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zulema200Conspiración mafiosa ordena a sicarios asesinar a Carlitos Jr. por vínculos con Menem padre

Por Giorgio Bongiovanni  y Jean Georges Almendras

Antimafia Dos Mil,  como medio de prensa libre y de denuncia contra el crimen organizado, incursionó en este caso, recabando informaciones complementarias sólidas. Fuimos literalmente armando un gran rompecabezas en torno a la muerte del joven Menen. Una muerte donde los enigmas  y las intrigas de poder no estuvieron ausentes.

Ha sido insistente la versión desde el ámbito del periodismo, de que la madre de Carlitos  siempre sostuvo que su muerte se trató de un atentado. La Tribuna de Periodistas, en febrero de 2013 declaró que Zulema Yoma dijo que la muerte de su hijo de trató del “tercer atentado”, en la lógica de la  “pista siria” que empieza a imponerse en la investigación del atentado a la AMIA, que tuvo lugar el 18 de julio de 1994.

Podemos decir, por ejemplo, fruto de nuestras investigaciones  que en aquellos momentos de la AMIA, cuando el presidente era el Dr. Saúl Menem, éste había celebrado un acuerdo preelectoral con Siria, país de origen de sus ancestros y que habría financiado su campaña electoral, obligándose a su vez a facilitar determinadas actividades de ese país árabe en la Argentina, una vez llegado al poder. En ese marco, tuvo notoriedad su relación con Ibrahim al Ibrahim, coronel de inteligencia sirio (prófugo de la justicia) que se encontraba casado con Amalia Beatriz Yoma (a) “Amira”, cuñada del  Pte. Carlos Saúl Menem y encargada de la agenda presidencial.

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Ibrahim al Ibrahim era director de Aduanas en momentos que Alfredo Enrique Nallib  Yabrán (que se supone se suicidó el 20 de mayo de 1998) era titular de una empresa de vigilancia denominada Bridees que nucleaba a ex represores (de allí su nombre Bri-de-es=Brigada de ESMA, Escuela de Mecánica de la Armada), y de otras: una de correo privado (OCASA e InterCar S.A), otra de transporte de carga (Villalonga-Furlong) y otra de transporte de caudales (Juncadella). Empresas que eran ostensiblemente utilizadas, entre otras cosas, para el tráfico de drogas. Mediante el management de EDCADASSA (Empresa conformada en un 55% por la Fuerza Aérea Argentina y un 45% por Villalonga-Furlong), Yabrán controlaba los depósitos de la Aduana (lo menciona Miguel Bonasso en su libro  “Don Alfredo”), a través de la  cual ingresaba el material del traficante sirio Ahmed Al Kazar, al que el gobierno de Menen le otorgara pasaporte argentino y quien ya había realizado con la Fuerza Aérea Argentina una operación de venta de aviones Dagger-Miragge. En esta línea de análisis, se ve que posteriormente, “Amira” Yoma sería encausada por el  juez español Baltasar Garzón en el denominado “Yomagate”, por habérsela encontrado con una valija llena de dólares, aparentemente producto de la comercialización de drogas.

En ese punto debemos señalar, por ejemplo, que Juan Salinas, como dato no menor y no menos intrascendente y significativo, dice:  “También es bueno recordar que eran muchos (no sólo Amira Yoma) quienes traían de Estados Unidos valijas Samsonite repletas de dólares provenientes de la comercialización de cocaína colombiana y heroína asiática; que ese trasiego era a todas luces producto de un acuerdo entre Menem y Siria (acuerdo en el que, sospecho, también debieron haber participado los servicios secretos israelíes) y que quien encabeza el lavado de ese dinero era un viejo cubano de Alpha 66 (la colateral de la CIA que organizó el desembarco de Playa Girón o Bahía de los Cochinos).”

Pero también se encuentra sumamente acreditado el vínculo de Menem con el entonces Presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA), Rubén Ezra Beraja, presidente del quebrado Bco. Mayo.

