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Gran incendio agroganadero en las Islas del Paraná

malena Por Malena Sánchez desde Paraná – 13 de julio del 2020

Las Islas del Paraná se queman. El fuego destruye el ecosistema de humedales, el fuego pone en peligro a nuestra biodiversidad. El fuego deja cenizas que contaminan la cuenca del Río Paraná y el fuego llena a Rosario de humo, un humo que afecta a las vías respiratorias de las personas.

Las Islas del Paraná se queman, dije recién. Me equivoqué. Las queman. Las queman grandes empresarios, poderosos, con nombre y apellido. Los dueños de los campos quemados son dueños millonarios, como Pablo Rufino Baggio. ¿Te suena? Su apellido es conocido por ser el nombre de una empresa de jugos, una empresa que exporta a más de 70 países y factura millones al año.

Las queman, sin control. Tanto es así que el Gobierno nacional tuvo que declarar emergencia ambiental y zona crítica de protección ambiental a la zona del delta del Río Paraná. Además, se firmó un convenio que prohibía durante 180 días la quema incesante de pastizales en las islas.

Pero no les importó. El fuego siguió luego de que se declare la emergencia. 385 focos ígneos se produjeron, desde la ciudad de Santa Fe a Campana, tan solo el domingo pasado, un par de días luego de la declaración de emergencia ambiental. Para el ministro de ambiente y desarrollo sostenible Juan Cabandié esto fue una provocación e instó a profundizar las investigaciones para hallar a los responsables. Sea o no una provocación, las quemas son el resultado de un sistema extractivista que cada vez deja más en evidencia sus consecuencias negativas.

Por su lado, la ministra de Ambiente y Cambio Climático de la Nación, Erika Gonnet, se reunió con representantes de gobiernos de Entre Ríos y Santa Fe y en una mesa interjurisdiccional firmaron un acta acuerdo de 3 meses por el que se buscará y sancionará a productores que iniciaron las quemas y se monitoreará la zona con aviones cultos. Frente a dichas acciones, la ONG "El Paraná no se toca" dijo que las medidas oficiales son bienvenidas pero tardías e insuficientes: la quema de humedales viene hace mucho tiempo y ahora llegó a un punto terrible. Nunca hubo voluntad política para solucionar esto, los gobiernos siempre cerraron los ojos, y ahora, actuaron tarde.

Exigimos que les importe.

Exigimos una Ley de humedales, para proteger este ecosistema, tan importante en nuestro país y el resto del mundo.

La Justicia de Entre Ríos tiene jurisdicción sobre las islas del frente de la región. Exigimos que investigue, que genere acciones penales contra los responsables, porque los nombres de los dueños se conocen, pero las fuentes periodísticas afirman que todavía no hay imputados. Que los haya entonces, porque la tecnología satelital y el monitoreo de drones que se tiene permite ver dónde comenzaron los incendios. Que no ganen los intereses económicos, porque los hay. La quema de las islas no fue un acto esporádico, inusual, sin motivo: la razón de las quemas fue un puñado de ganaderos que buscaba renovar los pastizales para ubicar a las vacas. Y ahí entramos en otro problema: el sistema agropecuario, el sistema de producción y consumo alimenticio.

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El agronegocio, el dueño de todo

Un modelo productivo que quema y arrasa con todo para criar y engordar animales, que luego serán asesinados y vendidos como comida. Para su cría, se necesitan grandes extensiones de tierra donde serán situados. Aproximadamente 1/3 de la superficie terrestre del planeta es destinada a la ganadería, según la FAO.

Pero eso no es todo: se necesita soja. Toneladas y toneladas de soja transgénica para engordar a estos animales, y nuestro país, Argentina, es el principal exportador mundial de alimentos para animales a base de soja, principalmente con destino a China. La FAO también explica que 70% de los granos mundiales son destinados a engorde de animales seleccionados culturalmente como “de consumo”. Se calcula que estos cereales destinados a ganado alimentarían a 8.700 millones de personas en el mundo, por supuesto, con un buen manejo. Pero hoy por hoy estamos bajo un modelo de producción, distribución y consumo desigual y excluyente donde los cultivos (aparte de ser producidos con prácticas dañinas para el ambiente) no van a las personas carenciadas sino a los animales de las industrias, que alimentarán en menor cantidad, menor calidad nutricional y mayor impacto ambiental. Exigir un modelo de producción agroecológico es importante, pero aquí hay otra discusión: la alimentación basada principalmente en animales y productos de origen animal.

