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PUEBLOS ORIGINARIOS

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bannermafiaHISTORIAS DE LA MAFIA
Por Iñigo Domínguez
PUZZLE DE UNA GUERRA
En 1962 los capos de Palermo estaban muy ocupados torturando a un camarero del trasatlántico ‘Saturnia’. En la nave iba una partida de heroína de Egipto, pero al llegar a Estados Unidos no estaba todo. Así empezó un mal rollo que desembocó en la llamada primera guerra de Mafia.
El pobre camarero no sabía nada y las sospechas recayeron en el mafioso que le entregó la droga, Calcedonio Di Pisa. Fue interrogado por la Comisión y absuelto, aunque los hermanos La Barbera no se lo creían. Ahí quedó el mosqueo. Pero luego alguien se cargó a Di Pisa y se sospechó de ellos. Así empezaron a matarse unos y otros, en una espiral de venganzas que en realidad era una lucha de poder. De la heroína ya no se acordó nadie y de hecho nunca se supo qué pasó con ella. Fue una guerra en la que cada uno intentaba descifrar lo que ocurría, porque la dificultad para saber la verdad de la Mafia no es solo exterior, la tienen ellos mismos. Es como un puzzle sin fin.
Los La Barbera, constructores y nuevos ricos, chocaron con Salvatore Greco, capo de pedigrí apoyado por el emergente clan de los Corleoneses de Luciano Leggio y los futuros amos de Cosa Nostra, Totò Riina y Bernardo Provenzano. Por primera vez se vieron en las calles ametrallamientos y coches bomba, con Alfa Romeo Giulietta, firma de la casa. Hasta hubo una persecución con tiros en Milán que dejó herido a Angelo La Barbera. Arrestado, terminaron el trabajo en 1975: fue apuñalado en prisión. La paciencia en acabar lo empezado, encajar cada pieza, es una virtud mafiosa.
La guerra fue demasiado lejos en junio de 1963. Abandonaron un coche bomba por una rueda pinchada y murieron siete agentes al desactivarlo. Fue una conmoción nacional. Encarcelaron a 822 mafiosos y el resto huyó. La Mafia desapareció hasta que pasara el temporal. La ‘Commisione’, recién inventada, se disolvió. Lo que pasó luego es interesante para analizar los males de Italia. Se celebraron dos grandes procesos, fuera de Sicilia para evitar intimidaciones: en Catanzaro en1968 a117 mafiosos, y en Bari, en1969, a64, todo el clan de Corleone. Eran los primeros juicios de este tipo y asombra pensar que ya tenían allí a todos los capos que aterrorizarían el país durante cuatro décadas. Pues bien, se quedaron en nada. Antes del fallo, los jueces de Bari recibieron una carta de Palermo con faltas de ortografía y firmada con una cruz: «Están juzgando a honestos caballeros que los Carabinieri han denunciado por capricho. Queremos simplemente advertir que si un caballero de Corleone es condenado, saltaréis por los aires, seréis destruidos,

19vincenzo rimi

y también vuestras familias. Un proverbio siciliano dice: ‘Hombre avisado, medio salvado’. No os queda más que ser sensatos”. Lo fueron. Al margen de esto, lo cierto es que los jueces seguían sin ver tras esos criminales una misma estructura. Un vacío legal impedía perseguir la Mafia como organización, reforma esencial que solo llegó en 1982. La Mafia venía a ser una fantasía de los fiscales. El de ambos procesos, Cesare Terranova, uno de los pocos en hacer su trabajo en Sicilia en esos años, lo pagó con la vida en 1979. La guerra también sirvió para que en Roma se creara al fin una comisión parlamentaria sobre Mafia, un siglo después de la primera. Se fue empantanando y se tiraron trece años para un informe final que, al menos, era una buena radiografía de la situación y ya denunciaba la complicidad política. Pero no fue aprobado en el Parlamento.

Tras la guerra la Mafia entró en unos años de silencio, pero entretanto ocurrió algo que el fiscal Terranova decía a sus amigos: “Están bajando a la ciudad”. Se refería a los Corleoneses. Los ‘viddani’ (villanos) o ‘peri incritati’ (pies embarrados) de la Sicilia rural, capitaneados por Leggio querían meter la cabeza en Palermo. En la vieja Mafia de la ciudad les consideraban, que ya es decir, feroces, peligrosos y hambrientos de poder.

Absueltos en los procesos, cientos de mafiosos volvieron tan panchos a casa. Pero la guerra no había terminado y es seis años más tarde cuando llega su epílogo. Es la matanza de Viale Lazio de diciembre de 1969, otro buen ejemplo de rompecabezas. Aquel día un comando mafioso liquidó a Michele Cavataio, el ‘Cobra’, capo de Acquasanta. Estaba en una empresa constructora mafiosa y se presentaron seis sicarios de varias familias, símbolo de un castigo consensuado, disfrazados de policías. Pero la encerrona fue una chapuza, se liaron a tiros y dejaron cuatro cadáveres. ¿Por qué es el epílogo? Pues se supo 15 años después, cuando lo explicó el ‘pentito’ Tommaso Buscetta: fue Cavataio quien se cargó a De Pisa, el del trasatlántico, sabiendo que se sospecharía de los La Barbera y se matarían entre ellos, para así poder hacerse hueco él.

Pero faltaban más piezas. En realidad hubo un quinto cadáver, Calogero Bagarella, amigo de infancia de Riina y Provenzano. Pero se lo llevaron de allí y Bagarella siguió en la lista de criminales más buscados hasta 1990, cuando en una escucha a su madre los Carabinieri descubrieron que llevaba muerto 21 años. Hay más piezas sueltas. El culpable del caótico tiroteo fue Damiano Caruso, que perdió los nervios y disparó antes de tiempo, y menos mal que Provenzano lo remedió rematando la escabechina. Caruso fue liquidado como castigo y porque ya había dado problemas. Aquí nació la fama de Provenzano como asesino despiadado y su mote ‘u’ Tratturi’ (el Tractor), porque donde pasaba no crecía la hierba. Pero fue una pieza falsa. Otro de los sicarios, Gaetano Grado, desveló en 2007 que en realidad el patoso había sido el propio Provenzano, pero los Corleoneses difundieron el rumor que acusaba al otro. Era puro marketing: empezaban su escalada al poder en Cosa Nostra y Provenzano viviría de esta fama terrible hasta llegar a gran capo en 1993, tras el arresto de Riina. Además así eliminaron a un soldado de una familia que odiaban y que luego atacarían.

Falta una última pieza. En 2011, después de 42 años, se reconoció como víctimas inocentes a dos de los muertos de la masacre, siempre tomados por mafiosos. Sus familias arrastraron de por vida la mala fama. Pero Giovanni Domè era el guarda del edificio y Salvatore Bevilacqua, un obrero que negociaba un anticipo.

Foto de apertura: los capos Vincenzo Rimi y Angelo La Barbera, detrás, enemigos jurados, en el proceso de Catanzaro.

(Publicado en El Correo)

 

EL LOCO DE LA RADIO

20peppino-impastato
Imaginen que el hijo de un etarra en la Euskadi profunda escribiera en un panfleto en plenos años ochenta esta reflexión: “Eta, montaña de mierda”. No sé ni si hoy se puede decir. Pues es casi más fácil que lo que hizo Peppino Impastato. Hijo de mafioso en un pueblo de mafiosos, Cinisi, cerca de Palermo, tenía 16 años cuando en 1966 puso bien grande en un pasquín socialista: “Mafia, montaña de mierda”. Su padre, afiliado del clan local, le echó de casa. Peppino no paró ahí. Durante una década denunció los desmanes mafiosos del municipio y al capo local, nada menos que Gaetano ‘Tano’ Badalamenti, jefazo de Cosa Nostra. Lo remató en 1977 con una emisora, ‘Radio Aut’, en la que se cachondeaba de él en plan ‘Gomaespuma’, con parodias e imitaciones. En la Sicilia de esos años, donde no se movía una hoja, era un sacrilegio. Le asesinaron en 1978, con 30 años, de forma atroz. Le torturaron y lo hicieron explotar con dinamita en las vías del tren.
El programa se llamaba ‘Onda pazza’ (Onda loca) y lo oía todo el pueblo. Era una “transmisión satiro-esquizo-política sobre problemas locales”. Su sintonía, ‘Hagamos como que todo va bien’, de Ombretta Colli. El programa del 7 de abril de 1978, un mes antes de su muerte, se llamó ‘Western en Mafiópolis’, sobrenombre de Cinisi, donde mandaba ‘Tano Sentado’. Empezaba con el himno local, el ruido de un retrete con ráfagas de tiros. Después parodiaba un pleno municipal donde se trampeaban licencias urbanísticas en torno al aeropuerto de Palermo, construido en Cinisi. “Si el edificio mide17 metros, ¿por dónde pasan los aviones?”, pregunta uno. “Les hacemos un túnel”, le responden. En realidad Peppino estaba revelando, en vísperas de las elecciones, un apaño secreto. Manejaba buena información y lo aireba todo. Corrupción, especulación inmobiliaria, expropiaciones abusivas y hasta el narcotráfico.

