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georges almendras100x116Carta abierta del sacerdote chileno Mariano Puga Concha, defensor de los DDHH

Por Jean Georges Almendras-5 de noviembre de 2019

El sacerdote Mariano Puga Concha, redactó una carta que fue publicada originalmente -y recientemente- en el sitio del Comité de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos de La Legua. Una carta de un sacerdote de 88 años.

¿Y quién es Mariano Puga Concha? Es un sacerdote diocesano, conocido por todos en Chile, como un “cura obrero”, que además es párroco de La Legua, creador de la Parroquia Universitaria y un acérrimo defensor de los Derechos Humanos durante la dictadura militar pinochetista. Y hoy por hoy, con su carta, de hecho resurge como un activista muy comprometido con la defensa de las libertades y de los derechos de los ciudadanos chilenos, precisamente cuando en Chile se viven horas y días dramáticos, porque el pueblo despertó.

El sacerdote Mariano Puga Concha, en tiempos de la dictadura de Pinochet, ya tenía en su haber una experiencia de convivencia con el pueblo. Al finalizar el año 1972 abandonó el Seminario para trasladarse a Chuquicamata, donde trabajó como cura obrero en empresas sub contratistas, oportunidad en que fue testigo directo de la explotación laboral. Por aquellos días su extrema fidelidad a la doctrina del Evangelio y su firme adhesión al Movimiento Cristianos para el Socialismo generó controversia y determinó su salida de la Parroquia y del Seminario por instrucción del Cardenal Raúl Silva Henríquez. Al año siguiente, producido el golpe de Estado, cuando acudió a prestar asistencia espiritual a los detenidos en el Estadio Nacional fue violentamente rechazado por los militares que tenían tomado el escenario deportivo, convertido en prisión y centro de torturas. El sacerdote, que sabía perfectamente el oficio de albañil y pintor, trabajó en una fábrica de casas de Villa Francia, comuna de la Estación Central de Santiago. En junio de 1974 fue capturado por la represión mientras trabajaba y fue conducido a Villa Grimaldi y a Tres Álamos, donde fue torturado y esa detención fue de las más dramáticas de las siete que sufrió en los días del terrorismo de Estado. A mediados de los 80 tuvo audiencia con el general Augusto Pinochet a quien le enrostró la situación de los Derechos Humanos. Obviamente, al religioso, los efectos de esa actitud de increpar a la cabeza de la dictadura no le fueron favorables. De ahí en más, y desde el año 1987, y por doce años, trabajó en Pudahuel hasta que se integró a la Comuna La Legua, donde llevó adelante una intensa actividad de lucha social. En ese marco, en el año 2016, asistió a la misa donde 10 prisioneros de la cárcel de Punta Peuco pidieron simbólicamente perdón por crímenes cometidos durante la dictadura. Luego de recibir fuertes críticas por tomar parte en esta actividad Mariano Puga dijo: “no puede haber perdón si no hay reparación, aporte a la justicia y aporte de la información que ellos manejan y no han planteado a los Tribunales”. En el año 2019 el sacerdote abandona Villa Francia y viaja al Encuentro Mundial por la Fraternidad en Filipinas; de regreso a Chile y hasta nuestros días recibe un tratamiento, ya que padece cáncer linfático.

En ese contexto de enriquecedora vida humana, espiritual y militante en favor de los derechos humanos, escribió una carta en la que dijo literalmente: “Este pueblo tiene el derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido”.

La carta es la siguiente: “Despierto en la mañana y lo primero que me encuentro es con la parálisis política que da cuenta de falta de liderazgo. Discursos repetitivos, sin creatividad y estúpidos. Somos dictadura y prisioneros de Pinochet, prisioneros de nosotros mismos, de nuestras propias prisiones, de nuestros propios odios (…) Ni los pacos ni los milicos son nuestros enemigos. Los que mandan a la calle son, en su gran mayoría, gallos que han nacido en el seno del mundo popular que muchas veces no encontraron alternativa alguna para sobrevivir (…) Este pueblo tiene el derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido. Habrá que preguntarse: ¿¡Qué cariño les hemos tenido, qué hogar les hemos brindado!? ¿Qué amor les hemos dado? ¿Qué he hecho yo por afectar para mejor sus vidas? .Y la Iglesia apenas musita declaraciones, la iglesia ha sido cómplice del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo. Dándole vuelta a estas cosas y escuchando el horrible discurso de Piñera, asumo que no entiende nada, ¡pobre hombre! me acordé de Luis XVI cuando le van a decir en la noche del 14 de julio que el pueblo se ha parapetado en La Bastilla y que no saldrá de ahí sino con la fuerza de las armas y él dice “Ah, ¿no se quieren ir? que se queden entonces”. Piñera no entiende lo que está detrás del clamor de la gente, él y muchos como él, no pueden entender el despertar del pueblo. No entiende que las leyes que sostienen el sistema social, de salud, de trabajo, de previsión, es excluyente, egoísta, inhumano. Y él no lo entiende porque él es uno de la tribu privilegiada del sistema. Nunca lo entenderá, hasta que no se convierta a Jesucristo. La revolución no se hace con los poderosos, sino con aquellos que hacen suya la causa de los sin poder y ésos nos faltan hoy. No veo cómo este sistema los va a producir, más bien al revés, el sistema toma a los sin poder y los transforma en los adoradores del modelo de consumo”.

