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¿Quién legalizó la liberación de los jefes?


Por Saverio Lodato – 5 de mayo del 2020

Veamos las preguntas más comunes en la polémica Di Matteo-Bonafede.

¿Por qué Nino Di Matteo eligió la televisión para atacar al Ministro de Gracia y Justicia Alfonso Bonafede?

¿Por qué Di Matteo sintió la necesidad de revelar el contenido de un episodio que data de 2018?

¿Por qué Di Matteo, siendo consejero del CSM, no elige la línea de confidencialidad y compostura institucional?

¿Cómo es que Di Matteo no se da cuenta de que su salida corre el riesgo de tener serias repercusiones en el actual gobierno de Conte?

¿Y por qué, finalmente, a Di Matteo no le parece extraño que el centro-derecha esté usando sus declaraciones como un caballo de batalla antigubernamental?

¿La respuesta, en pocas palabras, a preguntas tan importantes?

Muy simple.

El intercambio de disponibilidad – entre el recién elegido (en 2018) Ministro de Gracia y Justicia, Alfonso Bonafede, y el entonces fiscal Nino Di Matteo – fue un "intercambio" que no se concretó, por lo tanto permaneció en privado, como uno de los tantos descartes en la historia judicial y antimafiosa de este país.

Si todos los candidatos a algo, si todos los candidatos a puestos prominentes, si todos los nombres mencionados nos inundaran con sus historias personales, y tal vez con sus quejas, no terminaríamos más.

En ese momento, Di Matteo no tenía, y no había, evidencias que mostraran que el repentino paso atrás de Bonafede –respecto al ventilado cargo directivo del DAP que le había ofrecido – era el efecto, o en cualquier caso tuvo que ver, de la contemporánea protesta carcelaria que en esos días manifestaba su oposición al nombre de Di Matteo. Y Di Matteo, por otro lado, ni siquiera lo dice hoy.

Prueba de ello es que Di Matteo no reveló nada en ese momento; nada en el momento en que nombraron, en su lugar, a Francesco Basentini; nada en el momento de la renuncia de Basentini; nada en vísperas del nombramiento de sus sucesores.

Pero algo pasó.

Pasó que Basentini – y no haríamos mal en recordar a esos periodistas y políticos que ponen cara de idiotas y simulan no haber entendido nada, pero que son los mismos que hoy le disparan a Di Matteo – tuvo que renunciar por estar en el medio de un escándalo.

Un gran escándalo. Un escándalo carcelario. Un escándalo mafioso. Un escándalo de la camorra. Y se podría continuar.

La noticia se amplificó en gran medida por Non è L’arena. Y aquí se debe abrir un paréntesis. Ya en el episodio anterior de la misma transmisión, el conductor Massimo Giletti había criticado duramente a las inauditas excarcelaciones.

Y algunos idiotas del papel impreso, los mismos a los que nos referimos antes, durante una buena semana, entre un episodio y otro de Non è L'arena – como no tenían el sabroso bocado llamado Di Matteo – habían dormido el sueño de los beatos. Cerramos paréntesis.

Estarán de acuerdo con nosotros.

Es escandaloso que cuarenta presos, entre mafiosos, camorristas y 'ndranghetistas, sentenciados a penas muy severas por crímenes graves, fueran liberados y enviados a casa, con muchas excusas, aprovechando el pretexto del coronavirus.

Y es igualmente escandaloso que ninguno de los periodistas que hoy se escandalizan por Di Matteo (los idiotas), no hayan sido los primeros en escandalizarse y en preguntarle, en primer lugar, al Ministro de Gracia y Justicia si por casualidad sabía algo.

Preferían tragarse, muy callados, la historieta de que el pobre Basentini, la tortilla la había hecho solo.

Lo que también puede ser cierto, pero esto no beneficia a Bonafede. ¿O no?

Lamento decirlo, pero muchos de los periodistas que hoy hacen bromas contra Di Matteo, no tienen una conciencia profesional, sobre este tema, precisamente limpia y correcta.

Pero volvamos a Di Matteo.

El cual – debido a que es un magistrado que pasó toda su existencia profesional en la lucha contra el crimen mafioso – tenía el deber sacrosanto de narrar el episodio de 2018.

Nos extrañaría que se haya detenido por razones de "oportunidad política".

Y, ya que estamos, cuándo le dejaron pasar algo al pobre Giovanni Falcone, a quien todos, cada uno por su parte, trataron de ponerle una etiqueta.

¿De qué sirven la policía, los representantes de las instituciones, los hombres de la ley? ¿Para mantener bajo llave las verdades incómodas? Vamos. No hace falta exagerar.

Repetimos: ¿por qué Di Matteo tenía el deber sagrado de hablar?

Porque ese episodio dejó de ser un asunto "privado". Y dejó de serlo en el momento exacto en que, dos años después, la persona elegida por Bonafede para ese cargo, se vio obligada a renunciar después de que los "establos" se hubieron vaciado. Después que los 40 mafiosos y similares regresaran a sus jardines.

Si Basentini hubiera renunciado por cualquier otro motivo, Di Matteo habría tenido el deber de continuar con la boca cerrada. Pero tal cómo están las cosas, su silencio habría sido pura y simple "omertà". Lo cual es muy diferente de la confidencialidad y discreción.

Pero hay más.

¿Cómo podemos olvidar la revuelta contemporánea en las cárceles de la mitad de Italia, con 14 muertes y 20 evasiones, que después de tres o cuatro días estalló como por arte de magia?

El ministro Bonafede ha dicho que está investigando adecuadamente todos estos precedentes. Está bien. Excelente programa. A su debido tiempo sabremos sus conclusiones. Y nos explicará también si por casualidad existe un vínculo entre la revuelta y la liberación.

Pero todavía no entendemos por qué ciertos periodistas, también especializados en asuntos de la mafia, no comprenden que podría haber – ¿está bien el uso del condicional? – un hilo conductor entre la revuelta carcelaria, la libertad de los 40 y la renuncia del jefe del DAP.

Cierto. La investigación periodística parece haberse vuelto fatigosa e incómoda. Es mejor abrumar a Di Matteo con una avalancha de preguntas que no tienen nada que ver con el caso que estamos tratando.

¿Por qué Di Matteo habló por televisión? ¿Y qué se suponía que debía hacer? ¿Escribir un correo electrónico? ¿Y a quién?

Sean serios. El tema lo es.

¿Debería haberse preguntarse qué efecto tendrían sus palabras en la estabilidad de este gobierno? ¿O deshojar la margarita, con pétalos de derecha o de izquierda?

Curioso magistrado sería el que dosificare las verdades incómodas para hacerle un favor a este o aquel, a tal o cual gobierno amigo.

Curioso Ministro de Justicia el que deba esperar tratamientos amigables o favorables.

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*Foto de Portada: originale © Imagoeconomica

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