Peppino conocía el percal. Su tío Cesare Manzella, capo de Cinisi y miembro de la ‘Commissione’, murió en 1963 en la primera guerra de Mafia con el primer coche bomba de Sicilia. Le sucedió Tano Badalamenti, otro pariente. Tiene fotos con él de niño y jugaba en su casa. Distaba cien pasos de la suya, en la misma calle. Ése es el título de la película que descubrió Peppino a los italianos en 2000, ‘I cento passi’, de Tullio Giordana. Porque lo cierto es que, como otros héroes contra Cosa Nostra, era desconocido. No fue solo ‘omertà’, el Estado hizo su parte. Su cadáver apareció el mismo día que el de Aldo Moro, el 9 de mayo de 1978, y el suceso quedó eclipsado. Es más, se ventiló como un atentado frustrado en la vía férrea de un extremista de izquierda destrozado por su propia bomba.

Eran años turbios y podía ser. Peppino era de izquierda, pero renegaba de las Brigadas Rojas y dentro del comunismo era un bicho raro, porque también en este campo había tibieza con la Mafia. En su radio hasta cargó contra los porros y una comuna hippie por considerarlos una evasión de la realidad, que él veía a cien pasos. Pero, al margen de eso: sin ser Sherlock Holmes y con lo poco que hemos contado ¿a ustedes no se les habría ocurrido que su muerte podía ser cosa de la Mafia? Pues los Carabinieri ni se lo plantearon. Registraron su casa y por un escrito pesimista decidieron que se suicidó. A los mafiosos ni les interrogaron.o de la‘Commissione’, murió en 1963 en la primera guerra de Mafia con el primer coche bomba de Sicilia. Le sucedió Tano Badalamenti, otro pariente. Tiene fotos con él de niño y jugaba en su casa. Distaba cien pasos de la suya, en la misma calle. Ése es el título de la película que descubrió Peppino a los italianos en 2000, ‘I cento passi’, de Tullio Giordana. Porque lo cierto es que, como otros héroes contra Cosa Nostra, era desconocido. No fue solo ‘omertà’, el Estado hizo su parte. Su cadáver apareció el mismo día que el de Aldo Moro, el 9 de mayo de 1978, y el suceso quedó eclipsado. Es más, se ventiló como un atentado frustrado en la vía férrea de un extremista de izquierda destrozado por su propia bomba.

La batalla por la verdad, como sucede a menudo en Italia, quedó en manos de personas, no de instituciones. Fue una pelea solitaria de la familia y los amigos de Peppino, que encontraron la prueba de piedras con sangre donde le torturaron. Su madre, Felicia, y su hermano, Giovanni, rompieron públicamente con su familia mafiosa, algo sin precedentes. El primer centro de documentación sobre la Mafia, fundado el año anterior, tomó su nombre y en 1979 se celebró en el pueblo la primera manifestación contra la Mafia de la historia de Italia. Por fin una sentencia de 1992 reconoció la mano mafiosa, pero sin dar con el culpable. Reabierto el caso, Badalamenti no fue condenado hasta 2002.

Como pasa también mucho en Italia, el único modo de intentar saber la verdad es averiguar quién jugó al despiste, los famosos ‘depistaggi’. Una comisión parlamentaria denunció en 2000 la distorsión de las pesquisas y la Fiscalía de Palermo comenzó a investigarlo el año pasado. Así han salido más cosas raras. La mejor: ha aparecido la señora que vigilaba un paso a nivel en el lugar del crimen, una testigo clave, y admite que esa noche vio “algo”. En su día los agentes aseguraron que había emigrado a EE UU, pero la mujer, que ahora tiene 88 años, no se ha movido nunca de su casa. Nadie la buscó. Y es que encima su yerno es ‘carabiniere’.

El caso lo llevó el ahora general retirado Antonio Subranni, figura controvertida. Autorizó la polémica negociación con Cosa Nostra en 1992, actualmente en los tribunales, y fue investigado por presunta protección de la fuga de Bernardo Provenzano, gran capo tras el arresto de Totó Riina en 1993. Además en los noventa se supo que Badalamenti fue confidente de los Carabinieri, pero su contacto, el mariscal Antonino Lombardo, murió en extrañas circunstancias -se pegó un tiro- en 1995. Desaparecieron sus apuntes. En el registro de la casa de Peppino se llevaron papeles sobre un misterioso suceso que el joven investigaba, el asesinato de dos carabinieri en 1976 en una comisaría de un pueblo cercano. También fue otro caso de Subranni. Acusaron a cuatro jóvenes: uno se ahorcó en su celda, algo difícil porque solo tenía un brazo, y los otros fueron torturados. Este año un tribunal ha dicho que eran inocentes, tras testificar un agente con remordimientos. Dos se fugaron pero uno se ha comido 21 años de cárcel y 15 de libertad vigilada. Los fiscales creen que Peppino quizá averiguó algo y su muerte puede estar relacionada. En tal hipótesis, la Mafia habría actuado subcontratada, aunque ya tenía motivos contra Peppino. Hay más y todo les sonará. Los dos policías habían descubierto armas de Gladio, organización secreta de la OTAN, conocida solo en 1990, preparada para actuar en caso de invasión soviética. Aunque se sospecha que trabajó en las cloacas del Estado con fascistas y criminales. Todo se está investigando. Dentro de treinta años podemos seguir comentando asombrosas novedades.

(Publicado en El Correo)


MATANZA EN COSA NOSTRA

18riinaLa segunda guerra de Mafia, de1981 a1983, no fue una guerra, fue un exterminio. Una parte, los Corleoneses, borró de la tierra a los rivales. “Hasta el vigésimo grado de parentela y desde los seis años”, ordenó Totò Riina, jefe del clan (en la foto). El marcador fue terrorífico: mil a cero. No hay cifras exactas, pero los muertos rondaron el millar, todos de un solo bando. Riina remató una estrategia tejida durante años con un golpe en Cosa Nostra que le dio todo el poder con el terror. El grupo militar se impuso al político. Desde entonces hablar de Mafia es hablar de los Corleoneses.

La aristocracia mafiosa de Palermo les veía como unos paletos cuando llegaban a la ciudad en los sesenta. Varios capos eran millonarios con la droga, que no era un negocio de Cosa Nostra como tal, sino de las familias con lazos con EE UU. Los demás tenían que seguir con el tabaco y conformarse con las migas. Como los Corleoneses de Luciano Leggio, que tras la primera guerra de Mafia entraron en la nueva cúpula en 1970. Fue un triunvirato con Tano Badalamenti, Stefano Bontate y Leggio, quien delegó en Totò Riina, mientras curaba sus achaques en balnearios. Con el apoyo del democristiano Vito Ciancimino, que era de su pueblo y en 1970 llegó a ser alcalde de Palermo, los Corleoneses enseguida fueron por libre. Con secuestros, práctica vetada en Sicilia por los capos para evitar roces, y el primer asesinato de una personalidad en la isla desde el XIX, el fiscal Pietro Scaglione. El arresto de Leggio dio definitivamente el mando a Riina en 1974.

El ascenso de Riina es como la evolución de Jekyll a Hyde. En los años de segundón parecía una mosquita muerta. Obedecía, hablaba con todos, pero sobre todo escuchaba, conocía cada rencilla y hacía amigos. Se movía tácticamente creando divisiones en las familias. Un ‘tragediatore’, se dice en la Mafia. Forjó alianzas secretas de forma sibilina en toda la isla contra los que se estaban forrando: los Inzerillo, Di Maggio, Spatola, Gambino, Bontate, todos emparentados en una increíble política de endogamia.

Los capos de Palermo, Stefano Bontate y Salvatore Inzerillo, sabían que Riina se volvía peligroso, pero pensaban poder pararle a tiempo y no querían una guerra. Vivían demasiado bien, eran millonarios. Riina fue eliminando a todos los capos provinciales leales a los palermitanos, la telaraña les envolvió y cuando empezó el baile era tarde. Cómo lo verían de negro sus rivales que llamaron a la Policía. En abril de 1978 el capo Giuseppe Di Cristina se citó en secreto en una cabaña con un capitán de Carabinieri. Le describió como un animal acorralado. Pedían auxilio: “Riina y Provenzano (su lugarteniente) son dos bestias, tenéis que pararlos. No son solo peligrosos para nosotros, lo son sobre todo para vosotros”. Contó al incrédulo capitán cómo dar con Riina. “Ahora me llega un coche blindado que me ha costado una pasta. Sabe, capitán, tengo pecados veniales y también alguno mortal…”, concluyó. El coche no le sirvió. Le asesinaron en un mes. Al final Bontate e Inzerillo tenían pesadillas con Riina.

