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Por Nicolás Toobe de Our Voice Paraná - 1 de junio de 2020

nicolas toobeEstamos en un momento muy particular de la historia, en donde por causa de la pandemia que estamos atravesando, nos encontramos con una situación a nivel mundial inédita, y es que la salud ha tomado el lugar protagónico tanto en las voces de los “especialistas”, como en la de los gobernantes, o en la de las conversaciones cotidianas y espontaneas de los ciudadanos comunes de los que saben poco y nada como quien les escribe. Miles de personas, millones me animo a decir, gritan en sus casas porque de una vez por todas se ha dado la batalla que “tan poco” se podía evidenciar y que tanto se había dilatado en llegar. La batalla entre la salud y la economía. Y es que en esta contienda, la salud se encontró con un escenario ideal, todo el mundo defendiéndola a capa y espada, países y países dispuestos a sacrificarse, haciendo esfuerzos enormes para salir de esta crisis sanitaria, cumpliendo con el aislamiento obligatorio, resignando el poco trabajo que había y sobrellevando el hambre de manera más intensa que antes del Covid-19, todo para cuidarnos entre todos y todas.

Pero lo que perfilaba para ser una victoria histórica de la salud y con eso los primeros pasos para cambiar los paradigmas por los que se rige el sistema, con el pasar de los días nos fuimos dando cuenta de que era la misma historia repetida de siempre. ¿Cuándo empezamos a sospechar esto?, casi en el principio, ¿cuándo lo confirmamos?, no lo sé. Tal vez no fue un día especifico, puede que haya sido en una concatenación de varios días de confinamiento, en donde los medios de comunicación por medio de los sinfines de dispositivos tecnológicos, que son una suerte de guarda cárceles en este toque de queda virtual, muestran el avance de la pandemia y en sus encabezados ilustran en tiempo real las 24 hs del día los fallecidos, contagiados y recuperados en Argentina y en todo el mundo, mostrando obviamente el pánico y la desesperación de otros países que solo se ve interrumpida por la placa de “último momento” o “noticia urgente”, en donde se comunica un nuevo deceso o donde se actualiza el mapa online de los lugares con más casos positivos o con más muertos. ¿Y solo porque el virus del amarillismo de prensa se propagó más rápido que el del coronavirus, nos dimos cuenta de que algo andaba mal? No. Concretamente nos dimos cuenta de que nada cambiaria, o si cambiaria seria para peor, cuando la política sumisa y la ciencia obediente a este sistema capitalista miraron para otro lado y trataron y tratan de desviar la atención con violentas oleadas de (des)información ante la pregunta casi obligada de cualquiera de nosotros, ¿cuáles son las causas de la pandemia?

Decenas de documentales en 3D que cuentan la historia del murciélago mostrando como mordió al humano y como el virus viajo a diferentes partes del cuerpo para después diseminarse por todo el terráqueo, programas que te enseñan a hacer barbijos o tapa bocas con diseños personalizados para que la gente no puede estornudarse en la cara pero que si se vea la consigna a la que nos encolumnamos para diferenciarnos y dividirnos aun en los peores momentos de la humanidad, bloques con recetas de comidas para elevar las defensas del sistema inmunológico, 10 formas de hacer alcohol en gel, 10.000 formas de comprar sin salir de tu casa, 20.000 para ocupar el tiempo de manera más productiva, nuevas aplicaciones para hacer videos llamadas, personal training virtuales para mantenerse en forma en la cuarentena y un hilo conductor hilvanando todo el contenido consumible detrás de nuestras pantallas: el miedo y el ansia de seguridad personal. Este segundo suele sacar lo peor de las personas, incluyendo la renuncia a la libertad propia y el atentar contra la ajena. El primero, es el elemento fundamental y base de todo autoritarismo.

Pero ya ven, otra vez, que fácil que es perder de vista la pregunta primogénita de toda esta cuestión ¿cuáles son las causas de la pandemia?

Dejando de lado un momento toda idea conspirativa, que con esto no queremos decir que no haya en otros temas conspiraciones o que en este mismo tema no se perfile toda una seria de especulaciones y de reconfiguración de un nuevo orden mundial como tanto le gustaría a nuestro buen amigo Henry Kissinger, debemos dejar de lado la suposición de que el virus fue creado en un laboratorio con el objetivo de iniciar una guerra bacteriológica, por la sencilla razón de que al sistema no le sirven las personas muertas, sino las personas que consumen, incluso a la industria farmacéutica no le conviene la gente fallecida, si las que están enfermas de por vida para poder vender sus productos. Pero además de este que podrían juzgar como pobre argumento, está el del hecho de que la mayoría de gente infectada o muerta, no proviene de los escalafones bajos o populares, sino que en muchos casos, de altas castas político-económicas de las potencias mundiales ¿con esto que quiero decir?: el virus no discrimina entre ricos y pobres, no diferencia entre oprimidos y opresores, no presta atención si eres de tal partido político o si provienesh de una religión o de otra. Absolutamente lo contrario a lo que si le interesa al sistema capitalista mundial en el que vivimos, en donde los beneficios a determinados lados de la calle son los que mantienen en pie a este castillo de cartas.

¿Y qué es lo que el sistema, y todos sus tentáculos se han rehusado a ver de forma sistemática en esta y todas las catástrofes a las que se ha visto azotada a la humidad?. Nuestras formas de producir y consumir, las cuales impactan sobre la salud del ambiente, de la cual depende la salud humana.

