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georges almendras100x116Giovanni Bongiovanni, el activista social que revoluciona a la humanidad

Por Jean Georges Almendras-3 de diciembre de 2019

Cuando es entrañable, transparente, honesto y desinteresado el vínculo entre los seres humanos que conviven en un mismo planeta, ineludiblemente, se construyen vidas y se tejen esperanzas. Vidas y esperanzas que se atesoran donde las carencias y las penurias sobran. Donde las soledades y los desamparos que el hombre causa al hombre, cercenan derechos y visibilizan desigualdades. Las desigualdades que hacen que el mundo moderno sea en realidad un mundo devorador de seres humanos. Devorador de pueblos y de comunidades humanas, preferentemente instaladas en medio de las lejanías de las tierras latinoamericanas. Las tierras latinoamericanas que fueron saqueadas por los hombres que siempre detentaron el poder, comidos por los intereses económicos, en un tiempo pasado y en un tiempo presente. Las tierras latinoamericanas en las que un grupo de seres humanos de muy buen corazón (y de una fortaleza increíble) se comprometieron, primero consigo mismo y después con el prójimo, a abrir caminos para la vida, para desterrar con hechos y no con palabras, algunos de las vergonzosas consecuencias del mundo moderno, como la pobreza y la exclusión. Las tierras latinoamericanas en las que un grupo de hombres y mujeres que son el alma de una organización internacional creada en Italia, denominada FUNIMA Internacional, desde el año 2005 hace obra y acción social humanitaria, involucrándose con aquellos que en su propio país y allende el Atlántico sufren las consecuencias de un sistema moderno opresor. FUNIMA INTERNACIONAL está integrado por hombres y mujeres sedientos de justicia, revolucionando la sociedad con hechos y no con palabras. Con hechos concretos que dan forma a un inédito activismo social, que tácitamente confronta a la sociedad y denuncia las innumerables desigualdades sociales que socavan la humanidad, bestializándola. De la mano de Giovanni Bongiovanni, los hombres y mujeres de FUNIMA Internacional viven el día a día lejos del confort del hogar italiano, instalados (muchas veces por largos períodos) en la entrañas mismas de las tierras donde “sobreviven” quienes nada tienen y a nadie tienen. Hombres y mujeres con la misión de construir vidas y de tejer esperanzas, como acotábamos al comienzo. Vidas que fueron olvidadas por los gobernantes y por los políticos. Vidas de niños, de adolescentes, de jóvenes, de padres, de madres, de abuelos y de abuelas. Vidas de seres humanos.

“Funima es una organización internacional que hace obras sociales, humanitarias, y proyectos sociales que ofrecen servicios que en algunos lugares no hay y que muchas veces tendría que realizar el gobierno. Nació en el año 2005 y comenzó a trabajar en principio en Argentina, ya que en nuestro país, Italia, en ese año no había una situación social como la que existe hoy, que a pesar de ser uno de los países ricos de Europa en este momento la pobreza ha crecido mucho”

Así nos habla Giovanni Bongiovanni. Es el comienzo de un encuentro que nos lleva por los confines de la comprensión humana traducida en acciones directas, específicas. Nuestro interlocutor es un hombre joven, que misiona con su pequeña hija Amira, su esposa Bárbara y un racimo de voluntarios y voluntarias portadores de un humanismo que les sale desde el alma y no de los convencionalismos.

Los ojos de Giovanni Bongiovanni, tras sus gafas, expresan las bondades de su ser interior como así también la firmeza de sus ideas. Una mirada que habla con amor, con disciplina, con personalidad. Una mirada que conlleva una rica experiencia de vida: una vida de profunda espiritualidad y una vida de conciencia revolucionaria. Conciencia revolucionaria que lo transforma en un militante de las ideas que se oponen al capitalismo, al autoritarismo y al despotismo, vinculándolo con las ideas y las acciones de los sacerdotes tercermundistas de los años setenta (y de nuestros días), aún sin ser religioso. Conciencia revolucionaria que nos recuerda a Ernesto “Che” Guevara y que nos recuerda a Vittorio Arrigoni. Conciencia revolucionaria de un hombre libre. De un hombre joven, inteligente, armonioso, pacificador pero al mismo tiempo duro con las intransigencias, las arrogancias, las injusticias y las mezquindades de quienes se atrevan a erosionar o a contaminar a quienes hacen el voluntariado codo a codo con él, compartiendo escasas horas de sueño, días y días de viajes (a veces en condiciones extremas) y los contratiempos que nunca faltan cuando se construyen vidas y esperanzas, y cuando se destruyen pobrezas y soledades. Esas soledades que parten el alma cuando se trata de niños y de ancianos

