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DAVOS, LA REUNION DE LOS IMBÉCILES

davosOs hago una pregunta. ¿Cómo juzgaríais el hecho de que si para construir los diques que se derrumbaron en New Orleans fueran llamados los ingenieros que los construyeron?

¿O si para llevar la justicia a Sicilia, el gobierno italiano crease una comisión de expertos mafiosos? ¿O si, para proporcionar a nuestros chicos una adecuada educación cívica, se formase un grupo de docentes formado por ladrones declarados? ¿O si, para afrontar una epidemia, se interpelara a médicos sin licencia, sin título ni carrera hecha? ¿O si, para apagar un incendio se recurriese al registro de los pirómanos?
Estas preguntas me han venido a la mente viendo en la Tv el reportaje desde el “Forum de Davos”, cuyos participantes, casi todos aunque en distintos niveles, equivalían a ingenieros chapuceros, mafiosos declarados, ladrones de bancos, médicos abusivos, pirómanos arraigados.
Una galería de caras gordas a prueba de bombas que en vez de explicarnos el por qué se incendiaban los bosques de la finanzas mundial y en cambio de esto se tomaban opulentas prebendas, nos daban nuevas prognosis sobre la profundidad de la crisis y sobre su duración.
Pero, si se han equivocado en todas las previsiones (y efectivamente, a pesar de la superficie bronceadas de sus caras, les resultaba difícil esconder un cierto nivel de desconcierto) ¿Porqué ahora tendrían que acertarlas?
¿Y cómo se explica el nivel absoluto de imbecilidad, profesional e intelectual, de los comentaristas que, en vez de tratar a los pirómanos y sinvergüenzas por lo que eran y por lo que son, demuestran que creen en sus palabras como si fueran oro?
Los más divertidos, entre todos, me han parecido los economistas. Nunca como hoy la disciplina de la que se ocupan se merece el apelativo de “ciencia estúpida”: el único que la describe de lleno. Pero sus señores han continuado contando en Davos la fábula de la uva como si nada fuese.
Si al menos hubiese habido uno capaz de cumplir el único gesto decente (además del gesto de ir a Davos para hacer que todo el resto del mundo se ría detrás): el de colgar la estúpida licenciatura en un clavo y dedicarse a cualquier actividad más inteligente, o menos dañosa.
Una reunión ilustre de imbéciles, pero de imbéciles peligrosos.

Giulietto Chiesa
1 de febrero 2009

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