Por Saverio Lodato - 1° de Agosto de 2015
Detesta a la magistratura. Detesta el control de legalidad. Detesta las investigaciones. Soporta de mala gana a las Fiscalías y a los investigadores. No cree que el país necesite grandes verdades sobre el pasado reciente y remoto.
No le importa absolutamente nada de los atentados, de los grandes delitos y de los mandantes externos. Una vez en Florencia, a una periodista que le preguntó que pensaba de la masacre de calle de los Georgofili, le contestó molesto: “pregúntele a mi secretaria”. Elegante, nada que decir. Y sobre todo muy respetuoso del dolor de los familiares de las víctimas.
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