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De la Redacción de Antimafia Dos Mil

El domingo 20 de junio de este 2019, ex presos y ex presas, de Boisso Lanza, recorrieron las instalaciones de la Brigada Aérea III, ubicada en Camino Mendoza 553, en Montevideo, capital del Uruguay, que fue centro de detención, asesinato, torturas y desaparición de personas, en tiempos de la dictadura militar. Con posterioridad a esta recorrida, Irma Leites y Álvaro Jaume redactaron un texto de alto valor testimonial, que transcribimos textualmente, en el entendido de que cada párrafo del importante trabajo resulta ser un aporte incomparable, para la toma de conciencia, de que el terrorismo de Estado formó parte de la historia del Uruguay, como resultado de un proceso dictatorial, cuya fase embrionaria podemos ubicar en los años sesenta, bastante antes del tenebroso 27 de junio de 1973. Hoy, entonces, medio siglo después de esos días de espanto, damos a conocer este trabajo documental, dotado de una carga de sensibilidad militante digna de ser difundida, al tiempo de consignarles que en mayo de 2019 se solicitó, por parte de la Fiscalía, el procesamiento de Walter Alcídes Pintos Alvariza, Roberto Freddy Amorín Maciel , Gustavo Carlos Urban Saavedra Cáceres, Ramón Bernardo Rodríguez López, Juan Antonio Rodríguez Goñi y Enrique Rivero Ugartamendia. Y se dio la orden de captura internacional para los ex militares de la Fuerza Aérea Alfredo Ángel Fresia Dubois y José Eduardo Delgado.




                                                     Boisso Lanza: grupo de ex presos/presas recorren el lugar donde los torturaron


                                                                   Por Irma Leites y Álvaro Jaume-6 de agosto de 2019


Mañana de otoño, ¡memoria, sálvanos!
La mañana llena de sol, brillante.

Domingo 2 de junio, cuando ya los aromas a tuco se expanden desde algunas casas.
Cuando los árboles alfombran las veredas.
Cuando hay bultos que respiran, tapados con cartones, sembrados por las calles, debajo de ellos jóvenes, como una vergüenza que duele.
Cuando hay quien tirita bajo el agua fría.
Cuando hay quien hurga en la basura, buscando qué comer.
Cuando más de 11.000 personas sufren la tortura de cárceles infrahumanas.
Cuando tantos «cuándos» suceden, un racimo grande de humanos llegan a la entrada de esa enormidad militarizada de la base aérea de Boisso Lanza.
Lo primero que me nace es el humor negro (una resistencia sanadora) les digo: ¿me aceptan en el congreso de masoquistas? Risas, bromas, que distienden esta tensión de volver al sitio donde te torturaron.

Ex presas, ex presos, compañeras, hijos, nietos, amigos, varias generaciones testigos de un terrorismo que no nos abandona. Porque nos vasallo a todos.
Una tormenta en la cabeza y el pecho de cada uno, de cada una.
La compañera que «zafo» y llevaba los hijos y paquetes a ese portón y reconoce el sitio de la visita, hasta donde llegaban los presos y presas encapuchadas, y delante de sus pequeños, se las sacaban... y no estaban jugando a la gallinita ciega, no.
El maltrato que revive, la anécdota...y esa extensión amurallada, que despierta olores a sangre y dolores ¡tantos!
Después que el oficial de la aérea que corrobora nombre a nombre, en una planilla, entramos.

Traspasamos la barrera que tantas veces se levantó para llevarnos a la tortura.
Las mujeres a la torre, los hombres a unos calabozos.
Esta mañana de otoño, una extraña procesión camina por la larga entrada a Boisso Lanza. Escoltados por una mujer uniformada y algunos oficiales, vamos reconociendo el paisaje del horror.


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Al fondo, gira un radar, viejos camiones militares se estacionan a la derecha, ómnibus verdes, jeep, carromatos, que sin duda salieron y entraron con gente, atada y encapuchada…

La torre donde estaban las mujeres presas, ya no existe, fue tirada abajo. Sólo quedan unas marcas de cemento en el lugar; alguien comenta: «esas marcas, parecen tumbas»
En el trayecto, a la izquierda una antigua piscina sigue ahí, el sitio del deporte, entretenimiento y el disfrute del cuerpo especializado de la aérea, fue el sitio del submarino, del «tacho» -un exotismo de aviadores- una piscina para torturar al aire libre. El cielo reflejado en su agua, no borra su pesadumbre.

