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Por Teresa Comberiati – 16 de abril del 2020

"Soy Letizia". Así comenzó una llamada telefónica de tonos potentes, crudos y sinceros. Si no se llamara Battaglia, sin duda habría sido el mejor nombre para ella; encaja perfectamente con su intensa vida.

Letizia Battaglia es una luchadora, una artista, pero sobre todo la primera fotoperiodista mujer. Desde 1974, durante 19 años, fue responsable del servicio fotográfico del diario 'L’Ora'. En un mundo de fotógrafos masculinos, Letizia luchó para hacer oír su voz y mostrarle al mundo la ciudad de Palermo. A veces desnuda, a veces sanguinaria. Entre las imágenes de archivo que cuentan la historia, no sólo de su Sicilia sino la de toda Italia, su objetivo también buscaba el encanto inocente en los ojos de los niños. Desnudó a las mujeres para desacreditar la trivialización del desnudo, fotografiando la verdadera y pura esencia de la simplicidad en un cuerpo femenino.

Letizia Battaglia es una fotógrafa muy galardonada. Fue la primera mujer europea en recibir el Premio Eugene Smith en Nueva York en 1985. El Mother Johnson Achievementfor Life en 1999. Premios, exposiciones y documentales dedicados a ella. Como el retrato personal e íntimo contado por Kim Longinotto en 'Shootingthe mafia'. O en la película de Franco Maresco, que compitió en el Festival Internacional de Cine de Venecia de 2019, 'La mafia ya no es lo que era', de la cual es coprotagonista. Las páginas de cualquier periódico no serían suficientes para contar su vida y lo que todavía quiere hacer. Ni siquiera una muy agradable conversación por teléfono que hubiera querido que fuera interminable.

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Y hoy, a más de un mes bajo el peligroso control del virus Covid-19, que ha obligado a millones de personas a encerrarse en sus hogares para reducir el riesgo de contagio, hay médicos, enfermeras, héroes que luchan en primera línea. Y mientras viven rastreando lo que algún día será historia, hay muchos profesionales que reflexionan sobre cómo un enemigo invisible puede ser fotografiado y documentado. Letizia Battaglia lo pensó y no tiene dudas.

En exclusiva para Velvet Mag, entrevista a la primera fotoperiodista mujer, Letizia Battaglia:

Letizia, usted es la primera fotoperiodista mujer conocida a nivel internacional. Comenzó a contar sobre los diferentes aspectos de la vida a través de su lente. ¿Pero quién era Letizia Battaglia antes?

-Antes era una mujer inquieta. Madre de tres hijas adoradas, mujeres. Pero una mujer que no podía elegir su vida porque había cometido el error de casarse a los dieciséis años. Eso es horrible. Es un grave error. Por eso a esa parte de mi vida la considero una espera. Las hijas son muy importantes. ¡Y eso es todo! Yo era una mujer que estaba mal. Pero gracias al psicoanálisis volví a renacer. Finalmente fui yo, casi a los 40 años.

Shooting the mafia

En el documental 'Shooting the mafia' que le dedica Kim Longinotto, usted dice: "Siempre fui una mujer que estaba en lucha sin saberlo". ¿En qué circunstancias tuvo que mostrar más coraje para sí misma y para los demás?

-Bueno – suspira – en la vida y en las elecciones que hice. Elecciones peligrosas que no tuvieron la aprobación de la sociedad, de la familia, etc. Pero yo he vivido. Nunca pensé: "Oh, qué valiente soy que tomo una foto de la mafia. O porque voy en contra de las reglas de la familia patriarcal". Nunca pensé en la lucha. He vivido y he tomado fotografías. Hice mi tarea como fotógrafa para un periódico que me pagaba. En realidad, antes no creía que estaba luchando; luego me di cuenta, cuando ya había tomado este camino. Nunca tuve muy en claro lo que estaba haciendo. Sabía que tenía que hacer mi tarea y tomar buenas fotografías. Sobre todo, que tenía que descubrir, cuando una fotografía era buena. Responder a las necesidades del diario, pero también a las mías, que estaban naciendo con la cultura de la fotografía. De hecho, comencé a tomar fotos, sin ninguna cultura. Exactamente como si una persona comenzara a escribir un libro antes de que pudiera leer o escribir. Hice todo con pasión, yendo más allá del sentido del deber. ¡El deber! Me hizo ir a lugares donde era peligroso estar y fotografiar. Pero tuve que hacerlo. No tenía ninguna duda.