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“Y la Iglesia apenas musita declaraciones, la iglesia ha sido cómplice del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo, le hemos dañado y mentido y ahora estamos en exilio en nuestra propia tierra, encerrados y exiliados en nuestra propia iglesia. Como decía Violeta ¿Qué dirá el Santo Padre? El proyecto no era de los hombres, era de Dios. La iglesia no es capaz de estar en sintonía con las demandas del pueblo porque dejó de ser pueblo, no entendemos a la gente ni a Jesús, más bien lo sacrificamos, lo destruimos, lo deshumanizamos, lo pisoteamos y lo transformamos en un rito de muertos, de misas convencionales, de ritos justificadores”.

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“Qué soledad más increíble me embarga. Esta soledad no se soluciona ni con ansiolíticos, es la soledad de Jesús que grita “Padre por qué me has abandonado” es la soledad de los discípulos que también lo van a abandonar. Hoy leí “el llamado de Jesús” ese que dice comparte lo que tienes y parte a la misión. Qué miedo más grande, perderlo todo, perderme yo para que otros vivan. Nos cuesta tanto compartir (…) Y me vuelvo a mí y me pregunto qué significa darme por entero. Anda Mariano, me dice Jesús, véndete, entrégate a los demás, sé mi colaborador, aunque nadie te entienda, aunque ni Dios sienta que está contigo, no me atrevo si quiera pedirte algo Señor, pero yo sé que todos vamos a pasar por ahí. En esto, empecé a ponerme creativo y entonces si pudiera estar ahí entre la gente que está levantando su voz y poniendo el cuerpo, levantaría una tarima en plaza Italia, agarraría a todos los acordeonistas y guitarristas e invitaría a bailar a la gente, a hacer de esa plaza un gran centro de baile en donde cada una y uno pueda mirar pal’ lado e invitar a otros que nunca han cantado, que nunca ha reído”.

"¿A quién invitarías a bailar tú? A mí me gustaría sacar a los paralíticos, a los ciegos, a los cabros volaos o alcoholizados, a los esquizofrénicos, a los negados en su condición u opción de vida, a los postergados y olvidados, a los que deben taparse la cara para contribuir con su cuota de violencia. Me gustaría invitarles a ellas y a ellos. Están tan cerca de nosotros y los despreciamos y nunca nadie les ha preguntado el por qué de su vida o quiénes son. Transformaríamos la plaza en una fiesta donde nos tomaríamos de la mano con los que son pisoteados y haríamos de Chile, al menos por un rato, un baile chilote”

“Quiero olvidarme de mí, de mi comida y de mis prioridades, de mis gustos y pertenencias, quiero olvidarme de mi yo. Solo para que el otro pueda tener lo que le hace feliz, tener lo que no tiene. Olvidarme de la imagen, de la falsa imagen de Jesús y poder producir lo que él dice: “el que come y bebe conmigo es un hombre y mujer nuevo”. Estoy seguro de que la vida en Jesús sana, renueva, libera y que él no quiere ni necesita beatas ni beatos”.

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“Eso es posible porque Dios nos hizo para ser felices. Desde la casucha en que vivió, desde el lado de los que sufren gritó: felices lo pobres porque de ellos es la tierra nueva, felices lo que lloran porque serán consolados, felices los hambrientos de justicia porque van a ser saciados, los que son perseguidos por causa del bien, los que luchan renunciando al triunfo, felices los limpios de corazón, los que nunca se dejan comprar, los que no tienen vergüenza de sus acciones porque no buscan figurar, sino que buscan la risa de los que no ríen. Me pregunto: ¿Qué puedo dar yo? La única felicidad que puedo dar, después de haber sido odiado y amado, es servir hasta dar la vida por los demás, dar mi felicidad de ser calumniado, malinterpretado, perder la imagen, ser torturado y negado, pero a esta altura puedo decir que he ganado la posibilidad de amar, de sentirme hermano de los humillados, de los que no son amados, ni escuchados”.

“Estoy seguro de que ante esta pregunta de qué puedo dar yo, la respuesta de las personas sería lindísima, mucho más fuerte que todas las estupideces que nuestra máxima autoridad y su sequito está dando porque somos seres humanos, porque nos han quitado todo, menos la humanidad, que es un don de Dios y nadie puede quitar lo que Dios nos dio, ni el peor de los dictadores puede quitar esa condición. Ese Dios es más fuerte que el ídolo que nos transforma en explotadores, en homofóbicos, en consumistas. Ese Dios es más fuerte que todas nuestras resistencias”.

“¿Qué está pasando con los líderes nuestros? ¿Dónde están? ¿Dónde está el arte? (…) ¿Quién se hace voz de las esperanzas de la calle, qué cresta pasa con los artistas de lo nuevo? Cántennos, grítennos, enséñennos a soñar, sin ustedes no somos capaces, sin los otros y otras de este mundo, no somos capaces.”