¡Y dicen que nadie vio, ni oyó!
Ahí, en la calle Mendoza, pervive un símbolo a la intemperie, prueba de una tremenda mentira. Todos vieron, todos oyeron, todos sabían, todos son culpables.
¿Cómo pueden jueces y Fiscales aceptar que son inocentes?
Solo la impunidad vuelve posible, sólo un pacto macabro lo explica. Esa mancha de aceite que es la impunidad, lubrica década tras década, la existencia de campos de concentración, la mayoría convertidos en cárceles para el conflicto social de hoy.
Tras estas extensiones en manos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, ¡estaban los «grupos de tareas» que hasta torturaban al aire libre!
La «inocencia» es el cuento vertical de las Fuerzas Armadas, para negar su rol represivo, adecuado a cada etapa.

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Seguimos, por la disciplinada arteria militar...más adelante los calabozos de los hombres (a la izquierda) obviamente están modificados. Pero los compañeros que estuvieron allí, no dudan...pese a proyectos de baños no terminados, paredes derribadas entre celda y celda, más un muro construido que impide ver el resto. Muchos rollos de alambre de púas, sobre esa pared, nos indica que ahí no debemos pasar. Esto sólo es más que impunidad.

En el trayecto, por la entrada principal (a la derecha) extensos terrenos. La vista no visualiza dónde terminan. Alguien reconoce que es el lugar donde la bajaron a los empujones de un «camello» y le gritaron: «Corré, corré» y tiraban. Eran simulacros de fusilamiento que realizaban, entre risas y balas a mujeres y hombres desnudos, descalzas y heridos, ya torturados en otros cuarteles.

Hay unos grandes galpones, extraños, sostenidos sobre algunas paredes antiquísimas que sobreviven a esa operación militar que borra huellas de lo que hicieron. Seguramente depositarios hoy de armamentos. Más al fondo caminamos y se empiezan a oír los ladridos; las perreras están allí frente al radar.
Los animales enloquecen ante nuestra presencia, desesperados ladran sin parar en cubículos muy pequeños que apenas les permiten pararse y moverse.
Imagínate un casi cuadrado, de unos 40 metros. En tres caras del mismo están las perreras, en la cuarta cara del mismo, la antigua sala de tortura.

Una vez, comprobamos que la impunidad no cuida mucho los detalles, se siente segura. Ese lugar (también modificado) tiene todas las señales de lo que se intentó cambiar.


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Donde estaba el tacho, hoy hay una cocina.
Donde te colgaban y te ponían de plantón pusieron cuchetas. Ahí, hoy duermen los entrenadores de perros. Los que luego llevan a los perros al aeropuerto a detectar drogas.
Las puertas, por las cuales te entraban, han sido tapiadas, pero aún están las marcas que dan testimonios de la innovación.
Frente a la sala de tortura, está el espacio donde pararon desnudos, a tres compañeros y donde fusilaron a uno de ellos.

Acá mismo, fue que lo asesinaron. En Boiso Lanza mataron en diciembre del 73 a Julio Pereira Llamas y también mataron en tortura a Arpino Vega, que figura como desaparecido, y en el 76 asesinaron a Ubagesner Chávez Sosa, cuyo cuerpo apareció en la chacra de Pando.

Narran los compañeros (testigos directos) de esa muerte, que se tiraron al piso porque creyeron que los fusilaban a los tres. La denuncia aún, espera justicia.
Mañana de domingo, mate compartido para entibiar todas estas memorias que arden.

¿Qué le pasó al hombre, niño de aquel tiempo, cuando vio a su padre torturado? ¿Qué le pasó hoy?
¿Qué le pasó a la mujer, que reconoció el lugar donde su vida era sólo dolor y angustia?
¿Qué, a la compañera que reconoció donde vivió su embarazo, donde sintió que su vientre crecía y que eran dos vidas enfrentadas a la patota enfurecida?
¿Qué, a la que hoy no oye, porque en la tortura le rompieron el tímpano?
Sana ponerle el contorno a lo que te hicieron ¿sana?
Sana comprobar que pese a todo se resistió.
Sana saber que hay una memoria que está viva en cada una de nosotras.
A veces, parece pasar por nuestra cabeza como una historia de «otros» de «otras».
Como si no lo hubieras sufrido y resistido vos. Pasa como si fuese una película de terror protagonizada por jóvenes revolucionarios al margen de la vida hoy…
Entonces sentís que andas disociado de las raíces, y este domingo de memorias ardientes, ayuda a asociarnos, a romper ese fraccionamiento provocado por una impunidad que se cree infranqueable.