En 1974 dejó Milán, donde vivió cerca de tres años, para regresar a Palermo como responsable del servicio fotográfico del diario 'L'Ora'.

-Fue una gran tarea la que me fue confiada. Extraña, porque no eran años en los que la mujer tuviese mucho respeto o significado. Pero Vittorio Nisticò me ofreció esta posibilidad. Maravilloso director que ya se ha ido. Sigue siendo un mito. Me llamó a Milán; la única mujer en un mundo de fotógrafos masculinos. Elegí a las personas para trabajar y seguí adelante.

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¿Recuerda la primera toma que hizo?

-No, no me acuerdo. Pero es posible que lo haya hecho en Londres. A un anciano maravilloso que se parecía a Leonardo Da Vinci, durante una manifestación en 1968. Tenía una cámara en la mano y no era fotógrafa. Pero recuerdo que esa foto era hermosa y ya no la tengo, así como los negativos. Han pasado muchos años, ahora los negativos los tengo siempre conmigo. Bien cuidados y protegidos. Sin embargo, las cosas que recuerdo bien son las etapas. Milán. Palermo. En Milán le ofrecí artículos a varios periódicos. Pequeños al principio, porque todavía no era fotógrafa. Como freelance propuse temas interesantes. Pero me dijeron: 'Sí, está muy bien. ¿Pero y las fotos?', y ahí fue cuando empecé con las fotos. Recuerdo que miraba los procesos en el Palacio de Justicia, las manifestaciones del movimiento estudiantil de la facultad de Letras en búsqueda de personajes. Pasolini, por ejemplo, ese fue el encuentro memorable de mi vida, no porque haya sucedido algo importante, sino porque pude verlo, escucharlo y fotografiarlo. Fue un gran momento. Seguí a Dario Fo, la ocupación del edificio 'Liberty'. Ese era Milán, esa era yo. Una freelance perdida en una ciudad donde fui honrada, respetada y donde logré mantenerme. Yo, como mujer y como esposa, rechacé la pensión alimentaria de un marido rico y comencé a ganar el dinero que necesitaba. ¡Fue muy importante para mí!

¿Y en Palermo?

-Cuando llegué a Palermo sabía que existía la mafia, pero no entendía nada. Cuando llegué, no pensaba en nada. Pero la lucha de la mafia contra las instituciones acababa de comenzar. Contra Palermo. Luego se produjo el primer homicidio, el que puedo o el que debo recordar. Porque estaba ahí, es lo más dramático que se puede decir. Un hombre muerto por la violencia de otro hombre. Dentro de mí, soñaba, imaginaba. Deseaba y me dije: "Ahora se va a mover. Ahora se mueve", en cambio, seguía allí, debajo de un olivo, en un hermoso campo.

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¿Alguna vez tuvo el impulso de quemar una de sus obras porque era muy dolorosa?

Espera. Voy a encender un cigarrillo... Después de muchos años había visto demasiado, demasiado sufrimiento. Vivía empáticamente una realidad horrible, siempre soñaba con quemar mis negativos. Quería olvidar. Por suerte no lo hice, pero grabé un video donde quemaba mis fotos. Una idiotez, pero lo hice con pasión y todavía lo tengo. Pero hice algo parecido. Traté de destruir mis fotos mezclándolas con otras cosas. Quería anular al muerto asesinado. Y durante un tiempo solía imprimir las fotos en un gran formato. Las colgaba en la pared y frente a ella ponía a una mujer desnuda, a una niña o incluso flores. De hecho, tengo una foto con rosas rojas que cancelan las heridas del muerto asesinado. Si se pone a una mujer desnuda en primer plano, se la mira más que a los muertos. Después sí, se lo mira también, claro. Pero quería desviar la atención de la realidad. Después me tranquilicé y ahora estoy aquí.

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Una de las caras que usted ha fotografiado es la de Rosaria Schifani, viuda de uno de los agentes de la escolta de Falcone. El retrato es poderoso. Tan fuerte como la luz y la sombra que perfilan perfectamente la cara. ¿Qué recuerda de ese momento?