La voz de Giovanni retumba en la habitación en la que nos hallamos, en la ciudad de Asunción, Paraguay. Habla en tono bajo, pero sus palabras se imponen como un grito. Un grito de denuncia, que se torna en una inconfundible protesta.

“Estamos trabajando en Sudamérica, en Argentina, Paraguay, Uruguay, Guatemala, realizando obras como pozos de agua; ahora por ejemplo estamos realizando una cosecha de lluvia. Trabajamos mucho con el tema del agua porque es uno de los problemas principales que existen donde hay pobreza. Hemos construido centros de salud; ahora estamos construyendo también otro, estamos haciendo capacitación para quela gente que está sin trabajo pueda llevar a cabo algún tipo de emprendimiento. Tenemos algunas personas que viajan desde Italia y nos acompañan para ayudar como voluntarios en todo lo que estamos haciendo. Los fondos con los que contamos son donaciones que solicitamos a empresas, a fundaciones de filantropía, a ONGs; y participamos también a veces en concursos de recursos gubernamentales o privados, entonces una vez que podemos contar con los recursos vamos directamente al lugar donde surgen las necesidades, las analizamos, vemos la factibilidad de un proyecto y lo realizamos”.

Sonia de Marco, una voluntaria muy cercana a él se hace cargo del registro gráfico. Y eso no es obstáculo para restringir opiniones o para formular preguntas. La dinámica del diálogo nos lleva a zambullirnos en las profundidades del activismo social, que él personalmente predica, con el ejemplo.

“Me considero un activista, primeramente, y después el presidente de esta organización, porque eso vino después. Lo primero en mí ha sido siempre el activismo social, el deseo de justicia, es lo que me impulsa.”

¿Y dónde nace esa sed de justicia? “Nace en Italia. De niño vi a mucha gente de África vendiendo pequeños artículos, ropa, cosas simples y comenzaba a llorar si mi mamá no les daba algo, un poco de ayuda. Es algo que llevo adentro, mi fortuna creo que ha sido pertenecer a una familia en la cual todos son activistas sociales; mi papá es el director de una revista importante de Italia, una redacción que se llama Antimafia Duemilla, y tengo además una hermana, menor que yo, que también lleva adentro esas ganas de luchar por la justicia y ayudar a la gente humilde. Ha sido siempre el deseo de lucha que llevamos adentro lo que nos motiva”.

Aquel niño, ahora es un hombre que tiene las ideas claras sobre el sentido de la vida y el sentido de la justicia. Y en particular sobre lo que le corresponde hacer en este momento. Un momento muy crítico para la humanidad. Una humanidad asediada por la intolerancia. Una humanidad que se jacta del grado de civilización alcanzado y que mira a un costado cuando la pobreza la abofetea a la vuelta de la esquina. Tras la bofetada unos se despiertan pero otros siguen durmiendo, y son indiferentes.

Giovanni Bongiovanni nos dice que FUNIMA está entre aquellos que despertaron y que no se dormirán más, porque los voluntarios y él mismo van de norte a sur y de este a oeste, porque la pobreza no conoce de fronteras.