Sí, sana compartir lo que cada una lleva en la mochila. Lo que cada uno no pudo decir y calló. Un silencio al que le basta que sople el viento y se asome el sol para que se abra esa ventana.

Esa que habilita a ver nuestra casa -como los caracoles- cuando se corre la caparazón y aparece la humedad de las lágrimas, las heridas…
Es un sanar que no se ve en la diaria impunidad que nos invade y habita en la sociedad cegada..

Levantando la vista, allá en lo alto, de una torreta, unos horneros construyeron (irreverentes al orden militar) su nido, y libres, los pájaros ejercen su libertad.
Damos la vuelta, atrás queda el radar. Vamos saliendo.
¿Salimos? ¿Qué quedó de nosotros ahí? ¿Qué hacer?
Vamos saliendo. Controversias, algo es algo..no alcanza...hay que actuar ya, que no toquen más nada…
¿Qué pasa en cada uno, al trasponer la barrera de la base aérea?

La impunidad del capital no ha impedido que la memoria venza al olvido. Estas fuerzas armadas, este aparato represivo del Estado seguirá borrando todas las pruebas del horror.

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¿Hay algo que podamos hacer cuando se traslade la base de Boisso Lanza al antiguo predio del aeropuerto? ¿Harán un shopping ahí? ¿Un depósito de alguna multinacional? Ya lo hicieron en Punta Carretas, ya se convirtió el 9no. de Caballería en una cárcel para jóvenes, y Punta de Rieles, sigue siendo cárcel…

¿Será posible reaccionar y resguardar esas pruebas que aún no han derrumbado?
Creo que sí. Podemos presentar un recurso de no innovar. Reclamar ese territorio militarizado para la memoria, que pase a manos de las organizaciones sociales de Derechos Humanos, resguardando la memoria viva de las resistencias en ese sitio de los horrores y resistencias aún no amplificadas.
Porque si la tierra no pertenece a nadie, ya que nosotras, las personas, pertenecemos a ella, menos aún estas tierras son de los opresores.

Por Jorge, por el niño que creció en una panza torturada, por Daniel, por los ojos del niño que vio a su padre masacrado, por el Flaco, por Diego, por Magola, por todos y todas las que resistieron y hoy siguen buscando la emancipación, es que cultivamos ¡la memoria viva!

(Irma Leites)

MOMENTO I

Después de haber leído lo que escribió Irma sobre nuestra ida al Boisso Lanza (emblemático centro de tortura de la Fuerza Aérea con el TAC -Tropa aérea de Combate- a la cabeza de las llamadas operaciones anti sediciosas) el pasado domingo 2 de junio.

TRAS LAS HUELLAS DE UN PASADO QUE SIGUE LATIENDO FUERTE... PENSANDO EN ROSTROS QUE YA NO ESTÁN Y PODRÍAN ESTAR AMARGUEANDO AHORA CONMIGO... CON LA FOTO DE RAÚL (desaparecido en el 77 en Argentina) EN LA FLOR DE MADERA FRENTE A MI HOJA EN BLANCO, QUE PARECIESE ENTENDER CUÁNTO SENTIMIENTO CONTENIDO Y CUÁNTA IMPOTENCIA SIENTO, INTENTANDO ENCONTRAR LAS PALABRAS CAPACES DE TRANSMITIR LO VIVIDO EN SU REAL DIMENSIÓN...

