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06papachileFrancisco recibirá en mayo a los obispos del país sudamericano. Se espera que al menos seis sean removidos.

Decidido a superar los errores cometidos, el Papa se está reuniendo por separado en el Vaticano con las tres víctimas de los abusos sexuales que han causado la peor crisis en la historia de la Iglesia de Chile y comprometido el prestigio del obispo de Roma. Francisco los invitó a venir y alojarse en la casa de Santa Marta, el hotel interno en el que se aloja en forma permanente el pontífice.

El Papa argentino prepara medidas drásticas para afrontar la situación y ya puso en “estado de emergencia espiritual” a la Iglesia trasandina. Ha convocado en la tercera semana de mayo a los 34 obispos de la la Conferencia Episcopal, una decisión inédita en la historia del catolicismo moderno. Al menos seis obispos van a ser removidos. También se bambolean las testas de dos cardenales y del nuncio apostólico del Papa en Santiago, monseñor Ivo Scapolo. Habrá más: un plan con cambios en profundidad que harán nacer una nueva era para superar el encierro y la inmovilidad de una Iglesia que sufre un esclerótico conservadurismo y ha perdido millones de fieles. La chilena es actualmente la más desprestigiada de las iglesias latinoamericanas.

José Andrés Murillo, una de las tres víctimas, de 43 años, habló este viernes más de dos horas con Jorge Bergoglio, quien le pidió perdón por sus sufrimientos y por haber cometido “serios errores de valoración” debido sobre todo a la información falsa que recibió por parte de las autoridades de la Iglesia chilena.

“En un modo muy respetuoso y sincero le expresé al Santo Padre la importancia de comprender el abuso como abuso de poder”, dijo después Murillo en un tuit. Agregó también que se esforzó en explicarle “la necesidad de asumir la responsablilidad y no solo el perdón”.

Las víctimas piden acción y el castigo de los principales responsables del encubrimiento de los abusos que Fernando Karadima cometió con decenas de chicos y adolescentes. El tema ocupará seguramente una buena parte de la tercera entrevista, que suscita aún más expectativas, y que tendrá lugar este lunes, entre el Papa argentino y el periodista y escritor Juan Carlos Cruz, de 54 años, que reside en Estados Unidos.

Este sábado Jorge Bergoglio dialogó a solas durante largo rato con el cirujano gastroenterólogo James Hamilton Sanchez, de 54 años, considerado “el más severo e intransigente acusador de Karadima” Hamilton le pidió al Papa que haga justicia con los más grandes responsables de haber favorecido la impunidad de Karadima y sus cómplices directos.

Al respecto, Juan Carlos Cruz declaró hace unos días que “el cardenal Francisco Javier Errázuriz miente. Ahora trata de hacer creer que nos apoyó. Nunca lo hizo. El es uno de los que han mentido al Papa. Un hombre miserable. Se conoce su maldad. ¡No nos engaña!” El cardenal Errázuriz, de 84 años, ocupa un cargo de muy alto nivel en la Iglesia. Es miembro del Grupo de los Nueve purpurados de los cinco continentes que colaboran con el Papa en la vasta reforma de la Curia Romana, el órgano central de gobierno de la Iglesia, pero que también es consultado por Bergoglio como de los problemas generales del catolicismo mundial.

Errázuriz vive una posición muy difícil. Es cardenal emérito (quiere decir retirado) del arzobispado de Santiago de Chile. Fue él quien se ocupó del caso Karadima a partir de 2002, cuando llegaron las primeras denuncias de abusos sexuales. Hay multiples testimonios de que el cardenal Errázuriz ocultó y retardó todo lo que pudo, incluso intentando trasladar a Karadima a otra parroquia.

Fernando Karadima era uno de los más brillantes personajes de la Iglesia chilena. Muy vinculado al dictador Augusto Pinochet y a un vasto ambiente cercano a las poderosísimas derechas chilenas. En la parroquia El Bosque, en un barrio acomodado de Santiago, dirigía un nutrido grupo de sacerdotes en su formación espiritual y pastoral. Entre ellos se encontraba Juan Barros, hoy en el centro de los escándalos.

El Papa Francisco lo nombró en 2015 obispo de Osorno. La cerrada oposición de una parte de los fieles de esa ciudad del sur de Chile de 145 mil habitantes y de un amplio sector del catolicismo trasandino no hicieron cambiar a Bergoglio de opinión en favor del obispo tan cuestionado. Monseñor Barros estaba acusado por las víctimas, sobre todo por las tres que se encuentran ahora en el Vaticano, de estar junto a Karadima cuando cometía sus abusos sexuales. Barros dijo que nunca vio nada.

Pero además hay otros tres discípulos de Karadima que también veían y después se mostraron ciegos y desmemoriados. Los tres son obispos.