Y como dato ilustrativo de los vínculos existente entre unos y otros, tenemos que la abogada que defendió la quiebra de dos empresas vinculadas a Yabrán era también la que representó a Rubén Beraja en la quiebra del Bco. Mayo y también a la DAIA en el caso AMIA. Asimismo se sospecha que una empresa perteneciente a Yabràn era la que realizaba la limpieza en la Embajada de Israel y la AMIA.

Numerosos periodistas e  investigadores, tales como Juan Gasparini, Juan Salinas, Jorge Lanata, Horacio Lutzky y Guillermo Lipis, Daniel Schnitman, Rogelio García Lupo, Cristian Sanz y Fernando Paolella, así como muchos otros, sostienen que la voladura de la Embajada de Israel y la AMIA se trató de una operación mafiosa vinculando al entorno mencionado con el narcotráfico, el lavado de dinero y el tráfico de armas. Sus afirmaciones se encuentran sostenidas por elementos de convicción suficientes como para profundizar una exploración judicial en ese sentido.

A esta línea de investigación se la dio en llamar “la pista siria” y comprometía seriamente al Presidente Menem, sus familiares y allegados y –al decir de Salinas- pondría en evidencia que “ya desde hace dos décadas que los servicios secretos de Israel y los Estados Unidos vienen triangulando armas y drogas a través de una red de traficantes integrada por gente como el saudí Adnan Khashoggy, el sirio Monzer Al Kassar y el británico (judío) Judah Eleazar Binstock”.

Esta “pista” jamás fue investigada y sólo se siguió la línea trazada y definida por los servicios de inteligencia del gobierno (SIDE) y los servicios secretos estadounidenses (CIA) e israelíes (MOSSAD) , que estaba dirigida a vincular a sectores iraníes con ambos atentados. De ese modo se evitaba comprometer al Presidente Menem y su entorno y se aprovechaba la coyuntura para vincular a Irán con el terrorismo internacional (que eran los objetivos de la CIA y el MOSSAD).

A todo este panorama, de complejidades y de vínculos y de negocios mafiosos, donde hay drogas y armas, donde hay personajes y empresas, de tenor privado y de tenor gubernamental, debemos sumar algunos aspectos que fueron ya divulgados en escritos varios, y en uno en particular, el del periodista Christian Sanz, en su libro “Maten al hijo del Presidente” del año 1999, que aluden directamente a la previa del día en que se produce la muerte de Menen jr. y a todo su entorno, con posterioridad a  la tragedia.

En uno de sus párrafos más destacados de su libro, el colega pone en evidencia claramente los temores de Carlitos: "Si algo me llega a suceder, vieja, el primero que me va a matar va a ser Ramón", dijo imprevistamente Junior a una azorada Zulema Yoma, que no terminaba de entender el por qué de tan espontánea confesión. No le fue difícil a la ex primera dama adivinar que el Ramón al que se refería su hijo era el mismo que se desempeñaba como secretario privado de su ex marido, Carlos Menem. Ni más ni menos que Ramón Hernández.”

En otro párrafo Sanz alude directamente  a lo que vivieron antes del viaje, tanto Carlitos como el piloto Silvio Oltra.