Esta crisis producida por la Covid-19 no representa un hecho fortuito o aislado, sino que emerge de condiciones que el mismo ser humano generó, por sus acciones u omisiones, ante la falta de un pensamiento crítico, provisorio y solidario.

Es fundamental buscar los ¿porqués? de esta pandemia y otras en el modelo extractivista (agronegocio, minería, explotación petrolera), el cual provocó un deterioro progresivo en la salud y redujo la capacidad de respuesta inmunológica ante diferentes agresiones. Los modos de producción explotan nuestros territorios, con la consecuente contaminación del agua, aire y suelo con agrotóxicos, microplásticos, metales pesados y gases tóxicos, imponen la deforestación con corrimiento de la frontera agrícola, la explotación animal en condiciones deplorables constituyendo un medio de cultivo ideal para la génesis de mutaciones virales.

Son incontables los estudios que demuestran en todo el mundo que este tipo de afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas.

Y en nuestro caso, en Argentina, gobiernos, tras gobiernos, tras gobiernos, respondiendo a una lógica perversa mundial han dado la espalda a la ciencia que no se vende, a la ciencia de verdad, la que está al servicio de los pueblos, como fue y como debería volver a ser. En los anteriores gobiernos, como ya hemos dejado evidenciado en otros artículos, en el de turno, dejando entre las actividades “esenciales” y “exceptuadas” durante la primera etapa de la cuarentena a la actividad agrícola, agroquímica, minera, nuclear y forestal, una decisión claramente contradictoria si de cuidar la salud se trata. Pero eso no es todo, sino que además en esas vueltas (o vuelcos) que da la vida, reaparece en escena aquel que a mediados de los años 90, en su rol de Ministro de Agricultura de la Nación, el ingeniero agrónomo Felipe Sola, quien mediante su firma dio inicio al modelo agroindustrial basado en el uso masivo de transgénicos y agrotóxicos, ocupando actualmente el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación, dictaminó en el Boletín Oficial del 22 de Abril la reducción de los aranceles a la importación de productos agrotóxicos para garantizar las fumigaciones de la próxima temporada de siembra de cultivos transgénicos, en tiempos de pandemia y emergencia sanitaria que ya debería incluir la ambiental. Santiago del Estero, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires son algunas de las provincias donde el agronegocio ya arrojó venenos sobre “la población que se queda en sus casas para preservar la salud durante la cuarentena”, pero esto ya es la trágica cotidianidad de los pueblos fumigados, donde se liberan cada año alrededor de 500 millones de litros de agrotóxicos, y en cuales se preguntan ¿cuál es la salud de la que tanto hablan la que se privilegia?.

Abortos espontáneos, malformaciones congénitas, enfermedades oncológicas, problemas respiratorios y pulmonares son algunas de las consecuencias de la pandemia que castiga a estos pueblos desde hace más de dos décadas.

El periodista Dario Aranda, en uno de sus últimos artículos donde también hace foco sobre las contradicciones de la pandemia, cuenta que desde el agronegocio, “donde sobresale la Mesa de Enlace y Aapresid (Asociación de Productores de Siembra Directa) comenzaron una campaña publicitaria donde se muestran “preocupadas por la salud”: ofrecen máquinas fumigadoras para combatir el dengue, regalan silos-bolsa (plásticos gigantes donde acopian los granos) para fabricar ropa de protección de hospitales y clínicas, productores de Villa María (Córdoba) publicitaron la donación de maíz transgénico en comedores comunitarios. La empresa cordobesa Porta Hermanos, en juicio por contaminar y enfermar al barrio San Antonio, publicita una campaña de donación de “alcohol en gel solidario”. La Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), donde participan todas las grandes empresas de agrotóxicos y transgénicos, envió una gacetilla el 7 de abril, Día Mundial de la Salud, con un llamado a lavarse las manos y cuidarse del coronavirus.”

Este es el cinismo y la desidia que contagia y corroe más hondamente que el Covid-19 y para estos personajes toda crisis es una gran oportunidad.

Los números que deja el sistema son minimizados u omitidos, los que deja el virus se lleva las primeras planas. La industria farmacéutica se relame, el nuevo orden mundial se prepara. El poder político promueve medidas de “grupo de expertos” fundadas en supuestos argumentos científico-técnicos, no políticos, que se ponen en funcionamiento mediante protocolos de actuación y no mediante leyes o normas, siempre con una mirada biologicista por sobre lo social, y estas acciones son determinadas por los comunicados que publica la OMS quien es el organismo que está gestionando la pandemia, el cual a su vez presenta un conflicto de intereses inmenso ya que es financiada por las grandes empresas farmacéuticas y por su mayor aportante, una tal Fundación Bill & Melinda Gates (dueños de Microsoft) quienes “donaron 185 millones de dólares”. El panorama no es alentador, pero poder ver con claridad, o mejor aún, poder ver lo que uno quiere ver, no lo que nos imponen, siempre nos deja un paso más cerca de la verdad y por ende de la solución. Por fuera de toda la información que nos avasalla día a día, está la leve y contundente sensación de que la crisis que estamos viviendo está lejos de ser solamente una crisis sanitaria y es una crisis sistémica del modelo capitalista y su globalización.

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*Imagen de Portada: https://images.radio.com/

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