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Por Jean Georges Almendras-5 de abril de 2019

Nos explotó, a todos, una bomba en la cara. Pero si se quiere -al salir a la luz pública (labor periodística del diario El Observador de por medio) las actas de las declaraciones, del ex Coronel Nino Gavazzo, al Tribunal de Honor Militar - la bomba explotó en la cara del gobierno de Tabaré Vázquez. Él personalmente y los integrantes del elenco de gobierno que lo secunda, se sacudieron con la onda expansiva, y el sacudón tuvo efectos colaterales y efectos directos. Y por si fuera poco, los réditos políticos llovieron. Como llovieron las zalamerías y las loas al titular del Ejecutivo por los descabezamientos dispuestos. Loas y zalamerías que hubiesen sido moralmente bienvenidas (y coherentes) de no ser que las administraciones de la coalición de izquierdas, en estos quince años, en materia de Derechos Humanos (búsqueda de desaparecidos e investigaciones judiciales para castigar penalmente a los violadores y torturadores del terrorismo de Estado, uruguayo) se caracterizaron más por la falta de voluntad política (para un desenlace de justicia y verdad) que por un camino de frontalidad democrática, de sensibilidad militante y de ética revolucionaria, para que los uruguayos (que festejaron el triunfo de la bandera de otorgues, el día que asumió la presidencia la izquierda uruguaya) puedan creer, primero en su fuerza política y después en un verdadero regreso a un Estado de derecho y a una democracia. Y como no fue así, el telón de fondo fue inexorablemente el imperio de la cultura de la impunidad,  la que como un pulpo repulsivo y detestable, creció día tras día, al punto que sus tentáculos se extendieron como raíces, haciendo añicos las esperanzas de las madres y de los familiares de los detenidos desaparecidos en el Uruguay, las que con mansedumbre y entereza sorprendente, marchan silenciosamente (aunque lo deberían hacer gritando a toda voz) por la principal avenida de Montevideo, cada 20 de mayo de cada año, en reclamo de justicia.

En estos días, nos explotó a todos, una bomba en la cara.

Pero la bomba dejó una onda expansiva indescriptible. Y mientras vemos las consecuencias a todo nivel y en todo ámbito, nos vemos obligados a preguntarnos: ¿Quién colocó esa bomba, justo ahora que comienza una despiadada y muy controvertida carrera electoral? Es decir: ¿Quién y por qué, y dentro de que esquema , se le proveyó a Leonardo Haberkohn del matutino El Observador, las actas con los testimonios de Gavazzo, que lo involucran en el episodio de tortura, muerte y desaparición del cuerpo del joven militante de 24 años Roberto Gomensoro Josman, en el mes de marzo de 1973? ¿A quién beneficiaba (además del medio de prensa y del colega que escribió los artículos reveladores, obviamente) la filtración de la información en extremo sensible?  A prima facie, pensaríamos que al Frente Amplio no le resultaría conveniente semejante filtración. Después, se nos ocurrirían más preguntas, preguntas como éstas: ¿La filtración resultaría muy útil a los militares? ¿Muy útil a los líderes de la oposición? ¿Muy útil a ciertos integrantes de la interna frenteamplista? ¿Muy útil a personajes siniestros de los partidos tradicionales?

No es poca cosa (ni creo que sea casualidad) que todo este asunto lo catapultara un diario conservador y de flagrante tendencia derechista.

Catapultada la tragedia de Gomensoro Josman, no es para asombros, que prácticamente en bloque, el elenco de gobierno de Vázquez, le declarara públicamente su apoyo, no solo a su persona, sino (especialmente) a la decisión de destituir a los tres Generales del Tribunal de Honor, a su Ministro y al Vice de la Defensa Nacional. Un apoyo acuñado en la estrategia de la obediencia partidaria. Una obediencia partidaria que no existió, con igual intensidad y efecto mediático, en los tres años de gobierno, a la hora de militar o exigir a los gobernantes de turno (Vázquez-Mujica-Vázquez) a instrumentar celeras y precisas medidas para castigar a los represores responsables de delitos de lesa humanidad, de filas civiles, y de filas militares y policiales. Una obediencia partidaria que se traduciría en la más inmoral (y obscena) de las indiferencias respecto a la búsqueda, por parte de uruguayos y uruguayas (que festejaron el triunfo del Frenteamplismo), de los detenidos desaparecidos, enterrados en unidades militares.

Ahora el frenteamplismo se alinea, para defender a Vázquez.

En el mes de marzo del año 1973 (apenas tres meses antes del 27 de junio, fecha del golpe militar) en una unidad militar del interior del país, los militares (Gavazzo y otros más) después de torturar a Gomensoro, y desaparecer su cuerpo, se alinearon para esconder la verdad.

Pero cuarenta y seis años después esa verdad (precisamente la verdad de Gavazzo en el caso Gomensoro) sale a la luz pública, por una infidencia periodística: una infidencia periodística que fue un explosivo de alto poder estallándole en la cara a Vázquez.