-Esa foto no es el resultado de un gran estudio. Estaba haciendo algunas tomas para la portada de un libro, pero no estaba contenta. Luego la llevé al balcón donde entraba la luz desde el costado. Me miró, pero todavía no me gustaba. Quería profundizar esa mirada, esa mujer, esa historia. Y le dije: "Cierra los ojos". Al cerrarlos, eliminé todas las cosas que había dentro de ella. Quería un hijo. Quería comer, comprarse ropa. Quería irse y quería quedarse. No estaba sólo el dolor por su marido en esos ojos. Pero yo, en cambio, solo quería ese dolor y, al cerrarlos, se proyectó hacia afuera. Al menos para mí. La belleza que había en ella con los ojos cerrados. Nada más, sólo el recuerdo de lo que le había sucedido a su joven esposo. Un hombre al que amaba. La pasión del uno por el otro. Y cuando te la quitan tan brutalmente, el dolor es muy fuerte. Ese fue un momento muy emotivo para mí.

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¿Cuándo, Letizia, es buena una foto?

-Siempre nos preguntamos eso y también yo me lo pregunto: "¿Cuándo es buena una foto? ¿Y cuántas fotos deben tomarse?". Yo hago muchas. Y cuando la foto es buena, es un gran momento. Lo reconoces porque es cuando el mundo converge con tu mundo, con tu interior. Es decir, cuando puedes hacer la síntesis. Fotos buenas hay pocas y yo tengo pocas. Tener algunas ya es importante. Pero es igualmente fundamental no banalizar la realidad. Por ejemplo, tengo 85 años y hago un desnudo de mujer. Lo que intento hacer es luchar contra la banalización del desnudo. Somos tierra, somos vida. Y por lo tanto las banalizaciones, o el perfil puesto de cierta manera, la espalda y los ojos sexys ¡los detesto! Mi desnudo es simple y estoy tratando de contar la belleza de la simplicidad de las mujeres. Las mujeres. Sólo mujeres y no hombres. No me gusta fotografiarlos. Pero los he amado, sí.

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La mujer y sus dos hijos siempre están en la cama. En la casa no hay luz ni agua. Palermo, 1978. Los rostros de los niños, en cambio, son fotografiados con considerable intensidad, con gracia e inocencia. ¿Qué significaba la niña? Después de mucho tiempo, entendí lo que la niña era para mí. A los 10 años me quitaron la libertad. Mi padre vio que estaba creciendo y un hombre de Palermo apareció ante mis ojos. Y yo, una niña que no sabía nada, corrí hacia mi padre y mi madre que se asustaron y me encerraron en la casa. Desde ese momento mi sueño sólo fue la libertad. Libre para convertirme en escritora. Libre para convertirme en mujer. Por ser así, me casé a los dieciséis años. Sin embargo, eso fue una tontería. Fue un error, porque no hay que casarse a los dieciséis años. Y no sólo por eso. También por respeto a la persona con la que te casas. No puedes llevar la inquietud de una joven de dieciséis años a un matrimonio. Ese es el motivo de la niña de mis fotos. Yo soy la niña. A los 10 años tenía ese encanto, ese sueño y ese deseo. Esa belleza y ese desencanto que luego tal vez se conviertan en fealdad. Al crecer, las cosas realmente cambian un poco. Pero en ese momento encontré mi sueño, el sueño de los diez años que imaginaba cosas maravillosas para mi futuro. La niña que fotografío debe ser delgada, con cabello lacio y algunas ojeras. Estoy dispuesta a encontrarla y, de hecho, me gustaría hacer un libro solo de mis niñas. No es casualidad que lo haga, propongo, elijo. Yo trabajo mucho. Aunque en este período, de clausura por el virus, encuentro fotos en el archivo que no había vuelto a ver o que no recordaba. Hace unos dos o tres meses, en Milán, en el Palazzo Reale, hubo una exposición, la más grande de todas las que hice, con 300 fotos, casi todas nunca antes publicadas. Ahora estoy buscando entre mis negativos y mis archivos, y me he dado cuenta de que todavía tengo muchas fotos nuevas para mostrar. No son sólo los muertos asesinados, los famosos, Falcone. No. También tengo otras fotos de la vida. Inquieta, pero aun así, vida. Incluso la feliz.

