falconegiovanni100Por Lorenzo Baldo – 22 de mayo del 2018

Un instante eterno. Es lo que queda en la imagen de la foto de Paolo Borsellino tomada por Francesco Pedone. Es el 24 de mayo de 1992, el juez Borsellino se encuentra en el atrio del Palacio de Justicia utilizado como sala ardiente después de la masacre de Capaci. En el fondo se pueden entrever los cinco catafalcos listos para apoyar los ataúdes del juez Falcone, su esposa Francesca Morvillo y los tres agentes de la escolta Rocco Dicillo, Antonio Montinaro y Vito Schifani. Hay un vacío a su alrededor.

La sensación de soledad que impregna al juez es devastadora. En sus ojos está toda la conciencia de un destino marcado. Los ataúdes llegan. Borsellino es uno de los que traen el de Falcone. Mientras sostiene el ataúd con su hombro izquierdo, sus ojos miran muy lejos, más allá de la ciudad de Palermo. Apoyan el ataúd. Con una voz firme, Borsellino se vuelve hacia los colegas que están junto a él y señalando los ataúdes dice: “El que quiera dejar esta oficina puede irse. Pero el que quiera quedarse debe saber el destino que nos espera. Nuestro fututo es éste. El que ven ahí”.

Es un recuerdo hecho de carne y sangre el que toma forma 26 años después de la masacre de Capaci. En medio de la inestabilidad político-institucional, es como si las imágenes indelebles de esos estragos nos despertaran nuevamente de una anestesia inducida. Como si una especie de flashback nos recordara a esos hombres y mujeres que dieron sus vidas por un futuro mejor del que se nos presenta.

Sólo ha transcurrido un mes desde la histórica sentencia en el proceso del pacto Estado-mafia y las muchas justificaciones de la tratativa se continúan gritando con fuerza - a través de tesis y teorías que hablan por sí mismas, con el beneplácito de una buena parte de los medios - contra ese proceso y el fiscal que lo instruyó.

En estos días, también se da gran énfasis al "fuego amigo" de un ex magistrado que vocifera indebidamente contra el enfoque de "ciencia ficción" de dicho proceso. Nada nuevo bajo el sol. Sobre todo por los usuales vándalos de los oficiales de Carabineros, sentenciados junto a los jefes de la mafia, siempre listos para recitar el mantra heroico de sus héroes.

Que - en una atmósfera de gran restauración - se auto realiza con mucha indiferencia. Como contrapunto a aquella antimafia de fachada que se desmorona bajo los golpes de las investigaciones judiciales, se abre espacio la pretensión de justicia de Fiammetta Borsellino que se vuelve a los asesinos de su padre para obtener la verdad. Mientras tanto, los numerosos sepulcros blanqueados se están preparando para el desfile del 23 de mayo frente a las cámaras. ¿La sentencia sobre la tratativa? Vamos a dejarla caer en el olvido. ¿Los agujeros negros de la masacre de Capaci? Cosas viejas. ¿Las pesquisas sobre los despistes investigativos en la masacre de via D'Amelio? De eso no se habla. Así que preparémonos para el festival de la hipocresía. Que se superpone con otro recuerdo, indeleble y absolutamente auténtico: el grito de Rosaria Costa, la viuda del guardaespaldas de Giovanni Falcone, Vito Schifani, durante el funeral del juez, de su esposa y de los tres agentes de la policía. "En nombre de todos los que dieron su vida por el Estado, el Estado ... - gritó Rosaria postrada por el dolor – quiero ante todo que se haga justicia. Ahora, me dirijo a los hombres de la mafia, porque sé que aquí dentro también hay mafiosos ... pero ciertamente no cristianos: sepan que para ustedes no existe la posibilidad del perdón. Yo los perdono, pero ustedes van a tener que ponerse de rodillas... si tienen el valor de cambiar... pero... ellos no quieren cambiar, ellos no cambian ...". La fuerza de las palabras de esta mujer continúa retumbando en la ciudad de Palermo. Pero, por sobre todo, en Italia florecen connivencias y tratativas, que no aceptan una verdad incómoda y que "no quieren cambiar".

Un país donde la estrategia del inmovilismo se usa como arma poderosa para confundir las aguas. Para tirar hasta el próximo aniversario.

-------

Foto de portada © Shobha