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09defiende17 Mayo 2018

Jessica Nevo es israelí, judía y activista en favor de los derechos de los palestinos. Nació en Argentina, pero inmigró a Israel siendo niña durante la dictadura que vivía su país. Esa vivencia marcó su carrera profesional, que ha girado en torno a los derechos de los palestinos, las mujeres y los migrantes en su país.

Se encuentra en la ONU participando en el Comité para el Ejercicio de los Derechos Inalienables del Pueblo Palestino. El evento conmemora el aniversario de la guerra de 1948, la creación de Israel y el desarraigo y desplazamiento masivo de palestinos, conocido como la Nakba (catástrofe). Nevo criticó durante su intervención la fragmentación del análisis del problema. Cree que no hay que mirar la historia de “forma fragmentada”, sino “más humana”. “Cualquier acuerdo que no tome en consideración el problema de los refugiados va a fracasar”, asegura.

¿Cómo se vivieron en Israel las protestas de los palestinos en Gaza?

Fuera de los activistas, la gente comprometida con los derechos humanos, la izquierda más radical, la sociedad israelí está completamente desconectada y lo vive con indiferencia.

La demostración más cruel ocurrió el 14 de mayo, cuando fueron las manifestaciones y murieron 60 personas por los disparos. La sociedad israelí salió a la noche a festejar que Israel ganó Eurovisión. Es un proceso de deshumanización. Solo se puede comprender que mataran a tantas personas y la gente saliera a festejar si no los ven como humanos, pero 60 palestinos, son otros 60 palestinos terroristas manejados por Hamás. Ahí se dice que Hamás obliga a poner a las mujeres y los niños delante. No entienden por qué los palestinos están ahí desde hace seis semanas y por qué lo llaman la Marcha del Retorno. Que el 80 % de la gente que vive en Gaza son refugiados de la Nakba, que fueron expulsados de Israel, es un tipo de conexión que la mayoría de la sociedad no quiere hacer.

¿Esto se puede remediar? ¿O es demasiado tarde?

Si no tuviera un poco de optimismo, no estaría en las Naciones Unidas, en esta conferencia, que marca los 70 años del año 48 para hablar sobre posibilidades de paz.

El modelo de justicia que he estado investigando, la justicia transicional, de alguna manera da esperanza, porque en lugares tan difíciles como Sudáfrica, Irlanda del Norte o en dictaduras como la de Argentina, se han hecho procesos. Como judía e israelí, trabajo por un cambio de conciencia de la sociedad israelí. Hasta que no haya presión desde abajo, no va a haber un cambio. Pasaron muchos años, es muy tarde, pero no demasiado tarde.

¿Qué fuerza tiene la voz de judíos israelíes como usted que son críticos con el Gobierno? ¿Se escucha o es muy minoritaria?

Es muy minoritaria, pero vemos que hacemos un buen trabajo, porque nos están tratando de hacer callar. En las organizaciones con las que yo estoy conectada, Mujeres por la Paz y Zochrot, organizaciones de judíos israelíes que educan sobre el tema de la Nakba, cada vez que preparamos una conferencia o un acto público y alquilamos un lugar, amenazan a estos lugares con que les van a cortar el dinero público que reciben y muchos se echan atrás y no nos dejan celebrar el evento. Estamos tocando un nervio y diciendo que la forma en la que vivimos no se puede llamar democracia, porque se silencia a la gente.

¿Hay todavía un deseo de paz entre la población israelí?

Algunos estudios dicen que más del 50 por ciento de la gente quiere que haya paz. La gente quiere levantarse, ir al trabajo, cuidar de sus hijos. La gente quiere paz, pero cuando pertenecemos al grupo que tiene el poder, vamos a tener que renunciar a parte de los privilegios que tenemos. No se puede decir solo queremos la paz. El primer ministro de Israel también lo dice todo el tiempo, pero no es suficiente.

¿Cuáles serían esos privilegios a los que habría que renunciar?

Un privilegio es el derecho al retorno. Hacerlo igualitario.  Hacer que cualquier descendiente de judío y cualquier palestino que fue expulsado en la Nakba puedan volver. En este momento solo los judíos tenemos este privilegio.

Además, hay que ver quiénes y de qué forma se benefician de la ocupación. Hay empresas que construyen los puntos de control y las murallas; hay una privatización de la ocupación; hay gente que pone sus fábricas en los territorios ocupados porque no hay que pagar impuestos. Israel es uno de los primeros vendedores de armas. Hay mucha gente que gana dinero con la ocupación. Y hasta que la gente no esté dispuesta a dejar de ganar este dinero no se va a poder romper esta estructura.

¿Todavía cree en la solución de los dos Estados? El Secretario General de la ONU ha repetido que no hay un plan B, que es la única solución posible.

Estamos pagando las consecuencias de la partición de los dos Estados hasta hoy. Hay que mirar a la realidad con ojos abiertos y preguntarle a la gente que vive ahí. Es difícil estar en Nueva York en un edificio y votar por la partición y decir que no hay un plan B. Hay mucha gente de la sociedad civil, israelíes y palestinos que están haciendo un plan B, C y D. Están diciendo que esto no puede volver atrás. No va a haber dos Estados. La tierra no se puede dividir, la gente no quiere. La partición, los dos Estados no se sostiene.  Hay un grupo de israelíes y palestinos que están pensando en un modelo que se llama “una patria y dos Estados”. Tener todo el territorio abierto, sin fronteras, ni murallas, ni cercos.   Y habría dos parlamentos, un israelí y un palestino. Hay muchas posibilidades que pueden surgir. Es una lástima seguir invirtiendo recursos, energía y conferencias en la solución de los dos Estados. Me gustaría saber que va a funcionar, pero la mayoría creemos que no.

https://news.un.org/es/interview/2018/05/1433972

 

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