“Tenemos incluso el Este de Europa, que tiene mucha pobreza, pero en el sur de Italia de donde somos originarios, Sicilia, Nápoles… tienen costumbres muy similares a los pueblos de América Latina, como Argentina por ejemplo. Entonces siento a la gente de aquí como hermanos. Por otra parte me ha fascinado mucho la historia de algunos personajes que han cambiado mi vida, como la historia del Che Guevara. Yo creo mucho en la lucha, no armada, porque lo que estoy haciendo ahora es como llevar siempre una bandera de paz, pero la idea, lo que puede ser una política social, me ha fascinado mucho. Me siento un revolucionario social porque estamos trabajando en algo que la gente común no hace; crear una organización que realiza proyectos solidarios, que muchas veces sacrifica su propia vida; porque en nuestro caso no podemos decir que tenemos la espalda cubierta porque tenemos un sueldo alto, no, es un sacrificio cada día, entonces “estamos locos” para hacer algo así que solamente un revolucionario puede hacer”

Seguramente los voluntarios de FUNIMA estén locos (y nosotros con ellos) por entregarse de lleno a una organización que no fantasea y que por su sola presencia resulte ser un mascarón de proa de una verdadera revolución. Y es bienvenida esa locura para poder hacer una verdadera revolución de la conciencia. Para construir un nuevo ADN para este mundo pútrido, en el que la pobreza y el hambre en América Latina (y en otras regiones del mundo) son una constante.

“Para mí lo que está sucediendo ahora es que la gente más joven tiene esas ganas de luchar, esa capacidad de observar lo que está pasando, también a nivel político y social, más que los adultos. Yo veo que los adultos tienen más reticencias, más miedos, en cambio a los jóvenes los veo más revolucionarios. Veo que la nueva generación es diferente, y no es verdad lo que dicen los medios o la gente de que a los jóvenes no les interesa nada, que no quieren trabajar. No es así, es que el joven de hoy día no se identifica con las políticas de hoy, con las empresas, las multinacionales, los jóvenes de hoy son más sencillos, se movilizan por querer cambiar algo de este mundo”

¿Los jóvenes han sido defraudados? ¿Han sido desilusionados por nosotros los adultos? le preguntamos a Giovanni y el nos contesta sin rodeos: “Sí, porque el joven hoy no ve referentes con los cuales pueda identificarse, en ningún ámbito, ni en la política, ni siquiera en el deporte. Yo me acuerdo antes de Mohamed Alí, de gente que daba un ejemplo a los jóvenes, hoy no hay ni siquiera filósofos, los hay muy pocos, que puedan ser ejemplo para los jóvenes. Entonces al no tener referentes se tienen que identificar en personas como el Che Guevara, porque hoy no hay un político que luche, un partido que esté haciendo una revolución verdadera, es un problema muy grande. Entonces con nuestro trabajo lo que podemos hacer es darles un ejemplo a los jóvenes para que se puedan identificar con lo que hacemos, con nuestro pensamiento, con nuestra lucha social”.

Los voluntarios de FUNIMA Internacional han cruzado fronteras. Han dejado atrás a sus familias, a sus hijos, a sus hermanos, a sus padres. Y han cruzado fronteras, en sintonía con una idea que ya se ha convertido en un hecho, en una acción pacífica, pero revolucionaria por excelencia. Tan revolucionaria, que FUNIMA en todos estos años ha dado pasos agigantados, y el artífice a sido Giovanni. El líder natural de una misión social que nos habla sobre el camino recorrido en Guatemala y en la Argentina.

“Bueno, son dos países diferentes. Guatemala es un país más chico, en relación a Argentina, pero me impactó mucho porque es un país que parece que está en guerra consigo mismo. Hay muchas armas en la calle, mucho riesgo de vida. Es un país que tiene mucha riqueza pero en manos de muy poca gente y las multinacionales europeas son las que manejan prácticamente todo el trabajo allí. Esto se ve mucho incluso si vas de turista. Te das cuenta que es un país que tiene miedo de la criminalidad organizada que existe adentro. Puedes ver en la calle la seguridad que hay alrededor de los negocios, con gente armada. Y a la vez en los alrededores de la capital hay mucha pobreza. Hay barrios, villas, como en Buenos Aires, con mucha pobreza en los alrededores de la ciudad y hay muchos campesinos. Es increíble ver la gente que trabaja todo el día para las multinacionales, como las empresas de marca de nuestra Italia que tienen tierras en Guatemala. Entonces lo que te impacta mucho es que esto lo puede ver cualquiera, no es una pobreza escondida. En Argentina a veces también se ve, y en esto son parecidos estos países, pero Argentina es más grande, nosotros por ejemplo trabajamos mucho en los Andes, y ahí también hay problemas grandes con la contaminación de las mineras, entonces no sabría decir cuál de los dos países es peor, te impactan de manera diferente. Argentina en cierta forma también es parecida a Italia, con sus problemas de política, de corrupción, a ese nivel, pero es más visible que en Italia”.

