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03agroquimicosPreocupa el uso sin control de agroquímicos en Mendoza. Detectaron productos prohibidos. Una investigación científica avanza sobre cómo afecta la exposición crónica a esas sustancias. Hay mutaciones celulares en trabajadores rurales que están expuestos.
08/04/18

Algunas horas por día, al menos 4 veces al año, durante 15 años. José Luis se cuelga la mochila para "desbichar" la chacra como parte de una rutina anual de trabajo que coincide con el ciclo de los cultivos. Ahora está en la cosecha de la uva, luego será la aceituna, trabajos que alterna con la aplicación de plaguicidas con su mochila.

"Se hace de todo, uno aprende. Aplicar los productos no es lo que más me gusta, pero hay que hacerlo porque cuando se termina la cosecha se termina el trabajo fuerte ", explica José Luis mientras espera junto a sus compañeros de trabajo que los pasen a buscar luego del mediodía en Colonia Bombal, Maipú.

El hombre cuenta que cada vez que aplica plaguicidas hay algunos cuidados: un barbijo o un pañuelo y algunas veces guantes. Pero sus patrones, explica, toman algunos recaudos. "Cuando se termina el día nos dan leche para lavar el estómago", cuenta. Tos, algún sarpullido. Pero nada grave, cree él, le ha producido ese trabajo. Al menos nada que le hayan diagnosticado

En la misma zona rural las escenas se repiten y son parte de la vida cotidiana. Maipú y Guaymallén tienen la particularidad de concentrar muchas fincas de pequeñas dimensiones donde se cultivan alimentos para consumo de toda la provincia. Sobre ruta 2 dos hombres preparan la mochila con matayuyos. Ese es el nombre popular y genérico para los químicos que se usan para desmalezar de manera más rápida que la mano del hombre. Sin ninguna protección, Jorge, uno de los propietarios del campo, echa el veneno con una botella de gaseosa. El tanque se desborda y se derrama veneno sobre las manos del hombre. La aplicación también es casera: recorren los surcos rociando glifosato y otros compuestos para erradicar la maleza. "No hace nada esto. A otra gente que está más tiempo le puede afectar, pero nosotros lo hacemos acá nomás", cuenta.

En realidad, Jorge puede que tenga consecuencias en su salud por el uso de agroquímicos, pero no se esté dando cuenta pues es un proceso silencioso.

Contaminados

Atribuirle problemas de salud al uso de plaguicidas es complejo. Pero las investigaciones realizadas en Mendoza generaron indicios fuertes. En el Laboratorio de Genética, Ambiente y Reproducción (GenAR) de la Universidad Juan Agustín Maza un grupo de docentes investigadores CONICET- UMaza y estudiantes avanzados, estudian los investigan los efectos que puede tener para la salud la exposición crónica a plaguicidas y detectaron que los trabajadores rurales que estuvieron expuestos por varios años a esas sustancias tienen niveles aumentados de daño genético respecto de otras personas que no utilizan plaguicidas en el ámbito laboral. El estudio tiene una importante relevancia y fue publicado por una prestigiosa revista científica de la UNAM (leé el paper completo acá ).

El estudio se hizo en dos etapas: primero a través de una encuesta de profundidad donde se relevaron datos de usos y costumbres en la aplicación de esos productos. Allí se confirmó que el acceso a químicos es indiscriminado e incluso aún se usan plaguicidas prohibidos o de uso restringido. Luego, a un grupo de 20 de ellos, voluntarios para este estudio, se le tomaron muestras de células epiteliales para analizar en laboratorio. "Estudiamos en Maipú el riesgo de toxicidad crónica en trabajadores rurales que por años aplican plaguicidas. En muchos casos usan una combinación de ellos, que son 4 o 6 productos por año. Se relevaron a 100 trabajadores rurales. Se les preguntó qué productos usaban, con qué frecuencia, cómo se protegían al aplicarlos. De ese relevamiento se recabó que hay 54 principios activos diferentes que son usados. Algunos de los químicos que se usan están prohibidos, como el metamidofos o el endosulfán, que está prohibido pero es citado todavía por algunos agricultores", explicó Nora Gorla, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de GenAR de la Universidad Juan Agustín Maza.

