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Por Damián Recoba de La Izquierda Diario (*) -7 de agosto de 2019

El resultado del conflicto del gas abre reflexiones en el campo popular sobre las formas de lucha, de conseguir y mantener la solidaridad y de plantarse ante una patronal multinacional y declaradamente anti obrera. Aquí algunas primeras reflexiones desde nuestro lugar de apoyo incondicional.

Doce horas de control obrero, una huelga de hambre de un mes y una carpa que se transformó en un símbolo de lucha. Luego una huelga general que duró 40 días. Dos paros generales del PIT-CNT, uno parcial y otro total. Radios abiertas y la solidaridad de miles. Un acto en la Embajada de Brasil en solidaridad con la huelga general en el país norteño. Un festival en la Peatonal Sarandí que aportó a mantener viva la llama de la lucha y un Teatro Solidario en El Galpón que convocó a cientos y causó una emoción generalizada. Fueron algunas de las acciones y demostraciones de combatividad en el largo periplo que culminó con el gran triunfo de la lucha de los trabajadores del gas.

En la Plaza Independencia fueron cientos los que compraron tortas fritas, los guisos y feijoadas de los viernes. Fue una pelea que dejó de ser solamente de los trabajadores del gas y pasó a ser una causa de los de a pie. Una forma de pelear que debe ser un ejemplo para todo el movimiento obrero.

La razón siempre estuvo del lado de los trabajadores que en la lucha contra la prepotencia y los ataques de Petrobras traían a cuestas dos huelgas de hambre de 15 y 25 días en 2017 y 2018 respectivamente. La empresa se quería ir y en ese marco estaba dispuesta a romper lo poco que quedaba. Una empresa que desde hacía años desfinanciaba el servicio público y ayudaba a su deterioro y que quería una reestructuración total que liquidara también la organización sindical. Desde el día del control obrero los trabajadores fueron demonizados por la empresa y sus abogados en todos los medios y por los periodistas amigos. Entrevistas en programas de televisión a referentes del sindicato que ponían a los trabajadores y trabajadoras en el banquillo de los acusados frente a una horda que vociferaba por el derecho a la libre empresa y el respeto a la propiedad privada. Pero los trabajadores explicaron con paciencia su punto de vista y se hicieron entender.

La derecha desde un comienzo lanzó su diatriba reaccionaria. Primero Sanguinetti contra el control obrero y en una defensa cerrada de la propiedad privada con los ataques anticomunistas a los que nos tiene acostumbrados. Es que un ejemplo de control obrero es una medida tan fuerte y tan simbólica que los ataques deben tener el mismo nivel de intensidad. Una vez conocida la decisión del gobierno de facilitar la ida de Petrobras, Talvi lanzó su veneno liberal y en su cegada indignación, llegó a plantear que en este país “gobiernan los sindicatos”. Nada más lejos de la realidad, donde los empresarios gozan de impunidad para hacer lo que quieren.

Talvi es representante de una clase empresaria que ha hecho fortunas en nuestro país y no contentos con eso, ahora se lanzan por las reformas jubilatoria y laboral. El régimen chileno, tan reivindicado por el candidato colorado es el mismo que hoy cruje con decenas de miles de docentes y estudiantes en las calles. Un país donde estudiar es el privilegio de unos pocos y la deuda a pagar de por vida.

Los trabajadores del gas estaban luchando contra un gigante que tenía todo a su favor y siempre lo supieron. Con la razón solamente no alcanzaba y había que apelar al corazón y a la lucha. En la carpa instalada en Peatonal Sarandí tuvieron que soportar los primeros vientos y lluvias importantes del otoño, que desarmaron parcialmente la carpa y la inundaron. La reforzaron y siguieron apoyando a Maxi, Oscar y Ernesto, que tuvo que bajarse antes porque peligraba su salud. Ese momento, el de la salida de Ernesto y su traslado fue uno de los más emocionantes. En la mente de todos se mezclaban los sentimientos orgullo por el compañero que lo había dado todo y de rabia e impotencia ante una situación que seguía sin respuesta. El aplauso cerrado y las lágrimas en los ojos transformaron esa rabia en entereza, en más militancia y en más solidaridad.