“Ya eran más de las 9 de la mañana y Junior había decidido viajar en el Renault que hacía de móvil de la custodia, junto a los oficiales de la Federal Bauer y Noriega. Antes de llegar a la mansión presidencial, empezó a desconfiar de su destino cuando ambos custodios le informaron que no lo acompañarían en su viaje a Rosario. El jefe de su custodia personal, el Oficial Oscar Barcelona, había dispuesto —sospechosamente— que ese día disminuyera el número de agentes y móviles que lo protegieran en el trayecto hacia su destino en la provincia de Santa Fé. Carlitos recordó entonces lo que le decía su madre: “Tienes que rotar la custodia cada tanto, chancho”. Zulema sospechaba del hecho de que Barcelona no lo dejaba solo ni por un minuto. Ayudaba a acrecentar las sospechas el hecho de que el helicóptero, en su descanso en la Residencia de Olivos, no contara con una custodia asignada o que no se le hubieran fijado las más mínimas medidas de seguridad. Según información brindada por Daniel Bellandi, Controlador de Tránsito Aéreo de la propia Casa Militar de Olivos, “no existe en los registros que llevan de entrada y salida de helicópteros”, anotación alguna sobre la salida de la aeronave de Carlos Menem Junior desde la Residencia ese fatídico 15 de marzo de 1995”

Christian Sanz no se queda con ese preámbulo. En su libro cuenta: “Mientras su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre temas relacionados a armas y drogas, Carlitos intentaba hilar los datos que lo acosaban y que incluían a su propio padre en esos negocios. No podía creer que, alguien a quien creía conocer tanto, le fuera tan ajeno en algunos aspectos. De todas maneras, pensaba en cuando estuviera más tranquilo y pudiera tener tiempo de analizar más detenidamente la información que llevaba en su portafolio gris. Aún le era difícil entender cuál era la relación entre armas y drogas en un país tan alejado de medio oriente. No podía creer que esos “negocios” hubieran penetrado de tal manera en los estratos más profundos de toda voluntad política”.

Sobre el portafolio gris que tenía Carlitos, en la Tribuna de Periodistas del 15 de marzo de 2013, se agrega: “Lourdes Di Natale, fallecida ex secretaria de Emir Yoma, declaró en su momento que en la oficina de su jefe se guardaba el portafolio que había pertenecido a Carlitos. En el mismo sentido, ni bien se produjo la caída del helicóptero, Emir Yoma le había pedido a Lucho Pineda que entrara cuanto antes al departamento de Carlitos y retirara el contenido de la caja fuerte que estaba al lado de la cama: “Saca todo y avísame sin que se entere Zulema”, ordenó desde San Nicolás.

En el libro, Sanz continúa relatando sobre el fatídico día: “Para escapar de semejante presión, su mente traía pensamientos de la carrera que estaba por correr en Rosario. Estaba seguro de que iba a sacar uno de los primeros lugares en la tabla de posición y ya se imaginaba festejando frente a la ovación de la gente. Fue el primer tiro el que lo hizo volver a la realidad. No entendía nada. Ni siquiera estaba seguro de que fuera un disparo de bala. La intensa continuidad de los impactos no le permitió pensar demasiado. Lo único que sabía con certeza en ese momento era que estaba siendo víctima del impacto de gruesas balas, disparadas por más de un francotirador. “Me tiraron, me tiraron... perdí la hidráulica. Hagan algo huevones”, llegó a decir Carlitos, tratando de contactar en vano a su custodia y mientras trataba de maniobrar el helicóptero. Luego se sabría que dicha comunicación había sido registrada por la  torre de control del aeropuerto de Ezeiza. Junior confiaba en que la custodia iba a estar siguiéndolo por tierra, tal cual tenían programado y como solía hacerlo generalmente. Convencido de que era así, comenzó a descender de a poco para poder coordinar acciones con quienes debían protegerlo. Lo que menos se imaginaba, era que no iba a encontrar ayuda alguna. El coche de la custodia lo había abandonado 20 km. atrás. La sensación que tuvo Carlitos de que habían liberado la zona se interrumpió en el mismo momento que impactó contra los cables de electricidad que cruzaban la ruta 9. Era hora del inevitable fin.”

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El tema de los custodias, es decir de su ausencia al momento de precipitarse el helicóptero, no es un tema que fue menor. Oportunamente sobrevinieron las preguntas. Y Carlitos mismo, sobre la aeronave es lo primero que se percató antes del fin. Porque abajo la zona estaba libre. Libre absolutamente.