La extraña predicción de Di Cristina empezó a cumplirse en una guerra paralela al Estado desde 1979. Grandes homicidios de los pocos magistrados, políticos, policías y periodistas peligrosos para Cosa Nostra. Eran otro mensaje de terror: quien se enfrentaba a la Mafia moría. Además suponían un desafío a los capos de Palermo, porque Riina ni les informaba. En esta locura, Inzerillo llegó a asesinar al fiscal jefe, Gaetano Costa, en pleno centro solo para demostrar que él también podía hacer salvajadas si quería.

Tras tomar el control de la Commisione echando a Badalamenti, que huyó al extranjero, la matanza empezó con Stefano Bontate, ‘principe de Villagrazia’, que parecía intocable. Fue el 23 de abril de 1981, su cumpleaños. Inzerillo pensaba estar a salvo porque aún tenía que pagar a Riina 50 kilos de droga. Encargó un Alfa Romeo blindado. Pero ni veinte días después no llegó al coche cuando salía de casa de su amante. Los asesinos habían probado antes los kalashnikov en el cristal blindado de una joyería. A Bontate e Inzerillo les traicionaron hombres de confianza y a ambos les dispararon en la cara como humillación. Tardaron horas en identificarlos. Riina brindó con Moet Chandon y entonces apareció el monstruo.

Fue una carnicería sin fin de cualquiera tuviera que ver remotamente con el enemigo. Santino, hermano de Inzerillo, se presentó hecho una furia con su tío en una reunión de capos para pedir explicaciones y les estrangularon allí mismo. El hijo de Salvatore, de 16 años, juró vengarse cuando fuera mayor y el peor asesino de los Corleoneses, Pino Greco ‘Scarpuzzedda’, le cortó el brazo con un cuchillo para erizos marinos antes de asesinarle. Se burló de él diciendo que con esa mano no iba matar a nadie. El cadáver de otro hermano de Salvatore, Pietro, apareció en el maletero de un Cadillac en Nueva York con billetes en la boca y en los genitales, imagen de castigo a su avidez. Era el rencor de una vida lo que estallaba, la de los Corleoneses, criados en la miseria rural, sin instrucción y en casas donde dormían hacinados con los animales.

No solo los mataban dentro y fuera de Italia, desaparecieron unos 300, un sistema mejor. “Siempre estaba buscando ácido”, confesó luego Giovanni Brusca, otro de los asesinos más crueles. Con50 litrosdisolvía un cuerpo en tres horas. En un clima de traiciones constantes, la paranoia se disparó porque nadie sabía ni quiénes eran los matones. Riina había formado en secreto un comando de desconocidos, letal e invisible. Una de sus acciones más espectaculares fue asaltar el convoy que trasladaba a prisión al capo Alfio Ferlito. Le mataron a él y a cuatro agentes.

El verano de 1982 fue el apogeo. En junio hubo un homicidio cada tres días. En julio, cada dos. Cada doce horas en agosto. A final de año mataron a ocho de una sentada. El capo de la familia Partanna Mondello, Rosario Riccobono, fue a una barbacoa en el chalé de Michele Greco y le mataron junto a sus siete sicarios en los postres. Había cambiado de bando para irse con los Corleoneses, pero trar usarle decidieron que por eso no era de fiar. En el informe de ese año judicial la Mafia ni se mencionaba. Oficialmente seguía sin existir. Pero a partir de ese año empezaría a cambiar todo.

(Publicado en El Correo)

CADÁVERES EXCELENTES

15Piersanti-Mattarella1  Una frase del juez Falcone, que luego se aplicaría a él mismo, explica el reguero de cadáveres que dejó la Mafia a partir de 1979, paralelo al brutal ascenso de los Corleoneses: “Se muere generalmente porque se está solo o porque se ha entrado en un juego demasiado grande. Porque no se dispone de los apoyos necesarios. En Sicilia la Mafia golpea a los servidores del Estado que el Estado no ha conseguido proteger”. Abandonando a sus mejores hombres el Estado los señalaba a la Mafia. A veces su eliminación podía interesar a ambos. Hoy vamos a recordar tres de esos ‘cadáveres excelentes’, como llaman en Italia a los atentados a personalidades. Aunque nos costará no hacernos un lío con tanta conspiración.

  Piersanti Mattarella, presidente de Sicilia, fue asesinado el 6 de enero de 1980. De Democracia Cristiana (DC), era un ‘Aldo Moro siciliano’, buscaba un diálogo con los comunistas, pero sobre todo se distinguió por hacer limpieza en la DC local de Salvo Lima y Vito Ciancimino, socios de la Mafia. Mattarella aprobó leyes que entorpecían los negocios de Cosa Nostra y hasta ordenó una inspección del ayuntamiento de Palermo. De cosas raras como la construcción de seis escuelas por empresas del clan Spatola. Los dos fiscales por los que pasó el caso serían asesinados. No se podía tocar el dinero de la Mafia. Pero tampoco un tabú político como el acceso de los comunistas al poder. Impedirlo era una prioridad de la logia masónica P-2, integrada por un millar de altos cargos y personalidades, un Estado paralelo que se destaparía en marzo de 1981. Un ejemplo: en la cúpula de crisis del secuestro de Moro por las Brigadas Rojas (BR) en 1978 había 57 miembros de la P-2.

  En los setenta la Mafia entró en la masonería, y también pertenecía a la P-2 el banquero Michele Sindona, ligado a Giulio Andreotti, líder de la DC y peso pesado de los Gobiernos de la época. Sindona blanqueaba dinero para la Mafia y cuando en 1979 entró en quiebra, fingió un secuestro. En realidad pasó tres meses en Sicilia hospedado por Cosa Nostra, por los Spatola, mientras chantajeaba a la clase política para que le ayudara si no quería ver aireada su famosa lista de 500 clientes de finanzas ilegales, que nunca apareció. Ese año, el comisario de Palermo Boris Giuliano, gran sabueso, fue el primero en descubrir que la Mafia estaba volcada en el narcotráfico y halló cheques de Sindona. Fue asesinado en julio y sustituido por un hombre de la P-2.

  Mattarella estaba condenado y Andreotti se reunió antes y después del crimen con el gran capo Stefano Bontate. Para intentar impedirlo y luego para reñirle. No se le ocurrió avisar a Mattarella y menos denunciarlo, claro. Tras la muerte de Mattarella, su amigo Pío La Torre, líder comunista siciliano, denunció la complicidad política en un “terrorismo mafioso” ligado con la P-2.

16latorre1 300bord1  A Pío La Torre le mataron el 30 de abril de 1982, fue el primer diputado asesinado por la Mafia. Dedicó su carrera a luchar contra ella y fue el primero en denunciar en el Parlamento la complicidad de la DC siciliana y la infiltración mafiosa incluso dentro de su partido, que histórica y teóricamente era su gran enemigo. Pero fue desoído y los sospechosos, ascendidos. Dos de las propuestas de La Torre, entonces aparcadas, revolucionarían la lucha a la Mafia: el delito de asociación mafiosa, para llenar el vacío legal que impedía las condenas, y confiscar los bienes de los condenados. En 1981 volvió a Sicilia para dirigir el PCI y se embarcó en otra batalla: la oposición a una base americana con misiles nucleares.

  Con los años se ha sabido que La Torre fue vigilado por los servicios secretos de1949 a1976, por si era un espía soviético, y concluyeron que no. Pero volvieron a seguirle en 1981, hasta una semana antes de su asesinato. En 2007 se descubrió que poco antes de morir reunió a cinco amigos en secreto para revelarles unos documentos. Les habló de una red de relaciones entre el Estado y la Mafia, y de la masacre de Portella della Ginestra de 1947. En un reciente libro el escritor Andrea Camilleri, padre del inspector Montalbano, dice sobre aquel encuentro: “Pío quería confirmar lo que había comprendido, que entre Estado y Mafia hay una relación continua”. Tras su muerte, su agenda desapareció. En el funeral la multitud gritó: “¡Lima, Ciancimino! ¿Quién de vosotros es el asesino?”. El día del atentado llegaba a Palermo el nuevo prefecto, su amigo Carlo Alberto della Chiesa.

17dellachiesaDella Chiesa duró cuatro meses. Fue asesinado el 3 de septiembre. Ya había dirigido los Carabinieri de Palermo en 1966, donde aplicó con éxito agresivos métodos de investigación. Enviado a Turín con poderes especiales, se hizo famoso por sus redadas de terroristas. La más sonada, en octubre de 1978, en un piso donde encontró el ‘memoriale’ de Moro, los papeles que había escrito en su cautiverio con sus secretos, resentido con un Estado a quien acusaba de haberle abandonado. Della Chiesa los entregó al primer ministro, Andreotti. Pero siempre quedó la duda de si se hizo una copia. Vencido el terrorismo, le mandaron a Sicilia. Pero como reveló luego su diario, lo tomó como una trampa. Antes de ir advirtió a Andreotti que actuaría sin miramientos contra su partido.