Ahora bien: ¿Vázquez pudo haber evitado esa explosión?  Si la transparencia (y la sensibilidad) en materia de Derechos Humanos, hubiese sido la moneda corriente de su mano y alma de gobernante en sus dos períodos, quizás lo hubiese evitado. Pero no fue así,  porque en vez de optarse por esa transparencia y esa sensibilidad se optó por recorrer andariveles  sinuosos e intrigantes, y sombríos, traducidos -entre otros episodios- en: el escaso hallazgo de cuerpos enterrados en predios militares (cuatro en un total en quince años); en la tibia exigencia planteada a los mandos castrenses para revelar los lugares donde se encontrarían los enterramientos de detenidos desaparecidos; en la tibia voluntad política de derribar la cultura de la impunidad tutelada por militares y pro militare, y civiles; en el sonado traslado de la jueza Mariana Mota al área civil siendo que ella entendía en unas cincuenta causas de violaciones de DDHH en su juzgado penal; en contar en el gabinete ministerial (del período de José Mujica) con un Ministro de Defensa -el ex guerrillero tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro- que sobresalió negativamente en su afán por defender a los militares,  por su tenaz (y casi desleal y  traidora) postura de obstaculizar la labor de la justicia para investigar enterramientos en una unidad militar y de denostar  a las Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos en el Uruguay y a organismos de Derechos Humanos; de admitir o permitir ( o promover) con su recurrente indiferencia a lo largo de quince años, que mujeres y hombres mayores, y jóvenes, den forma a una Marcha del Silencio, en definitiva transformada, más que en una movilización de reclamo y de militancia, en una  suerte de institucionalización del tema Derechos Humanos, durante  tres gobiernos de izquierda, que tuvieron la osadía de crear, casi año tras año,  instituciones o comisiones de “investigación” (inoperantes y burocráticas)  en vez de fortalecer a la justicia en recursos y herramientas jurídicas, para llegar a las verdades sobre los barbarismos cometidos en tiempos de pre dictadura y durante la dictadura, y en algunos casos, de post dictadura.

Y fue precisamente, contemplando todo este panorama, que uno de esos barbarismos, hoy es la piedra de un escándalo.

Vázquez que argumenta no haber leído las actas con los testimonios del ex Coronel Gavazzo; sus asesores y sus hombres de confianza están bajo el ojo de la tormenta y de la opinión pública; se oyen dichos y contradichos y se huye de los “mea culpa”; tres Generales, un vice y un ministro son cesados; un ex Comandante del Ejército  (Guido Manini Ríos) se posiciona en la carrera política ( en el Partido denominado Cabildo Abierto) de cara a las elecciones de noviembre de este año, como cabeza de un partido que nuclea a la flor y nata de la derecha y de la vanguardia de un militarismo que dice preocuparse por la ciudadanía (y por la inseguridad de la ciudadanía) pero que en realidad no es otra cosa que el soporte de la cultura de la impunidad en el Uruguay ¿ como telón de fondo?

Entonces, ahora, con todo este tsunami de novedades, en el que de marco dramático no hay más que dolor y muerte (la de Roberto Gomensoro Josman) (y la de casi dos centenares de personas que están dadas como desaparecidas) el ruedo político está agitado (turbulento) emergiendo a la superficie de la sociedad uruguaya (casi con inescrupulosidad sacro santa) las conveniencias de todos y cada uno de los sectores políticos, y de sus respectivos dirigentes.

Uno de los titulares del sitio “El Muerto”, de hace algunos días,  decía: “Gracias Tabaré” en alusión directa a las consecuencias de la  destitución del Gral Manini Rios del cargo de Comandante del Ejército (antes de salir a luz las famosas actas del Tribunal de Honor; Tribunal que llegó a considerar que el comportamiento de Gavazzo -de desaparecer el cuerpo de Gomensoro- no configuraba un deshonor, y que solo merecía como castigo la prohibición de hacer uso del uniforme militar ) y su casi inmediato lanzamiento de su partido político.

La cuestión es que los medios de comunicación y los programas polémicos, con el caso Gavazzo y la campaña electoral que ya se ha iniciado, se hacen más polémicos., Como polémicos son todas los efectos e instancias que van saliendo de la galera del gobierno de Tabaré Vázquez, que ahora lucha a brazo partido por ponerse en una mejor posición. Y en particular en una posición que no le sea contraproducente para su campaña electoral.

La bomba que le explotó en la cara al gobierno de Vázquez, alguien la colocó.

Y si bien visibilizó un barbarismo que debería llevar a la renuncia de todos los militares de la época, no dejó de ser una explosión de graves consecuencias.

Pero la mayor de ellas, si lo permitimos obviamente, sería que la cultura de la impunidad se mantuviese intacta.  

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*Foto de Portada: www.vtv.com

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