La ganadería es insostenible no solo desde el lado de la utilización de tierras y distribución de granos, como expliqué arriba, sino también por su emisión de gases de efecto invernadero. Es una de las principales fuentes de dióxido de carbono, óxido de nitrógeno y gas metano, los tres principales gases del efecto invernadero. En nuestro país, emite más CO2 que la industria del transporte y, a nivel mundial, emite 70 millones de toneladas por año. Las fábricas necesitan combustibles fósiles en todo el proceso productivo: mecanización, refrigeración y procesamiento industrial, por lo que una caloría de proteína animal necesita en su producción 11 veces más combustible fósil que lo que necesita la producción de una caloría de proteína vegetal. Las emisiones de G.E.I (gases de efecto invernadero) se reducirían un 70% si el mundo llevase una alimentación vegetal. Además de todo esto, la agricultura animal es la causa número uno de contaminación del agua y 80% de los antibióticos producidos se emplean en ella, provocando una resistencia a los mismos, que es una de las amenazas más grandes para la humanidad.

¿No deberíamos exigir entonces, aparte de un modelo agroecológico, una transición paulatina hacia un modelo de producción basado en plantas? ¿No deberían los gobiernos generar políticas públicas para promover una alimentación saludable y sustentable, es decir, una alimentación vegetal e integral?

Si la producción y consumo de carne y derivados animales no es sustentable, ni sana (8,1 millones de muertes se reducirían al año por causas de salud, ya que la alimentación vegetal previene enfermedades como diabetes, cáncer, colesterol alto, etc.) ni socialmente justa, ni siquiera es ética y moral, ya que conlleva la explotación de millones de animales, ¿No deberían los gobiernos promover una alternativa, una dieta sostenible? Es decir, una dieta que genere un impacto ambiental reducido y que contribuya a la seguridad alimentaria y nutricional. Que contribuya a que las generaciones actuales y futuras lleven una vida saludable. Una dieta que proteja y respete la biodiversidad y los ecosistemas, que sea culturalmente aceptable, accesible, económicamente justa y asequible y nutricionalmente adecuada, inocua y saludable, y que optimice los recursos naturales y humanos.

¿Es la alimentación actual, basada principalmente en productos de origen animal, una alimentación sostenible? La evidencia científica demuestra lo contrario.

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¿Por qué los incendios de la Amazonía eran tapa de todos los medios, pero ahora se queman nuestros humedales y apenas algunos hablan al respecto? ¿Por qué las medidas son apagar el fuego y ya? Es urgente, aparte de esto, de la Ley de Humedales y de las sanciones a los responsables, un cambio radical, profundo, sistémico, contra este modelo productivo agropecuario. Y, si bien la salida es colectiva, también conlleva una profunda transformación personal: a nivel individual y sanitario, no podemos promover el consumo de animales. Es nuestra responsabilidad cuestionar nuestros hábitos, porque la alimentación es un acto político. Ser conscientes de qué financiamos, qué daños trae detrás. Y, sobre todo, involucrarnos, involucrarnos para exigir un cambio sistémico de producción y consumo alimenticio, uno de los cambios más urgentes hoy.Hacernos cargo para hacerlo posible.

Frente a este tema (la quema de Islas del Paraná) un diputado nacional, Germán Martínez, propuso crear una Reserva Natural para protegerlas. Con una Ley podremos proteger la zona de humedales, pero, bajo esta forma de producción, ¿Qué podemos esperar? La deforestación, el uso excesivo de recursos naturales, la contaminación de agua, la extinción de algunas especies y el maltrato hacia otras, las emisiones de G.E.I, la resistencia a antibióticos, las pandemias y las enfermedades continuarán aumentando.

Que el humo no nos nuble la vista. Exijamos protección a los humedales y acciones legales a los responsables, pero que ese no sea el fin, sino el comienzo de un cambio profundo. Vayamos más allá y repensemos nuestras prácticas alimentarias, como individuos y como sociedad, para cambiar la forma de relación con el ambiente y con todos los seres que lo habitan, hacia una relación respetuosa y justa. Este sistema agropecuario extermina vida en todas sus formas.

Luchemos por cambiarlo, porque si no lo hacemos, pronto no quedará nada.

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*Foto de Portada: www.argentinaforestal.com

*Foto 2: www.elfederal.com.ar

*Foto 3: www.notife.com

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