  Enseguida se vio solo. Hasta tenía dos espías mafiosos en el servicio doméstico. En una entrevista confesó que sus poderes especiales eran un teléfono que no sonaba nunca. Concluyó: “Se mata al poderoso cuando se produce esta combinación fatal: se ha hecho demasiado peligroso, pero se le puede matar porque está solo”. En el funeral, entre insultos a los políticos, la familia retiró las flores del presidente de Sicilia, Mario D’Acquisto, sucesor de Mattarella y cercano a la Mafia. El hijo del general acusará de su muerte a la DC siciliana. “‘Sono tutti galantuomini’”, les defendió Andreotti. El día del crimen alguien vació la caja fuerte de Della Chiesa.

  Son tres grandes homicidios sin un móvil claro desde la óptica mafiosa. Incluso varios capos se preguntarán por qué mataron a Della Chiesa, si no les interesaba. Porque les saldrá caro. Al día siguiente se aprobará la ley que soñaba La Torre, que lleva su nombre, con la asociación mafiosa y la incautación de bienes. Para la Mafia fue el inicio del fin de su impunidad.

(Publicado en El Correo)

 

PROCESO A LA MAFIA

 12buscetta 392611-216x300 La histórica derrota de la Mafia en los tribunales fue la dramática victoria de unos valientes, la batalla personal de unos cuantos héroes, que no solo luchaban contra Cosa Nostra, también contra casi todos los demás. Un grupo de magistrados y agentes, mal pagados, que vivían blindados, sin pisar un restaurante o un cine, y que sabían que iban a morir. Gaetano Costa, fiscal jefe de Palermo, fue el único que se atrevió a firmar en 1980 un auto con 50 órdenes de captura del potente clan Spatola, que nunca había sido tocado. Le mataron una semana después. Ese día le pusieron escolta al instructor del caso, Giovanni Falcone. Era el primero en empezar a indagar la Mafia en serio, siguiendo el rastro del dinero de la droga, en un tribunal que era un mausoleo de jueces amodorrados.

  A su jefe, Rocco Chinicci, le dieron un toque, a ver qué se había creído el chaval, pero le dejó hacer. A Chinicci le asesinaron en julio de 1983, unas semanas después de comunicar a Nino e Ignazio Salvo que estaban bajo investigación. Los primos Salvo eran la cúspide de la élite político-mafiosa de Palermo, también intocables. Es un misterio qué mueve el corazón a dar algunos pasos irracionales, pero es lo que hace ganar a los buenos: en su retiro de Florencia un magistrado siciliano a punto de jubilarse y que se dedicaba a sus canarios, Antonino Caponnetto, quedó conmocionado por el asesinato de Chinicci y pidió su puesto. Llegó a Palermo como a la guerra. Para evitar la exposición de cada magistrado, tuvo la idea de formar un equipo que compartía la información. 13falconeborsellinoSe llamó el ‘pool’, guiado por Giovanni Falcone y Paolo Borsellino (en la foto de abajo aparecen, por este orden, con Caponnetto, a la derecha).

  Un día el jefe de Policía llamó a Falcone y le dijo que Tommaso Buscetta, uno de los grandes capos de Cosa Nostra, arrestado en 1983, quería hablar (en la foto, en su llegada a Italia). “Está borracho”, pensó Falcone de su colega. Pero vaya que si habló. Buscetta, perseguido por los Corleoneses en la guerra de Mafia y tras el asesinato de dos hijos, tres sobrinos y un yerno decidió que aquella ‘Cosa’ ya no era suya. En su opinión, los Corleoneses habían traicionado a la Mafia. Antes de revelar a Falcone sus secretos le hizo una grave advertencia: “Tras este interrogatorio intentarán destruirle, física y profesionalmente, y a mí también. La cuenta que va abrir con Cosa Nostra no se cerrará nunca. ¿Aún quiere interrogarme?”. Buscetta habló durante 45 días, 329 páginas, y se convirtió en la piedra de Rosetta para descifrar la Mafia, de la que en realidad apenas se sabía nada. Mucho de lo que hemos contado solo se supo entonces. Buscetta, nacido en 1928, relató cuarenta años de historia secreta mafiosa.

  No fue el único. Uno de los pocos en salvar el pellejo de la masacre de los Corleoneses fue Salvatore Contorno. En 1981 iba en su coche y reconoció a un sicario en el vehículo que le precedía. Vio a otros dos en la calle. “Ya solo falta la moto”, se dijo. Y se acercó una. Dio un volantazo y se lió a tiros. Huyó, pero le mataron a 35 parientes. Detenido en 1982, decidió cooperar al saber que Buscetta lo había hecho. Pero tuvieron que llevarle ante él para que se lo creyera. Se arrodilló y recibió su bendición para hablar. Seguirían cientos de ‘pentiti’. La Mafia no solo estaba desnuda, también se rompió14juicio el mito de la ‘omertà’, el silencio de hielo de sus miembros.

  El 29 de septiembre de 1984 Caponetto anunció 366 órdenes de captura y desveló el paso de Buscetta: “No estamos ante unos procesos de Mafia. Este es el proceso a la Mafia”. Cosa Nostra reaccionó con furia y empezó a asesinar magistrados, policías y familiares de arrepentidos. “Cualquiera que haga seriamente nuestro trabajo será asesinado”, confesó el comisario Ninni Cassarà, mano derecha de Falcone junto a Beppe Montana. A Montana le tocó en julio de 1985, y a él, una semana después, en una emboscada de una decena de sicarios con Kalashnikov ante su casa. La sensación de abandono por parte del Estado en aquel fortín en tierra enemiga ya era absoluta. En el funeral, sus compañeros insultaron a los políticos y se enfrentaron a la escolta policial pistola en mano.

  Falcone sufría un acoso constante de desprestigio y maledicencia, de políticos a colegas. El penoso espectáculo de la mezquindad social ante el terror se traducía en quejas ciudadanas de los atascos que causaba el paso de su escolta, o en la carta de una señora a un diario que proponía trasladar a jueces y policías a casas en las afueras para que los demás vivieran tranquilos. Pero Falcone seguía adelante. Para redactar el auto final que abría el proceso se encerró dos semanas con Borsellino en la isla prisión de alta seguridad de Asinara. Un signo más del desprecio institucional: les pasaron la factura de la estancia. Pero seguían adelante. El juicio se celebró en Palermo, para dar una señal de fuerza del Estado. Construyeron una sala búnker junto a la cárcel del Ucciardone, donde los mafiosos cenaban langosta. El ‘maxiproceso’, con 474 imputados, 119 de ellos fugados, empezó en 1986. Había treinta celdas en la sala y aún hoy impresiona ver las imágenes de los grandes mafiosos desafiantes. Aunque faltaba Totò Riina.

  Durante el juicio siguieron las críticas a las ideas extravagantes sobre la Mafia, al exhibicionismo judicial y el cardenal de Palermo, que parecía haber cambiado la bochornosa actitud de la Iglesia oficial hacia los capos -que no era la de algunos curas valientes a pie de calle- dijo estar preocupado por la imagen negativa de la ciudad que daba el proceso. Los mafiosos confiaban en que se quedaría en nada, como siempre, pero en 1987 les cayeron 360 condenas históricas. Siguieron cinco años de espera hasta la tercera y definitiva sentencia del Supremo. Los capos, seguros de sus protecciones políticas, esperaban que todo fuera una pantomima que acabaría en absolución. En el Supremo les esperaba un juez famoso por su benevolencia con la Mafia, llamado el ‘matasentencias’. Pero hubo una jugada decisiva: un sistema de turnos ideado por Falcone y aplicado por el ministro de Justicia birló el caso a ese magistrado. En 1992 el Supremo confirmó las condenas. Después de más de un siglo, la impunidad de la Mafia había terminado. Era el último tabú. Pero su venganza fue la peor pesadilla de la historia reciente de Italia.

 (Publicado en El Correo)

FALCONE

09falcone  El primer gran ‘arrepentido’ de la Mafia, Tommaso Buscetta, le dijo al juez Giovanni Falcone en 1984 que solo se fiaba de él: “No creo que el Estado italiano tenga realmente la intención de combatir la Mafia”. Le advirtió de que no le creerían si dijera todo lo que sabía, sobre la complicidad de la política, porque el país no estaba preparado. En el ‘maxiproceso’ a Cosa Nostra el juez se centró en la mera demostración de su existencia, que entonces ya era una revolución.

  Si se pregunta a un italiano quién corresponde a su idea de héroe nacional es muy probable que responda: Giovanni Falcone. Naturalmente, cuando estaba vivo muchos lo ponían a parir. De políticos de derecha e izquierda a los desplantes del Consejo Superior de la Magistratura, que le zancadilleaba en cada promoción, o a los anónimos injuriosos del tribunal de Palermo. “No ha habido un hombre en Italia que haya acumulado más derrotas que Falcone, ni cuya confianza haya sido traicionada con más determinación y malignidad”, acusó luego su amiga la fiscal Ilda Boccassini. “Siempre le jodieron y no le dieron ninguno de los puestos que merecía”. Nunca nadie ha hecho autocrítica. Solo elogios del muerto.

