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Por Matías Guffanti, de Our Voice-3 de noviembre de 2019

Después de 30 años de políticas de ajustes a los que menos tienen, para beneficio de las familias más ricas de Chile, ante el detonante de la suba de precio de los metros en el país, el pueblo, encabezado por los estudiantes y los movimientos sociales, explotó en reclamo contra el actual presidente Sebastián Piñera, exigiendo ponerle fin al modelo neoliberal que aplicaron tanto gobiernos de izquierda como de derecha, desde la dictadura de Augusto Pinochet hasta hoy.

En forma de protesta, los estudiantes comenzaron a entrar a los metros sin pagar el boleto y en diferentes puntos se comenzaron a registrar incendios, los cuales tiempo después se sabría que fueron provocados por las mismas fuerzas de seguridad, al igual que los saqueos a grandes centros comerciales, para justificar una gran represión que se puso en marcha en el acto.

Los “cacerolazos”, característicos de las protestas en Sudamérica, en la que vecinos de todo el país salieron a las calles pacíficamente golpeando sus cacerolas con cucharas en el pedido de una vida digna, se hicieron sentir inmediatamente en todo Chile. A lo que el gobierno decidió responder con más violencia y represión. El presidente, declaró Estado de Emergencia, dándole el control del país a las fuerzas armadas, y posteriormente declaró también toque de queda, prohibiendo la circulación de los ciudadanos libremente por las calles y/o permanecer en lugares públicos, sobre todo en los horarios avisados día a día por el gobierno.

Desde entonces se registraron decenas de muertos en las manifestaciones de Chile, desaparecidos, violaciones a mujeres, torturas a adultos, jóvenes y hasta a niños, secuestros ilegales y una violencia absolutamente injustificada que produjeron heridas graves a miles de manifestantes pacíficos. Y a pesar de todo, el pueblo no se detiene.

El pasado 25 de octubre, el presidente Sebastian Piñera se encontró con las manifestación más grande vista en la historia del país con más de un millón de personas en las calles, y ante la situación cada vez peor, decidió sacar el Estado de Emergencia y el toque de queda anunciado por él mismo días anteriores. También, anunció mejoras en los salarios, en las pensiones, baja en los impuestos, entre otras cosas menores y un cambio en el gabinete que llevó adelante remplazando a ocho de sus ministros.

Medidas que, lejos de tranquilizar la situación, parecen una burla provocativa, en un intento de limpiarse las manos de la sangre que lo hacen responsable y culpable de todas las violaciones a Derechos Humanos que volvió a revivir en su país, como se vivió en el 73’.

No alcanza cambiar ocho caras políticas por ministros que incluso ya formaban parte de su mismo círculo personal de extrema derecha. No alcanzan las promesas de mejor salario o mejor pensión como respuesta a los desaparecidos, torturados y asesinados en una supuesta “democracia” del siglo XXI. No alcanza ninguna medida política si el dictador Piñera no renuncia y es sometido a juicio como responsable máximo junto a todo su equipo y se llevan adelante los cambios que el pueblo está exigiendo desde Chile y desde el mundo entero.

Pedimos junto al pueblo chileno una Asamblea Constituyente para una nueva Constitución; Independencia de la economía estadounidense; Democracia directa con plebiscitos vinculantes; Investigación a fondo y penalización de corrupción a políticos y grandes familias dueñas de Chile, con una justicia independiente; Redistribución de la riqueza; Reivindicación de los pueblos originarios con el respeto de sus culturas y la devolución de sus tierras y fortalecimiento de políticas en Derechos Humanos.

Sabemos que Piñera responde a intereses Estadounidenses y exigimos que confiese todo lo que sabe sobre los verdaderos autores externos, dentro del contexto de militarización en todo Latinoamérica al que repudiamos y señalamos como el mayor enemigo del pueblo.

Estamos con Chile y con todas las sociedades en lucha de Sudamérica y el mundo contra el poder. La conciencia del pueblo es más fuerte que cualquier ejército y la sangre de los mártires pasados y presentes nos enseña que la victoria ya es nuestra, que las ideas de una sociedad justa vencen a la muerte y la vencerán hasta hacerse realidad.

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