Empiezo
Saboreando unos amargos... rabiando contra el moquerío que me trajo una gripe, propia de la época, tan indeseada como esperada, pues con los años vamos aprendiendo a convivir con dolores físicos que llegan para quedarse... y que nos obligan, si pretendemos evitar la autodestrucción emocional, a dominarlos, a incorporarlos a nuestro “modus vivendi”, sin perder fuerza o alegría.
En cambio, hay otros dolores, esos que no son del cuerpo, que suelen llamarse “del alma”, que son más bravos de “naturalizar” o dominar... que tienen cicatrices, algunas tan profundas, que nunca terminan de cerrar. De este tipo son los que me aquejan al proponerme escribir sobre lo que pensé, sentí, percibí el pasado domingo 2 de junio, cuando después de 43 años volví a entrar al Boisso... Pero esta vez vestido, sin capucha, sin manos esposadas atrás, sin golpiza...para seguir construyendo un NUNCA MÁS que todavía está muy tiernito en la sociedad uruguaya... Esta vez, junto a un grupo de compañeros y compañeras, todos marcados por esos “otros” dolores, junto a mi “tribu” (hijos, hijas, compinches y la que fuera mi compañera de 32 años de vida).



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Si esta visita, este reconocimiento de un centro de tortura, lo hubiéramos hecho, por ejemplo en los años 90, mis sentimientos seguramente nada hubieran tenido que ver con los de ahora.

A finales de los 80, principio de los 90, si bien sobrevolaba la impunidad pactada dentro y fuera del Club Naval; si bien la derrota del “voto verde” empezaba a dañar la memoria social, intentando frenar los legítimos reclamos de verdad y justicia; si bien se palpaban los miedos aún vigentes sembrados por el terrorismo de Estado; “el paisito” de aquel entonces era sin duda alguna MUY, MUY OTRO! ...

Los sueños revolucionarios, que inspiraron nuestra militancia, nuestras luchas de los años 60/70, por un HOMBRE NUEVO, por un mundo nuevo sin explotados ni explotadores, permanecían más frescos, más vivientes. La lucha social y política seguía ocupando un lugar preponderante en la vida de cada uno. El consumismo recién comenzaba; la ola digital daba sus primeros pasos; el ¨post modernismo¨ solo se insinuaba sin haber hecho su irrupción triunfal; y ni que hablar que aún no había cobrado valor de dogma o axioma la “ideología del pragmatismo o realismo”....

Las renuncias a los principios, a los programas, a la utopía revolucionaria, recién despuntaban tímidamente... los oportunismos, las ambiciones, el poder jerárquico y las corrupciones por aquel entonces eran tan solo señales que presagiaban el “gran viraje”.

Pero la visita en este 2019 resultó más contrastante; más impactante por la gigantesca distancia entre una época y la otra. A medida que nos arrimábamos a “la perrera” (sala de tortura) empezaron a sacudirme los recuerdos de lo vivido aquel 15 de agosto de 1975, día en que me detienen los integrantes del TAC .

Un Boisso Lanza modificado, ya sin los tenebrosos calabozos que nos albergaron en aquellos años; ya con “la perrera” convertida en oficina de los instructores y sin la histórica torre que se convirtió en el infierno de las compañeras presas.

¡¡Un Boisso modificado, pero igualmente igual!!!
Caminamos más. Nos arrimamos, envueltos, tal como aquella fría noche... por los aullidos y ladridos de los perros y entonces empezó a activarse mi memoria.
Los recuerdos invadieron mi memoria consciente: los tres meses de incomunicación en que ni yo mismo sabía dónde estaba (mi familia menos); prácticamente tres semanas (según mis cuentas posteriores) que permanecí en la sala de tortura sin ni siquiera subir a un calabozo; los 30 kilos que perdí, la sed enloquecedora que me producía continuos delirios; mi cambio de piel convertido de blanco a negro todo el cuerpo por las interminables palizas del chicote de goma; la picana en el ducto del pene o el ano; desplomado todo mi cuerpo sobre la mesa metálica mojada para desparramar los choques eléctricos y al mismo tiempo el tacho en una de la puntas para que el picaneo y el submarino fueran simultáneos; los testículos quemados con cigarros; el submarino total en la piscina que registró en sus fotos Irma, colgado de una cadena que me lesionó para siempre los primeros anillos del esófago; el caballete, incrustada la madera entre los testículos y el ano los pies colgando y ese dolor indescriptible que nunca acababa…

Rodeado por todos pero en silencio, sin atinar a hablar. Entre los perros, sus aullidos, el sol, y los milicos que nos vigilaban se produjo este rescate de imágenes y vivencias, almacenadas para siempre en mi memoria.

