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A propósito de los levantamientos de los pueblos Latinoamericanos

nicolas toobeNicolás Toobe de Our Voice Paraná – 25 de noviembre de 2019

“El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades”. Esta cita textual es extraída del artículo 22 de nuestra Constitución Nacional que fue modificada por última vez en el año 94 y que hace clara referencia a lo (no tan) obvio: Los sistemas de gobierno representativos no son sistemas democráticos. Vamos a profundizar un poco más en esto.

En su origen etimológico, la palabra democracia (demos: pueblo, kratos: poder) expresa absolutamente su significado. La democracia es el poder del pueblo, es decir, aquella forma de gobernar en la cual es el pueblo quien gobierna.

La democracia de los griegos, de la cual conocemos la experiencia de los atenienses en tiempos de Pericles, se ejercía en la polis (ciudad) por medio de los ciudadanos que se reunían en asamblea. Los representantes por aquellos tiempos se desconocían porque cada persona se representaba a sí misma. Los ciudadanos que querían desempeñar un cargo público, debían presentarse como candidatos, y por medio de un sorteo se designaba a las personas que lo ocuparían. Al cambiar un sistema de elecciones por uno de sorteos, se suprimía toda posibilidad de que un político tome decisiones sin consultar al pueblo, sino que todo lo contrario, este debía presentar propuestas a la asamblea que solo se desarrollarían si esta conseguía el consentimiento de la mayoría. En este sistema no se podía prometer, y por lo tanto mentir. Si hacías algo diferente a lo resuelto en asamblea, dependiendo del nivel de gravedad, hasta podían matarte. Por eso el nombre de “cargo” público, porque era una responsabilidad muy pesada ser político al servicio de personas que ni siquiera te habían votado.

Sin embargo, esta democracia era ejercida por un número acotado de ciudadanos, constituido por varones libres, en donde quedaban excluidos los extranjeros, los esclavos y las mujeres.

En las revoluciones que se dieron a finales del siglo XVIII, más precisamente la francesa y la norteamericana, el sistema de instituciones establecido no se consideraba de forma democrática, sino todo lo contrario. En Francia, con el estallido de la revolución y el fin de los reinados, se instauro un sistema político en donde el pueblo no decidía, sino que se elegían representantes, los cuales consultaban al pueblo cada vez que se tenía que tomar una resolución. Pero los únicos que podían elegir era otra vez una minoría, en la que entraban los hombres, mayores de 25 años y con poder adquisitivo, por lo tanto mayoritariamente, burgueses. Los elegidos y los que elegían pertenecían al mismo grupo socio-económico.

Por su parte, en la “Declaración de la Independencia” de los Estados Unidos celebrada en el año 1776 se habla de “gobierno legítimo” por recibir “sus justos poderes del consentimiento de los gobernados”.

Y aquí es donde empiezan las diferencias fundamentales. En el sistema ateniense todas las personas (ya especificadas anteriormente) ocupaban por lo menos un cargo público a lo largo su vida, ya que el motor político era la participación. En los sistemas representativos actuales solo funciona si los ciudadanos ceden el poder a los políticos.

Hoy estamos ante una crisis muy profunda en materia de política. Basta con ver lo que sucede en la mayoría de los países de Latinoamérica (Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Colombia, Honduras, Ecuador, etc.) y porque no, del mundo.

El pueblo carece de mecanismos de participación real en la actividad política para la toma de decisiones y esto es lo que a mi juicio, está detrás del sin fin de manifestaciones que vemos día a día. No tenemos la capacidad legislativa de hacer valer nuestra opinión con respecto a decisiones que se toman y no consideramos correctas, o con iniciativas que creemos posibilitadoras de promover un bienestar en la sociedad. Más allá de la bella frase de que “todo acto es político” la realidad demuestra que el poder lo tienen los representantes, y que esa casta ha sabido, a lo largo del tiempo, generar un sistema que deja una participación muy reducida a la gente y todo el poder de decisión se concentra en nuestros políticos, que en su mayoría son solo personas mediocres con financiación y equipos de marketing muy creativos.