   Falcone es uno de esos italianos anómalos, que a menudo acaban muertos, en el que se identifican tantos italianos anónimos. Independiente, no alineado, no chantajeable, peligroso. Era un sabueso, un lince de las leyes, armado siempre con una sonrisa burlona. El actual fiscal nacional antimafia, Pietro Grasso, recuerda que cuando lo conoció se volcó en resolver el caso… de un ciclomotor robado. La reacción oficial tras la primera sentencia histórica del maxiproceso en 1987 fue bloquear el ascenso de Falcone al puesto de jefe instructor, al jubilarse Antonino Caponetto, y colocar a un magistrado que pulverizó el trabajo del ‘pool’ de Palermo. “Soy un hombre muerto”, dijo Falcone a sus amigos. Cada revés institucional era para Cosa Nostra un mensaje que le señalaba  como víctima. Al final, en 1991 se iría a Roma a un puesto en el ministerio de Justicia, donde pudo hacer lo que no le dejaban, impulsó normas decisivas contra la Mafia, creó un FBI italiano, la DIA, y un fiscal nacional antimafia, aún vigentes.

  10villa-falcone-addaura1Fue en aquel momento de máximo desprestigio, en junio de 1989, cuando Falcone sufrió un atentado frustrado que ha ido desvelando escenarios inquietantes. Estaba de vacaciones en un chalé con playa privada en Sicilia, en Addaura, y una mañana encontraron 58 cartuchos de dinamita entre las rocas, cerca de la casa. Le esperaban para cuando fuera a bañarse. Por suerte algo falló y no estallaron. Colocaron la bomba dos submarinistas que llegaron por la noche a los arrecifes desde una lancha. Esa fue la versión oficial durante veinte años hasta que en 2010, anteayer como ven, tomó cuerpo otra más oscura. El comando que puso la bomba habría llegado por tierra el día anterior, pero con los mafiosos había agentes de los servicios secretos. ¿Y los dos submarinistas? Sí, los hubo, pero llegaron hasta la bomba por la noche y la inutilizaron. Eran también agentes secretos, pero de los buenos. En resumen, una parte mala de los servicios secretos quería liquidar a Falcone pero otra parte buena lo salvó, al menos aquella vez.

  Se cree que aquellos submarinistas eran los agentes Nino Agostino y Emanuele Piazza. Por una razón muy simple, porque a los dos se los cargaron. A Agostino, a los dos meses, con su mujer de 20 años, tras volver de la luna de miel. Luego registraron su casa y se llevaron documentos. Piazza desapareció nueve meses después. La Policía ventiló ambos casos como asuntos pasionales. De Piazza hasta dijeron que se había fugado con una amante a Túnez. Fue uno de los famosos ‘depistaggi’, operaciones de despiste. Años después se supo que había sido estrangulado y disuelto en ácido. También fue eliminado un delincuente común de la zona de Addaura que casualmente vio algo esa noche -se resolvió como un ajuste de cuentas entre camellos- y un confidente mafioso, Luigi Ilardo, que reveló a los Carabinieri la presencia de agentes en el lugar. Lo mataron a los pocos días de firmar su declaración.

 11falcone attentato capaci 0000311 A Falcone hasta le acusaron de haberse organizado el atentado para darse publicidad. Pero ya entonces él intuyó por dónde iban los tiros: “Estamos ante mentes muy refinadas que intentan orientar algunas acciones de Mafia. Quizá existen puntos de conexión entre la cúpula de Cosa Nostra y centros ocultos de poder que tienen otros intereses”. Veinte días después, el fiscal todavía no le había interrogado sobre lo ocurrido. El temporizador del artefacto, decisivo para la investigación, se perdió misteriosamente. En su casa de Palermo, de cincuenta vecinos, solo uno le expresó su solidaridad. Pero se quedó muy preocupado porque la primera llamada que recibió, nada más hallarse la bomba, fue de Andreotti. “Si quieres conocer quién está detrás de un homicidio, mira quién manda la primera corona de flores”, le dijo a un amigo.

  Tras la sentencia del Supremo en 1992, que confirmó las históricas condenas del ‘maxiproceso’, Falcone esperaba su hora con una vida blindada. “Se adquiere una buena dosis de fatalismo -explicaba-. En el fondo se muere por muchos motivos, un accidente de tráfico, un cáncer, y también por ninguna razón en particular”. Arrepentidos han revelado que pensaban asesinarle en Roma, donde vivía entonces. Estaba todo listo y las pistolas preparadas, pero recibieron la orden de esperar. Se haría en Palermo y a lo grande. Un cambio de última hora que ha alimentado la tesis de “mentes muy refinadas”, no solo mafiosas, tras el atentado. El 23 de mayo de 1992 Falcone y su mujer fueron a Palermo. Lo decidieron en el último momento, con un vuelo de Estado. Pero alguien avisó a Cosa Nostra, que había colocado 500 kilos de explosivo bajo la autopista del aeropuerto. A las 17.56 horas el Instituto de Geofísica registró “un pequeño evento sísmico con epicentro entre Isola delle Femmine y Capaci”. La muerte de Falcone, su mujer y tres escoltas dejó un cráter gigantesco, aún abierto en la democracia italiana.

(Publicado en El Correo)

LOS 57 DÍAS DE BORSELLINO

07borsellino  Después de que la Mafia asesinara a su amigo Giovanni Falcone en mayo de 1992, Paolo Borsellino no decía “si” me matan, decía “cuando” me maten. Contaba que era “un muerto que camina”, pero quería hacerlo deprisa para terminar el trabajo de Falcone y buscar la verdad sobre su muerte. Sabía que le quedaba poco tiempo. Tuvo 57 días. Quería encargarse de la investigación del atentado, pero no le dejaron. Entonces su prioridad fue prestar declaración cuanto antes ante el fiscal asignado, para contarle los secretos que le había confiado Falcone, pero nunca le llamaron. Se tuvo que conformar con ir apuntando sus averiguaciones en una agenda roja. También Falcone había dicho que si le pasaba algo miraran en su diario. Pero esos archivos desaparecieron de su ordenador dos días después de su muerte. Alguien limpió la memoria de otro portátil y borró el disco duro de la computadora de su casa.

   Borsellino se sentía rodeado de espías y traidores, una sensación que se disparó cuando se enteró de que los Carabinieri habían abierto en junio una negociación con Cosa Nostra, a sus espaldas, tras el asesinato de Falcone. Es la famosa y polémica ‘trattativa’ descubierta en los últimos años y que ha llegado este verano a los tribunales. Hablaremos de ella el próximo día. A Borsellino se lo dijo una amiga, alto cargo del ministerio de Justicia, Liliana Ferraro, el 28 de junio de 1992. Días después se sinceró con dos colegas derrumbándose en un sillón, “tristísimo”, y les dijo entre lágrimas: “No puedo creer que un amigo me haya traicionado”.

   Borsellino conocía un informe entregado por los Carabinieri a Falcone en 1991, antes de su marcha a Roma, que había desvelado la total complicidad de Mafia, política y grandes empresas nacionales en el reparto de los contratos públicos en Sicilia. A finales de junio interrogó a un nuevo importante arrepentido, el capo Leonardo Messina, que le confirmó los negocios de Riina. Al día siguiente, Borsellino adelantó en una entrevista que estaba investigando a grandes empresarios asociados con la Mafia. En otra entrevista a una cadena francesa que, misteriosamente, no fue emitida, Borsellino comentó también que investigaba la presencia del capo Vittorio Mangano en Milán y sus lazos con Marcello Dell’Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi.

   El 1 julio Borsellino interrogó a otro arrepentido, Gaspare Mutolo, que solo quería hablar con él. Le reveló la complicidad de algunas autoridades con la Mafia. Le dijo un nombre: Bruno Contrada, exjefe de la policía de Palermo y en ese momento número tres de los servicios secretos. Después de dos horas de interrogatorio le llamaron del ministerio de Interior. Había un nuevo titular, Nicola Mancino, y quería verle. Al volver, cuenta Mutolo, estaba nerviosísimo, tenía un cigarro en la boca y otro en la mano. Mutolo oyó voces en el pasillo. Borsellino que decía: “¡Están locos!”.  Se supone que le cantó las cuarenta al nuevo ministro, pero Mancino negará siempre haberle visto. Dice que no se acuerda, que era su primer día y vio a mucha gente, y que a Borsellino no le conocía personalmente. O sea, que no se quedó con su cara. Aunque era una de las personas más famosas de Italia. Una “grave amnesia”, han diagnosticado los fiscales. Ahora va a ser procesado, dentro del juicio de la ‘trattativa’, también por falso testimonio. Contrada fue detenido ese año y en 2007, condenado a diez años de cárcel.

