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Mariano ZapataCon Ramón Gómez de la Fundación Los Niños De San Juan

Por Mariano Zapata – 18 de septiembre de 2020

Las medidas para minimizar y ralentizar los efectos del COVID-19 sobre el sistema de salud pública, impactan de manera desigual en la sociedad, y generan una situación de mayor precariedad en los sectores más desfavorecidos. Por ejemplo en Salta (a más de 2.500 metros de altura sobre el nivel del mar, donde los desafíos son permanentes y en ocasiones de carácter de urgentes -ante el avance desmesurado del extractivismo, el abandono estatal, social y religioso, haciendo referencia a grandes ingresos de la iglesia católica que podrían cambiar el rumbo de estas personas) habitan los que el escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano tildaría como “Los Nadies”.

Ante este panorama tan complejo, quienes integran la Fundación Los Niños de San Juan (de la mano de Ramón Gómez -su creador- y su familia, y un grupo reducido de colaboradores y colaboradoras de Salta, Riestra -provincia de Buenos Aires- y Rosario –provincia de Santa Fe) trabajan de manera incansable durante todo el año para poder suplir las necesidades de 187 familias, que viven literalmente en extremas condiciones de vulnerabilidad.

-¿Desde el inicio de la pandemia, donde hubo una cuarentena estricta hasta hoy, qué variaciones nota en la zona de La Puna?

“No cambio nada porque desde marzo a la fecha el transporte público sigue sin circular, la actividad de la gente de la zona tal como la venta de artesanías, venta de cosechas regionales (papa, arveja, zanahoria), se vieron seriamente afectadas y en algunos casos las pérdidas fueron totales. Lo que muchas veces sucede es que cuando hablamos de la gente de los cerros, aquel que no conoce, no sabe que estas familias son muy trabajadoras, y la tierra es su principal sustento económico. Antes se rebuscaban al menos vendiendo al costado de la ruta nacional N° 51, subiendo a los colectivos a ofrecer bolsitas con abas, arvejas o bien duraznos. A veces en un día contaban con hasta cuatro colectivos (en la zona, el colectivo urbano pasa dos veces al día de ida y dos de vuelta), entonces este contexto perjudicó y sigue perjudicando económicamente a muchas familias de La Puna”.

-¿En un principio los abuelos de los cerros a los cuales asiste la fundación, entendían lo que estaba sucediendo en el mundo con la pandemia?

“Al principio fue duro porque la gente mayor (que habita sola en los cerros) no sabía qué estaba pasando y no entendía el porqué de la ausencia de los familiares, ya que a veces los mismos familiares iban a la mañana en el colectivo y volvían por la tarde cuando el colectivo regresaba de San Antonio de los Cobres hacia la ciudad. Al no haber comunicación telefónica en la zona la gente quedó totalmente aislada, sin saber lo que estaba pasando. Hoy conocen la situación de la pandemia porque uno le va comentando, y con permisos especiales después de dos meses llegaron los familiares a ver cómo estaban y otros nos contactaron a nosotros por medio de las redes sociales de la Fundación para que hagamos una especie de correo interno llevando pequeñas encomiendas (verduras, frutas y alimentos no perecederos) a estos adultos mayores que habitan en los cerros, siempre a sabiendas de que nosotros podíamos ir y venir recorriendo la zona. En la actualidad cuando apenas llegamos nos preguntan ¿Cómo están las cosas?, ¿Esta “enfermedad” sigue?, ¿Saben cuándo acabara todo esto? Ellos no lo llaman virus ni pandemia, para ellos es una enfermedad. Como usamos barbijos las abuelas nos cargan porque dicen que andamos con “morral puesto” (en la zona, morral es lo que se les pone a los corderos que están grandes y siguen mamando)”.

-¿Cómo son los cuidados en la zona con respecto a la pandemia?