Sanz  lo relata de esta forma: “Fue en la misma mañana de ese nefasto 15 de marzo que Carlitos se había enterado que dos de sus custodios no iban a acompañarlo en su  trayecto a Rosario. Los oficiales Barcelona, Bauer y Noriega se dirigían —junto al hijo del Presidente— en un Renault 18 oscuro hacia la Residencia de Olivos. Es durante ese trayecto que Junior supo que dos de ellos no iban a escoltarlo en el viaje a Santa Fé. Desconcertado y sin entender el porqué de tal decisión, se resignó al pensar que el destino había querido que las cosas fueran así. A la Pathfinder negra en la que viajaría su jefe de custodia, se había sumado un automóvil Spirit blanco con tres oficiales más (que debían haber sido cuatro): Carlos Ruiz, Adolfo Vallejos y Héctor Rodríguez. Los vehículos, ocupados por custodios y amigos de Carlitos, tenían la consigna de seguir al helicóptero por la Ruta Nacional Nº 9. Tratando de permanecer siempre debajo del mismo e intercomunicándose por medio de Handys y celulares”

“Al principio se manejaron tal como lo habían previsto pero, imprevistamente, ambos vehículos se detuvieron en un parador ubicado en el Km 191,5 de la Ruta, casi 20 km antes de que el helicóptero se precipitara a tierra. Según lo declarado por Oscar Barcelona y Cesar Perla, jefe de custodia y amigo personal de Carlos Menem jr respectivamente, se detuvieron en la gomería “El Pito” para cambiar una goma de la camioneta de la custodia que poco antes había pinchado. En la misma declaración, hacen saber que pensaban volver a detenerse en la Estación de Servicio del km 211.5 —justo frente a donde cayó el helicóptero— para cargar combustible. Suena totalmente absurdo que, tratándose de la vigilancia de alguien que venía siendo amenazado de muerte y que era ni más ni menos que el hijo del Presidente de la Nación, la custodia no haya tomado el recaudo de llenar el tanque de nafta para no tener que detenerse. Respecto a la goma de la camioneta, nunca apareció la que estaba pinchada. Suena asimismo extraño que no hayan cambiado la cubierta los mismos custodios. Oscar Barcelona aseguró que esto había sido así porque habían perdido la llave de seguridad, cosa que fue desmentida por el encargado de la gomeria, quien declaró que la misma se encontraba debajo del asiento trasero de la Pathfinder”.

Sobre este episodio, desde Tribuna de Periodistas  se hacen algunas observaciones: “Es extraño que a pesar de las constantes contradicciones que se desprenden por parte de quienes debían acompañar a Carlitos, el recorrido de los autos que iban por tierra no haya sido investigado por los jueces en la causa. Ni siquiera frente a lo poco creíble de algunas afirmaciones que se han hecho en la causa. Por ejemplo, según el oficial Noriega, en el mismo momento que caía la aeronave, recibió por la “motorola” del Renault 18 un llamado del Oficial Ferrari (asignado a la custodia de Zulema Yoma) haciéndole conocer el trágico suceso, mientras que el Oficial Bauer aseguró que Ferrari les avisó que había habido un accidente cuando ya estaban en Olivos y que, previamente habían escuchado por la “motorola” un aviso de la caída del helicóptero en Ramallo, cuando estaban estacionados frente a un banco, pero no lo habían relacionado.”

Pero los detalles de ese día cuentan mucho. Los detalles de los registros gráficos del lugar donde estaba el helicóptero. Y Christian Sanz no lo omite en su libro.

“Finalmente, la custodia ha justificado esta extraña detención en la necesidad de “cambiar los cascos (para la carrera) de un automóvil a otro”, a pesar de que ambos autos se dirigían al mismo lugar de encuentro: Rosario. Estos supuestos cascos que provocaron esa tremenda y estúpida demora, pudieron verse en la filmación de los restos del helicóptero el mismo día de la tragedia, ya que los llevaba el mismísimo Carlitos en la aeronave”.