   Borsellino siguió descubriendo porquería. El 15 de julio de 1992, cuatro días antes de su muerte, fumaba con su mujer en el balcón de casa y le dijo: “He visto la Mafia cara a cara, me han dicho que el general Subranni es ‘punciutu’ (pinchado, mafioso, por el ritual de iniciación)”. Cuando se enteró casi vomita. Este general de los Carabinieri, ya retirado, también está imputado en el proceso de este verano. La mañana del 18 de julio Borsellino le propuso a su mujer un paseo por la playa, solos, sin escolta. Le dijo lo siguiente: “No será la Mafia quien me mate, serán otros, y ocurrirá porque alguien lo permitirá, y entre ellos, también algún colega”.

08borsellino via damelio web-400x3001   No se sabe qué había descubierto Borsellino, que todo lo apuntaba en su agenda roja. Lo único cierto es que el 19 de julio, como otras veces, fue a visitar a su madre en Via D’Amelio, una plaza estrecha llena de coches que era una ratonera. Pese a varias peticiones de la escolta, nadie se había preocupado de someterla a controles de seguridad. Un coche bomba acabó con Borsellino y cinco miembros de su escolta. En medio del caos y el horror, alguien tuvo la serenidad de hurgar en su maletín y llevarse la agenda roja.

   Las investigaciones aún abiertas sobre el atentado y la ‘trattativa’ han revelado, según los fiscales, que “algún servidor infiel del Estado llegó al punto de señalar voluntariamente a Paolo Borsellino como obstáculo al cierre de la negociación”. De hecho, el capo Totò Riina se movió con “una premura increíble” para liquidarle y ordenó a su matón, Giovanni Brusca, que dejara lo que estaba haciendo, el asesinato de otro político, para ocuparse de eso. Ese político que iba el siguiente en la lista era Calogero Mannino, exministro de la DC siciliana. Fue precisamente quien se movió para abrir las negociaciones. También va a ser procesado.

   Es difícil pensar que la Mafia asesinara a Falcone y Borsellino en 57 días, sabiendo que la reacción del Estado iba a ser contundente, sin contar con algún tipo de garantía. La misma noche del atentado cientos de capos fueron trasladados a cárceles de alta seguridad en las islas de Pianosa y Asinara y se les aplicó un régimen de aislamiento total, el temible 41bis. El Ejército tomó Sicilia y los asesinos de Borsellino fueron detenidos a los tres meses. Pero hace dos años se descubrió que era todo mentira. En realidad encerraron a siete inocentes a los que hicieron confesar con torturas y amenazas. En octubre fueron puestos en libertad. Llevó aquel caso el comisario Arnaldo La Barbera, ya fallecido. Se ha descubierto que formó parte de los servicios secretos. Riina fue arrestado en enero de 1993. Pero quizá le vendió su lugarteniente, Bernardo Provenzano, a cambio de una nueva fase de paz.

 (Publicado en El Correo)


GUERRA TOTAL AL ESTADO

05strage-georgofili-da-ilreporter11  Entre 1992 y 1993 Italia parecía hundirse. Coincidieron dos terremotos, el derrumbe de una clase política corrupta con la operación ‘Manos Limpias’ y una auténtica guerra al Estado de la Mafia, que vio la debilidad del país. La idea del gran capo Totò Riina era “hacer la guerra para poder hacer la paz”, forzar concesiones ante el acoso judicial y buscar un socio político que sustituyera al de toda la vida, la Democracia Cristiana (DC). Por si acaso hasta impulsó un partido independentista para que “Cosa Nostra se haga Estado”. Atacó con toda su brutalidad en una serie de atentados en tierra firme, fuera de Sicilia. En su estrategia de terror llegó a pensar en volar la torre de Pisa o sembrar las playas de jeringuillas con sida. Tras pasar el huracán, ni el poder político ni el de la Mafia eran los mismos. Misteriosamente, volvió la calma.

  Tras el asesinato de Salvo Lima, exalcalde de Palermo y socio de negocios de la Mafia, crimen que enterró la alianza con la DC, y el del juez Giovanni Falcone, en junio de1992 a Totò Riina le llegó el mensaje de que el Estado italiano quería negociar y se puso contentísimo. Dijo a los suyos que en Roma “se habían cagado”, cogió papel y boli y escribió doce exigencias. Se llamó el ‘papello’ y solo se certificó su existencia en 2009, dentro de la investigación de la polémica negociación con la Mafia, la ‘trattativa’ que este verano ha llegado a los tribunales. Riina pidió cosas delirantes que dan idea de la autoridad que pensaba tener sobre el mundo político. Quería un retorno a la total impunidad. Exigió revisar la sentencia del ‘maxiproceso’ de 1992, anular el régimen duro de prisión -el llamado 41bis-, acabar con los ‘arrepentidos’, cerrar las cárceles de alta seguridad, acercar los presos mafiosos a Sicilia,… Puestos a pedir, añadió la supresión de las tasas de la gasolina en Sicilia.

  El canal de esta extraña negociación fue Vito Ciancimino, el otro gran referente mafioso de la DC siciliana. Para entonces ya estaba en arresto domiciliario y a los Carabinieri se les ocurrió que tal vez podía echar una mano. Luego se supo que realmente era un miembro más de los Corleoneses. Don Vito acabó en prisión en diciembre de 1992, pero los contactos siguieron al menos hasta 1994. Luego veremos cómo. De estos manejos se sabía muy poco, pero en 2008 el hijo de Ciancimino, Massimo, se puso a largarlo todo. Agentes y políticos que participaron o estaban al corriente de aquellos tratos empezaron a pasar por la Fiscalía y recuperaron la memoria. Reconocieron que algo hubo. Pero lo más asombroso ha sido descubrir que entre 1992 y 1994 el ‘41 bis’, la principal reclamación de Riina, se dejó de aplicar a 800 de 1.200 mafiosos.

  Para comprender el alcance de esta cesión hay que saber que antes del régimen duro todos los capos seguían mandando desde la cárcel y ordenando asesinatos. Solo era como si hubieran cambiado de despacho. La única forma de evitarlo era con un aislamiento absoluto y para la Mafia fue un mazazo. Además de un vivero de arrepentidos. De ahí el escándalo, agigantado porque precisamente en ese periodo la Mafia no solo no se había calmado, sino que se había lanzado a una guerra contra el Estado. Fue después de la captura de Totò Riina en enero de 1993. Sus hombres más fieles siguieron su estrategia y pisaron el acelerador.

  El primer atentado de la Mafia fuera de Sicilia fue el 14 de mayo en Roma, al popular presentador televisivo Maurizio Costanzo, que salió ileso de milagro. Dos semanas después una bomba junto a la Galería Uffizi de Florencia dejó cinco muertos y 40 heridos, además del temor inédito de que la Mafia no tenía problemas en destruir el patrimonio artístico (foto de apertura). La escalada culminó la noche del 27 de julio, en días muy turbios, mientras colapsaban los partidos por los casos de corrupción. Estallaron tres artefactos, uno en Milán, con cinco muertos, y dos en Roma. Uno destruyó la antiquísima iglesia de San Giorgio al Velabro y otra explotó junto a la basílica de San Giovanni Latterano. El entonces primer ministro, Carlo Azeglio Ciampi, confesó que llegó a temer un golpe de Estado, porque se cortó la línea teléfonica del Gobierno. Pero parece que fue casualidad.06Don-Pino-Puglisi1

  El ataque a dos templos agudizaba la belicosidad de Cosa Nostra, pues la Iglesia, tradicionalmente tibia con los capos, siempre había sido respetada. Fue Juan Pablo II quien rompió ese equilibrio en mayo de 1993 en su histórica visita a Sicilia. En la anterior, en 1982, ni mencionó la palabra ‘mafia’, que es como ir al Polo Norte y no hablar del frío. Pero en 1993 no podía eludirlo. Condenó a los capos y les advirtió que se enfrentarían al juicio divino. Además de las bombas, la Mafia dio otro paso: en septiembre asesinó a Pino Puglisi, un sacerdote que trabajaba en un barrio pobre de Palermo y se enfrentaba a los capos locales (en la foto). Este verano por fin se ha movido su beatificación.

  A finales de 1993, de repente, la Mafia se paró. En la reconstrucción de los fiscales, los capos encontraron un nuevo contacto político tras el arresto de Don Vito: Marcello Dell’Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi y cofundador de su partido. Forza Italia entonces se estaba formando y ganaría las elecciones de 1994. Dell’Utri figura como imputado en el gran proceso de la ‘trattativa’. El último gran ‘pentito’, Gaspare Spatuzza, ha contado que en el bar ‘Doney’ de Via Veneto, sus jefes, los hermanos Graviano, le dijeron que Berlusconi pondría “el país en nuestras manos”. El partido independentista impulsado por la Mafia, Sicilia Libera, se fusionó con Forza Italia. Está claro por infinidad de escuchas, testimonios y arrepentidos que la Mafia apoyó a Berlusconi, no tanto lo que habría obtenido a cambio. Desde luego el ‘Cavaliere’ hizo campaña con propuestas que respondían a intereses de la Mafia, pero su primer gobierno de 1994 fue breve. Sin embargo lo cierto es que el mundo político a partir de 1996, con Ejecutivos de centro-izquierda, y desde 2001 con Berlusconi, irá desmantelando la legislación antimafia, el ‘41bis’, la ley de arrepentidos y cumplirá varias exigencias del ‘papello’. Todo el sector duro que sucedió a Riina fue arrestado entre 1993 y 1996. El mando de los Corleoneses pasó a Bernardo Provenzano, tras una vida en segundo plano. Tanto que no se sabía nada de él. Hasta se pensaba que estaba muerto.