Para comparar los resultados, tomaron como "grupo control o de referencia" a 20 personas de de sexo y edad similar , pero que no habían estado expuestas a plaguicidas. "Se les tomó muestra del epitelio bucal, de la cara interna de la boca. Es un raspado que se hace en la cara interna de la mejilla y ahí se obtiene una buena cantidad de células y se puede ver el estado de esas células. Los resultados fueron importantes. Cada una tiene el material genético, que está en el núcleo de la células. Se analiza y uno puede ver el "estado de salud" de esa célula. Se puede saber si ese núcleo está saludable o si ha tenido alteraciones genéticas. Tenemos biomarcadores que nos pueden alertar si hubo daño en ese material genético", explicó la científica. "Lo normal es que hubiera un núcleo solamente. Sin embargo existen micronúcleos, que es material que ha sufrido daño y no se puede incorporar en el núcleo principal y queda como material extra. Las burbujas o brotes que se observan en algunos núcleos tampoco son normales. Se estudia en el microscopio la "salud" de las células. En el caso que estudiamos se ha duplicado o triplicado el nivel basal de daño en las personas expuestas a plaguicidas respecto del grupo humano de referencia", aseguró.

Los resultados individuales y grupales fueron entregados por escrito a cada participante junto a una cartilla informativa de las medidas de seguridad que deben tomar al manipular estos productos, contempladas en la Buenas Prácticas Agrícolas.

Las conclusiones presentadas en el "paper" de la investigación son importantes: "La frecuencia de micronúcleos en el grupo expuesto crónicamente a plaguicidas fue ocho veces mayor respecto al GR (las personas no expuestas), además se observaron aproximadamente cinco veces más brotes nucleares y el doble de células binucleadas. Este último parámetro indica un efecto de alteración en la cariocinesis, sumado al daño genético evidenciado con los demás parámetros", explica el texto.

Los científicos explican que muchas enfermedades son producto de la acumulación de daño genético. "Si el material genético se daña hablamos de mutaciones, de cambios que pueden ser heredables o no. Importa ver si la población está en edad reproductiva o no. Esas células pueden trasmitirse o generar problemas en las mismas personas. La peor de las situaciones sería favorecer el desarrollo canceroso. El cáncer es el producto de acumulación de daño en el material genético. Esto hay que manejarlo con mucho cuidado, no es una situación de blanco o negro. Es aumentar el nivel de daño genético. Se acumula el daño según la cantidad de exposición. Un adulto tiene un nivel de daño mayor que un niño por el tiempo de vida transcurrido. Lo que hemos evaluado no se puede decir que es 100 por ciento culpa de los plaguicidas", agregó Nora Gorla.

Los datos sobre las consecuencias del mal uso de plaguicidas surgió inicialmente de una fuente extraña: en el informe presentado ante el Congreso por el jefe de Gabinete Marcos Peña figura el ranking de personas intoxicadas por el mal uso de esos químicos. Mendoza está a la cabeza de esa lista con 127 casos. Sin embargo es un subregistro de la realidad y que solo tiene en cuenta los casos de intoxicación aguda. "Ese dato no es correcto porque son muchos más casos. Nosotros recibimos cerca de 300 consultas mensuales, pero son por intoxicación aguda. El tema es la afectación silenciosa que hay por la exposición crónica", explicó a MDZ Sergio Saracco, director de toxicología e investigador. Saracco asegura que muchos problemas de salud tienen origen en esa exposición y que por eso han recibido derivaciones de centros de salud de zonas rurales como Corralitos, Puente de Hierro y Beltrán. "No son inocuos para la salud. Fueron creados para hacer daño y una de las consecuencias es el daño neurológico", agrega Nora Gorla.