Tribuna de Periodistas tampoco deja pasar este punto para hacer algunas puntualizaciones, que son definitivamente medulares en lo concerniente a las investigaciones que no se cumplieron: “A casi 20 años de ocurrido este atentado, todavía no se pudo establecer con precisión qué hicieron ese día los integrantes de la custodia. No se ha podido establecer la cantidad de personas que viajaban en cada automóvil ni quiénes eran. Tampoco se sabe cuáles ni cuántos teléfonos celulares o equipos de comunicación poseían. Menos todavía la cantidad de llamados que hubo ni a qué personas fueron realizados desde los mismos, ni desde que zona se hicieron. Algo que hubiera sido sumamente sencillo de haberse utilizado el sistema Excalibur, que tan buen resultado dio en el marco del caso del asesinato de José Luis Cabezas”.

Pero el tema específico de lo que fue aconteciendo con  los testigos  también es abordado por Sanz en su libro. Testigos que literalmente fueron encontrando la muerte gradualmente, en diferentes circunstancias. Veamos algunos casos de la extensa nómina.

“Es un tema muy jodido, donde muere gente clave”, me asegura con miedo una persona que ha sido amenazada en el marco de la investigación de la muerte de Junior. Aunque uno se resista a creerlo, las evidencias van más allá de lo que uno pueda imaginar. Hay hechos objetivos que abonan el terreno en el sentido de la sospecha: más de 10 personas murieron violentamente en un lapso de tres años, mientras otras fueron amenazadas y baleadas. Todos ellos, de un modo u otro, tuvieron una estrecha participación —como testigos y como investigadores— en el episodio ocurrido aquel 15 de marzo de 1995”.

“Veamos: Lorenzo Epifanio Siri: era cuidador del campo de la familia Sívori, donde cayó el helicóptero.“(Siri) me contó que previo a la caída del helicóptero percibió tres explosiones y en seguida le pareció como que se le venía encima”, asegura Adrián Laprida que le confesó el cuidador del campo poco tiempo antes de morir. La misma persona asegura que Siri le había dicho que “vio un montón de cosas desparramadas (...) Que entre esas cosas había una valija, sobres como de azúcar y dinero suelto. Que inmediatamente se le acercaron unas personas y le dijeron: ‘viejito, vos te mandas a mudar de acá porque sos boleta. Vos no viste nada”. Era demasiado tarde. El 18 de abril de 1995, Lorenzo Siri iba a encontrar su propia muerte atropellado por un auto Fiat 147, tan sólo a 500 metros de donde había caído la aeronave; Miguel Luckow: Perito designado por la Fuerza Aérea y primero en llegar adonde estaba el helicóptero. Le aseguró al fiscal de la causa, Amalia Sívori que “por lo que pude ver, esto no se trató de un accidente”. Pocos días después de asegurarle a la Fiscal Sívori que para él el desplome del helicóptero no había sido producto de un accidente —el 26 de septiembre de ese mismo año—, Miguel Luckow fue asesinado a balazos en la puerta de su casa cuando estaba por ingresar con el auto en el garaje. El sumario policial indica homicidio y robo, pero a Luckow ni siquiera le robaron la billetera. La causa tramita en el Juzgado en lo Penal Nº 4 de San Isidro bajo el número 36.987. En extraña coincidencia, el hombre que lo mató, Angel Daniel Antakle, fue muerto dos días después —el 28/09/95— sin poder llegar a brindar testimonio. “Le hacían la vida imposible. Cuando tenía que ir a la sede de la J.I.A.A.C. para realizar su trabajo, los coches que pasaban a buscarlo llegaban siempre tarde”, confiesa hoy alguien que gozó de la confianza de Luckow”

