Por Mariana Trejo de Our Voice-05 de abril de 2020
El 4 de abril de 2007, el docente Carlos Fuentealba fue asesinado durante la protesta del gremio ATEN en Neuquén, en la que los docentes se concentraron en Arroyito para cortar la ruta y fueron reprimidos salvajemente por la DESPO, grupo de élite de la Policía provincial.
Tenía 40 años, y dos hijas de 10 y 14 años. Aquel 4 de abril, salió a la ruta en el marco de la protesta docente por mejoras salariales que reclamaban al gobierno provincial de Jorge Sobisch. Iba en el asiento trasero de un auto Fiat 147 cuando el oficial de policía José Darío Poblete lanzó una granada de gas que traspasó el vidrio del auto y le causó hundimiento de cráneo. Fue sometido a dos operaciones en el Hospital Provincial y finalmente murió al día siguiente.
La huelga docente se extendió por 50 días, no solo en Neuquén, sino en otras Provincias de la Patagonia y toda la República Argentina. Aquel año quedó marcado a fuego en los docentes y en toda la sociedad de a pie. Fue un año de reivindicación, de la legitimidad de la protesta social, de las clases más golpeadas. El país se detuvo y en medio de huelgas y asambleas salió a la calle para repudiar el hecho y pedir justicia bajo consignas como "Las tizas no se manchan con sangre", "Sobisch Asesino", "Nunca Más".
En medio de la cuarentena, podríamos recordar y honrar su memoria en silencio y levantar su bandera de muerte, en cambio recordaremos su legado como un maestro de sueños, de memoria, de verdad, de justicia, de emancipación, de libertad, de vida.
Carlos Fuentealba se levanta y se multiplica en las calles, escuelas y organizaciones de lucha adoptando su nombre, y su ejemplo renace en las luchas que se engrandecen cuando lo nombran.
Eligió vivir como docente. Vivir y morir enseñando en la escuela, en la calle, en la vida, porque la educación a la que él apostaba (y a la que apostamos) era eso: una constante transformación en la continua re-significación del educar, más allá de la propuesta de Sarmiento, de la propuesta de construcción de un Estado Nacional al servicio de una Oligarquía Liberal de Elite. No olvidemos que Sarmiento, como el patrón de la Educación, justificó el genocidio de pueblos originarios y gauchos, negando su derecho a la existencia e impugnando su cultura.
Es indispensable hablar de estos conceptos si pensamos en la educación, porque no podemos pensar que lo que hacía en la calle Fuentealba aquel 4 de abril era otra cosa.
Debemos valorizar y reivindicar la naturaleza del pueblo Latinoamericano. Debemos reivindicar su dignidad. Debemos reclamar los derechos a un Estado incompleto que no contempla a todos en verdadera justicia. Debemos salir a la calle por los que no pueden hacerlo, por los más vulnerables, por los que vendrán. Todo esto forma parte de esta educación transformadora, liberadora, porque si todo esto no está, no hay transformación, es opresora, es la idea original de Sarmiento para la Patria Chica.
¿Qué es lo que dejó la lucha desde aquel abril de 2007, desde el punto de vista laboral y sindical? Dejó el pase a planta de 1.800 auxiliares de servicio, la eliminación del presentismo, y el pago del 80 % móvil a las y los jubilados.
También, debemos reflexionar sobre las responsabilidades de un Estado que alecciona de manera criminal. A pesar de haber sido procesado el Oficial Poblete como el asesino material, la lucha de la familia, de compañeros y compañeras de Carlos por la justicia completa, se intensificó. Nunca se bajaron los brazos para que el ex Gobernador Jorge Omar Sobisch (quien dio la orden de reprimir y disparar) asuma la responsabilidad, y para que nuca más se asesine a trabajadores en su digno reclamo.
Carlos eligió la profesión de docente; antes fue obrero y militó en el Sindicato Socialista, y luego se enamoró de la idea transformadora de la educación. Creía en la educación pública, nacional y latinoamericana, democrática, popular y emancipadora.
“A través de estos años, siempre hicimos fuerza para que no pesara tanto la muerte de él sino su experiencia de vida”, así lo recuerda su mujer, Sandra, su compañera de vida, luchadora como él.
Ojalá las palabras de muchos gobernantes en estos días se materialicen, al reivindicar a Carlos, y su compromiso con la escuela pública, nos inspire a trabajar en ese camino.
Hoy, a 13 años las tizas y los lápices siguen y seguirán escribiendo.
Carlos Fuentealba presente, ahora y siempre!
--------------Foto de portada: www.diariodiorionegro.com.ar
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