Se corre el riesgo de ser despiadado, casi disparando a la ambulancia de la Cruz Roja, queriendo meter las manos en el "mar de lodo" –definición de Paolo Mieli– del escándalo de la magistratura descubierto por miles de llamadas telefónicas que salieron a la luz por el caso Palamara. Es difícil pesar las palabras. Es difícil razonar y distinguir. Es imposible encontrar atenuantes y explicaciones frente a una auténtica cloaca que la gran mayoría de los periódicos están tratando de ocultar inútilmente.
El Jefe de Estado, Sergio Mattarella, metido en el baile por aquellos que querían aprovechar la oportunidad para aniquilar definitivamente al CSM, explicó que no le corresponde a él disolver el cuerpo de autogobierno de los magistrados.
En todo caso, el que podría hacer mucho para cambiar la tendencia, y estaría entre sus prerrogativas, es el ministro de Gracia y Justicia. Pero lo que el ministro Alfonso Bonafede está tratando de hacer, ya ha sido muy bien resumido aquí por Giorgio Bongiovanni.
Solo nos permitimos agregar que un guardasellos que en pocos meses debió hacerse cargo de los errores de todos los colaboradores que él había elegido personalmente, ahora necesitaría colaboradores que lo sostengan, más si quiere lidiar con una reforma del poder judicial italiano. Pero este es el ministro de justicia que tenemos en Italia, y con este ministro la magistratura, buena o mala, deberá ser capaz de caminar durante los próximos años.
Queda por decir que Nino Di Matteo no estaba completamente equivocado cuando, al presentar su candidatura al CSM, denunció las lógicas "mafiosas" del sistema de corrientes. Santas palabras las suyas. Pero valieron la pena los golpes resentidos de aquellos robles seculares que hacen guardia en el santuario de la magistratura para que siga siendo lo que es. Y cuando los reflectores del "caso Palamara" aún no habían iluminado completamente el escenario en discusión.
En conclusión.
Piensen si hubiese aparecido una llamada telefónica en la que Nino Di Matteo se hubiera "recomendado" para intentar hacer una carrera o ir gratis al estadio. O si magistrados como Nicola Gratteri o Sebastiano Ardita o Giuseppe Lombardo hubieran terminado en el escándalo, sólo para recordar a aquellos que, junto con muchos otros, están claramente en riesgo, son considerados molestos por los robles seculares del santuario y son notoriamente apreciados por la opinión pública que ve en ellos un ejemplo diferente de la forma en que el magistrado hace su trabajo.
Habrían sido aplastados por los titulares de primera plana.
Pero las llamadas para joderlos de una vez por todas no han sido encontradas. Todo lo contrario: aparecieron llamadas telefónicas que dejan en claro hasta dónde se consideraba a estos magistrados cuerpos extraños dentro de la Casa Madre de la magistratura italiana.
¿Y ahora los moralizadores de poca monta? Nada. Mastican pan amargo y ocultan lo que ya no se puede ocultar. Corren rumores, hacen corrillos, gritan "escandalosamente", pero no pueden hacer nada más.
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*Foto de Portada: © Imagoeconomica