El pasaje de FUNIMA por Argentina, específicamente en la región de los Andes, se concentró en la provincia de Salta, desde hace ya algunos años. Y allí el trabajo ha sido y sigue siendo intenso. Pero además la convivencia con las comunidades de los pueblos originarios de esas regiones montañosas han acarreado vínculos muy fuertes. Los niños son especialmente los que más gozan con el afecto de los voluntarios y las voluntarias, y las lagrimas y los sollozos aparecen en escena en el momento mismo de los alejamientos, y esto no pasa inadvertido. Porque enaltece y pone de relieve que los frutos han sido sólidos. Tanto o más como el trabajo realizado.

“En Argentina ahora estamos trabajando muchísimo en los últimos años principalmente en el norte, en la provincia de Salta. Funima lo que hace es trabajar en lugares extremos. Entonces la zona de los Andes, a tres mil o cuatro mil metros de altitud son lugares muy extremos, donde hay frio, calor, sequia. Lugares donde no hay nada, donde no hay infraestructura, y donde falta prácticamente todo: el agua, la atención sanitaria, el trabajo; es un lugar donde parece estar dividida la comunidad originaria del resto de la población argentina, que en su mayoría es blanca, descendientes de europeos. Pareciera que el gobierno no quiere a la comunidad originaria, hay un racismo que hace que a estas comunidades no se las considere parte del pueblo argentino. Además estamos trabajando en el Chaco, principalmente en un lugar que se llama Santa Victoria del Este. Una localidad de triple frontera donde hay varios problemas ambientales también, que está cerca del río Pilcomayo, que cada año se inunda y donde existen también muchas comunidades originarias como los wichis, chorotes, que viven entre su cultura y la globalización. Entonces esto está haciendo mucho más daño porque esta gente no se acostumbra ni a vivir con su propia cultura ni tampoco como lo impone la globalización. Hay también muchísima pobreza y falta de agua. Estamos trabajando mucho en eso. Siento cada vez más afecto por esta tierra y por la gente, porque vivir cerca de ellos es algo que te impacta mucho más. Esto ha sido necesario para nosotros, porque instalarnos en el país nos da la posibilidad de tener más control en el sentido de lo que estamos haciendo y de lo que podríamos realizar en un futuro, trabajando también con nuestra propia cultura. La gente de aquí a veces piensa que los europeos que venimos tenemos todos mucho más recursos económicos, pero no es así. Italia no es el país que los argentinos piensan, que somos gente con dinero; no es así. Nosotros somos gente que tiene un corazón muy grande y que sacrificamos también nuestra vida para luchar. Eso somos”

El gran corazón de FUNIMA se visualiza desde cualquier punto del planeta. Insisto, y son los frutos los que más y mejor hablan por el mundo de cada uno de los voluntarios que comparten con Giovanni Bongiovanni la dicha de servir al prójimo, desinteresadamente. Un servicio a favor de la vida. Un grano de arena para construir, y no un asistencialismo sin base o sin horizonte. Porque los asistencialismos no son los mejores amigos de este tipo de revoluciones sociales. Y es precisamente Giovanni quien nos lo explica claramente. Palabras claras que seguramente disiparán dudas.

