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El último libro de Sebastiano Ardita retrata a la nueva Cosa Nostra

Por Giorgio Bongiovanni y Mónica Centofante – 5 de febrero del 2020

Cosa Nostra y sus dos almas. La de la cara mala y el gatillo fácil que llena las páginas de los periódicos y las bocas de los políticos y empresarios con etiqueta "antimafia”, que arresto tras arresto celebran su derrota alabando la victoria del Estado. Y la de traje y corbata que se disimula entre los pliegues de las instituciones y la economía, gracias al silencio cómplice que garantiza negocios e intereses. La primera es funcional a la segunda, porque puede centrar toda la atención en sí misma y tranquilizar a la opinión pública con políticas de "puño de hierro" contra el crimen organizado. Con las imágenes de bestias salvajes encerradas en las celdas del 41 bis para sostener alta la bandera. Y que sirven para ocultar a la "mafia de cara buena" que pocos pueden ver porque "entrecruza su enorme volumen de negocios con los intereses de los cuellos blancos que gobiernan las multinacionales, las entidades y las instituciones políticas".

Es la "Cosa Nostra SpA" descrita por Sebastiano Ardita, magistrado y autor del reciente libro del mismo nombre (Editorial Il Fatto SpA, serie Paper First). Esa Cosa Nostra que, después del ruido de las masacres de 1992 y 1993, se ha vuelto cada vez más invisible para borrar la sangre y el olor a pólvora de la memoria y para reorganizar "sus filas según el modelo de 'Catania', en el que la mafia y el Estado van de la mano: no más asesinatos y sí a la búsqueda de nuevas relaciones". Un análisis lúcido que pasa, precisamente, a través de la historia de Catania, donde Ardita, actual presidente de la Primera Comisión del CSM, fue fiscal de los Tribunales locales y, posteriormente, miembro de la DDA y consultor de la Comisión Parlamentaria Antimafia de la XIII Legislatura, antes de convertirse en Director General de la Oficina de Detenidos y fiscal adjunto del Tribunal de Messina, para luego regresar a Catania, con la función de fiscal adjunto. Una historia que no permite superficialidad ni simplificaciones porque, si la mafia militar se ha inmolado, a sabiendas o no, por el bien de una organización criminal con nuevas connotaciones, tiene poco de pacífica. La naturaleza criminal del monstruo no cambia, por el contrario, con el apoyo de instituciones y de la economía, se vuelve cada vez más insidiosa y peligrosa; y todos nosotros pagamos el precio.

Identikit de la mafia respetable

"El mito de la mafia de rostro educado –que hoy también se expande hacia el norte y seduce a los propietarios de las 'pequeñas fábricas'– ha permanecido al pie del Etna durante cuarenta años o tal vez más". Así comienza Sebastiano Ardita a contar la historia de Catania, donde la mafia siempre buscó el consenso y evitó hacer ruido. Ya en los años setenta, Nitto Santapaola, el jefe, se reunía con amigos vestido con ropa elegante en el centro de la ciudad y para los trabajos sucios utilizaba a sus primos Ferrera, mientras tejía relaciones con la economía y la política. Sabía cómo hacerse querer por aquellos que importan, y no sólo, porque incluso el hombre de la calle, lo dice Ardita por experiencia directa, lo recuerda como alguien "simpático" y "cercano", "que no se daba demasiados aires".

Eran definidos como cataneses estratégicos y astutos, muy distintos a los sicilianos occidentales, orgullosos y violentos que, incluso en los años posteriores a las masacres del '92 y '93, continuaron insistiendo en los ataques al Estado, acciones que fueron seguidas por una represión que produjo no pocos daños dentro de la organización. Nitto Santapaola, el jefe de los cataneses, no había sido partidario de esas bombas aun sabiendo que eran necesarias y, de su misma opinión, eran Bernardo Provenzano y Piddu Madonia, quienes preferían "mantener el poder teniendo cerca a las instituciones con alianzas, estrategias y chantaje: en primer lugar, la estrategia de negociación entre el Estado y la mafia".

