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Por Jean Georges Almendras-8 de junio de 2019

Haber desvinculado recientemente al Fiscal Nacional Antimafia Antonino Di Matteo del pool que investiga las “entidades externas en crímenes de la mafia” es porque hay impunidad, lisa y llana. Hablo de aquella impunidad que es el divino tesoro de los que han tomado las riendas de la criminalidad (bajo todas sus formas y en todos los rincones del mundo). De aquella impunidad que se viste de diferentes formas y está presente de diferentes formas, en todas las sociedades en la que todos -muchas veces erróneamente- suponemos funciona bien la democracia. La impunidad como herramienta para echar al olvido mafias con sus actos criminales incluidos. La impunidad, como manto protector de los descarriados que se mimetizan con nosotros, entre sonrisas, abrazos y aplausos, y formalidades. La impunidad que se codea con nosotros mostrándonos a personas que creemos sanas, cuando en realidad están podridas desde el alma. Almas consumidas por la sed de poder o en el caso de la mafia en Italia, por una cultura de vida acuñada en el mal y en un proceso histórico, deteriorado por intereses y luchas. Luchas que desembocaron en el cáncer de la criminalidad organizada. Un cáncer llamado Mafia. La Mafia de los “hombres de honor” que se ha extendido por Italia y fuera de ella desde hace ya 200 años. La Mafia italiana, que ha sido y es, la madre de todas las Mafias.

Las Mafias que se saben impunes. Porque se saben protegidas. Protegidas desde la raíz. Protegidas por los tres Poderes de los Estados democráticos, que se supone son incorruptibles: poder judicial, poder ejecutivo y poder legislativo. Las tres patas del dominio material y del dominio humano, a través del delito. Hoy especialmente y preferentemente a través del narcotráfico.

La impunidad, como sirviente incondicional e incorruptible, del criminal. Del mafioso. También del autor de los delitos de Lesa Humanidad. De los represores de los tiempos de las dictaduras militares en América Latina y de los represores de los tiempos democráticos, también de América Latina. De los pedófilos del Vaticano y de los pedófilos extra pontificios. De los traficantes de armas. De los traficantes de personas y de emigrantes. De las grandes corrupciones de los hombres de gobiernos y de integrantes de organismos internacionales. De las grandes manipulaciones de las multinacionales para dominar recursos y vidas. Y de las demoníacas mentes que gobiernan a los Estados Unidos, patriarcas, ideólogos ejecutores de planes genocidas por doquier, acá , allá y en cualquier momento fuera del planeta, para no olvidarse de su identidad como imperio.

La impunidad, como sirviente incondicional de las mafias sentadas en el sistema político, ejerciendo el poder con autoritarismos y despotismos terribles, descarados y repulsivos.

La impunidad solapando y apañando a los criminales de guante blanco y a los que empuñando armas, de uno o más tiros (o de una o más bombas) cercenan vidas. Vidas de activistas ambientales, de campesinos, de integrantes de comunidades de pueblos originarios, de periodistas que no se callan y que denuncian corrupciones de alto y mediano vuelo, de sacerdotes que estrechan codos con los desposeídos y los pobres, de policías de mediano o alto rango que visten su uniforme con la honestidad del servidor público; de vidas de magistrados, de fiscales, de dirigentes políticos o dirigentes estudiantiles; de vidas de inocentes.

La impunidad que ampara, apaña y encubre a los genocidas de palestinos y a los genocidas de refugiados, que se ahogan en aguas del Mediterráneo. La impunidad: ese divino tesoro expandido por el mundo, para ser instrumento del sistema mafioso (del sistema criminal integrado). Para ser otro cáncer por demás dañino. Por demás destructivo: de nuestra humanidad y de la verdad. Esa impunidad aliada de los hombres y de las mujeres del capitalismo perverso y criminal que se abraza con políticas económicas neoliberales. Esa impunidad que borra de la memoria de los pueblos, de un plumazo, los sufrimientos de quienes padecieron persecuciones por sus ideas, para proteger (y mantenerlos fuera de las cárceles) a los militares que torturaron y desaparecieron personas. Esa impunidad que quiere sofocar los sufrimientos de los familiares de los detenidos desaparecidos de las dictaduras que hasta hoy en muchas partes del mundo (Uruguay incluido) siguen reclamando justicia, como si el reclamo –casi mendicante- fuera la forma ideal para que se haga justicia, pero no la llave para que definitivamente se haga justicia. Esa impunidad que hace que los pueblos miren a un costado, después de correr ríos de sangre, en manos de sirvientes del imperio de turno, preferentemente el estadounidense, aunque en materia de genocidios y de colonialismos bestiales, no pocos personajes y ciudadanos europeos deberían estar entre rejas, pagando con creces, saqueos y muertes de líderes y de inocentes, en circunstancias aberrantes.