¡¡Cuanta locura inimaginable!!! Cuanto sadismo tan cruel que nos hacía clamar por la muerte como alivio a tanto suplicio, pero que en general no llegaba, porque un médico controlaba para que no se pasaran de rosca y adiós posible fuente de información.

Seguimos recorriendo, reconstruyendo... siempre custodiados, quizás por mantener todavía el estatus de “sediciosos”.

Rememorando aquellos gritos histéricos de la patota de oficiales que a cada momento en medio de la golpiza te decían: “Canta hijo de puta, no te hagas el guapo porque aquí tarde o temprano todos hablan... sos nuestro! nadie sabe dónde estás ni siquiera si vivís... Te podemos tener así días, semanas, meses... hasta que al final vas a cantar...” Padecían excesiva soberbia y con este tratamiento pretendían destruirnos psicológicamente.

Pero lo que era indudable, es que en aquellos años de dictadura, el tiempo y el mundo era de ellos... ¡¡estábamos en sus manos!!.

Por eso la máquina se transformó en el escenario de lucha más importante de nuestras vidas ¿Cómo soportar todo eso? ¿Cómo derrotar al enemigo en su terreno? ¿Cómo ocultar, callar, engañarlos? ¿Cómo?. Frente a tanta barbarie que superaba todo lo que hubiéramos imaginado de ante mano... ¿Cómo no autodestruirse, bajar brazos, perder la dignidad de ser humano?. En circunstancias así, uno saca la fuerza de sus afectos más profundos: la compañera, los hijos, los compañeros, referentes especiales que nos marcaron el camino... vidas ejemplares como la del “Che” que lo entregaron todo por la revolución.

Este pasado domingo caminaba con los gurises ya hombres, ya mujeres las gurisas y sentía cierta paz interior por haber encontrado ante semejante prueba (sin temor a equivocarme, la más dura y grande en mis 68 años de vida) la fuerza moral necesaria para resistir y no defraudarlos.

Parecía increíble estar nuevamente en el Boisso, con vida, junto a compañeros que en aquellos aciagos días también jugaron un importante papel alentándome con gestos, frases o silbando gallo rojo-gallo negro cada vez que me subían a los calabozos del fondo después de la sesiones de tortura en “la perrera”. Como sin duda alguna, alimentaron mi capacidad de resistencia, las convicciones más profundas que inspiraron nuestra militancia... las verdaderas razones de porque hacer la revolución ... todo lo que uno había arriesgado, dejado por el camino, en pos de ideales revolucionarios, que nos marcaban un rumbo, una ética, un compromiso total con la causa.

Y es aquí en este punto que me detengo para volver al principio del relato: a lo primero que sentí cuando siendo más o menos las 10:30 horas de la mañana, bajo ese sol radiante otoñal, cruzamos todos, el portón de entrada al Boisso.

¿Esos ideales revolucionarios qué lugar ocupan hoy? ¿Dónde quedaron? ¿Murieron aplastados por el “realismo” o la impotencia? ¿Es que no nos queda más horizonte que este capitalismo de cuarta generación, que este modelo civilizatorio llamado “post modernismo”? ¿Cuánto nos costó en vidas, en renuncias, en dolores humanos, en desprendimientos materiales la lucha por hacer la revolución y transformar la sociedad?.

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Lo veo a Eduardo caminando a unos metros y revivo aquella tarde en la que el Teniente Urban me saca del calabozo lúgubre en el que me tenían entre sesión y sesión de máquina (llevaría más menos un mes y medio en la picota) y me dice: “tengo una sorpresa para vos, aprontate”.

Salgo, no me encapuchan, me esposan con las manos hacia adelante, lo que ya era más que raro, y me llevan a unas oficinas desconocidas para mí. Rodeado por 4 oficiales y no sé cuántos soldados del TAC, entro. Sentado sobre una mesa, también él rodeado, estaba Eduardo, mirándome con una cara que jamás podré olvidar...