La otra "facción", recuerda Ardita, pertenecía a los amigos de Totò Riina y Bagarella; hombres cercanos a ellos intentaron infiltrarse en la familia Santapaola varias veces, a fines de los noventa y principios de la década del dos mil, provocando dos guerras internas. La última de las cuales resultó ser particularmente peligrosa ya que llevó a una división interna en la familia: "Una novedad sin precedentes en la Cosa Nostra de Catania, porque esta vez había dos facciones enfrentadas formadas por hombres de la misma sangre". Todo ello debido a la crisis que comenzó justo después de la reacción del Estado, en 1993, y a la falta del jefe que desde mayo de ese mismo año estaba bajo el régimen del 41bis.

Pero los negociosa gestionar en esos años era muchos y la necesidad de controlarlos había fortalecido los vientos de guerra. En el choque final, habría prevalecido la facción leal liderada por Vincenzo, el primogénito de Nitto Santapaola. Y el orden habría sido restablecido.

Vieja y nueva economía en las laderas del Etna

El intento de modificar el ADN de Cosa Nostra en Catania fue sofocado con sangre. "Buenas o malas –dice Sebastiano Ardita– las leyes de Nitto prevalecieron", para dar continuidad a un método ganador desde los años ochenta. Años en que la mafia del Etna, descripta por todos como una realidad fragmentada, compuesta por pandillas criminales y fuera de Cosa Nostra, estaba escalando la estructura de mando de la organización criminal, primero a través de Giuseppe Calderone y luego de Nitto Santapaola. Todo en estrecha relación con los Cavalieri del Lavoro cataneses. Los contratistas de la construcción que fueron atacados por el periodista Pippo Fava (asesinado por la mafia en 1984) y elogiados por Mario Ciancio, quien, con su grupo editorial, tanto en el sector de la prensa escrita como de la televisión, había comenzado a tomar el control total de la información en Catania, en un régimen de monopolio de hecho. Para luego expandir su imperio más allá de las fronteras de la isla con inversiones en La7, MTV, Telecom, Tiscali, L'Espresso/Repubblica y muchos otros más.

Y es en este contexto que en 1985 el obituario preparado por la familia de Beppe Montana, el policía asesinado por la mafia, no encontró espacio en los periódicos; que el periodista Concetto Mannisi fue reprendido amargamente por el editor por llamar "boss" al jefe mafioso de Herculano ; que el Honorable Nino Drago, líder de los partidarios de Andreotti en Catania, había podido confiar a la prensa sus ataques contra quienes habían asociado la muerte de Fava con sus investigaciones sobre los Caballeros del Apocalipsis, como los llamaba, y sobre la colusión entre mafia, política y empresarios. Y de ejemplos similares, en los años y en las décadas sucesivas, podría haber docenas, mientras que hoy Ciancio, de más de ochenta años, fue acusado de concurso externo en asociación mafiosa.

"Las tramas sombrías y las necesidades de la vida diaria se suceden en Catania sin una conexión aparente –continúa Ardita–. Los lugares, los hábitos y el aire que se respira están condicionados por poderes que pasan sobre las cabezas de los ciudadanos: así es como se vive en la tierra de la mafia la cotidiana normalidad de una Cosa Nostra inmersa en las cuestiones económicas". Y es por eso que si se es ciudadano uno se pregunta para qué puede servir el enésimo centro comercial de la ciudad –dado que el número de ellos ya es un registro nacional– y la respuesta llega de los micrófonos y gps que siguen las conversaciones y los movimientos delos jefes.

La historia es siempre la misma: una trama compuesta de intereses que unen a empresarios, políticos y mafiosos. Pero hay un elemento novedoso. Los hombres de Cosa Nostra son cada vez menos reconocibles en ese contexto empresarial: dejan de lado la violencia y prefieren las alianzas. Inspiran sus acciones en los lobbies de la ciudad, emulándolos. Porque, reitera el magistrado, mirándolo bien "es el mismo método implementado por Nitto Santapaola desde los años setenta. Puede ser una novedad para Cosa Nostra; pero no lo es para Cosa Nostra de Catania"

El negocio de los centros comerciales

Corrían los primeros años de la década del 2000 cuando los investigadores empezaron a controlar a los hombres de honor arrestados en 1992 en la operación Osa Mayor y que habían vuelto a la libertad. Aquellos que "desafiando la función reeducativa de la pena –es el comentario amargo del autor – después de haber salido de la prisión, no sólo regresaron para administrar las filas de la familia en las laderas del Etna, sino que fueron promovidos en el campo". Los simples soldados se convierten en hombres de honor, los del mayor rango asumen altas posiciones.