Esa impunidad que en Italia, por ejemplo hoy, hace que un Fiscal como Di Matteo sea removido de la noche a la mañana, no solo de un cargo, sino de una lucha. De una lucha justa. De una lucha frontal a un cáncer que está socavando la democracia italiana y la honestidad de las instituciones de un Estado que agoniza diariamente

Esa impunidad que encuentra siempre pretextos (endebles) para apartar a los hombres de su función honesta de Magistrados. Esa impunidad que en Italia hace que cada día se den pasos agigantados para que la democracia mute y se presente en sociedad como tal pero que en realidad (y en honor a la verdad) es una Mafiocracia.

Una Mafiocracia mal parida. La que se construyó y se sigue construyendo de la mano de la impunidad. La cultura de la impunidad, que también es una mal parida. La Mafiocracia que va de la mano de la impunidad, recorriendo el mundo: haciendo estragos, estragos y más estragos. Intocable. Impertérrita. Cínica. Perversa.

La misma impunidad que accionando su mecanismo aceitado, precisamente por la Mafiocracia, y a la vista de todos, descaradamente, asestó un duro golpe a la Antimafia italiana, siendo su principal víctima, como lo anunciamos al comienzo, el Fiscal Nacional Antimafia Antonino Di Matteo.

Y la remoción de su puesto en el pool de los elementos externos en los crímenes de Mafia, fue un hecho grave que causó estupor e impacto entre los hombres y las mujeres de la Antimafia italiana y mundial. Fundamentalmente porque Di Matteo es un emblema de la lucha contra Cosa Nostra.

Y fue un hecho grave, porque la llave del duro golpe, fue ni más ni menos, que uno de los hombres de la Antimafia: el Fiscal Federico Cafiero de Raho quien por lejos estaba bajo sospecha de que algún día habría de ser instrumento de la mafia para descabezar a un hombre justo, que por su naturaleza humana supo abrazar la lucha contra la mafia, con el mismo perfil, la misma pasión, la misma sensibilidad y el mismo coraje que sus colegas Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, que en el año 1992 fueron muertos a bombazos por Cosa Nostra.

Cosa Nostra supo desde hace 200 años construir muy bien los pilares y las paredes de la impunidad. Esa impunidad para hacer de las vidas humanas y de la democracia, lo que se les viniera en gana, como por ejemplo la Mafiocracia.

Como un libreto ya dibujado en la historia italiana, los hechos del mal se repiten, aunque los rostros y los nombres del mal no sean los mismos.

Pero también, como un libreto ya dibujado en la historia italiana, quienes están en la Antimafia se repiten, aunque los rostros y los nombres del bien no sean los mismos. Y en esa coyuntura histórica que ha dejado a los hombres justos, el sabor amargo de la desolación y de la rabia, la lucha y la resistencia de aquellos mártires del pasado, ha dado sus frutos. Frutos con nombre y apellido. Frutos que ahora debemos defender. Defenderlos de los aislamientos de otros tiempos. Defenderlos de las indiferencias de otros tiempos. Y defenderlos de las impunidades que siempre atenazan y desfiguran las buenas intenciones y los valores: de la Verdad y de la Justicia. Y especialmente de los alcances de la Mafiocracia

Esos valores de Justicia y Verdad que son el alma del Fiscal Antonino Di Matteo a quien conocí hace ya algunos años en su despacho del Tribunal de Palermo. Valores suyos y de otros como él, que hoy más que nunca hacemos nuestros.