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Letizia ¿es feliz?

-La vida puede ser feliz. Por ejemplo, en este período estoy encerrada en casa. Mis hijas viven en el mismo edificio, pero para salvaguardar mi fragilidad debido a los pulmones delicados, no nos vemos. Ni siquiera veo a Roberto, mi amigo más cercano. Pero igualmente estoy feliz. Estoy serena. Metida en casa, prisionera, espero el final sin impacientarme ni aburrirme. El día es demasiado corto porque me gusta hacerlo todo. Incluso cocinar. Después de 40 años sin planchar, me puse y planché todo lo que tengo: fundas de almohadas, manteles, servilletas. La ropa para este verano está lista.

El enemigo a combatir hoy es invisible. Fotográficamente hablando ¿qué captaría Letizia Battaglia con su cámara?

-Por supuesto que lo pensé y vi las imágenes que circulan. La ciudad vacía, las máscaras. Pero personalmente no tengo ganas de contar este momento. No quiero fotografiar personas con máscaras. Aun así, vi fotos de personas con máscaras de los años ‘20. Fue útil que fueran fotografiados con máscaras cuando la epidemia de gripe española. Pero el hecho es que no cuentan sobre el drama que tuvo lugar. Un millón, tal vez. No sé cuántas personas murieron en ese momento. Podría ir a los hospitales. Pero no es posible contar nada, como intentaron hacer algunos fotógrafos. Eugene Richards, un fotógrafo estadounidense que amo, documentó la sala de emergencias. Pero no se puede contar la historia, repito. Todos tienen máscaras y no me gusta documentar el mundo de esta manera. Y yo, por lo tanto, como fotógrafa, me alejo. Espero a que termine, este período no será informado por mí. No lo sé contar y nadie lo sabe. Es muy fuerte. Más fuerte que la mafia. Puedes contar la historia de la mafia porque son personas, son seres humanos. Incluso el amor puede ser fotografiado. Mientras que el virus, en mi opinión, no es fotografiable. También está claro que, en dos, tres, cuatro meses, un año, cuando todo termine, algunos fotógrafos habrán trabajado. ¿Sabes lo que estoy haciendo en casa? Tengo una cámara, cuelgo tomates en la pared y los fotografío. Fotografío pequeñas cosas, mi soledad. No serán fotos que permanezcan o que sirvan a alguien, pero siento la necesidad de hacerlo. Fotografío mi cara cansada. Las cosas que cocino y plancho. Tonterías para los demás, pero por ahora son mi vida. Y también fotografío mi archivo, especialmente las tarjetas de mi archivo. Las fotos que estoy buscando, las pongo sobre la mesa a granel, y les saco fotos. Estas son mis fotos, pero no creo que sepa contar sobre esta cosa poderosa y terrible que nos sorprendió. Debido a que es un virus, no es un enemigo visible. Es algo que tiene que ver con la naturaleza, una realidad muy profunda y muy particular. Y eso me tortura.

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¿Qué aspecto tiene hoy Palermo, en la era del Covid-19?

-Está desnudo. Palermo está desnudo. No como mis mujeres, pero está vacío. ¿Dónde están todos? ¿Dónde están? ¡Pobrecitos! ¿Dónde están los puestos de venta? ¿Qué hacen? ¿Hambre? ¿Miseria? Claro que sí. Es un momento muy difícil. ¿Cómo se cuenta la ausencia? Es un enemigo muy fuerte. Contra el mafioso, de alguna manera, se puede luchar: con el voto democrático, con la cámara, con un libro. Lo arrestas, si eres policía. Lo juzgas si eres un juez. ¿Pero al virus? Esperemos a la ciencia. Sin embargo, debo decir que este período es importante para mí. Me estoy experimentando a mí misma. Mi aceptación. Lo ineludible. Estoy aquí, pero no despotrico. Tengo que aceptar porque hay mucho dolor en el mundo. No puedo aburrirme porque estoy en casa y me lo puedo permitir. Hay personas que no pueden permitírselo. Entonces debo callarme. Me alegro de tener vida. De poder respirar y hablar contigo.

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*Extraído de: velvetmag.it

*Foto de portada: Palermo 1992. Letizia Battaglia © Franco Zecchin

*Fotos de Letizia Battaglia

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