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Crónica de un viaje donde el arte fue una escuela de vida y un camino de lucha

Por Fátima Amaral, de Our Voice Montevideo-10 de mayo de 2019


Desde mis ojos, este viaje (en los meses de marzo y abril) comenzó con la despedida a mi pequeña hija, la que viajaría desde el Uruguay, a nuestro reencuentro, bastantes días después.

La oscuridad de una noche fría, en la terminal de la ciudad de Campana, Argentina, me dio la bienvenida bajo un hermoso cielo estrellado; aquí vinieron a buscarme, para que a la mañana siguiente me encontrase con muchos de los chicos que ya estaban allí, trabajando desde hace unos días.

La emoción de volver a encontrarnos estaba en cada uno de nuestros poros, pero no había tiempo para banalidades, estábamos ahí para preparar la presentación de la nueva obra teatral, la cual sería en pocos días: "Sueño Blanco". Teníamos muchas cosas que organizar y terminar, pero aun así, cada uno estuvo literalmente sumergido en su trabajo individual o en grupo, expresando en su mirada la emoción de aquel acontecimiento indescriptible: reencontrarnos.

Las sonrisas en cada mínimo cruce de palabras salían a relucir, así como también empezaban a manifestarse esas miradas que van acompañadas del ceño fruncido, al ver que el tiempo pasaba y era necesario un avance rápido. Las horas transcurrían y a medida que nos seguíamos cruzando unos con otros, íbamos viviendo ese encuentro, sin dejar de lado nuestros trabajos, la difusión, recolectar lo necesario para la puesta en escena, la creación y la culminación de los guiones, las interpretaciones y muchas otras cosas necesarias para llevar adelante una obra de teatro. Con muchos nervios por no tener tiempo suficiente. Con muchos nervios porque la gran mayoría no estábamos profesionalizados en esas tareas que intentábamos llevar adelante. Y fue así que el compromiso y dedicación no faltaron porque sobraron esas ganas inmensas de estar juntos. Todos éramos conscientes de esto y sabíamos que no sólo nos encontrábamos en un mismo espacio físico sino que estábamos todos unidos, incluso con aquellos que no estaban presentes, pero sí ayudando y trabajando para lo que en aquél momento, era nuestro máximo objetivo y anhelo: nuestra obra “Sueño Blanco”

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Esa obra tenía que llegar a la mayor cantidad de jóvenes, para generarles un sinfín de emociones y un camino de reflexión.

Una obra, en la que desde el primer instante que se enciende la luz del escenario, se puede ver un choque generacional, a través de una conversación entre un padre ex militar y su hija, una estudiante universitaria: él se ve obligado a enfrentar sus demonios del pasado, y ella, a conocer la verdad, acerca del protagonismo de su progenitor, en las atrocidades cometidas por la dictadura militar, dándose cuenta que esos atropellos a los derechos humanos siguen ocurriendo en la actualidad, camuflados de distintas formas.

En esta ocasión, la obra fue el camino que elegimos nosotros, para despertar en los espectadores, sus ganas de accionar, muchas veces dormida a causa de estímulos externos. Estímulos que solamente los impulsan a cosas nefastas en contra de la vida. Fue el camino que elegimos nosotros para que ellos también decidan comenzar un camino a favor de la tan deseada paz, que sólo vendrá con la verdadera justicia.

Los primeros ensayos fueron únicos, cautivadores, llenos de sorpresas en cada escena: cuando uno actuaba, el resto hacía de espectador. Entonces, aparecían las risas y las lágrimas, las caras de asombro, y las miradas cómplices celebrando aquellas actuaciones, que fueron únicas y quedaron grabadas en mi alma y en todo mi ser.

El trabajo siguió, y con él, intensas jornadas de vivencias de todo tenor. Intensas jornadas que fueron acercándonos al estreno en el predio de la ex ESMA (uno de los centros clandestinos de detención en épocas de la dictadura argentina, donde torturaron y desaparecieron a más de 5.000 personas). Un lugar donde la energía era inmensa y densa; donde se nos erizaba la piel de solo pensar en las horrendas atrocidades, y en las interminables violaciones a los derechos humanos que allí ocurrieron. Un lugar donde se apagaron vidas inocentes, solo porque defendieron ideales y valores. Vidas que no fueron eximidas de crueldades. Y que fueron devoradas por la muerte.