“De cierta forma nosotros como Fundación, además de brindarles asistencia cumplimos con advertirles sobre los cuidados que deben tener con la gente desconocida o con cualquier persona que pueda circular por la ruta y quedarse, como los mismos camioneros que siguen circulando, ya que las empresas mineras de la zona nunca dejaron de trabajar más allá de todos los casos positivos de covid-19 que se dieron entre los trabajadores del sector. Ellos detienen su marcha al costado de la ruta, algo que no deberían hacer por el riesgo constante que implica para los pobladores de la zona, pero sin embargo tienen algunos paradores fijos, contacto con los lugareños y esto no lo controla nadie. Consideramos importante el advertirles de esta situación, inclusive nosotros mismos mantenemos la distancia y usamos tapa bocas para cuidarlos y hacerles tomar conciencia de que esta es una situación delicada para ellos que se encuentran solos, que no tienen comunicación, y no tienen manera alguna de como avisar si se sienten mal, si están enfermos, o si se descompone. Ellos están totalmente abandonados en todos los sentidos”.

-¿Estos abuelos reciben alguna asistencia sanitaria o se les realiza algún seguimiento por parte del Estado?

“En la parte sanitaria no están recibiendo ninguna asistencia, no están teniendo seguimiento de ningún tipo, no solo la gente que se encuentra a la vera de la ruta nacional N° 51, sino también la gente que se encuentra a 40 o 50 km dentro de los cerros. Desde que comenzó la pandemia la asistencia que están teniendo es nula ya que el hospital de San Antonio de los Cobres que debería hacerse cargo de esos recorridos, se encuentra totalmente colapsado por la situación”.

-¿Cuál es la principal adversidad con la que se encuentra en estos momentos la Fundación, en este contexto de pandemia?

“Cuesta más conseguir ayuda en este tiempo de crisis que estamos atravesando. Cada vez nos cuesta más conseguir los medios para abastecernos del combustible, lo cual es nuestra principal fuente, para poder movilizarnos entre los cerros. En este párate que hubo en la zona, también nosotros nos vemos afectados gravemente. Al no contar con circulación de turistas hacia la zona no podemos trabajar con el buffet y hospedaje que tenemos en el lugar”.

-¿Siente que hay mucha desigualdad de oportunidades educativas para los niños de la puna salteña en el contexto del Covid-19?

“Demasiada desigualdad porque este contexto hizo que todo sea a través de la tecnología. El único lugar donde los niños cuentan con cobertura de internet es en cercanías de la escuela que hoy por hoy se encuentra cerrada. No todos viven cerca del colegio, hay niños que caminan kilómetros entre los cerros para llegar a la escuela y al llegar se dan con que se cayó la conectividad de internet, entonces son muchas las dificultades que atraviesan estos niños para poder cumplir con su escolaridad. Concretamente no se contempla la situación que atraviesan los niños y niñas de nuestra puna. Las personas que están detrás de un escritorio no toman dimensión de lo que es estar en ese lugar o estar fuera de la escuela con temperaturas muy bajas y vientos fuertes, tratando de conectarse, mientras buscan un refugio del frio. Y mucho menos poder escribir o realizar algún trabajo en el celular, porque hasta las manos se te congelan, estando a la intemperie con temperaturas bajo cero en muchas ocasiones”.

-¿En los quince años que lleva trabajando en la zona, y que tuvo la oportunidad de ver tres gobiernos distintos en Salta (de Juan Carlos Romero, de Urtubey y actualmente de Sáenz) qué cambios nos podrías remarcar en este lapso de tiempo?