En 2009, tras muchas vueltas, el cardenal Errázuriz encaminó el proceso canónico contra monseñor Karadima a los organismos del Vaticano, después que debido a la prescripción de los delitos, la justicia chilena era impotente para condenarlo.

En 2011 el Vaticano condenó al padre Karadima a “una vida de silencio y penitencia”, reconociendo su culpabilidad. Pero no lo redujo al estado laical, que es la pena más dura que se debe aplicar en estos casos. Karadima vive hoy en un convento de monjas en Santiago y oficia misa, aunque le han prohibido que lo haga públicamente.

El cardenal Errázuriz sostiene que no informó al Papa del asunto, “porque no me corresponde tratar con él estos problemas”, un argumento absurdo dada la vecindad incluso de amistad del purpurado chileno con el pontifice argentino. Lo mismo dijo el actual arzobispo de Santiago, el cardenal Ricardo Ezzati, quien negó haber visto o sabido nada.

Otro gran culpable de haber dado información falsa al Papa ha sido el nuncio apostólico (embajador pontificio) en Chile, monseñor Ivo Scapolo. Las víctimas reclaman que los tres sean descabezados lo antes posible.

Francisco quedó seriamente enredado en esta trama que está haciendo época en la historia de la iglesia latinoamericana, porque aceptó las versiones fallutas de las autoridades eclesiásticas chilenas, del nuncio apostólico y del amigo cardenal Errázuriz.

Lo hizo con demasiado entusiasmo. En mayo de 2015, en la plaza de San Pedro, retó a un grupo de fieles de Osorno y quedó grabado en un video que tomó un feligrés argentino sin darse cuenta de la importancia que tenía el “momentum”. Los fieles chilenos dijeron a Bergoglio que la comunidad de Osorno sufría por el nombramiento de Barros. “Sufre por tonta”, respondió el Papa. Agregó que se dejaban llevar de la nariz “por los zurdos” que difundían calumanias.

El video fue naturalmente conocido en Chile y las protestas aumentaron. El viaje apostólico de Francisco a Chile en enero de este año, que se convirtió en la peor gira de su pontificado, hizo llegar al climax el escándalo. El obispo Barros se hizo presente en las ceremonias con el Papa, que lo abrazó y siguió defendiéndolo. Lo peor, con abiertas críticas a Bergoglio, culminó una hora antes que el Papa volara desde Iquique, en el norte chileno, a Lima, en Perú, en el final de la primera parte de su viaje sudamericano. En un encuentro informal con un periodista, el Papa argentino le dijo: “Yo quisiera que me presentaran una sola prueba”, contra el obispo Barros. “En caso contrario, sigo creyendo que se trata de calumnias. ¿Está claro?”.

Críticas y un pedido de investigación

Por fortuna divina y terrena, le salió al paso el cardenal Sean O’Malley, un sincero amigo de Bergoglio, arzobispo de Boston, que había vuelto a dar prestigio a la Iglesia en la gran arquidiócesis tras los escándalos que protagonizaron decenas de pedófilos y las coberturas que les dio durante años su predecesor, el cardenal Bernard Law.

Law se refugió en un cargo en el Vaticano para el que lo nombró Juan Pablo II, con la protección de la inmunidad diplomática, y evitó tener que responder, quizás con la cárcel, a la justicia norteamericana.

El cardenal O’Malley fue nombrado presidente de la Pontificia Comisión de Protección a los Menores por el Papa Francisco, que avanza con dificultades ante la muralla de la burocracia de la Curia.

O’Malley criticó abiertamente a Bergoglio por lo que dijo en Iquique antes de viajar a Perú y señaló que “causaba dolor entre las víctimas de los abusos”. ”No puedo explicarme sus palabras, que tienen el efecto de abandonar a las víctimas”.

La intervención de O’Malley surtió un efecto de iluminación instantánea. Bergoglio dijo en el avión que lo llevaba de vuelta a Roma que se había equivocado, que no se podían pedir pruebas sino evidencias a las víctimas. Unos días después envió a Chile a monseñor Charles Schicluna, obispo de Malta, el mayor experto de la Iglesia en la investigación de abusos sexuales del clero.

El informe de 2300 páginas con 66 entrevistas que le entregó un mes después Schicluna cambió toda la perspectiva de Bergoglio, que escribió una carta demoledora a la Iglesia chilena declarándola en “emergencia espiritual” y anunciando que los 34 obispos de Chile deben venir al Vaticano para encontrarse con el Papa en la tercera semana de mayo.

Jorge Bergoglio completó este saludable giro de 180 grados invitando a las tres victimas de Karadima que más se han jugado, para que lo visiten en el Vaticano, a fin de pedirles perdón y escucharlos “todo el tiempo que sea necesario”. En eso están.

https://www.clarin.com/mundo/reunirse-victimas-chilenas-abusos-sexuales-papa-prepara-medidas-drasticas_0_HJ4cxzz6f.html

 

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