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dionisioromeroUn artículo de Dionisio Romero. Cortesía de la revista The Ecologist

 septiembre de 2016
Dionisio Romero nos alerta de que el hombre actual está siendo víctima de un oscuro juego en el que el miedo al hambre juega siempre a favor de los poderosos. El hombre ya no es capaz de producir sus alimentos… y el poder le manipula y le denigra.
Nos enseñan los manuales que la economía es la administración de lo escaso. Esto tiene una doble aplicación; en primer lugar que hay que ofrecer un valor apropiado a cada producto por su naturaleza finita y este valor se amplía en la medida que su referente disminuye. El precio sería una sombra que se alarga cuando la llama se hunde en la escasez.

En esta relación se mantiene un cierto orden natural, una secuencia racional que va desde el objeto a la abstracción de su valor. La otra lectura, que triunfa en nuestros llamados “mercados libres”,hace un viaje inverso, parte del precio y obliga al objeto a que se adapte a su mandato. Es cuando el mercado hace escaso un producto para inflar su precio, o bien, cuando la política planifica las geografías del hambre para incrementar su poder. En ambos casos lo que se impone es la escasez o la dependencia, porque son rentables. Es decir se trabaja buscando el beneficio, no la vida, se planifica lo exclusivo y la exclusión, no lo inclusivo y lo común. Para esta economía, no hay mejor di-gestión que aquella que ha desmaterializado todos los objetos, un beneficio liberado del peso de toda mercancía, una rentabilidad puramente especulativa y fantasmal. Para la usura financiera no hay mayor fortuna que aquella que hunde su tiranía en el cero existencial: ¿Cuánto vale lo inexistente, lo que no se almacena, lo que está más allá de toda producción?
Un Mercado que se separa de la mercancía, un valor que se divorcia de la contabilidad, un poder que puede mirar al mundo como un ángel desencarnado y temible: “Tú hambre me hace rico”; o como en la publicidad: “Tú sed me da alas”. Esta visión especular, cibernética, que ahora domina nuestra política, tiene su contestación o resistencia en el sector primario de los alimentos; porque si algo demuestra este sector es que el hombre es un ser corpóreo y con necesidades tangibles. Tal vez por eso los tecnócratas están inmersos en un programa sofisticado y complejo de nueva “desamortización”, ya no tanto de tierras –eso ya lo consiguieron- sino del propio concepto del trabajo campesino.
NEODESAMORTIZACIÓN
Se trata de arrebatarle su lenguaje y sus artes, su relación con los frutos de la tierra y estos con las necesidades reales del hombre. Una “neodesamortización”, donde los bienes a substraer es el esfuerzo del hombre de campo, para subastarlo en el mercado financiero y en el nuevo ordenamiento de los flujos de capital, que antes eran los caminos de las mercancías.
Otro paso más en la pérdida de soberanía, donde hombres remotos que planifican en los submundos digitales de la macroeco-nomía… te dicen lo que plantar y cómo gestionarlo, te limitan con unos precios de venta insostenibles y te aleccionan y dominan con subvenciones. Los estados también ha comprendido que el poder necesita una inflación en las voluntades proporcional a su fuerza, que una sociedad dependiente es una sociedad manejable y que un hambre bien administrada produce poder:
¿No vemos que el hambre de trabajo es el mejor reformador de las leyes laborables?
¿No vemos que la enfermedad es más efectiva que el IVA para recaudar dinero y más persuasiva que ningún argumento para someternos a los ingenieros sociales?
¿No vemos que cuantas menos tierras cultivadas tenemos a mano, más necesarios se hacen los ministerios de agricultura para alimentarnos? ¿No vemos acaso que el hambre es ese apetito que no se sacia y que nuestra cultura es una inmensa fábrica de apetitos?
EL HAMBRE…
Empezamos este artículo mencionando el hambre, porque esta es la cocinera que está planificando el comedor de nuestras políticas económicas. Repasemos algunos datos que así lo demuestran y después detengámonos a reflexionar sobre el papel estratégico que tienen los alimentos, el sector primario, en nuestros estados modernos.
