BOLÍVAR NO ARÓ EN EL MAR
Por Héctor Bernardo
En 1810, gran parte de los pueblos de Sudamérica comenzaron su lucha por la independencia. En aquel momento, los patriotas lograron vencer a los colonialistas españoles, pero la independencia y la construcción de la Patria Grande quedaron truncas. Rápidamente otro imperio, el norteamericano, clavó sus garras en estas tierras. Las intrigas para generar divisiones entre los pueblos hermanos, las invasiones directas, la promoción de golpes de Estado, la desestabilización de los procesos populares y el apoyo a gobierno títeres fueron su sello distintivo.
Cuba fue la excepción. Su tardía independencia de España terminó unida a la lucha de los barbudos que, en el ’59, concretaron un sueño que parecía imposible. Con Fidel, Camilo, Raúl y el Che en la conducción, el heroico pueblo cubano se puso a construir el socialismo a solo unos pocos kilómetros de imperio capitalista más poderoso de la tierra.
Pero Cuba era una isla, no solo geográficamente, sino simbólicamente. La excepción que confirma la regla.
Cuando nadie se lo esperaba, a fines del siglo XX, en la tierra de Bolívar, cuna de aquellas revolución de independencia, surgió un militar que decidió “tomar la posta” del libertador y continuar su lucha. Hugo Rafael Chávez Frías, el hombre que construyó la Revolución Bolivariana. Chávez y el pueblo venezolano. Un hombre que fue pueblo y un pueblo que se materializó en un hombre.
Poco tiempo tardó el imperio para comenzar su ataque. El 11 de abril de 2002, subestimando lo que ya había logrado construir Chávez y su pueblo, los representantes locales de la derecha, un sector del Ejército, los medios hegemónicos de comunicación (locales y extranjeros), la CIA y la embajada de Estados Unidos se atrevieron a dar un Golpe de Estado. Poco les duró el festejo. Solo 48 horas.
El 13 de abril se transformó en un día histórico para Venezuela, para América Latina y para los pueblos del mundo que luchan por su independencia y soberanía. Ese día, el pueblo venezolano y el sector democrático y revolucionario de Venezuela repuso a Chávez en el poder.
A pesar de aquel contundente triunfo popular, desde ese momento los ataques contra Venezuela no han cesado. Chávez ya no está físicamente con su pueblo, hoy es Nicolás Maduro quién tiene la responsabilidad y el mandato de conducir la Revolución Bolivariana.
El contexto regional está en retroceso y los halcones de Washington, cuya sed de petróleo cada día va en aumento, parecen cada día más desesperados. El actual secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, “ex” CEO de la empresa petrolera Exxon Mobil, ha dicho estar preocupado por lo que pasa en Venezuela (uno de los países con mayores reservas petroleras del mundo). ¿Cómo no va estar preocupado Tillerson si, a pesar de mover todas sus fichas en la región, no logran destruir la Revolución?
El actual ataque tiene múltiples formas. La guerra económica, el desabastecimiento, la demonización mediática, la desestabilización desde la Asamblea Nacional controlada por la oposición, las guaribas criminales, el ataque de los esbirros regionales encabezado por el presidente argentino, Mauricio Macri, y el golpista brasileño Michel Temer; y el fundamental rol del uruguayo Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos, que ha impulsado a esa organización a convertirse, una vez más, en un Ministerio de Colonias del imperialismo.
A pesar de contar con todos esos cañones a su favor, el imperio no ha podido doblegar al pueblo de Venezuela. Años y años de ataques y la revolución sigue ahí. Mentira tras mentira, y la revolución sigue ahí. Guarimba tras guarimba, y la revolución sigue ahí.
Maduro, Chávez y su pueblo demuestran día a día que Bolívar no aró en el mar, sembró amor, sembró Patria. Hoy Venezuela cosecha lucha y resistencia.
¡No pasaran!
¡Viviremos y venceremos!
¡Viva Chávez! ¡Viva Fidel! ¡Vivan los pueblos que luchan por un mundo más justo!
¡Hasta la victoria siempre!
Héctor Bernardo, es periodista y profesor. Miembro de la Red de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales en Defensa de la Humanidad.
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