En las campañas electorales recientes se podían ver a todos los partidos políticos (todos) tratando de comprar votos, esta es una lógica de mercadeo. Al sujeto se lo considera propietario del voto y entonces se le intenta comprar ese voto ofreciéndole el máximo. El máximo en el ámbito de la fantasía, porque las promesas electorales son mentiras por definición.

Y el resultado de todo este circo es que un número muy chico, que pueden ser unos cientos de personas, lo deciden todo sobre la vida colectiva, o por lo menos todo lo importante. El Estado se asigna la tarea de gobernar al pueblo, por lo tanto el pueblo no se gobierna, y si el pueblo no se gobierna, o no tiene los mecanismos para hacerlo, no es libre. Y aquí nos adentramos en una cuestión tan profunda como olvidada: La libertad.

En el sistema actual se considera que quien es rico es libre porque puede hacer cosas que un pobre no puede hacer. Pero en definitiva la libertad depende sustantivamente de la calidad de la persona. Alguien que tiene dinero y no tiene calidad no es libre, simplemente es un dependiente de su masa monetaria.

La libertad supone responsabilidad. Si uno es libre, se hace responsable y solo cuando se es responsable se es libre. Hoy en día a la gente se nos enseña a no ser responsable, sino a delegar, y delegar es someterse.

La liberación de la sociedad depende básicamente de nuestra capacidad de ser responsables. Tenemos que recuperar esa noción de sujeto que se compromete, que logra traspasar la polaridad emocional superficial de la felicidad o infelicidad e ir en busca de una causa justa muy a pesar de sí mismo y de todo el bienestar que trata de mantenernos maniatados en un mundo que requiere la participación y compromiso de todos y todas. Tenemos que volver a vivir con metas grandes para vivir con grandeza. Necesitamos un factor casi heroico para enfrentarnos a todo lo que está pasando. Estamos ante el mayor nivel de degradación del sujeto que jamás se haya visto en la historia, y la autoconstrucción de ese sujeto, es la tarea a realizar. Efectivamente, el acto de revalorización del individuo solo se puede poner en práctica estando con los otros y lo otro, pero para eso debemos desarrollar un sujeto colectivista.

El motivo de este escrito, lejos está de postular un sistema por sobre el otro, ya que ambos restringen a su modo, cualidades y necesidades básica del ser humano. Atravesamos un momento político crucial en Latinoamérica, en donde los pueblos, vuelven a dar su voto a partidos de derecha, sintiéndose defraudados o hasta estafados por los partidos de izquierda que no han podido remover los cimientos de un sistema que se cae a pedazos y en el que caeremos todos con el si las cosas no se revierten. A pesar de las diferencias y las similitudes, personas de distintos puntos del continente dejan de delegar sus vidas y vuelven a representarse a ellos mismos en la gran asamblea de estos tiempos modernos, la calle, y está en cada uno de nosotros poder aprovechar este contexto de descontento representativo para forjar una nueva manera de vincularnos y auto-organizarnos, recuperando características perdidas por estos sistemas egocéntricos e individualistas. No podemos darnos el lujo de dejarnos llevar por los fanatismos que se crean a partir de las divisiones. El discernimiento y el criterio deberán ser las virtudes a desarrollar en estos momentos en donde la violencia se pasea impune en el día a día, en donde se naturaliza las peores aberraciones que jamás hayamos conocido, y en donde se nos ha hecho creer, que los enemigos, somos los del mismo bando, los que peleamos por la libertad, la justicia y la verdad.

En este levantamiento de los pueblos Latinoamericanos, debemos estar preparados para todo, porque los verdaderos dueños del mundo no se quedarán de brazos cruzados ante este embate del pueblo. Largos y duros serán los tiempos que se avecinan, y fundamental es estar preparado para lo que viene, recordando siempre lo que una vez supo inmortalizar Orwell en una oración. “Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano.”

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*Foto de Portada: www.odysseyonline.com 

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