“Lo que estamos llevando adelante en temas de asistencia es sobre todo en lugares en los que existe una situación grave de malnutrición, por ejemplo. Pero contemplamos siempre más a los niños que a los adultos. Claramente la mamá, los padres, toda la comunidad recibe alimento, pero para nosotros los niños no tienen culpa de todo lo que pasa, entonces cuando hay casos de malnutrición, de niños que tienen riesgo de vida como en Santa Victoria, donde existen datos de una mortalidad infantil muy alta, a esas comunidades llevamos comida y ropa para los niños, principalmente. Sabemos que eso no es algo bueno, que sucede a veces que la gente se acostumbra a recibir y no a trabajar. Para mí lo mejor siempre es mantener un equilibrio. Entonces en esos casos de malnutrición graves, de niños que se pueden morir, en lugares donde no hay trabajo, no hay comida, no hay nada, porque incluso a veces los adultos no tienen ganas de trabajar nosotros intervenimos con algo para ayudarlos a sobrevivir, pero principalmente tenemos que darles capacitación y herramientas para que puedan trabajar. Eso es lo importante. También resolver problemas como la falta de agua. Si la gente no tiene agua porque no existe una infraestructura que les pueda llevar esa agua, construir esas estructuras, como pozos, cosechas de agua; y después darles trabajo, enseñarles, capacitarlos para que puedan hacerlo. Eso es lo más importante, la educación; educar a la gente para trabajar, mejorar su calidad de vida, para crecer”.

“Ayudar”. “Colaborar”. “Ser solidario”. Deben ser algunas de las expresiones que seguramente deben apelar los voluntarios de FUNIMA y el mismo Giovanni, en cada encuentro con empresarios o con personas de dinero de Italia para obtener fondos , o con las fuerzas vivas de las localidades o ciudades, o con autoridades para obtener recursos financieros, apoyos burocráticos y permisos. Las respuestas son diversas, y no todas siempre son favorables especialmente cuando se piden dineros para hacer pozos de agua, obras en lugares apartados u otros emprendimientos ¿Será que el muro de la empresa privada es muy fuerte? ¿Será que el egoísmo se ha institucionalizado en el alma de los hombres?¿ Será que las sensibilidades humanas se han hecho añicos contra los muros de una civilización resplandeciente, pero falsa e hipócrita?. Sí, es así, y los egoísmos dominan al mundo y el hombre ha perdido el corazón o lo ha comercializado por oro, o por poder.

“Hay empresarios que quieren hacer algo, a veces, no sé si para limpiar su conciencia;  puede ser. Y hay otros que directamente no quieren ayudar. Es que Italia se divide en dos o en tres; la Italia del norte, la del centro, la del sur…, en esta última la gente quiere ayudar más pero tienen menos recursos. Entonces nuestra organización mayormente está formada por gente que no tiene tanto pero quieren hacer mucho; y nuestro pedido de donación está dirigido principalmente a las empresas y organizaciones grandes”

Pero los egoísmos no son pertenencia exclusiva de los que gozan de buena salud y de los que viven bajo las comodidades más excelsas del capitalismo o de la civilización en ritmo de siglo 21. Los egoísmos afloran igualmente entre los desposeídos. Y especialmente los orgullos.

“A veces voy a ayudar a gente que no quiere recibir la ayuda, eso me impacta mucho porque en ocasiones podrían mejorar sus vidas y la de sus hijos con poco, pero no quieren hacer. Hay un lugar por ejemplo, donde estoy trabajando ahora, que el municipio a veces va a llevar agua y lo único que hay que hacer es adelantar un poco el tanque para que el agua baje y se pueda tomar, y no lo quieren hacer. Y ahí hay niños que sufren porque no tienen agua y los padres que no levantan el tanque para darles el agua; y están esperando al municipio que les vaya a cargar el agua. Y todo esto lo atribuyo a un problema cultural muy fuerte, que es lo que hablábamos antes, que están esperando que vaya el municipio, que vaya la ONG, o no sé quién, a llevar ayuda, cuando en realidad ellos con poco que hicieran podrían darle tanto a su comunidad. A veces te enfrentas con un muro tan alto que no es tan fácil. Porque esto de lo que te estoy hablando es solamente un caso, pero hay varios. Hay gente que quiere hacer, y a veces nuestra organización se ve en la necesidad de elegir a quien ayudar, si a los que no tienen nada pero que no quieren hacer algo para mejorar, o a los que a lo mejor tienen un poco más, agua o un poco de trabajo, pero se lo merecen un poco más porque quieren crecer. En ocasiones me veo en esa disyuntiva de ver a quien tenemos que ayudar. Es difícil encontrar la respuesta a veces a este dilema”

