Alguna vez fue mucho más fácil. Bastaba con unos pocos litros de aceite, unas hebras de ricotta o alguna horma de queso, si se pagaba en especie. O algunas pequeñas recomendaciones para ingresar al hospital, para promover al niño que necesitaba ayuda en la escuela, o para acercarse a la oficina en el municipio de residencia, si las demandas eran más altas. Y el juego estaba hecho.
Sin embargo, si el beneficiario de los favores – eventualidad muy rara – no aceptaba, se le cortaban las piernas, de palabra y de hecho.
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- SAVERIO LODATO