Dentro de los límites territoriales del Uruguay, país del Río de la Plata en América Latina, los uruguayos viven la pandemia causada por el Covid 19 de una manera si se quiere muy particular: a la uruguaya, aunque sin salir de los mínimos protocolos sanitarios mundiales que se están aplicando . El presidente recientemente electo Luis Lacalle Pou vive su primer gran sacudón capitaneando un país que no supera los 4 millones de habitantes, de los cuales 158 están infectados y bajo tratamiento médico, en riguroso aislamiento domiciliario u hospitalario. El mal del momento y del mundo, por estas tierras aún no ha alcanzado niveles de tragedia, como por ejemplo ocurre en Italia, donde los fallecidos ya superan los cinco mil. Entonces, el panorama en el Uruguay, hasta el momento, es otro. Desde el sitial presidencial todavía no se ha impuesto una cuarentena obligatoria (ni mucho menos un estado de sitio o toque de queda, como ocurre en otros países), pero sí se han extremado las recomendaciones para que los niveles de aislamiento se cumplan, exhortándose a las personas a mantenerse en sus domicilios y que no sean protagonistas de aglomeraciones que superen las cincuenta personas. En el buen romance, que cumplan una cuarentena espontánea, y esto efectivamente viene ocurriendo. No obstante, desde el Estado se ha dispuesto la suspensión de espectáculos públicos a todo nivel y la suspensión de clases en todos los niveles de enseñanza, por el momento hasta el 12 de abril, instrumentándose además algunas medidas desde filas de la Intendencia Municipal, como por ejemplo que en bares y restaurantes no pueden haber por mesa más de cuatro personas, y que en los comercios y supermercados se atienda al público con barbijos y guantes y con barreras o cordones indicadores que separen al cliente del vendedor. Los uruguayos, así viven esta pandemia. Por las calles de Montevideo (cuyo aspecto es de una ciudad casi fantasmal, por la ausencia de personas) se advierte un patrullaje policial constante y se oye cómo desde un altavoz se recomienda a los ciudadanos colaborar con las medidas sanitarias y evitar concentraciones. Un helicóptero policial sobrevuela siempre la ciudad y también desde allí se hacen recomendaciones con un equipo sonoro. A nivel del servicio de ómnibus del transporte público disminuyeron notoriamente las frecuencias de las líneas y en las unidades de las diferentes compañías de transporte los pasajeros son escasos: hay horas que los ómnibus circulan prácticamente vacíos, con el personal usando guantes y barbijos, al igual que los conductores de taxis y de vehículos del servicio Uber.
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