Y sus historias están entrelazadas con la de Rosario Ragusa, un pequeño empresario del sector de productos sanitarios que a fines de los noventa comienza a acaparar una gran cantidad de tierra en un área llamada "Tenutella" al sur de la ciudad, área considerada de poco valor comercial. Ragusa se mueve con mucha competencia y con un objetivo claro: realizar una obra de carácter privado en esa zona. Y, sorprendentemente, se las arregla para establecer contactos con empresas de distribución a gran escala como Carrefour y Auchan interesadas en comprar las obras que habrían surgido después de obtener las concesiones de construcción necesarias. Ardita explica cómo ese pequeño empresario pudo haber tenido éxito en dicha empresa: "En verdad, incluso si Ragusa no estuviera afiliado formalmente a Cosa Nostra, detrás de sus iniciativas había un gran interés de los sujetos mafiosos y de importantes empresas acostumbradas a navegar en las aguas turbulentas de los contratos sicilianos, bajo la "protección" de los hombres de honor".

Una de las primeras que involucra a Ragusa es Ira Costruzioni, una compañía que "llevaba como herencia un nombre pesado": aunque la sociedad haya cambiado su denominación, sigue siendo la empresa de Gaetano Graci –uno de esos cuatro Cavalieri del Lavoro señalados por PippoFava– arrestado en 1994 por concurso en asociación mafiosa y fallecido poco después.

Un nuevo equipo sí, escribe Ardita, pero no son nuevos los "métodos y 'garantías' utilizados para ingresar al mercado de Catania".

Gracias a Ira, Rosario Ragusa obtuvo, en 2001, del Municipio de Misterbianco y luego de la Región, una variante del plan regulador que cambiaba el destino del área para que la construcción del centro comercial sea posible.

Y todo habría salido bien si los conflictos internos en la organización mafiosa –en ese momento aún no resueltos– no hubieran tenido repercusiones en el asunto. Porque las dos facciones en guerra, la más ligada a Nitto Santapaola y la filo-corleonesa, pelean por el negocio. Mario Ercolano y Francesco Marsiglione, cercanos a Santapaola, van a las oficinas de Ira y amenazan a los propietarios de la compañía, intimándolos a que abandonen la operación Tenutella. Y si bien al principio parece que la amenaza fue exitosa, cuando Ragusa reintenta la empresa abriendo su propia compañía, Tenutella SRL, Ira regresa a la carga con una guerra legal y competitiva contra la propia Tenutella al establecer lo que aparece como un boicot que indirectamente habría beneficiado a los otros.

Pero la historia no termina aquí. Para enredar aún más la madeja, se habría agregado el editor Mario Ciancio, que también estaba interesado en el negocio del centro comercial, quien había adquirido los derechos de dos parcelas: una cerca del aeropuerto, donde más tarde se construiría el hipermercado "Porte di Catania" y otro cerca de Tenutella, destinado a la construcción del centro "Mito", que no habría seguido. Pero que, por un momento, abrió otro frente en la lucha ya en curso entre Ragusa e Ira Costruzioni.

Ardita reconstruye la historia citando los documentos judiciales que desandan los hechos (proceso Iblis) y enfatizando que la guerra entre Ragusa y Ciancio "mantuvo a toda la organización en vilo".

Pero el tiempo corría y las autorizaciones para la construcción de la obra obtenida por Ragusa estaban a punto de expirar. Es aquí donde surge la necesidad de encontrar el apoyo político adecuado y es en este contexto que el honorable Giovanni Cristaudo, diputado regional, presenta un proyecto de ley para extender a cuatro años el plazo de las autorizaciones relacionadas con áreas comerciales integradas. El proyecto se aprueba y se convierte en ley, los intereses de Ragusa y los Santapaola están a salvo y el acuerdo de Tenutella se concreta.

