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soldi-euro-sangue200EL DINERO MANCHADO DE SANGRE DE LA MAFIA
Por Giorgio Bongiovanni - 9 de Junio de 2013

La quiebra del banco Sicilcassa, el segundo en importancia de Sicilia, abre un preocupante escenario que de alguna manera está relacionado con la histórica relación que desde siempre el Estado y la mafia han cultivado, volviendo atrás en el tiempo hasta llegar a los atentados del ’92, en los que murieron los Jueces Falcone y Borsellino y a los del '93 en Roma, Florencia y Milán, hasta el atentado contra Rocco Chinnici, el otro contra el General Dalla Chiesa y los demás magnicidios perpetrados por Cosa Nostra.
El escándalo que estalló en 1997, es decir, algunos años después de la negociación Estado-mafia, es una clara señal que la mafia quiso dar a las instituciones. El móvil que más impulsó a Cosa Nostra a desatar la guerra contra el Estado es el temor de que este último llegue a confiscar sus patrimonios, la verdadera linfa vital del poder mafioso. Por lo tanto para vivir tranquilos era indispensable encontrar un acuerdo: “Hagamos la guerra para después poder hacer la paz” dijo Totò Riina durante una reunión de la Cúpula (de Cosa Nostra) en Enna.

Por su parte, la mafia siciliana daba su disponibilidad para realizar el “trabajo sucio” para el Estado-mafia, ya sea que se tratase de hacer volar por los aires una autopista o de silenciar a quienes eran considerados como una amenaza. En el momento que, en los primeros años de la década de los ’90, esta convivencia pacífica comienza a resquebrajarse, atraviesa de una fase de crisis y de transición, es allí donde se verifica la quiebra de uno de los bancos más importantes de Sicilia. Un banco altamente controlado por Cosa Nostra, que ve involucrados nombres como el de Gaetano Graci (que formaba parte de la Federación Nacional de empresarios llamado “Cavalieri del Lavoro” de Catania), considerado cercano a los ambientes mafiosos (especialmente al boss Nitto Santapaola) y sospechado incluso de ser el ideólogo del asesinato del periodista Giuseppe Fava.

Es precisamente el grupo Graci el que provocó el mayor déficit patrimonial del banco Sicilcassa. Los liquidadores pudieron recuperar apenas 194 millones de euros de los 640 que se habían perdido. Parte de este dinero todavía se encuentra en el extranjero, a nombre de los herederos de Graci y por lo tanto es intocable.
En los últimos años la mafia siciliana ha sufrido confiscaciones patrimoniales equivalentes a cientos de millones de euros. Las fuerzas del orden en Sicilia han llegado a poner las manos en los imperios económicos en el campo del gas (el secuestro de 48 millones de euros a los herederos de Ezio Brancato, socio de Gianni Lapis) por no hablar del capital equivalente a 800 millones confiscado a Michele Aiello, testaferro de Provenzano. Incluso el patrimonio del boss prófugo Matteo Messina Denaro ha quedado minado a causa de las últimas operaciones, como en el caso de la confiscación de bienes en el sector de la energía eólica (1300 millones administrados por el presunto testaferro de Matteo Messina Denaro, Vito Nicastri), o el secuestro ordenado por la DIA (Dirección Investigadora Antimafia) de Palermo, de la empresa turística Valtur que administraba Messina Denaro a través de Carmelo Patti, estrecho colaborador del boss, por un valor de 5000 millones de euros.

De todos modos hay que decir que los secuestros realizados simplemente han rasguñado el poder económico que manejan los jefes mafiosos de Cosa Nostra, ya sea que se encuentren en la cárcel o aún prófugos, como en el caso del boss de Castelvetrano (Messina Denaro). Podemos decir que son los verdaderos dueños de Sicilia dado que manejan inversiones, sociedades, tráfico de dinero en efectivo invertido en bancos italianos y extranjeros por el valor de decenas de miles de millones de euros, y ejercen un fuerte control de la política y de las inversiones en la Isla gracias a la complicidad de los cuellos blancos y de los testaferros. Una riqueza tal que posibilita el chantaje a grandes exponentes de la clase dirigente financiera y política italiana.

Por lo tanto la imagen de Cosa Nostra que aparece ante nosotros es la de una mafia para nada débil desde el punto de vista económico. A pesar de que haya perdido el poder militar que tenía en un tiempo, se está reorganizando gracias también a las ganancias derivadas del tráfico de estupefacientes, que rentan a la mafia siciliana cientos de millones de euros al año, en sociedad con la 'Ndrangheta, la cual sin lugar a dudas es la dueña del business de la droga en todo el mundo occidental.