 “José Luis Mancini: Perito de la División Balística y Criminalística de la Gendarmería Nacional. En Junio de 1997 dio a conocer públicamente el documento que mostraba las conclusiones a las que habían arribado los técnicos y que aseguraban de manera rotunda que existían perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell en el que viajaban Carlos Menem Junior y su amigo Silvio Oltra. Días antes, Mancini había recibido presiones por parte de gente del Poder. “No te olvides que algún integrante de tu familia puede sufrir un accidente...”, le advirtieron por teléfono, al tiempo que le sugerían hacer desaparecer los restos del helicóptero sobre los que se iba a proceder a hacer el peritaje de marras. No aceptó. Once días después, su hermano Emilio Eduardo, fue abordado por cuatro hombres en una esquina de Villa Centenario, en Lomas de Zamora. Uno le disparó a quemarropa a la altura del cuello y la bala que fue a dar a la espina dorsal lo dejó casi paralítico. Huyeron sin robarle nada. Luego de ser operado el 16 de julio de 1997 —una de las balas se alojó en su cabeza—, Emilio falleció.”

“Hugo Raúl Bocolino: Camionero. Le aseguró a su esposa Beatriz que había sido testigo involuntario de cómo disparaban contra el helicóptero de Menem Junior. El siguiente jueves, un día antes de la supuesta llegada del chofer a su hogar, Beatríz iba a recibir el peor llamado de su vida: su marido había aparecido con  un tiro en la cara. Poco después se iba a enterar de que habían querido armar una causa judicial diciendo que Hugo, su cónyuge, se había suicidado; Carlos Santander: Asaltante. Aseguró tener filmaciones de la caída de la aeronave. Fue muerto días después en un tiroteo; Dr. Pedro Martínez: Médico de San Nicolás. Fue asesinado a cuchilladas pocos meses después de la caída del helicóptero. Tenía uno de sus consultorios en la ciudad de Ramallo y fue el primer médico en llegar al lugar del siniestro; Rodolfo Cortese: Fue quien le acercó el cassette a Zulema Yoma donde se escuchan los gritos de Carlos Menem Junior antes de impactar contra el maizal. Cortese falleció de manera extraña y fue inmediatamente cremado sin autorización de su familia.”

Christian  Sanz en su libro agrega, como dato estremecedor: “Aparte del contundente informe realizado por peritos de la Gendarmería junto a técnicos de las partes interesadas el 16 de febrero de 1995 —que demostró que en los restos del helicóptero había restos de balas—, casi un mes antes de que se produjera la muerte de Carlitos Menem, el agente de Inteligencia Mario Aguilar Rizzi hizo llegar al ministerio del Interior una carta certificada —con aviso de retorno nº 8804— advirtiendo que los hijos del Presidente debían ser cuidados muy especialmente hasta después de las elecciones, porque algo grave les iba a suceder. Incluso advirtió que a Carlitos Menem lo iban a “asesinar mientras volaba en su helicóptero”.

Desde Tribuna de Periodistas aportan datos. Uno está relacionado con el estado del helicóptero tras su caída: “Necesitamos que el peritaje de la Gendarmería no sea incluido en la causa”, le dijo un escueto Carlos Corach al Juez Villafuerte Ruzo ni bien supo que las conclusiones eran terminantes y apuntaban directamente a abonar el terreno del atentado. Y es que los doce expertos intervinientes en su confección —de los cuales tres eran especialistas en helicópteros y cuatro en balística y explosivos— aseguraron de manera rotunda que existían "perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego" en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell Jet Ranger III, matrícula LV-WFZ serie número 4263 en el que viajaban Carlitos  y su amigo Silvio Oltra”. Y el otro, a la carta de un mes antes: “La recepción de esa carta  fue admitida por el propio ministro del Interior de esos días, Carlos Corach”

CONCLUSIONES

Encontramos, hace mucho tiempo a la señora Zulema (foto de portada) y a ella le hicimos la promesa de que echaríamos luces para llegar a la verdad sobre el asesinato de su hijo. Pensamos que mantuvimos la promesa

En este exclusivo e inédito informe de tres partes se conocieron los pormenores del entorno de una muerte mafiosa, de una muerte conspirativa o mejor dicho de un crimen infame. Como infames seguramente fueron los móviles y las verdaderas razones de una tragedia que conmovió a los argentinos y al mundo. Una tragedia que está impune. Impune, hasta hoy.