El uso de plaguicidas tiene mucho de folklore en el campo mendocino, a pesar de que se trata de la manipulación de sustancias tóxicas.

Así, por ejemplo, los compran sin ninguna prescripción y se designan en la mayoría de los casos por el número, por el uso genérico (como matayuyos) y según "usos y costumbres". "Hay que echarle matayuyos para mantener limpio. Después se pone veneno para los bichos. Hay que usar protección. Guantes y barbijo. Pero hay muchos que no los usan. El riesgo es todo del productor, y después el intermediario se lleva la mayor parte de lo que se junta", explica Luisa Gil, que trabaja en las chacras de Maipú desde 1981 en su chacra al costado de la ruta provincial 2.

El 20% de los trabajadores rurales no usa ningún método de protección para evitar contaminarse y todos tienen algún grado de desprotección. Incluso el pañuelo en la boca es uno de los métodos folklóricos más usados.

El glifosato y los productos prohibidos que se usan

Entre los datos relevantes que surgieron de la investigación del GENAR está cuál es el herbicida más usado. Y allí hubo una sorpresa porqu es el glifosato, un herbicida creado para el desarrollo de la soja transgénica y que tiene como particularidad "matar toda vida vegetal".

Pero además se mencionaron otros productos, varios de ellos prohibidos. "De un total de 12 plaguicidas mencionados por los trabajadores, los insecticidas fueron los más citados (55.83 %), seguido por los herbicidas (30.54 %) y los fungicidas(13.63 %). Los plaguicidas que los participantes refirieron usar en los últimos dos años fueron: metidatión (nombrado 31% de veces), glifosato (25 %), metoxifenocida (11 %) y en menor proporción (5 % o menos cada uno) imidacloprid, carbosulfán, carbofurán, endosulfán, avemectina, captan, mancozeb", detalla el estudio.

El metidatión, el más usado,  es un organofosforado que pertenece al grupo Ib (altamente peligroso) en la clasificación toxicológica de la Organización Mundial de la Salud.

Además del estudio enfocado en los alimentos vegetales, sumaron el análisis en el ganado bovino,es decir que productos químicos se utilizan en la producción bovina de carne en Mendoza. Al cruzar los datos descubrieron que los consumidores de alimentos pueden estar absorbiendo algunas de estas sustancias por varias vías. "La misma encuesta que se hizo para recabar información se hizo para productores de carne. Le preguntamos qué medicamentos se usan, cada cuánto tiempo. Resultó que lo que más usan son insecticidas. Se llaman antiparasitarios, pero son insecticidas. Tienen los mismos principios activos. Cruzamos los datos y hay dos compuestos que se comparten: clorpirifos y cipermetrina, que son utilizados para la producción de carne y para la producción de frutas y verduras, en nuestro medio. Tenemos riesgo que nos entren residuos de estos compuestos por más de una vía. Carnes, frutas y verduras...Casi todos los insecticidas caseros que usamos tienen permetrina, un piretroide (al igual que la citada cipermetrina), entonces se agrega otra vía más de incorporación de estas sustancias a nuestra vida diaria. No es que hay de dejar de usar, pero ser conscientes y hacer un uso cauteloso y cuidado de los mismos", explicó Nora Gorla.

Todo el equipo de la UMaza y el CONICET avanza con la investigación de los efectos de los agroquímicos en otras especies con la idea de detectar riesgos de manera temprana. Es decir, analizan si el uso de sustancias afecta al ecosistema en especies silvestres, sobre todo por el avance de los cultivos y la urbanización.

El acceso a los químicos es sencillo porque no se cumple la ley. Incluso la aparición de productos prohibidos en algunos de los estudios indica que se siguen comercializando.

Las consecuencias para la salud del uso de esos productos son difíciles de medir. Pero como explica desde el título la científica Rachel Carson, sus efectos existen y son silenciosos.


https://www.mdzol.com/nota/788395-agroquimicos-las-consecuencias-del-uso-sin-control/

 

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