En este muy bien definido camino del activismo social, las instituciones estatales de los países latinoamericanos, que se encuentran en la vereda opuesta de los voluntariados y de las obras sociales y humanitarias, deben asumir obligatoriamente las consecuencias de su inoperancia. Y son las organizaciones como FUNIMA las que ponen los puntos sobre las íes, en ese sentido. Y una de las voces autorizadas en hincar el diente en ese árido tema es Giovanni Bongiovanni.

“Nosotros queremos mostrarle a los gobiernos que hay muchas obras mal hechas, que hay organizaciones no gubernamentales, o institucionales, que no están trabajando bien; primero, porque no les interesa, segundo, porque están siempre cerca de lo que es el poder, de la plata; porque están invirtiendo muchos recursos en los que se ve que limpian los fondos del gobierno mismo, entonces nuestra organización, que trabaja en eso, quiere ir al político, a las instituciones, y decirles: acá ustedes no están trabajando bien y nosotros queremos hablar de esto; si ustedes un día quieren trabajar bien pueden trabajar con nosotros, pero queremos que las obras sean bien hechas. Y sabemos que acá hay una parte del gobierno que no quiere hacer lo que está haciendo y que está utilizando la pobreza para mejorar su posición política, usufructuando la pobreza de la gente. En los lugares más pobres se ve que esa situación genera la posibilidad al gobierno de limpiar fondos y de generar ingresos de las multinacionales porque están trabajando con los pobres. Entonces en lugares como Guatemala por ejemplo hay gente que está trabajando para la multinacional y el gobierno le está dando la tierra a la multinacional sin que esta la pague, casi. Entonces eso es lo que nosotros queremos mostrarle al gobierno, que se está trabajando y obteniendo ganancias mediante la pobreza de la gente. Y decirlo públicamente, a la prensa, a la gente que se acerca a la Fundación; esto es lo primero que queremos hacer, con la política”.

Giovanni Bongiovanni no es persona de quedarse a medio camino. Sus palabras, aún dichas con serenidad y en tono educado, resultan ser lacerantes para el poder, especialmente. Es un joven activista que parecería estar adelantado en años, por su muy particular carisma y equilibrio, para tener en sus manos la conducción de FUNIMA. Lo conozco desde su infancia y me consta que su mayor caudal siempre fue la calma y la armonía, destacándose en él un valor inamovible: la justicia. Pero el conductor de FUNIMA debe su brillo, además, al apoyo de sus colaboradores, al compromiso asumido por cada uno de ellos a la hora de decir el sí. Un sí que no es menor, porque todos después de ese sí, saben que se debe remar en el mismo sentido.

Allá en Asunción tuve la oportunidad de dialogar con un grupo de voluntarios que regresaba de Argentina. Pude percibir que estaban entrelazados por una misma línea de sintonía. Y además, que la diversidad de sus respectivas historias de vida y de las circunstancias que los llevaron al voluntariado, codo a codo con Giovanni, no fue obstáculo para la integración o para la tarea en el horizonte.

“Lo que yo quiero más que nada es que nuestra organización sea un ejemplo para toda la gente de que se puede hacer algo para mejorar el mundo, un ejemplo no solamente para los jóvenes sino también para los adultos, que vean Funima y se digan: se puede crear una organización para cambiar el mundo” dijo Giovanni.

Los voluntarios que lo rodean son italianos. Asienten con sus cabezas las reflexiones que salen de su boca, y de su alma. Coinciden con él. Lo avalan. Y él los avala a ellos. Son un solo brazo de una revolución social y cultural (y de conciencia). No hay rangos, pero sí un líder y un objetivo en común.

