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rivas3No deben existir grietas morales a la hora de unificar propósitos claros e irrenunciables.
Las más que preocupantes noticias que se están conociendo por estos tiempos y que muestran actos de abusos sexuales centrados en menores, han generado en la sociedad la necesidad de poner en agenda este fenómeno y –como presupuesto más deseable- tomar posiciones activas y contundentes que exhiban una condena clara y terminante. La mayor o menor credibilidad social va atada a cada escala de valores que el ciudadano de a pie sustente.

El nivel de los preconceptos y la solidez de los principios morales entran en juego en cada sociedad. Que puede ser pacata, apocada, sosegada, cerrada o abierta al pluralismo, usando vías de comprensión y tolerancia recíproca. Es difícil acusar de negligencia, indiferencia o desentendimiento frente a un impacto de la magnitud del que sacudió a la población gualeguaychuense, cuando colisionan los atavismos impermeables al cambio, el conservadorismo ancestral y la necesidad de adoptar un severo compromiso en favor de las buenas costumbres. No deben existir grietas morales a la hora de unificar propósitos claros e irrenunciables. Esta ciudad ha dado sobradas muestras de coincidencia frente al atropello de la celulosa contaminante. Lo ocurrido con un “prestigioso simulador” de moral quebradiza, es hoy un desafío a la valentía y la congruencia principista. Tanto como lo ha sido siempre para ANALISIS animarse a investigar, hurgar, agrupar, escribir, publicar y denunciar, abriendo espacios a la justicia. Este demostrado apego por la verdad es lo que torna creíble el mensaje.
Por Luis María Serroels
(Especial para ANALISIS DIGITAL)

ANALISIS nació con un compromiso que se retroalimenta a medida que sus esfuerzos editoriales, culto de la verdad y valentía, hallan eco y logran constituirse en auxiliares de la ley y la justicia. No se arrojan plumas desde campanario alguno, a las que jamás podrá juntarse en su totalidad. No sólo se trata de encontrar la verdad, sino de tener el coraje de revelarla. Correr el peligro que siempre entrañó ser veraz, sostener su prédica sin especulaciones y aguantarse estoicamente las infundadas acusaciones de los que sólo imaginan un periodismo adormecido, entregado al mercado de la opinión, timorato y presto a la compra-venta de opiniones.

No son pocas las denuncias que sacan a la luz las aberraciones sexuales de gente que, ante las leyes escritas y cánones morales, poco interesa si visten o no sotanas, si son consagrados, letrados, políticos, historiadores o mecenas. Los une el cordón siniestro de los peores pecados que enlazan a la pedofilia, la pederastia y otras inclinaciones hacia otras prácticas no menos aberrantes. El buen ciudadano, el vecino solidario, el clérigo amable, querible y admirado, o el funcionario culturoso, suelen converger en las peores desviaciones, porque esas simuladas virtudes son las que protegen sus acciones vergonzosas. Estas que desde más de cuarto siglo –convertidas en ollas fétidas- viene destapando ANALISIS sin renunciamientos.

No es lo mismo meter la mano a fondo refrendado con la firma, que limitarse a citar a este medio para evitar riesgos. Si el riesgo no acompaña al periodismo, el periodismo termina siendo un vulgar pasatiempo.

Esa lascivia zigzagueante en sus formas y manifestaciones pero muy coincidente en su degenerada conducta con víctimas inocentes de pudor fresco, es lo que ninguna sociedad debe tolerar y mucho menos encubrir. El estupor social desorienta y hasta paraliza en la medida del origen y figuración pública de los victimarios. Y la presumible decepción deviene en desconfianza generalizada, barnizada con asco como genuina expresión de rechazo. Todo esto a partir de la porfiada manía de ANALISIS. Esto es ni más ni menos que la reivindicación de una cruzada que ningún periodista debe ignorar.

Si al amparo de proclamados rasgos altruistas de puertas hacia afuera se realizan actos perversos de puertas hacia adentro, la fe y la admiración colectivas se hacen trizas. El escándalo sobreviniente shockea y toda una historia de falacias y cinismo se desploma.

Cada ser humano es dueño absoluto de escoger y expresar su conducta sexual, tanto más legitima cuando más resguardada permanezca en su intimidad. Pero obligar a asociarse a las peores insanías a menores, robándoles el pudor y la pureza que sólo ellos y a su tiempo buscarán darle cauce y sentido en su libre opción, es merecedor de condena social y sanción penal.

El daño que se provoca a esta franja etaria es muchas veces irreversible, tanto como el dolor inenarrable de sus allegados. Especialmente cuando el depravado transfiere con infinita desfachatez porciones de culpabilidad a sus engañadas víctimas. Se diluyen la paz y la serenidad familiar y por lógica también los vínculos extra familiares.

El peor enemigo que enfrenta un abusador serial es su conciencia que tarde o temprano lo interpela hasta cuando duerme. Y en el caso de imágenes gráficas, fílmicas y actitudes personales, el desfile es ininterrumpido porque no es nada fácil ahuyentar los fantasmas asentados en una mente prostituída. Al abrir los ojos, surgen en fila el rechazo, el repudio y el desprecio ciudadano. Y la vía pública se convierte en una terrible trasmisora de desprecio a cuenta del castigo carcelario.

Desde ahora Gualeguaychú no será igual, lo que no significa decir que no será mejor, porque de estas circunstancias es que brotan reflexiones trascendentes, caminos de humildad y reconciliaciones reparadoras.

La movilización y escrache de ciudadanos en repudio de la inconducta de Gustavo Rivas, es un muy buen indicio y a la vez una severa advertencia. Es que en materia de pautas morales, no puede existir grieta alguna. La moral no es un buffet froid donde cada comensal elige lo que le gusta y desecha lo que no le apetece.

Los que formamos parte de ANALISIS sabemos y asumimos que es común matar al mensajero antes de conocer quien ha sido su generador. Una posibilidad que se acepta como costo ineludible en la búsqueda de la verdad, siempre decidido a no callarla.

En las sociedades cargadas de mucha historia, las grietas se producen en un juego de antónimos: crédulos e incrédulos; confiados y desconfiados; creyentes y descreídos; valientes y pusilánimes; pacíficos y violentos… Las leyes de la opción marcan las conductas (y además sus consecuencias).

Hay víctimas que –no sin razón- suponen que el calvario soportado durante largo tiempo podría potenciarse con una suerte de blanqueo de una situación dolorosamente acuciante. Pero siempre brotan signos de coraje y determinación que las convierte en paradigmas.

Recordemos con el poeta griego Sófocles (si algo faltase para definir al “ciudadano ilustre” habitante de nuestro extremo sur entrerriano), que “sólo el tiempo muestra al hombre justo, mientras que al perverso en un solo día”.
http://analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=259098

 

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