Y si en un primer momento Cristaudo termina en juicio por concurso externo en asociación mafiosa y es condenado a cinco años, en la apelación será definitivamente absuelto.

"En resumen –subraya Ardita– Cosa Nostra en lugar de disparar defendió sus intereses con el apoyo político regional".

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Y de la misma forma habría actuado el grupo ligado a Ciancio, en el otro caso: el del centro comercial "Porte di Catania". Aquí también los magistrados están tratando de arrojar luz sobre un tema que, una vez más, pondría en evidencia la estrecha vinculación entre intereses económicos, políticos y mafiosos.

Pero más allá de lo que son y serán los juicios de los Tribunales, hay un dato triste que ya está bajo la mirada de todos: el devastador impacto ambiental de estas grandes obras y el golpe que produce en el tejido económico y social de la ciudad. Cada vez hay más empresas pequeñas que no pueden resistir la competencia y continúan cerrando. Algo que cambia las características de una ciudad en otro tiempo basada en pequeñas empresas y que deja a cientos de hombres y mujeres en la calle. Especialmente a los de mediana edad que tienen enormes dificultades de reubicación.

Pero la política de esto no se ocupa. Tiene otras cosas en qué pensar.

Justicia con armas apuntando

"Con el abandono de las opciones violentas (pero no del condicionamiento y la intimidación), la esencia misma de la mafia más avanzada, su negocio principal, termina coincidiendo con el de la ayuda exterior, como lo sugirió indirectamente el juez de instrucción Mastroeni en el proveído cautelar del caso Beta". Y es con esta cita que Sebastiano Ardita resume la deficiencia legislativa con respecto al concurso externo en asociación mafiosa y hace una crítica al legislador. Porque la ley debería establecer límites precisos dentro de los cuales considerar las contribuciones ofrecidas a la mafia por sujetos externos como "delito". Límites que deben tener en cuenta la nueva naturaleza de Cosa Nostra, cada vez más similar al modelo de Catania descrito en el libro, que dispara solo en una situación extrema y gestiona los negocios con los mismos métodos que los grupos de presión.

Pero el legislador, señala con amargura Ardita, “tiene cuidado de no escribir en una ley cuáles son las condiciones del concurso externo. La razón es fácil de decir: dado que las contribuciones externas que se consideran relevantes para la mafia son en su mayoría de quienes tienen responsabilidad institucional o una capacidad económica significativa, la pregunta refiere a los llamados cuellos blancos". Y si se deja la ardua tarea en manos del poder judicial, como ha sido el caso hasta ahora, "siempre se puede afirmar que es un crimen inventado" y en lugar de aceptar su existencia se "puede esperar un cambio de jurisprudencia que reduzca sus límites; es la incertidumbre en la interpretación de los jueces". Que deja impunes, en la mayoría de los casos, a los que están más allá de las sentencias, los que aportan las contribuciones que permiten que Cosa Nostra exista y que "se aproveche de los recursos destinados a los que menos tienen, creando angustias que se convierten en mafia". Y "como si los hechos no contaran para nada, los tribunales en lugar de hacer justicia se transforman en creadores de coartadas".

La falsa antimafia

La mafia ha vuelto, de alguna manera, a ser una "enfermedad social oculta", continúa diciendo Ardita con amargura. "Lo notamos cuando se manifiesta con fenómenos visibles. Pero la medicina antibiótica, administrada a través de la represión penal, solo ha contrarrestado los síntomas y ahora, que ha vuelto en forma silenciosa, se revela como insuficiente".

Parece sólo un lejano recuerdo aquella gran revolución posterior a la masacre: una sociedad civil indignada que, ante el grito de "fuera la mafia del Estado", pedía justicia para sus mártires y apoyaba el trabajo de los magistrados que desafiaron valientemente a Cosa Nostra. "Eran colegas que tenían en sí mismos el espíritu de ese 1992, una mezcla irrepetible de orgullo, ira y devoción a nuestros muertos que vencía al miedo". En esos años hubo arrestos importantes y colaboraciones valiosas y se abrió un destello de luz sobre las relaciones entre la mafia y el poder, dando paso a una gran época, con excelentes juicios.