(Publicado en El Correo)

LA MAFIA INVISIBLE

04provenzano31  En 2006 arrestaron a Bernardo Provenzano (foto) y todos escribimos que llevaba 43 años en búsqueda y captura. Fue una de nuestras exageraciones. Nadie le empezó a buscar hasta mediados de los noventa. Al ‘zio (tío) Binu’, se le tenía por un segundón de pocas luces. En 1994 un ‘pentito’ que era médico contó que la mayoría de los capos que había conocido eran unos borricos, salvo uno: Provenzano. Un lince, dijo. Los investigadores alucinaron. Fue entonces cuando comenzó a reescribirse su perfil. Era un desconocido. Su última foto era de la mili y ningún arrepentido le había visto en persona. Solo en 2002 Antonino Giuffré, un peso pesado, pudo ponerle una cara. Se comunicaba con papelitos -‘pizzini’- llenos de referencias religiosas y redactados con claves. Esta identidad misteriosa y su aparente libertad de movimientos se corresponde perfectamente a la estrategia que Provenzano adoptó para la Mafia tras la brutalidad de Riina: desaparecer. Se hizo invisible, no volvió a disparar un tiro. Sería el resultado de un pacto con el mundo político para suavizar la represión contra Cosa Nostra. Al final de 1993 Provenzano ordenó apoyar a Berlusconi en las elecciones e impuso la invisibilidad. Encajaba con la visión exquisitamente publicitaria del nuevo primer ministro, que se quejó entonces de la mala imagen que habían dado a Italia series como ‘La Piovra’ y las películas de mafiosos.

  El ascenso de Provenzano tiene aún un lado oscuro. Se sospecha que en 1992, en las negociaciones con el Estado, vendió a Riina a cambio de su impunidad. Desde luego hay cosas raras. El canal de esos contactos fue el exalcalde mafioso de Palermo Vito Ciancimino, que era un hombre de Provenzano, distante de Riina, a quien llegó a ofender un día al recibirlo en su casa en la cama y en pijama. Alguien pasó a Don Vito un mapa de Palermo con posibles escondrijos de Riina, que entregó a los Carabinieri. Al mismo tiempo, en enero de 1993, fue arrestado el exchófer de Riina, Baldassare Di Maggio. Casi en el día dio pistas claves para localizar al gran capo y, dato muy curioso, afirmó no saber nada de Provenzano. Dijo que a lo mejor estaba muerto. Más tarde le dejarían suelto, en el plan de protección de arrepentidos, y entre 1995 y 1997 se cargó a varios hombres de Brusca, rival de Provenzano en la sucesión.

  Sobre la propia captura de Riina pesa un gran interrogante. Es el famoso despiste -eso fue según la sentencia del caso- que dejó sin vigilar ni registrar su casa durante un mes. Cuando por fin los agentes se decidieron a ir estaba vacía y con las paredes pintadas. Los secretos de Riina quedaron a salvo. Por otro lado, llevaba ocho años en un chalé con piscina de Palermo y se casó en una misa oficiada por tres curas. Pasó la luna de miel en Venecia. Sus cuatro hijos nacieron en una clínica cara de Palermo con su apellido.

  Tras el arresto de Riina tomaron el mando fieles suyos igual de bestias, su cuñado Leoluca Bagarella y Brusca, detenidos en 1995 y 1996. Provenzano, en cambio, se oponía a la guerra abierta y, de hecho, previendo lo que venía, mandó a su mujer y dos hijos al pueblo en abril de 1992. Se presentaron en Corleone después de décadas desaparecidos. Ya hizo pensar que ‘Binu’ había muerto. Pero era solo el inicio de su estrategia de supervivencia. En Cosa Nostra tenía la imagen de un animal. Nace de una frase de su primer capo, Luciano Leggio (“Dispara como Dios pero tiene el cerebro que una gallina”), y de la matanza de Viale Lazio en 1969. En una emboscada a un rival, Provenzano le registraba pensando que estaba muerto, pero éste le encañonó en la cara. Se salvó porque se le encasquilló el arma. ‘Binu’ lo mató a golpes en la cabeza con su culata y le llamaron ‘el Tractor’. Pero el bestia era Riina. Provenzano, al viejo estilo, usaba la violencia como último recurso. “Que se haga la voluntad de Dios”, suspiraba al ordenar un homicidio.

  Siempre fue un empresario. Mientras sus colegas hacían la guerra en los ochenta, él creaba compañías, nombraba testaferros. Con gran intuición, fue el primero en abrir el pastel de los contratos públicos a las cooperativas comunistas. Con él se completa la complicidad de los partidos y un engranaje perfecto de Mafia, política y empresa. Así nace otro sobrenombre, ‘il Ragioniere’, el contable. En los ochenta tenía un despacho en una fábrica de clavos de Bagheria, en Palermo, donde llevaba las cuentas y recibía visitas. Pero ser convocado allí daba miedo porque era un lugar siniestro: también se citaba a quien se quería eliminar para disolverlo en ácido. Era un campo de exterminio que infundía terror en los mafiosos.

  En los noventa, en cambio, estuvo despachando en la céntrica autoescuela Primavera de Palermo. En 1998 los investigadores lograron colocar dentro un micrófono, pero a los doce días ya les descubrieron. Los topos y extraños descuidos de las fuerzas del orden también fueron decisivos en su fuga, otro elemento sospechoso. El general Mario Mori, ahora procesado por negociar con la Mafia en 1992, también está siendo juzgado desde 2007 por haber dejado escapar a Provenzano en 1995 un día que lo tenían a huevo reunido en una cabaña. Aquí también se habla de otro despiste.

  ‘Binu’ llegó a atravesar Italia en coche hasta Marsella en 2003 para operarse de la próstata y del hombro en una clínica privada. Todo pagado por la sanidad pública siciliana. A partir de 2000 la caza cambió de estrategia. Era mejor rodearlo por asfixia atacando su red de colaboradores. Así salió a la luz todo un entramado político-empresarial que una vez desmontado le obligó a dejar Palermo en 2004. La Policía obtuvo incluso su ADN de tejidos conservados en la clínica francesa. Provenzano huyó a los montes de Corleone, cada vez más aislado. Aguantó año y medio de cabaña en cabaña, sostenido por una red familiar. Cuando le arrestaron, siguiendo una bolsa de ropa que le llevaban, vivía encerrado en un caserón. Comía pan, achicoria y ‘ricotta’ (requesón). Tenía una calculadora para las cuentas y dos máquinas de escribir para sus mensajes. Una biblia muy subrayada y un libro del capitán que arrestó a Riina. Un aparato de música con cintas de Mina, el Ave María de Schubert, la banda sonora de El Padrino II y, atención a la mejor, Grandes Éxitos de los Pitufos. Seguía siendo un misterio.

(Publicado en El Correo)

UN PAÍS SIN VERDAD

01cadaveri eccellenti lino ventura francesco rosi 003 jpg gmbe12  Los detectives de las novelas de Leonardo Sciascia al final siempre salen derrotados y la verdad se les escapa. Quizá la averiguan, pero no se abre paso. La verdad en Italia, nos dice Sciascia, siciliano, es imposible. Llegados al final de este relato, la verdad sobre la Mafia se intuye pero se escapa en los papeles perdidos de Salvatore Giuliano, en la caja fuerte desvalijada del general Della Chiesa, en la agenda robada a Borsellino… Quizá lo que está pasando ahora lo sepamos dentro de veinte años. Tras el arresto de Bernardo Provenzano en 2006, su sucesor, Salvatore Lo Piccolo cayó en 2007 y se estrecha el cerco al siguiente, Matteo Messina Denaro, pero lo que pasa dentro de la Mafia es muy críptico. Los Corleoneses se han hundido y es una fase de transición. Están volviendo a Sicilia los ‘exiliados’, los que perdieron la guerra en 1982. También en EE UU las Cinco Familias han sufrido duros golpes. La última degeneración son mujeres cañón de capos que protagonizan ‘reality shows’.

   Pero Sciascia también decía que “el Estado no puede procesar al Estado”, que era imposible castigar a las altas esferas. Y este verano, tras cuatro años de investigaciones sobre la polémica negociación con la Mafia en los noventa, se ha anunciado que se sentarán juntos en el banquillo la cúpula de Cosa Nostra y altos cargos de la época. Será la primera vez que se hace explícita, visualmente, esta proximidad. Naturalmente otra cosa es en qué se quedará el juicio. Al exministro de Interior e imputado Nicola Mancino ya le han pillado llamando al presidente de la República para que paren a los magistrados. También debe aclararse la relación entre Silvio Berlusconi y la Mafia a través de Marcello Dell’Utri, aún bajo proceso. Ahora tiene un nuevo cargo: está acusado de chantaje al magnate, que le ha pagado 40 millones en quince años.

