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PROHIBIDO INFORMAR

abruzzo

Se llega a Villa Sant'Angelo (Aquila) después de pasar por carreteras presididas por la Protección Civil y por las fuerzas del orden. Delante de nuestros ojos una repetición de casas golpeadas por la violencia del terremoto. Algunas que han recibido los golpes de la fuerza de la naturaleza, otras que tienen largas grietas con forma de corona de espinas, otras aparentemente intactas. Hombres en uniforme en puestos de control. En la redacción de Sollevati Abruzzo nos espera el director Angelo Venti. Un batallador colega que con algunos amigos y colaboradores nos hace de guía en esta especie de viaje al centro de la tierra. Una tierra que en la noche del 6 de abril pasado ha explotado toda su violencia después de meses de “avisos” que quedaron sin escuchar por parte de quien tenía el deber de hacerlo.
En los campos montados por la Protección Civil la gente espera. Una mezcla de impotencia, rabia, dolor y mucha dignidad marca los rostros de las personas que encontramos. Tiendas de color azul, algunas de color verde militar apuntan derechas hacia el cielo; canales de desagüe, ropa lavada colgada, mujeres que pasan con calderos en la mano. Y más hombres y mujeres sentados, que esperan. Un niño se cae de la bici que se empantana en el fango. Un hombre, un espectante oficial del Estado Mayor, nos llama en voz alta y nos lleva a su tienda que comparte con otras 6 personas en el campo de Fossa. Nos hace ver el agua de la lluvia que entra sin remedio por la tienda y que se deposita en el suelo. Dentro de la tienda la tasa de humedad es muy elevada y el agua en el suelo no tiene rastras de disminuir.
El hombre está exasperado también del silencio por parte del Estado Mayor ante su solicitud de que intervengan. Una mujer llora, son lágrimas de rabia por sentirse abandonados.
La fotógrafa que está con nosotros le acaricia la cara intentando consolarla. Ya hay quien se ha dado cuenta de los “intrusos”. Se materializan las jerarquías oficiales. Llega el jefe del campo fastidiado de nuestra presencia y nos pide que salgamos. Con aire apresurado se dirige al carabinero de turno para que nos vayamos. La misma persona que nos ha invitado a su tienda interviene para explicar como han sido las cosas. Nada que hacer. Evidentemente no está admitido que se quejen. Sobretodo con la prensa y con los fotógrafos. También el carabinero, un poco quedado, nos invita a salir. Interpelamos al jefe del campo para comprender los motivos. Queremos saber en base a que “ley” hombres, mujeres, ancianos y niños no pueden lanzar una petición de ayuda. En base a que “regla” no está consentido saber quien se ocupará de arreglar las tiendas donde entra el agua. Pero la “militarización” de la vida cotidiana post-terremoto no admite réplicas. Y en el campo no se admiten a los “disturbadores”. Nos dirigimos hacia la salida. Una niña seguida por una psicóloga viene hacia nosotros, se deja fotografiar, nos abraza casi como si no quisiera dejar que nos marchásemos. En la entrada, se hace la fila para acceder al comedor, una fila que aumenta cada vez más.
La gente nos ve con los periódicos y nos los pide animadamente. Tienen hambre de noticias, de informaciones, quiere saber lo que sucede fuera del campo. Que futuro les espera. La respuesta parece llegar de un cielo gris que en poco tiempo se hincha haciendo caer sobre el campamento una fuerte lluvia. La gente se protege como puede. En medio del temporal llega un nuevo temblor que será clasificado de 4º grado de la escala Richter. Las fuerzas de la naturaleza siguen haciendo sentir su propia voz. Y hay quien entre los desplazados lo interpreta como una respuesta de la Tierra a las locuras materialistas de los seres humanos. Pero este es un pueblo valiente y orgulloso. Que no quiere oír hablar de “new town” y no tiene intención de aceptar simplemente los desfiles de un Primer Ministro “en peregrinaje”, en búsqueda de votos y consensos. Queda impedir que la reconstrucción sea bajo el control mafioso con materiales de descarte o, todavía peor, borrando las pruebas del por qué las casas se han derribado.
Mientras la tramitación de la reconstrucción sufre una ulterior aceleración debido a la novedad del G8 que tendrá lugar en El Aquila en los próximos meses. Una aceleración que parece tener como objeto más el de ponerse como obstáculo a las investigaciones en curso acerca de las responsabilidades “humanas” en los derrumbes. Aquí se necesitan geólogos que estudien a fondo si se puede y como se debe construir en una determinada zona. Sirven ingenieros, investigadores que puedan ponerse al servicio de una real construcción, exenta de lógicas clientelistas. Y sirve mucha atención. Libre, como la que ha sido lanzada en la red por el periódico de Angelo Venti y por los jóvenes damnificados de Sfollati news. Hay que prestar atención a los movimientos que se desarrollan detrás de los bastidores del teatro político-mediático, a quien podía intervenir antes del terremoto y no lo ha hecho por indolencia o por puro cálculo y que no debe quedar impune. Mientras tanto en algunas tiendas el agua sigue entrando.

Lorenzo Baldo y Anna Petrozzi
1 de mayo 2009

REDACTORES

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