudán y lo enterraron en la cárcel con una sola cadena perpetua, que todavía está cumpliendo. Está bien. Cuando en Italia Cossiga recitaba su mantra sobre la "matriz palestina", Carlos, que conocía del tema, le contestó desde la prisión francesa al cara dura: "pero Cossiga sabe muy bien que fueron los de Gladio".

Claro. Gladio. Polémicas muertas y enterradas. Las verdades nunca reconstruidas. De hecho, en el país donde la mentira nunca se oculta, Cossiga incluso logró convertir a los estafadores de Gladio (organización militar, obediente a la central del fascismo internacional y a la P2 de Licio Gelli, inundada por la presencia de hombres de los servicios que cobraban su salario del Estado italiano) en afiliados a una organización de beneficencia que había salvado a Italia, con desprecio del peligro, de la creciente amenaza del comunismo.

Pasaron, en cambio, "apenas" 25 años, para que desde la oficina museo de Giovanni Falcone aparecieran sus notas sobre Berlusconi y compañía.

Falcone tal vez tuvo que convertirse en estatua solemne. Su oficina en lugar de la memoria momificado y entregado para siempre a los siglos por venir, para que esa hoja con su firma volviese a ser encabezado. En estos 25 años ¿nadie había pensado en hojear los papeles que Falcone tenía en la oficina? Pero entonces ¿qué se ha investigado durante todo este itempo? Cosas locas. Realmente nos piden que seamos idiotas patentados.

Pero ¿dónde estuvo esa nota durante un cuarto de siglo? Nosotros lo sabemos.

Se dice pronto: en el mismo antro, cómodo y enorme, donde han dormido los muñones de las placas del crimen de Mattarella.

Es el Estado-Mafia, qué belleza.

Es difícil aceptarlo.

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