En la carpa colocada en Plaza Independencia debieron sortear no solo vientos y lluvias a los dos primeros días de instalarla, sino después pasar una ola de frío polar de las más duras de los últimos años. Contrariamente a lo que muchos piensan, a los trabajadores y trabajadoras no les hacía en gracia tener que acampar en el medio del invierno en plena vía pública. Seguramente preferían compartir ese tiempo con sus hijos y sus nietos, sin tener constantemente la incertidumbre de no saber si volverían a trabajar y si lo hacían, bajo qué condiciones. Los trabajadores quieren vivir en paz, pero es la patronal la que los arrastra a la lucha en cada ataque contra sus condiciones de vida.

El conflicto se solucionaba con una negociación, ya fuera para lograr todas sus reivindicaciones o para terminar en un acuerdo donde los trabajadores tuvieran que ceder en algunas de sus reivindicaciones. Pero lo importante cuando se comienza una lucha como esta, tan desigual, es hacer lo posible y lo imposible para cambiar la relación de fuerzas con la que se entra a la lucha. No valía la espera pasiva y no había soluciones mágicas. Y los trabajadores y trabajadoras pusieron su centro de gravedad en la lucha y en revertir esa relación de fuerzas frente a un gobierno que en un principio manifestó que “no podía hacer nada” y que recién después del primer paro general parcial el 22 de mayo tomaría nota.

Fue un ejemplo que el sindicato no haya aceptado ningún despido entre las fórmulas que fueron sugeridas por el mismo Ernesto Murro. Siempre tomando las decisiones en asambleas democráticas y con la consciencia de que se votara lo que se votara, estaban todos en el mismo barco. Como en todo colectivo heterogéneo, hubo compañeros que con sinceridad plantearon sus dudas frente al control obrero, pero que inmediatamente se pusieron a disposición para cumplir con la medida sin importar la suspensión que recaería. Esa era la unidad para la lucha que se necesitaba.

Fue una escuela no solamente de guerra, sino una escuela contra la resignación a que cuando los capitalistas aducen crisis sean los trabajadores los que la terminen pagando. Una resignación que lamentablemente campea en muchos trabajadores de nuestro país y que ha terminado con el cierre de decenas de fábricas y establecimientos y el despido o envío al seguro de paro de cientos de trabajadores y trabajadoras.

Una compañera del sindicato el día de levantamiento del conflicto, dijo: “esta lucha demostró que no hay que ser cagón en la vida, que hay que ir para adelante”. Esa es una de las principales lecciones. Con esa moral habrá muchos David de la clase obrera que se le atrevan a los Goliats capitalistas.

Después de toda lucha se abre un período de reflexión y de balance de una pelea que fue ardua. En nuestra reflexión nos interesa remarcar lo potente que se puede tornar el movimiento obrero con un programa de hegemonía hacia el resto de la sociedad y con absoluta confianza en sus propias fuerzas y capacidad de lucha. Si los trabajadores no hubieran desplegado todo lo que tuvieron en la lucha, difícilmente el gobierno hubiera tomado esta decisión. En situaciones similares de despidos y abusos patronales el gobierno ha mirado soberanamente para el costado.

Colocaron al conflicto del gas como una causa popular y nacional donde buena parte de la población fue ganada para un programa de defensa del servicio público, de la organización sindical y de los puestos de trabajo. Fue un hito de la lucha de clases de los últimos años en nuestro país por su voluntad de lucha, su combatividad, su tozudez, por la hermandad y la mano tendida hacia el resto y por la forma sana en la que supieron recibir la solidaridad.

Ayer se realizó un festejo por el Día del Gasista en el Sindicato del Gas donde nos encontramos nuevamente todos y todas, y donde pudimos sonreír, brindar y emocionarnos. El abrazo solidario fue la marca distintiva, a la vez que entonamos varios clásicos de murga.

La lucha pagó y quizás en algunos años, cuando lo veamos a la distancia, lo sabremos valorar mejor, como una página de las gloriosas de nuestro movimiento obrero, ese del que nos da orgullo ser su hijo.

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(*) Gentileza de La Izquierda Diario.

*Foto de Portada: www.laizquierdadiario.com.uy 

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