“Tengo muchos amigos que buscan siempre el trabajo que les proporcione el sueldo más alto, yo quiero darles el ejemplo de trabajar para algo que sirva para cambiar el mundo, no de buscar el trabajo que les dé más dinero sino el que sea mejor. Mi deseo es que Funima Internacional pueda ser un ejemplo para la gente que se está acercando, que quiere ayudar; y por otro lado entonces, enfrentar a los gobiernos que usufructúan la pobreza de la gente” concluye Giovanni.

Hay consenso. Están unidos. Y esa es una de las mayores riquezas que tiene FUNIMA internacional. Desde sus inicios y ahora, en tierras latinoamericanas. Sin la unión de hombres y mujeres poco se habría podido avanzar. Y en esa unión también siempre trabaja Giovanni, porque se hace vital para todos, y para los objetivos, y por esa razón hay que cultivarla y preservarla.

Tiziana Casadio, Francesco Mazzacane, Annalisa Magnolfi ,Luca imperioli, Emanuele La Marca, Stefania Del Busso y Sonia de Marco compartieron el encuentro. Son solo una parte de FUNIMA porque en Italia hay más voluntarios. Sonia De Marco, quien ya tiene experiencia como voluntaria recuerda: “Bueno, mi primer viaje fue en el 2015, es la cuarta vez que vengo a Sudamérica. Y ese primer viaje me cambió todo en la vida, mi manera de pensar, de vivir. En esa ocasión me quedé tres meses aquí en Paraguay, y una semana solamente, en Argentina. Y cuando regresé a Italia quise cambiar toda mi vida para ayudar más; dedicar toda mi vida a Funima Internacional. Porque mi pensamiento es que si tengo mucho o tengo la suerte en mi vida de tener una familia, de tener amor, de tener un sueldo, o de tener riqueza, tengo que compartirlo. Ahora estoy viajando más y lo que más me impacta de aquí no es la pobreza sino la falta de amor. A los chicos que ayudé y que sigo ayudando, no es que les falta comida, lo que les falta es cariño, de la familia, de la sociedad. Hay una sociedad egoísta, materialista, que piensa en la riqueza, en las apariencias, y no piensan en amar, en ayudar a los demás. Los niños sí, necesitan la comida y la ropa, pero lo que más les falta es el amor. Porque te abrazan cuando te conocen, te sonríen, te llaman tía, quieren que estés con ellos, porque les das amor”.

Tiziana Casadio no tiene la experiencia de Sonia pero sus palabras encierran un muy sólido convencimiento por la decisión tomada: “En mi caso es la primera vez que vengo a Argentina y Paraguay, con FUNIMA. Estoy muy contenta de haber conocido esta Asociación, porque siempre he querido hacer voluntariado, en el mundo, y he contactado otras asociaciones, pero el impacto con Giovanni ha sido tan potente que me ha hecho elegir esta. El carisma de Giovanni y lo que sientes cuando hablas con una persona, el intercambio, la empatía”.

Francesco Mazzacane fue categórico, fue al grano, fue a la esencia: “Estoy feliz de trabajar con FUNIMA, debí haberlo hecho mucho tiempo antes, pero he llegado ahora; me apena porque ya tengo 55 años, pero debo decir que Giovanni expresa aquél ADN típico del apellido Bongiovanni. Es un ADN particular que conozco y reconozco incluso en mí, pleno de fuerza, de verdad, de justicia, de belleza. Es un torrente de amor que no se acaba nunca. No hay mucho que decir, pero creo que hay mucho por hacer, y yo estaré con él”.

¿FUNIMA Internacional revolucionará y cambiará el mundo? No tengo dudas. Ya no hay dudas. Más bien hay certezas. Certezas de que además FUNIMA juega una carrera contra reloj, porque la pobreza y las soledades de los que sufren aumentan día a día y porque la humanidad no ha aprendido de su historia. Porque ha perdido la memoria.

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*Fotos de FUNIMA INTERNACIONAL

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