Un saludo mío y ni una palabra más. Ambos conteniendo el llanto ante tanta desolación; irreconocible yo hasta con una herida en la frente y él con solo 3 años. Estamos frente a frente solo unos minutos, no me quitan las esposas...! ni siquiera puedo tocarlo! Cuando salimos del lugar ahí si me encapuchan, me esposan por atrás y a ¨la perrera¨. En el trayecto Urban me decía: “Ahora si vas a hablar hijo de puta”

Entonces cerrando lo escrito esta noche, lidiando con la gripe, el cansancio del trabajo y con un dejo de amargura existencial, me pregunto: ¿Toda esa enorme puja para bancar, resistir en la máquina, para que ha servido? En su momento me sentía en paz, hasta orgulloso; con la necesaria autoestima como para creer que aún en las peores condiciones es posible vencer al enemigo... Que así como tantos otros compañeros y compañeras lo habían demostrado con sus conductas personales, la mía aportaba un granito de arena más para continuar la lucha... ¡¡ Un ejemplo más de que no había que bajar brazos!!

¿Cuarenta años después qué? Termino. Termino, ya casi rendido de escribir, preguntándome ¿Porqué tantas renuncias, tantos acomodos de cuerpo y discurso, tanto abandono de la lucha?. Capaz que la sigo... Veré.

Cómo un eco insistente me vuelve la pregunta: ¿Vale la pena contar estas cosas?.

                                                                                                                      MOMENTO II

Sábado 22 de junio, la Chacra... también hora 20, también saboreando un mate.

Releo lo escrito el jueves de noche. Ocurrió así: lo escribí de un solo tirón. Brotó desde muy adentro y conscientemente decidí no ponerle envoltorio racional alguno. No cuidar las palabras y menos andar calculando para evitar posibles juicios ulteriores.

Quizás suene un poco duro o pesimista. Quizás para viejos compañeros de ruta, hoy instalados políticamente en el sistema burgués de democracia representativa, suene nostálgico. O como muchos me han dicho: “sesentista”. Quizás lean estos testimonios y concluyan con condescendencia, que muchas de las víctimas del terrorismo de Estado, no hemos podido ¨agiornarnos¨a los nuevos tiempos que corren. Nos faltaría “perestroika”...

Parecería que la historia, como vaticinó Fukuyama, tocó su fin: no queda otra que capitalismo, inversiones extranjeras, coorporaciones transnacionales, tecnología de punta, cibernetizaciones, robotizaciones y sobre todo mucho furor consumista, mucha privacidad, mucho individualismo. Entonces, para cerrar, retomo aquella vieja pregunta que a nuestra generación de los años 70 nos marcó a fuego: ¿Reforma o revolución?

Hoy estamos procesados por atentado (cuestión reciente de unos días atrás) algunos de los que protestamos el 15 de febrero de 2013, fecha en que la suprema Corte de Justicia trasladó a la jueza Mariana Motta de la órbita penal a la civil. ¡Nosotros procesados! mientras tanto prácticamente TODA la patota del Boisso que violó, asesinó, torturó, sigue impune. Recién ahora, al cabo de más de 40 años, el fiscal encargado de delitos de lesa humanidad ha solicitado el procesamiento de 7 oficiales del TAC.

En estos 15 años, tres gobiernos que se denominan de izquierda, con mayorías parlamentarias, ni siquiera tuvieron el mínimo coraje de derogar la mentada Ley de Caducidad. Se ampararon en el discurso de la voluntad popular, volviéndola a plebiscitar en el 2009.

¿Izquierda que plebiscita derechos humanos?... Ta bravo de digerir, no?
Para terminar me gustaría citar la letra de una canción que escuché en Nicaragua, en marzo del 84, a los pocos años de haber conquistado el poder el sandinismo. Decía así:

“NO ES ESTO COMPAÑEROS, NO ES ESTO POR LO QUE MURIERON TANTAS FLORES, POR LO QUE LLORAMOS TANTOS ANHELOS QUIZÁ DEBAMOS SER VALIENTES DE NUEVO Y DECIR, NO AMIGOS, NO ES ESTO” (Lluis Llach)

Y cerrando, las palabras de un grande, Bertolt Brecht:

“NO ACEPTES LO HABITUAL COMO COSA NATURAL,
PORQUE EN TIEMPOS DE DESORDEN, DE CONFUSIÓN ORGANIZADA,
DE HUMANIDAD DESHUMANIZADA
NADA DEBE PARECER NATURAL.
NADA DEBE PARECER IMPOSIBLE DE CAMBIAR”

(Álvaro Jaume)

¡La impunidad nunca acallará la verdad histórica y mientras se luche, por esa sociedad de justicia social, libre y solidaria, aún la más dolorosa memoria valdrá la pena!

Uruguay, invierno 2019.
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