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Dentro de este predio está el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECUNHI), lugar exacto donde se hizo la presentación de nuestra obra. Justamente, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes aparecen como símbolo de lucha en nuestra obra, transformaron aquella escuela (que educaba a los jóvenes para ser seres de destrucción) en un lugar de aprendizaje y arte.

La presentación no colmó nuestras expectativas, pero la emoción atravesó a los presentes, y llovieron los aplausos y las devoluciones del público. Y a nivel actoral encontramos sólidas respuestas de aceptación a nuestro mensaje, lo que para nosotros significó un enorme e indescriptible triunfo.

Los días transcurrieron, llenándonos de momentos maravillosos e inolvidables. Y el trabajo siguió su curso. Un trabajo diario, realizado con responsabilidad, con esmero y con profesionalidad.

Así llegamos a otra gran presentación. Esta vez, en una sala teatral instalada en una reconocida librería de la Avenida Corrientes de Buenos Aires: un punto de esa gran ciudad que nos dejaba sin aire, pero que al mismo tiempo nos daba confianza para volver a trasmitir nuestro mensaje y para poder abrir más senderos de conciencia y de reflexión.

A la mañana siguiente las despedidas comenzaron. Algunos retornábamos a casa y otros se quedaban a conocer a uno de nuestros máximos referentes por la gran lucha que lleva en contra de la mafia: el fiscal italiano, Nino Di Matteo, quien se encontraba en el país para participar en un Seminario Antimafia Ítalo-Argentino.

Un Seminario que fue pretexto para encontrar a una parte de nuestro grupo, el que además tuvo la oportunidad de conocer a este Fiscal, portador de los sentimientos de los hombres justos. Un Seminario si se quiere hipócrita, por la presencia de algunos integrantes de la mesa de panelistas. No obstante, fue una experiencia sin igual, y un recordatorio para todos, de que gracias a personas que han sacrificado sus vidas en el pasado y de quienes hoy la arriesgan, como el propio Nino Di Matteo, nosotros podemos seguir esta lucha, en busca de la verdad para lograr un cambio en esta sociedad llena de corrupción.

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El tour finalmente llegó a Uruguay para presentar la obra en la ciudad de Fray Bentos, donde se hicieron cosas inmensas: mientras se hacía la publicidad de la obra teatral, los grupos que recorrieron los liceos, de una forma u otra, realizaron charlas didácticas en las que los jóvenes además de filosofar, reflexionaron.

Las puertas de varios medios de comunicación se nos abrieron y fueron los principales entrevistados los representantes del movimiento. Y todo este trabajo se vio reflejado en la cantidad de espectadores que tuvimos en esa función, lográndose una gran interacción y finalmente un inolvidable debate sobre los temas tratados en la obra. Fue un cierre de actuación que enriqueció nuestras almas y también las almas de quienes se nos acercaron por primera vez.

Con la llegada de la gran mayoría del grupo, primero a Montevideo y después a la ciudad de Artigas, que se encuentra en la zona norte del Uruguay, dio comienzo otra aventura sin igual. Sobrevinieron nuevos desafíos y nuevas vivencias, en una nueva ciudad. Una ciudad que nos marcó a fuego, por innumerables razones.

Artigas es una ciudad que reveló rápidamente ante nuestros ojos, su peor parte: el narcotráfico. El flagelo del consumo de drogas parece ser moneda corriente entre quienes caminan por esas calles, principalmente jóvenes. El narcotráfico, es un “residente” más de esa tan preciada ciudad. Un “residente indeseable”. Un “residente que por ser indeseable” mucho nos fortaleció para seguir difundiendo nuestro Movimiento y la presentación de nuestra obra teatral, nada menos que en el Auditorio Municipal de esta ciudad.