No olvidemos que la Política Agraria Europea (P.A.C.) es la columna vertebral vale lo inexistente, lo que no se almacena, lo que está más allá de toda producción?
Un Mercado que se separa de la mercancía, un valor que se divorcia de la contabilidad, un poder que puede mirar al mundo como un ángel desencarnado
y temible: “Tú hambre me hace rico”; o como en la publicidad: “Tú sed me da alas”. Esta visión especular, cibernética, que ahora domina nuestra política, tiene su contestación o resistencia en el sector primario de los alimentos; porque si algo demuestra este sector es que el hombre es un ser corpóreo y con necesidades tangibles. Tal vez por eso los tecnócratas están inmersos en un programa sofisticado y complejo de nueva “desamortización”, ya no tanto de tierras –eso ya lo consiguieron- sino del propio concepto del trabajo campesino.
NECESIDADES BÁSICAS
La agricultura ha sido siempre la base de toda realidad política, dado que el hombre necesita resolver sus necesidades básicas.
La construcción del estado moderno se edifica en gran medida en la gestión y dominio de las tierras rurales. Según se desmorona la Edad Media y los intelectuales del momento y sus monarcas, sueñan con un poder único y central, deben apropiarse de la tierra, porque en ella se encuentran los recursos económicos para sus armadas y sus guerras. Las políticas coloniales extendieron y multiplicaron los ingresos y con ellos la capacidad ejecutiva del poder del estado. Las guerras entre distintos estado-nación en la Guerra de los Treinta Años (1618/1648) permitieron perfeccionar su administración y lo que es más importante, su ideología, de hecho muchos historiadores fijan en este escenario dramático… el nacimiento del estado moderno. Pero es en el siglo XIX cuando el hambre se transforma en un modelo de éxito dinerario. Recordemos la Conferencia de Berlín de 1885, que hizo de África el continente de las hambrunas, la creación de países artificiales por parte de las potencias occidentales, la Guerra Fría como un teatro de la injerencia territorial y la búsqueda de la derrota por el hambre de recursos… El Estado necesita controlar la actividad agraria, porque literalmente le va la vida en ello. Por eso la P.A.C es el programa más importante que tiene la Unión Europea de conseguir sus objetivos. Jean Monnet, considerado como uno de los padres del proyecto europeo, propuso como ideario político el funcionalismo, donde los objetivos económicos serían el lenguaje común entre los estados y el elemento dinamizador para la globalización.
PODER DE INTERVENCIÓN
¿Por qué proyectamos esta desconfianza sobre el modelo estatalista? Las razones desbordan el espacio de este artículo, pero la noción del estado moderno entra en conflicto con la soberanía del mundo rural, su labor campesina y sus capacidades de laboreo y subsistencia. El éxito del estado se mide en su poder de intervención, ingeniería social, inculcación de doctrinas y programas productivos y todo esto entra en contradicción con una antropología más acorde con las realidades humanas y su necesidad de realización, encuentro afectivo y justicia. Además el hombre tiene necesidad de un espacio de autocreación real; por eso vemos muy positivo la recuperación de los huertos, donde uno puede comer lo que trabaja con sus manos. El estado moderno cercena toda creatividad sustantiva y de sustento, con una red de complejas dependencias. ¿Qué objetos que nos rodean son realizados por nosotros?
Es posible que el lector reconozca que ninguno y solo algunos puedan aportar a la lista algún fruto.
La agroganadería es posiblemente el espacio más adecuado, para desandar el camino que hemos ido perdiendo de libertad verdadera y para recuperar una dimensión del trabajo y del alimento más consciente de lo que el hombre ama y necesita. Por eso toda iniciativa personal o compartida, en los márgenes del industrialismo dominante o de la reivindicación legalista, nos parece una opción contagiosa y necesaria.
Preparar una huerta, hacerse cargo de unas ovejas o ir al monte a por castañas, son actos políticos que nos permiten sentar a nuestro prójimo en la mesa y ofrecer un intercambio de dignidad y cortesía.
http://www.nosolocine.net/la-mesa-servida-como-acto-politico-un-articulo-de-dionisio-romero-cortesia-de-la-revista-the-ecologist/

 

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