  02antonio-ingroia1-300x199Lo peor es que no cambia nada. Pasado el terror de los noventa se ha ido debilitando la legislación antimafia, acompañada de una deslegitimación de los magistrados. El fiscal de Palermo, Antonio Ingroia (foto), discípulo de Borsellino, ha arrojado la toalla en julio y se larga a Guatemala a trabajar para la ONU: “Este es un país de irresponsables, sin verdad ni justicia. Nadie quiere iluminar la habitación oscura de la verdad”. Numerosos políticos han sido procesados por sus relaciones con Cosa Nostra y, en caso de absolución, los indicios no cuentan nada, por graves que sean. Es más, se les asciende. Ahí está Giulio Andreotti, cuya complicidad mafiosa está probada por el Supremo, y se mueve con aureola de padre de la patria. En 1996 el primer presidente de Sicilia del partido de Berlusconi fue un tal Giuseppe Provenzano. Nada que ver con el gran capo… salvo que en el pasado gestionó su patrimonio. En teoría no lo sabía, trabajaba para su mujer y nunca hizo preguntas. Fue absuelto, pero la sentencia dijo que era “una especie de ‘consigliere’ de los Corleoneses”. Berlusconi le premió con un escaño en 2001.

  En 2003 fue un escándalo un vídeo que, por primera vez, captaba la cita de un político y un ‘boss’ mafioso: el vicepresidente del Parlamento siciliano, Wladimiro Crisafulli, del DS, principal partido de izquierda, y el capo Raffaele Bevilacqua. Se besaron al verse y hablaron de contratos públicos. El caso fue archivado en 2004. No se pudo probar que la Mafia se beneficiara del dirigente, pero quedó clara su “inquietante” disponibilidad. Le colocaron de diputado en 2006.

03ansa  Es la llamada ‘zona gris’ creada en torno a la Mafia. Políticos y empresarios que compadrean con los capos en la línea de la legalidad, un delito dificíl de probar -el ‘concurso externo’ ideado por Falcone y Borsellino- y cada vez más erosionado. Por el lado mafioso hay una nueva generación de capos de aspecto respetable. Abogados, empresarios, con una doble vida, y el centro de negocios ya es Milán, una Mafia financiera asentada en el norte del país. Los médicos, por ejemplo, como enseña la historia de Cosa Nostra, siguen siendo un oficio con numerosos ‘uomini d’onore’. La Sanidad pública es la principal industria siciliana, con medio presupuesto regional pero un servicio tercermundista. Se ha llegado a convenios con 1.846 centros privados, más que todas las regiones de Italia juntas. En la prestigiosa clínica Villa Santa Teresa de Bagheria, bajo gestión mafiosa, la terapia contra el cáncer de próstata costaba a las arcas públicas 136.000 euros. Tras la intervención judicial, 8.000. Por sus relaciones con el dueño de la clínica, el presidente de Sicilia de 2001 a 2007, Totó Cuffaro (foto), médico democristiano, está en la cárcel. Giuseppe Guttadauro, cirujano jefe de un hospital de Palermo, era el capo de Brancaccio. Salió de la cárcel en 2000 y los Carabinieri le habían puesto micrófonos en casa. Comprobaron que volvió a lo suyo como si no nada. Por la mañana despachaba con peces gordos de política y obras públicas. Por la tarde recibía mafiosos y daba órdenes. Luego alguien le sopló que le espiaban. Fue Cuffaro. Su sucesor en el Gobierno de Sicilia, Raffaele Lombardo, médico, acaba de dimitir, imputado por afinidades mafiosas.

   Parece imposible cambiar la historia. Al final de su vida, el histórico ‘pentito’ Tommaso Buscetta, fallecido en 2000, estaba arrepentido de haberse arrepentido. En su día llegó a pensar que era posible derrotar a Cosa Nostra, pero cambió de idea: “La Mafia ha ganado. Me equivoqué de previsión, y conmigo Falcone, que ha perdido la vida. Qué error colosal. La Mafia ha asumido un papel mucho más grande. Se ha convertido en un hecho político”, concluyó. El reflejo más trágico de esa impotencia es la historia de Rita Atria, una chica de 17 años, hija de un capo asesinado, que empezó a colaborar con Paolo Borsellino en 1991. El juez la adoptó como una hija y se ocupó de su protección. Tras su muerte ella perdió toda esperanza y se arrojó de un séptimo piso. Su madre siempre la repudió por traidora y rompió su lápida a martillazos. Rita dejó una nota: “Ahora que ha muerto Borsellino nadie puede comprender el vacío que ha dejado en mi vida. El Estado mafioso vencerá y los pobres idiotas que combaten contra los molinos de viento serán asesinados”. Veinte años después de la muerte de Falcone y Borsellino seguimos como el primer día, confiando en la victoria final de los idiotas.

Foto de apertura: Imagen de ‘Cadaveri eccellenti’, (Francesco Rosi, 1976), con Lino Ventura, basado en una novela de Leonardo Sciascia.

(Publicado en El Correo)

Con este capítulo termina esta serie dedicada a explicar un poco, en los posible, la Mafia.

A continuación, como prometí el primer día, una breve lista de la principal bibliografía consultada y que puede servir a los interesados. Lo siento, pero creo que pocos están traducidos al español.

 Sobre la historia general de la Mafia y el fenómeno en sí:
-Salvatore Lupo, “Storia della Mafia”, Roma, 1996.
-Salvatore Lupo, “Quando la Mafia trovó l’America. Storia di un intreccio continentale, 1888-2008″, Einaudi, Turín, 2008.
-John Dickie, “Cosa Nostra”, Laterza, Roma, 2005.
-Saverio Lodato y Roberto Scarpinato, “Il ritormo del Principe. Criminalità, corruzione, Mafia: il potere in Italia”, TEA, Milán, 2008.
-Carlo Lucarelli, “La mattanza”, Einaudi-RAI (libro + documental), 2004.
-Selwyn Raab, “Five families. The rise, decline and resurgence of America’s most powerful Mafia Empires”, St Martin’s Press, 2005.

Sobre Falcone, Borsellino y otros héroes:
-Giovanni Falcone y Marcelle Padovani, “Cose di Cosa Nostra”, Rizzoli, Milán, 1993.
-Attilio Bolzoni, “Uomini soli”, Melampo, Roma, 2012.

Sobre Totó Riina:
-Attilio Bolzoni y Giuseppe D’Avanzo, ”Capo dei capi”, Rizzoli, MIlán, 2007.
-John Follain, “Gli ultimi Boss”, Mondadori, Milán, 2011.

Sobre Bernardo Provenzano:
-Lirio Abbate y Peter Gomez, “I complici. Tuti gli uomini di Bernardo Provenzano da Corleone al Parlamento”, Fazi, Roma, 2007.
-Salvo Palazzolo y Michele Prestipino, “Il codice Provenzano”, Laterza, Roma, 2007.
-Pietro Grasso y Francesco La Licata, “Pizzini, veleni e cicoria. La Mafia prima e dopo Provenzano”, Feltrinelli, Milán, 2007.

Sobre las relaciones entre la Mafia y la Iglesia, y el escándalo de Calvi, Sindona, Marcinkus, el Banco Ambrosiano y el IOR:
-Isaia Sales, “I preti mafiosi. Storia dei rapporti tra Mafia e Chiesa cattolica”, BC Dalai, Milán, 2010.
-Mario Guarino, “I mercanti del Vaticano”, Kaos, Milano, 1998.
-Philip Willan, “The Last Supper. The Mafia, the Masons and the Killing of Roberto Calvi”, Robinson, Londres, 2007.
-Mario Almerighi, “I banchieri di Dio. Il caso Calvi”, Editori Riuniti, Roma, 2002.

Sobre Mafia, Berlusconi y Dell’Utri:
-Elio Vetri y Marco Travaglio, “L’odore dei soldi. Origini e misteri delle fortune di Silvio Berlusconi”, Editori Riuniti, Roma, 2001.

Sobre el culebrón de Salvatore Giuliano y otros temas sicilianos se puede seguir el blog del profesor Giuseppe Casarrubea, artífice de los últimos descubrimientos:
http://casarrubea.wordpress.com/

Algunas buenas páginas de información sobre la Mafia:
www.antimafiaduemila.com
www.ipezzimancanti.it/
http://www.centroimpastato.it/

También han sido y son fuente cotidiana y constante de información las crónicas de los principales diarios italianos, especialmente las firmadas por Attilio Bolzoni (La Repubblica), Giovanni Bianconi (Corriere della Sera) y Francesco La Licata (La Stampa).

Y aquí termina esta serie. Espero que haya sido útil y de interés.

Gracias a todos.

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