“Ningún cambio. Todo sigue igual, porque en la zona no hay proyectos que realmente ayuden a la dignidad de estas personas ni de estas comunidades a las cuales brindamos asistencia como Fundación. Hay simplemente aprovechamiento de un montón de gobiernos de turno, que siempre sacan provecho de la gente. Pasaba con los anteriores gobiernos y está pasando con este también. En la zona lo que hace falta son proyectos concretos y reales donde ayuden a estas familias a lograr una auto- sustentabilidad cotidiana, no solamente lo que nosotros hacemos de llevarles cosas, entregarles y darles una mano. Yo no me quedo tranquilo con esto y sé que tampoco es la solución. La Fundación tiene el sueño de que se les pueda dar un trabajo, o bien de que se les pueda brindar la capacitación en un oficio y que ellos puedan valerse por sí mismos, crecer, superarse para no seguir tirándoles migajas como hacemos, con un bolsón, con un par de zapatillas. La gente quiere progresar, pero necesita los medios necesarios para que pueda aumentar su producción o que puedan beneficiarse con el trabajo que ellos estén realizando. En este momento lo que deseo es que el modelo de estado consumista, en el que estamos sumergidos, no termine acostumbrando a estas familias a que vivan de recibir algo sin hacer nada y dejen así de trabajar sus tierras o de criar su hacienda y que pasen a vivir en el conformismo. Eso les quitaría las ganas de progresar y las ganas de superarse. El gobierno no tiene la idea de erradicar las necesidades ni la pobreza en el lugar porque al sistema le conviene que siga habiendo pobres”.

-Es muy común escuchar en muchas personas que “este año, está literalmente perdido” ¿Qué visión nos puede aportar sobre esta frase como presidente de la Fundación Los Niños de San Juan?

“Es un año más que productivo, donde debemos aprender muchísimas cosas. Como fundación seguimos adelante con todos los proyectos, el proyecto de agua “Mama Cocha” donde continuamos trabajando incansablemente para darle agua a las familias de la comunidad pacha inti, situada en la quebrada del Toro a unos 65 kilómetros de la ciudad de Salta. Se pudo lograr comprar los caños y poderlos trasladar hasta el lugar. Estamos en una etapa de trámites burocráticos, en reuniones constantes con Recursos Hídricos, Vialidad de la Nación y los técnicos que tienen que instalar la bomba de agua. Es un proyecto que queríamos tener terminado para este año y no dejamos de insistir y planificar todos los días. Gracias a Dios la parte más complicada ya está superada (compra de caños para la distribución de la red a los domicilios). Acá es donde entraría parte de esta nueva gestión de la intendencia de campo. Quijano se comprometió con nosotros a colaborar poniendo a disposición la retro excavadora, para poder realizar la excavación de ocho kilómetros donde irían enterrados los caños. En lo único que nos quedamos y no pudimos avanzar es en el proyecto del puesto sanitario que beneficiará a 35 familias del paraje el Palomar y a unas 60 más de parajes aledaños”.

-¿Siente de cierta manera que ustedes están tomando el rol de un estado ausente en La Puna salteña?

“No siento que estoy tomando el rol del Estado, me dejo llevar por lo que siento. Si siento la necesidad de asistir y de estar con las personas olvidadas, las que no cuentan para el sistema, entonces para mí sí son importantes. Como ser una abuela que está abandonada en medio de la nada, que no tiene agua, que no tiene fósforos para poder prender el fuego y calentarse o poder cocinarse algo, para mí sí tiene importancia que tenga esa caja de fósforos o que tenga esa leñita seca al alcance de la mano para que pueda calentarse cuando hay temperaturas bajas, y eso me da bronca e impotencia porque nosotros que somos nada y los hacemos todo a pulmón, sin ninguna ayuda gubernamental, podemos hacer este esfuerzo y estar en esos lugares, con más razón lo puede hacer el Estado que tiene todos los medios a disposición, que tienen todos los fondos económicos que quieran, por más que digan que estamos en crisis”.

“Me veo tomando la decisión correcta de ayudar al prójimo, de ayudar al hermano y de estar al lado de esa persona porque pienso que me gustaría, que si yo estuviera en ese lugar que ellos están, alguien me dé una mano. Es algo que cualquier ser humano debería hacer. El sentir la obligación o el sentido moral de dar una mano a los más vulnerables”.

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Fotos de portada: Ramón Gómez

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