Era el espíritu correcto, pero alguien tenía interés en sofocarlo para que ese poder pudiera recomponerse. Y para tener éxito en el negocio era necesario el trabajo de mentes muy refinadas que, con el tiempo, han logrado obstaculizar el trabajo de magistrados honestos y borrar la memoria reintegrando al "público en general" a los medios de comunicación, desde los cuales les transmiten una nueva verdad.

Es en este contexto que Ardita introduce quizás el tema más delicado del libro, al que dedica un amplio espacio: el de la "falsa antimafia". Que nace dentro de esa zona gris de vínculos entre empresas, instituciones y el mundo criminal, y que se vuelve funcional para mantener el equilibrio de poder.

Falsa antimafia que es diferente de los episodios que tienen como protagonistas individuales a los representantes del movimiento que han incurrido una conducta criminal o poco transparente. Entre los ejemplos reportados en el texto está el del presidente de Antiracket de Lecce, que fue acusado en el 2017 de haber recibido fondos antimafia de manera fraudulenta. Ni siquiera los límites tienen nada que ver con historias como la de Francesco Campanella, ex presidente del consejo municipal de Villabate, cuyo nombre había aparecido en uno de las notas encontradas en la guarida de Provenzano, en la que el político –que luego resultó ser muy cercano a Cosa Nostra– pedía y obtuvo el permiso del jefe para hacer una gran demostración antimafia.

Ambos casos son emblemáticos para demostrar que "proclamarse antimafia no es suficiente para demostrar que se está en contra de la mafia", explica el autor, pero todo debe ubicarse en su justa dimensión. Porque se corre el riesgo de que se pierda la credibilidad de la antimafia, lo cual sería "un verdadero negocio para Cosa Nostra y sus asociados".

Pero, como dijimos, esa no es la "falsa antimafia", la que se identifica con grupos de poder real que adquieren credibilidad y consenso con el objetivo de usarla para mantener la atención en los fenómenos militares del crimen organizado alejando intencionalmente los reflectores de la ayuda externa y de esa zona gris a la que pertenecen.

El ejemplo principal, reportado en el libro, es el de Antonello Montante, ex presidente de Confindustria Sicilia (Confindustria es la Confederación General de la Industria Italiana,ndt)condenado recientemente por el juez de Caltanissetta Graziella Luparello a 14 años de prisión. "Montante –se lee las razones del fallo– fue el motor inmóvil de un mecanismo perverso de conquista y gestión oculta que, bajo la insignia de una antimafia iconográfica, básicamente ha ocupado, a través de la corrupción sistemática y de refinadas operaciones de espionaje y chantaje, muchas instituciones regionales y nacionales".

Y la conquista de ese poder había pasado, unos años antes, a través de lo que los medios habían presentado como una verdadera revolución: la propuesta de Montante de expulsar de la asociación comercial a los empresarios que paguen el encaje y se nieguen a denunciar. Una iniciativa aparentemente muy respetable, apoyada por Ivan Lo Bello, vicepresidente nacional de Confindustria, y por otros miembros, que se ganó el elogio de la opinión pública.

Solo los profesionales más cuidadosos, en el campo judicial y periodístico, olieron algo mal. "¿Qué no los convenció? –pregunta Ardita–. Dos cosas. La primera es que, a principios de la década de 2000, la mafia más avanzada había dejado de cobrar mediante los sobornos tradicionales. Un poco debido a la legislación contra el lavado de dinero y otro poco por su nueva vocación empresarial", ya que es mejor ingresar al mercado con la propia empresa que exponerse a solicitar el pizzo. "En segundo lugar –sigue diciendo– el empresario que paga el soborno, si no informa, no es fácilmente identificable, a menos que haya una investigación". En suma, "los padrinos no habrían tenido mucho que temer, pero la publicidad de los promotores fue enorme". La secuela es historia. La credibilidad de Confindustria Sicilia creció cada vez más en torno a Montante, ahora convertido en un ícono, que entabló relaciones personales e institucionales con miembros del poder judicial, de las empresas, la política y el periodismo. Nadie o casi pareció darse cuenta de que esa batalla "antimafia" no estaba dirigida a aquellos que tenían el poder, sino "a enemigos distantes y derrotados, sepultados por el 41bis o convertidos en fugitivos. Como si la mafia siempre hubiera vivido lejos del poder y no hubiera existido gracias a él". Ardita concluye: "La operación es tomar posesión de la antimafia transformándola en un movimiento antagónico a las fuerzas estatales para intentar ejercer el monopolio de la fuerza incluso en el mundo de las opiniones".