Mientras unos continuaban con los ensayos, otros recorrían las calles repartiendo volantes, acudiendo a liceos y medios de comunicación que nos abrieron sus puertas maravillosamente. Nuestro principal cometido fue la búsqueda de un público juvenil al que una vez más enfrentaríamos con el deseo de despertarlo para un cambio de consciencia.

La representación de nuestra obra en Artigas fue, a nivel escénico, una de las más precisas. Subimos a escena innovaciones sumamente acertadas, que cautivaron aún más a los presentes, empezando así a dejar algunas semillas en esa ciudad, con la esperanza de que sus raíces crezcan.

Los últimos días se acercaron. Vivimos la última presentación en el INJU, en Montevideo, capital del Uruguay. El tiempo nos fue apurando porque llegó la hora de comenzar a despedirnos, entre risas y llantos, y con un "abrazo grande" o muchos “quizás”: que significaban proyectos, planes y metas.

Algunos no comprenden, ni aprecian el valor de estas palabras, tampoco la inmensidad del momento en que se traducen en acción. Pero para mí (y estoy segura que para todos nosotros) son palabras muy profundas, muy importantes.

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Esto es para mí cada viaje: una energía inmensa que nos envuelve como un abrazo grande. Un abrazo que te socorre. Que te extrae de la desesperación. Que busca tu calma para darte ánimo para lo que viene. Que busca revivir tu esperanza y hace que tu fuerza crezca, para que puedas seguir caminado junto a hermanas y hermanos. Hermanas y hermanos a quienes admiras con pasión, a quienes amas con locura y a quienes defendería con mi vida. Tal vez no conozca los ojos de todos ni lo que estos guardan, y la sangre que hoy recorre nuestras venas no sea la misma, pero aún así, de forma inexplicable, ellos para mí, son hermanos y hermanas, del alma y del corazón.

Entonces, es así que junto a ellos, con idas y venidas, subidas y bajadas, valijas y bolsos muy desordenados, canciones y acentos al hablar, risas y llantos, gritos y silencios, miradas y abrazos, emociones a flor de piel, cada día y cada noche de este viaje, terminó el intenso viaje, dando paso a otros futuros.

Estar con ellos, verlos y vivirlos, con gran admiración a su entrega, a eso tan maravilloso de darlo todo, y sin miedos que se interpongan en su meta, me ha enseñado mucho. Ellos, los que tienen fuerza y tienen vida. Ellos, que son la vida que le queda a este planeta.

Sin ellos mi vida no sería vida. A ellos les estoy profundamente agradecida por darme ese gran abrazo y la esperanza de ese cambio posible. Por el que cada uno, día a día, en mayor o menor medida, desde su lugar, se sacrifica para lograrlo.

Ellos, me dejan ver que todavía hay mucho por lo que vale la pena seguir. Me dejan ver a muchos despertando y a muchos por despertar. Me dejan ver que todavía hay más, y que cada vez más, se unirán en busca de un cambio.

Todavía tengo la ilusión de que esta tierra que hoy agoniza, pueda recuperar fertilidad y vida. Esa fertilidad y esa vida que venimos destruyendo con nuestros intereses macabros y mezquinos. Todavía tengo la ilusión de que los jóvenes salgan del estado de hipnosis en el que parecen encontrarse para que despierten, para rebelarse a este sistema corrupto que no hace otra cosa que buscar nuestra perdición.

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Yasmín Guzmán, ese maravilloso ser de tan solo 9 años de edad, que nos acompañó formando parte del elenco, en todo este agotador pero inolvidable viaje, una y otra vez dio un mensaje que perteneció a la activista indígena lenca Berta Cáceres, asesinada por oponerse a emprendimientos hidroeléctricos de multinacionales, hace tres años en su tierra natal, Honduras. Un mensaje lleno de sabiduría y de enseñanza.

“¡¡ Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo¡¡”

Un mensaje que nosotros, como jóvenes, humildemente, lo hicimos nuestro en cada actuación. En cada escenario.

Un mensaje de una mujer valerosa. Más bien, un sincero llamado dirigido a una humanidad soñolienta, que urgentemente, debe despertar.

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*Fotos de OUR VOICE: Leandro Gómez y José Guzmán

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