Y basta mirarle a los ojos para descubrir en él que esos valores corren por sus venas. Y basta mirarle a los ojos para definitivamente respetarlo. Y estar con él.

Frente a esta desventura conspirativa que se ha descargado sobre Nino Di Matteo, propia de las “mentes refinadas” (que por cierto no están ausentes) lo menos que podemos hacer es apoyarlo. Y conocida la noticia de su desvinculación, sustentada en un argumento que no tiene asidero, al estupor y al impacto, quienes lo conocemos y lo tratamos (y lo disfrutamos en cada uno de los encuentros) deseamos fervientemente que sobreviniese el apoyo masivo, a su persona y a su lucha.

Y ese apoyo masivo, no fue un sueño, fue real. Se concretó sin fronteras. Y estamos seguros que se seguirá materializando.

Apoyos de sus colegas de la Antimafia, de periodistas, de amigos. Apoyos múltiples. Apoyos de hombres y mujeres que no tienen trato personal con él, pero saben perfectamente quién es él y qué hace él. Apoyos de jóvenes. Apoyos de los hombres libres, convencidos de que los tiempos que corren, son tiempos en los que las impunidades en la que se amparan los mafiosos (y los terroristas de Estado) se han adueñado de instituciones y de los Estados, y de los políticos y de las fuerzas del orden, no deben, ni amedrentarnos, ni intimidarnos.

Hoy, en Roma, el Fiscal Antonino Di Matteo aguarda el curso de los acontecimientos. Aguarda que sus jefes no se dejen vencer por la telaraña de la impunidad que ha hecho de la Mafia un segundo Estado, y recapaciten. Aguarda que se despierten los valores humanos y los discernimientos de quienes tienen en sus manos revertir los hechos, para que la Mafiocracia no haga de este episodio una de sus victorias.

No es poco lo que ha hecho este hombre, para que se lo aparte como se aparta la piedra de un zapato por más que a esta altura de los acontecimientos Nino Di Matteo sea muchas piedras dentro de un zapato. No es poco lo que ha hecho este hombre, que está sentenciado a muerte por Cosa Nostra. No es poco lo que ha hecho este hombre cuando al finalizar el año pasado su trabajo investigativo –con el apoyo directo y leal de otros fiscales- sobre la Tratativa Estado-Mafia no solo haya dejado un saldo de varios sentenciados, entre hombres de la Seguridad del Estado, políticos y mafiosos, sino además haya visibilizado (oficializado, literalmente) que hubo una tratativa entre Cosa Nostra y el Estado italiano. Una tratativa que tuvo mucho que ver con los episodios del terror de los años 90, incluidos los asesinatos de los jueces Falcone y Borsellino, y de integrantes de sus respectivas escolta.

La impunidad, desde los meses de mayo y julio del año 1992, mantuvo guardadas entre sus fauces y en el más absoluto silencio ese vínculo non santo entre el Estado y la Mafia, aunque en realidad ese barbarismo (en el que las instituciones estuvieron comprometidas hasta el tuétano) era un secreto a voces. Pero fue el Fiscal Antonino Di Matteo quien siguiendo los pasos de Falcone y Borsellino, pateó el tablero y trabajo por años en ese tema, reconstruyendo el rompecabezas, pieza por pieza, hasta que finalmente –aún amenazado de muerte por Cosa Nostra y aún saboteado por colegas de su misma vereda y por la Mafia operativa dentro del Estado mismo, y por las envidias de la condición humana de muchos otros magistrados- en noviembre de este 2018 hizo que la Verdad saliera a la luz pública, y una pata de esa Mafiocracia se quebrara a la vista del mundo entero.

Y desde ese momento hasta ahora el trabajo continuó. Y deberá continuar, aún con este burdo traspié de la Mafiocracia, que ahora busca nuevo amparo de la impunidad, para acallar la voz y el trabajo de este servidor público. Que además, y por si fuera poco, su integridad física se encuentra ahora más expuesta que nunca.

Mafiocracia e impunidad, nunca duermen. Que nos sirva este terrorífico panorama para permanecer despiertos y no aislar a Nino Di Matteo, como mínimo.

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*Foto de Portada: www.left.it 

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