Una tragedia con el sabor mafioso. Una tragedia con el sabor de una canallada nacida de muchas canalladas que tienen un solo vértice, o un solo patrón: los pasos dados por un hombre, que con el rango presidencial fue consumido por el poder, la inmoralidad  y la ambición.

En definitiva pensamos, lamentablemente y trágicamente, que el caso de Menem Jr. es un caso típico del poder que en este planeta se desarrolla sobre todo al final de la 2da guerra mundial. Argentina, como la mayoría de los países de Latino América que han sido condicionados en la mejor de las hipótesis y totalmente manipulados, en la peor, por parte del imperio de los Estados Unidos, ha corrido la misma suerte.

En definitiva pensamos, que el asesinato del joven Menem es un asesinato para vengarse del padre. Un padre ciertamente no justo, no bueno. Un padre que tenía negocios con las más grandes organizaciones criminales del mundo y desde luego, obviamente, jugaba en dos mesas. Sobre todo en la mesa de los árabes. Y el asesinato tiene varias implicaciones. Primero, los árabes que hacen venganza del hermano entre comillas, que no cumplió con los pactos; segundo, la CIA implicada, porque Menem no hizo nada por el caso de la AMIA, el atentado más grande de la Argentina contras los judíos; y tercero, siendo que Menem es una mina suelta a punto de explotar era un peligro para el estableschment de los Estados Unidos, porque no sabían al final qué iba a hacer. De hecho una cierta política anti norteamericana aparentemente la mostró, pero al mismo tiempo, el presidente Menem era condescendiente, bajaba la cabeza a EEUU. Entonces una serie de implicaciones llevaron al asesinato del joven Menem para que su padre se pusiese en su justo sitio. De hecho, después que mataron al joven, Menem regresó a una política ciento por ciento norte americana.

Por último, obligatoriamente, debemos retrotraernos a nuestro viaje a Corrientes y a nuestro encuentro con Alejandro: el sicario.

Revisamos sus palabras y atamos cabos para inexorablemente considerar que sus dichos no fueron insignificantes. Todo lo contrario. Hilvanando algunos puntos de su relato vemos que hay muy interesantes coincidencias con los hechos que ya están de dominio público. Todo encajaría

 No ha hablado en vano. Nos ha revelado la antesala de un crimen mafioso. Nos ha revelado detalles y nombres que nunca fueron divulgados. Daros valiosos. Y no podemos no compartir con ustedes sus últimas palabras antes de salir de la habitación. La habitación en la que nos confesó tener más confianza en un periodismo libre que en la justicia argentina.

“Tuve ofrecimientos varios (¿?), pero pesaba mi conciencia. Ni Menem sabe o supo de donde vino el atentado, la muerte de su hijo. Para mi tuvo que ver con las armas. Debe haber sido por algún negocio con él. Yo intenté acercarme a Zulema Yoma, pero me fue imposible. Un familiar que es policía no quiere que hable de esto, y está muy enojado conmigo. Confié en ustedes. No confío en la justicia argentina. Yo sé cosas que nadie escribió”

Pero nosotros las escribimos por él. Y no le hemos cerrado las puertas. Hoy no sabemos dónde está. Si vive o no. Pero no le hemos cerrado las puertas. Están abiertas. Y hasta quizás, para hacerse justicia.

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*Foto de Portada: Giorgio Bongiovanni/Antimafiaduemila

 *Foto 2 : www.elintransigente.com

 

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