DENUNCIAN SUPUESTA EXPLOTACIÓN DE CAMPESINOS PERUANOS EN MONTAÑAS DE EE.UU.
Miércoles, 14 de septiembre de 2011   BBC Megan Verlee
Reportera del programa "PRI´s The World"
Los jefes tienen la obligación de vigilar y estar al tanto de las condiciones de vida de sus empleados.
El ganadero Kip Farmer viaja en su camión por caminos de tierra en las montañas del oeste de Colorado. Aquí creció atendiendo los rebaños de su familia, viviendo durante semanas en tiendas de campaña y viejos remolques en el campo. Él es uno de los pocos estadounidenses con experiencia en este trabajo.

"Son siete días a la semana, 24 horas al día", explica Farmer. "Ninguno de los habitantes de la zona está interesado en invertir esa cantidad de tiempo, ni en estar atado todos los días a un oficio que los mantenga lejos de su familia y amigos".
Por esa razón, Farmer emplea a casi una docena de pastores de ovejas provenientes de Perú, a los que emplea con visas de trabajo temporal.
A medida que descendemos por una empinada colina, Farmer se encuentra con uno de sus hombres y se detiene para decirle que -en su remolque- dejó una jaula con cachorros Border Collie, para que lo ayuden a cuidar del rebaño.
El gobierno federal de Estados Unidos requiere que Farmer provea a sus empleados con remolques y alimentos, y que además les pague un salario mínimo de US$750 al mes. Como hoy es día de pago, hay una pila de sobres blancos descansando en la consola central de su camión.
"Nos gustaría que existiese una agencia o una entidad que vigilara las firmas de estos contratos, para tener la certeza de que los trabajadores entienden en lo que se está metiendo antes de venir aquí"
Thomas Acker, activista
"Probablemente envíe cuatro o cinco pagos a Perú a través de Western Union cuando regrese hoy a la ciudad", dice. "En general, aquellos que tienen familia envían de $500 a $600 mensuales a su casa".
Sin dificultad
La mayoría de los pastores que trabajan con Farmer han estado con él durante años, por esa razón es sencillo convencerles de que renueven su visa cada tres años.
"Nuestros empleados ganan mucho más dinero con nosotros que lo que podrían hacer en su país de origen. Están llevando recursos de vuelta que no tendrían de otra manera", asegura.
Durante años, sin embargo, activistas de derechos de los inmigrantes han argumentado que las condiciones de vida que los trabajadores toleran no se justifican por el dinero que les pagan. Ellos aseguran que algunos ganaderos se aprovechan de sus empleados negándoles asistencia médica, realizando deducciones inapropiadas de sus salarios y convirtiendo un trabajo que ya es difícil, en algo mucho más solitario y aislado de lo que debe ser en realidad.

Los hacendados deben proveer a sus empleados con remolques y alimentos, además de pagar un salario mínimo de US$750 al mes.
El profesor de español, Thomas Acker, es uno de los que luchan porque los pastores tengan un salario más alto y una mayor supervisión de sus condiciones de trabajo.
"Esperamos que a estos hombres se les trate mucho peor de lo que se le trataría a cualquier empleado estadounidense", dice Acker. "Y la única razón por la que eso pasa es porque nadie lo está supervisando".
Acker no sólo quiere que el gobierno de los EE.UU. ejerza un mayor control sobre el bienestar de los pastores inmigrantes. Según él, sus propios países de origen no han sido lo suficientemente cuidadosos en procurar el buen trato a sus ciudadanos.
"Nos gustaría que existiese una agencia o una entidad que vigilara las firmas de estos contratos, para tener la certeza de que los trabajadores entienden en lo que se están metiendo antes de venir aquí".
Condiciones de trabajo
Guido Loayza Devescovi, el cónsul del Perú en Denver, explica que la embajada de un país extranjero no puede influir en la legislación local o en las condiciones de trabajo. Sin embargo, Loayza asegura que su oficina trata de vigilar el bienestar de sus compatriotas en el campo.
"Cuando vienen con el dueño del rancho a renovar el pasaporte o cualquier otro documento que necesiten, también les preguntamos cómo están siendo tratados, si están contentos con el trabajo, etc", explica Loayza.
Según él, ha tenido buena suerte al transmitir los problemas de los trabajadores a las asociaciones empresariales que se encargan de la mayoría de los visados. Sin embargo, aún se quedan muchos asuntos sin resolver.

Activistas aseguran que algunos ganaderos se aprovechan de sus empleados negándoles asistencia médica.
El profesor Thomas Acker pasa mucho tiempo conduciendo por el campo en Colorado para hablar con los trabajadores, con la ayuda de un expastor de ovejas chileno llamado Ignacio Alvarado.
Durante una tarde reciente, se encuentraron con un hombre que habían conocido anteriormente en el campo. Le ofrecieron un refresco frío y le dijeron que querían intercambiar algunas palabras con él. El trabajador no quiso dar su nombre porque tiene miedo a que su patrón se moleste si descubre que habló con la prensa. Sin embargo, le gustaría recibir la ayuda de Acker y Alvarado.
Al ser cuestionado acerca de su vida en el sector, el hombre aseguró no tener ningún tipo de seguro médico y que el ganadero para el que trabaja se muestra renuente a llevarlo al doctor cuando está enfermo o a escuchar sus quejas.
"Ayudamos a nuestro empleador", dice, "por eso creo que él debería cuidar de nosotros si nos enfermamos o si tenemos otros problemas".
La vida es dura en Estados Unidos, afirma, pero desde hace una década he solicitado visas para trabajar aquí por una razón: su familia y sus hijos.
Aunque su vida es muy dura aquí, este pastor cree estar proporcionándoles una vida mejor a sus seres queridos que esperan en casa. Para la industria de la ganadería, el hecho de que la mayoría de los trabajadores decidan renovar sus visas una y otra vez es prueba de que el sistema beneficia a ambas partes. Los defensores de los empleados, sin embargo, creen que el simple hecho de que estén mejor que en sus países de origen, no debe ser suficiente para Estados Unidos.