“Ese Dios lo entienden los simples. Yo te alabo Padre porque te revelas a los pequeños, a los considerados como nada. Sí Padre, yo te alabo porque te diste a la maravilla de tu hermano, tú que dijiste: haz con tu hermano lo que te gustaría que hicieran contigo, y lo haces porque crees que el Dios de los cristianos y el Dios de todas las religiones es pobre, un Dios sin poder, no milagroso, que se hizo último entre los últimos, asesinado, martirizado, como un inocente abandonado, como un “ejecutado político”. Ése es nuestro Dios, el que resucitó y proyectó un modelo de una humanidad nueva, para todas y todos. Ese espíritu que lo animó a él es el que también anima a cada ser humano, ese espíritu es el que habla a través del profeta y es el que está diciendo que organizándonos nosotros, ayudándonos nosotros, podremos ayudarnos de él para salir de nuestras frustraciones, miedos, odios, decepciones, afanes de poder, ídolos. Voy a poner ese espíritu en ustedes y ustedes vivirán, y volverán a su tierra y la cultivarán para germinar en una sociedad nueva más linda que la de Allende, porque pasearan por las grandes alamedas de la humanidad entera y ahí nos daremos cuenta de que en el fondo, cada una y uno de estos seres humanos, los que tocan las ollas, los que rompen el Metro, los que silenciosamente buscan, arriesgan, dan la vida por un mundo distinto, todas y todos tenemos algo de Dios; de soñadores, constructores de equívocos y sueños, capaces de bailar, cantar, crear, construir belleza, colocando canto–teatro–vida, amor”.

“¿Qué está pasando con los líderes nuestros? ¿Dónde están? ¿Dónde está el arte? (…) ¿Quién se hace voz de las esperanzas de la calle, qué cresta pasa con los artistas de lo nuevo? Cántennos, grítennos, enséñennos a soñar, sin ustedes no somos capaces, sin los otros y otras de este mundo, no somos capaces”.

“Es el grito que recorre desde Yemen, el pueblo kurdo hasta La Araucanía, metiéndose hasta las entrañas amazónicas indígenas. Ellos que nos enseñan que todos somos responsables de la casa común, hijos de la tierra, del agua y del sol, que protegen su entorno y que se deben a su gracia. Danos la sabiduría de Salomón, Señor, para escuchar a los últimos de nuestra sociedad, a las víctimas de la sociedad de mercado, responsables también de la destrucción de la casa común. Los hermanos indígenas nos enseñan el cuidado delicado de la creación. Nosotros que nos decimos cristianos no sabemos escuchar el gemido de Jesús que viene de la naturaleza, del agua y de la tierra”.

“Quiero pedir a María, a María de Nazaret: tú que pariste al Dios de los sin poder, que descubriste al Dios de los débiles y no de los ricos, sé tú la madre de esta nueva humanidad (…)”

"¡El despertar no tiene que morir nunca más! hasta que volvamos a ser seres humanos. “Yo te voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y te voy a llevar a la tierra que te pertenece”, dice Exequiel (…) Recordemos la memoria subversiva de Jesús de Nazaret y no olvidemos que lo que le llevó a ser rechazado fueron sus gestos de amor y ternura, de opción radical entre y para los pobres de la tierra, el anuncio de la buena nueva, del Evangelio, pagado con su propia vida."

“Algo nuevo está naciendo, con los pobres va creciendo, nuestro Dios se hizo pueblo”, cantábamos en nuestros Vía Crucis. REINVENTÉMOSLA HOY, ARRIESGÁNDONOS HASTA EL PELLEJO”.

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Son numerosos los testimonios que destacan que la frontalidad del sacerdote es una de sus principales características. También destacaron su constante apoyo a las comunidades mapuches y que no hay misa en la que no deje de nombrar a Camilo Catrillanca (una víctima del aparato represivo que persigue a los pueblos originarios).

El sacerdote Mariano Puga Concha, que no se cansa de repetir que “la economía de mercado mata y excluye” como lo ha señalado en su carta, una vez dirigiéndose a los jóvenes expresó:“Salgan a la calle y hagan lío, para una sociedad más dura, fraterna y compasiva”.

Cuentan que en el mes de diciembre del pasado 2018, cuando el sacerdote se despedía de los pobladores para emprender el viaje a Filipinas, al ver que todos lloraban, tomó el micrófono y dijo: “No sigamos llorando, ni desesperando, ni copuchando, sino comprometiéndonos y luchando. Así Jesús regala la liberación”.

A su regreso a Chile, y hasta hoy, se encuentra bajo tratamiento médico. A meses de su regreso a Chile vive también el despertar y las movilizaciones, y escribe una carta de elevadísimo significado: ético, espiritual y humano.

Una carta militante muy oportuna. Y bien frontal. Como es él. Y como ahora es el pueblo chileno: frontal y en resistencia.

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*Foto de Portada: www.iglesia.cl 

*Foto 2: www.elmostrador.cl 

*Foto 3: www.eluniversal.cl 

*Foto 4: www.latercera.com 

*Foto 5: www.efe.com 

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