EDITORIALES

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"Tenemos que unirnos alrededor de esas grandes causas que deberían ser políticas de Estado: ambiental, democratización del Estado, la justicia que incluye la democratización de los servicios de inteligencia para poder luchar contra narcotráfico y mafias, la recuperación y administración sensata de recursos naturales; el cambio de energías fósiles y contaminantes a las no contaminantes; el desendeudamiento". Así lo expresaba y así lo vivía, Fernando Pino Solanas, en una de sus últimas entrevistas en su paso por la provincia de Santa Fe.

En la madrugada de este sábado se conoció tristemente la noticia de su fallecimiento, luego de permanecer varios días internados en Francia con un cuadro de Covid-19 positivo.

Desde la clandestinidad de “La hora de los Hornos” a su premiación en el festival de Cannes, su recorrido es de inigualable valor. Fue un militante, un luchador, político, maestro del séptimo arte, polifacético y coherente con su camino.

Estrenada en el Festival de Pesaro en junio de 1968 “La hora de los Hornos” no sólo se llevó el premio mayor; también se convirtió en un hito político y cultural. Todavía no había pasado un mes de las revueltas del “mayo francés” y las ideas parisínas recién comenzaban a esparcirse por toda Europa. En ese contexto, la aparición de un film latinoamericano como “La hora de los hornos”, que era una manifiesta apelación a la revolución y concluía su primera parte con un plano fijo y sostenido del rostro del Che Guevara (de cuyo asesinato no se había cumplido aún un año) causó una verdadera conmoción en el campo del cine, que por esos días se cuestionaba no sólo su lenguaje sino también su función política y social.

Quizás la política en sus últimos años se llevó parte de su lucha, pero no tenemos que olvidar que su pasión por el arte lo llevo al estatus, por inercia, de ser el progenitor del cine de denuncia de la argentina contemporánea, pasión que llevo paralelamente a su carrera de fundador del partido proyecto Sur y su banca en el senado.

Desde “Memoria del saqueo” (2004) al reciente “Viaje a los pueblos fumigados” (2018), Solanas mantuvo en alto su mensaje. La pasión con la que, ya en una avanzada edad, se metía a surcar el país para documentar historias vinculadas al cultivo de soja y sus efectos colaterales, al lado b de la minería y el fracking (La guerra del fracking, de 2013), entre otros temas que lo preocupaban. Esa pasión que le conocieron bien las mayorías al escucharlo como político encendido, defendiendo las causas en las que creía.

Una frase de Frantz Fanon cruzaba la pantalla (La hora de los hornos): “Todo espectador es un cobarde o un traidor”. Pino puso aquí una fuerte apuesta que siempre lo obsesionó, la conversión del espectador en el militante.

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*Foto de Portada: sinmordaza.com

*Foto 2: ciclopecultura.com.ar