Y todo esto mientras en Italia el debatía sobre el concurso externo y el proceso de la Tratativa estaba más vigente que nunca. Mientras se realizaban más y más ataques violentos contra la magistratura empeñada en la búsqueda de la verdad sobre las masacres de 1992 y 1993 que muchos habían tratado de ocultar. "Golpear el espíritu de 1992 es la mejor venganza de Cosa Nostra y de los poderosos que la han favorecido, para lograr un nuevo equilibrio con el Estado después de las masacres".

La realidad

El proyecto Montante fracasa el 14 de mayo de 2018 con su arresto, luego de dos años de investigaciones. Pero Ardita no puede evitar preguntarse qué habría pasado si el número uno de Confindustria Sicilia no hubiera llevado a cabo esas operaciones de espionaje y chantaje. Si "hubiera renunciado a su estrategia ilegal –responde– aún estaría sentado firmemente en su silla". Junto con ese grupo de empresarios, señala citando documentos de la corte, que funcionaban como lobby. En una conversación interceptada, Montante lo llamó "nuestro sistema", el cual "era de una arquitectura perfecta". No fue sólo un hombre, entonces, sino "un sistema de poder donde el hombre correcto estaba en el lugar correcto, para favorecerse mutuamente".

Una historia sobre la que será necesario abrir una reflexión seria, que no puede confiarse solo a las Salas de Justicia, de hecho, es más atinente al juicio histórico. Porque el sistema Montante puede permanecer y no ser nada más que un caso aislado y sólo una antimafia cuidadosa y "herética" puede mantenerse atenta. Aquella que recogió el legado de Peppino Impastato, de Giuseppe Fava, de los movimientos nacidos después del homicidio de dalla Chiesa y de las masacres del '92 y '93. La que apunta directamente al corazón del sistema mafioso: su conexión con los poderes de los cuales extrae su linfa vital.

Y en el libro hay un amplio espacio para esta antimafia. Ardita trae ejemplos significativos: desde la asociación Libera a los diversos periodistas valientes que están fuera del coro. También menciona a AntimafiaDuemila y lo hace al recordar, entre otras cosas, la edición del 2015 de la tradicional conferencia que la redacción del periódico on line organiza todos los años en Palermo. El título "Connubios híbridos", no le gustó a la Universidad de Derecho, que debía ser la anfitriona de la iniciativa (que luego se mudó a otro lugar) porque lo definió como "oscuro", mientras que los oradores en la conferencia, incluidos el colega Nino Di Matteo y la escritora Stefania Limiti, moderados por Giuseppe Lo Bianco, fueron considerados como portadores de ideas que no están en línea con las que prevalecen a nivel institucional, hasta el punto de ser definidas como 'dogmáticas y poco críticas'". La conferencia trató el tema de la Tratativa Estado-mafia y los poderes ocultos que trabajan para desestabilizar al país, recordando la necesidad de apoyar a los magistrados que se ocupan de esos temas en una especie de revolución pacífica. Porque "mientras los jefes de las instituciones celebraban los aniversarios de las masacres con liturgias oficiales, aquellos que querían la verdad sobre esos hechos fueron marginados, incluso los que se limitaron a defenderlos y a apoyar su acción".

La esencia de esta verdadera antimafia se describe en varios lugares del libro: denuncia de la relación entre la mafia y el poder, sí, pero también el rigor moral, el respeto, la lucha por la libertad y la "pasión". "Pasión por los demás, no sólo por ellos mismos" y por los derechos, "por la redención de los que nada tienen". Antimafia "es estar juntos para luchar contra la arrogancia y la colusión, cuando hay que luchar; y es el deseo de ofrecer oportunidades a los más desafortunados, cuando hay que construir. Una aspiración que solo puede pertenecer a los hombres libres". Y cada uno de nosotros está llamado a hacer nuestra parte para que el espíritu del '92 no sea sólo un recuerdo lejano.

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