Un volumen de negocios que redimensiona con mucho la extorsión o el reclamo del “pizzo” (coima mafioso) a simples actividades “marginales”, dirigidas  sobre todo a mantener el control del territorio y del tejido social, además de garantizar el mantenimiento de las familias que tienen alguno de sus miembros en la cárcel. Una especie de “cobertura” gracias a la cual se hace más difícil cuantificar el monto real de los patrimonios mafiosos, tanto para el Estado como para los mismos “picciotti” (soldados de Cosa Nostra), que de los miles de millones acumulados por los jefes mafiosos no verán más que unas pocas monedas.

Por lo tanto la mafia siciliana, así como la 'Ndrangheta, Camorra y la Sacra Corona Unita, posee una enorme disponibilidad de dinero, que hace circular en las bolsas de todo el mundo, gracias a la cual, si así lo quisiera, sería capaz de poner nuevamente en jaque a un país como Italia. ¿Puede ser esta la razón por la cual el Estado quiere convivir con la mafia en lugar de eliminarla? ¿Puede ser esta la razón por la cual todos los gobiernos italianos del centro derecha e izquierda, desde el ’92 hasta el día de hoy, no han podido (por no decir querido) eliminar las organizaciones criminales mafiosas? Y finalmente, la negociación mafia-Estado, mantenida en dos tiempos por cuenta de hombres poderosos a través del ex-ministro Nicola Mancino primero y de Marcello Dell'Utri después ¿ocultaba quizás un móvil tan aterrador como crucial para sectores del Estado italiano y centros de poder ocultos?

Después de los atentados de Capaci, Via D'Amelio y de los del ’93 en Roma, Florencia y Milán, que provocaron muerte y destrucción, los jueces y las fuerzas del orden obtuvieron resultados que jamás antes habían sido alcanzados. La mafia militar, con los arrestos y las condenas de casi todos los jefes mafiosos, estaba de rodillas y la Nación habría podido darle el golpe de gracia a la mafia siciliana, pero no lo hizo. El Estado se retiró y el Gobierno de centro izquierda abandonó a su suerte a los Jueces de trinchera, comenzando así a pagar seriamente el precio de la negociación. Estaba listo un atentado con misiles por tierra y por aire para el Fiscal Caselli, que afortunadamente nunca se llevó a cabo. Mientras tanto el trabajo de los Fiscales antimafia como Scarpinato, Ingroia, Tescaroli, Di Matteo, Gozzo, Teresi y otros, fue obstaculizado por leyes y sofismas burocráticos. Italia tenía que ser salvada de la bancarrota. ¿Acaso será que la mafia, gracias a su inmensa liquidez de dinero, haya garantizado su permanencia en Europa?

Estas no son ideas surgidas de nuestras mentes delirantes, sino hipótesis lógicas y plausibles. Si el patrimonio nacional de las mafias asciende a más de 1 billón de euros, si su facturación en negro en Italia es de más de 150.000 millones de euros por año, es lógico pensar que la mafia chantajee al Estado, y que el móvil que se esconde detrás de nuestros terribles atentados tenga que ver con la estabilidad económica y política de la nación. Las palabras pronunciadas por Riina “Hagamos la guerra para luego hacer la paz” probablemente podrían traducirse en “Chantajeemos al Estado y recordémosle que él (el Estado) sobrevive más que nada gracias a Sicilia y a nuestro dinero”. Y si no cede ante el chantaje estallarán las bombas. El Estado, que hoy está gobernado por Berlusconi y por la izquierda, cedió. Una demostración de ello es la intención de atenuar las penas relacionadas con el concurso externo en asociación mafiosa. Matteo Messina Denaro sigue siendo imposible de apresar, y la mafia se sigue enriqueciendo.

Es muy probable que Paolo Borsellino hubiera escrito en su agenda roja los nombres de los dueños de la Italia de hoy, de los asesinos de su fraternal amigo Giovanni Falcone, de la verdadera riqueza de la mafia. Borsellino había comprendido que había un “gran juego”, en el que él y Falcone habían entrado, donde la mafia y el Estado-mafia se habían convertido en una sola cosa, con un poder tan grande, gracias al dinero invertido en las nuevas fuerzas políticas, en las televisiones y en los bancos, que le permitía superar el del Estado-Estado y así ponerlo en jaque. ¿Acaso podría ser por ello que la agenda roja fuera tan peligrosa para el Estado-mafia como para hacerla desaparecer inmediátamente después de la muerte de Borsellino?

http://www.antimafiaduemila.com/2013060943358/giorgio-bongiovanni/i-soldi-pieni-di-sangue-della-mafia.html

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