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claudio rojas clPor Claudio Rojas desde Chile-12 de abril de 2020

La lectura soberbia que hicieron las élites empresariales, políticas y los grupos más acomodados del país durante y post estallido social del 18 de octubre de 2019, fue que eran inmunes a las demandas sociales de la mayoría del país, ya que sus fortunas, negocios y familias estaban protegidos por sus barrios donde habitan y tienen sus oficinas desde donde direccionan a Chile.

A los que los habitan les cuesta aceptar que sus casas, negocios, colegios, universidades y las calles por las que caminan ellos, sus hijos y familias, hoy estén amenazados de contagio por el tejido de servicios que les sirve, sostenido por una clase media en condición de precariedad y por pobres que viven y que se movilizan a diario hasta allí desde el resto de la ciudad, que (casi en su totalidad) ignoran si se encuentran contagiados de coronavirus, por la precariedad de la salud a la que tienen acceso.

El mismo estallido social puso al desnudo que el transporte público utilizado por las mayorías los hacinaba en forma brutal (un alza de 30 pesos fue el que originó el despertar social por las décadas de abuso). Hoy, el coronavirus deja al desnudo que el Metro y buses del Transantiago son una fuente masiva de contagio del coronavirus para los cientos de miles que se trasladan a los barrios acomodados donde van a prestar servicios diversos: empleados de supermercados, bancos y servicios financieros, personal administrativo y de servicios en Clínicas y consultas de salud privada, prestación de servicios en establecimientos educacionales (colegios, jardines y universidades) , personal administrativo en municipios y oficinas de los servicios públicos, construcción, servicios de quehaceres de casa y de aseo en oficinas, jardinería, conserjes, guardias de condominio y edificios , recolectores de basura, etc., etc.

Las Condes, Lo Barnechea, Vitacura y Providencia, con 600 mil habitantes, pero con una población flotante, el doble o el triple de la misma, concentró la toma de los primeros 5 mil test hechos en el país -durante las primeras tres semanas de marzo- los que arrojaron más de 1.300 contagiados a ese momento. Si lo anterior le ocurrió a los que habitan los cuatro barrios más acomodados de Chile es de imaginar la situación que enfrenta el resto de Santiago y el país.

El Colegio Médico y distintos colectivos de científicos habían sido incansables en advertir al gobierno que la capacidad de respuesta de nuestro sistema de salud al coronavirus es tan pobre que colapsará casi inmediatamente contagiara a los primeros. Lo anterior obligaba a Piñera-Mañalich echar andar un sistema de inteligencia de datos que estuviera a la altura de país desarrollado para responder con eficacia el monitoreo de los contagiados, su tratamiento y recuperación, así como tener mejores respuestas de distanciamiento social de los territorios con mayor riesgo.

Aislar con un perímetro militar solo a los barrios más acomodados después de que estos presentaran la mayor tasa de contagio y se dejara de lado el que éstos convivieron durante tres semanas con una población el doble o triple de ella, que se traslada hasta allí por trabajo desde el resto de las comunas de Santiago, la realidad lo abortará como una estrategia fallida, ya que el coronavirus se encargará por igual plazo de incubar entre los que se encuentren por fuera del perímetro, para más temprano que tarde volver a contagiar con más fuerza a los barrios más acomodados una y otra vez durante los próximos meses, ya que la decisión de Piñera-Mañalich actúa en contrario a lo realizado por los países que están saliendo airosos de la pandemia. El distanciamiento social ha probado su eficacia cuando se han aislado ciudades completas y no barrios.

Todo hace suponer que Piñera ha aprovechado el coronavirus para desplegar la tropa de las FFAA con el objetivo de imponer el control social que no pudo hacer prosperar durante el estallido social. De esta manera mientras él cogobierna con las élites empresariales, blinda a las anteriores de los más pobres y la clase media que serán las víctimas de sus decisiones tardías, de la pérdida masiva de empleos y de un sistema de salud sin capacidad de respuesta, si estos pretenden intentar un nuevo estallido social más profundo que el del 18 de octubre, ya que asume que el país está ocupado por las Fuerzas Armadas.

A menos de un mes del primer caso de coronavirus, el país está tomando conciencia que los líderes ideológicos del Estado subsidiario, autores del desmantelamiento del Estado a favor del mercado, están probando que la capacidad de respuesta sanitaria del país es nula y lo mismo ocurre con la desprotección económica y de la calidad de vida de los ciudadanos para sobrevivir a una parálisis temporal de la economía. Al final de la crisis las clases medias y pobres estarán más abrumadas por las deudas y más precarizadas.

Mientras los más ricos intentaran sacar ventaja de la crisis para que la disminución de las utilidades de sus Holding (grandes empresas y Pymes parte de sus conglomerados empresariales) las paguen todos los chilenos.

El coronavirus nos está mostrando que los países detrás de Estados y de políticas públicas robustas en salud, empleo y previsión, es donde sus ciudadanos están mejor protegidos.

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*Foto de Portada: www.lavanguardiainternacional.com  /AFP

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