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claudio rojas clPor Claudio Rojas desde Chile-14 de marzo de 2020

A los 88 años y en su casa en la Comunidad de La Minga, falleció el sacerdote Mariano Puga, conocido como el "cura obrero" y que, desde el año pasado, padecía un cáncer linfático que se agravó durante los últimos días. La partida del sacerdote fue confirmada por la misma Comunidad de La Minga, la cual, a través de un comunicado, sostuvo: "Ha partido desde su amada Minga al encuentro con Cristo, el que lo 'chaló', amó y movió a entregar su vida por el pueblo pobre y oprimido".

En medio de una corrupta curia que maneja la Iglesia Católica existe un sacerdote respetado y querido por su pueblo y su feligresía, un perseguido por su cúpula por ser un teólogo de la liberación, “un comunista extremista”, un “anarquista”, quien tras realizar una misa en los patios de los tribunales de garantía para pedir la liberación de los más de 3.500 presos políticos, detenidos sin proceso, sin causa, sin haber sido imputados; lo que le valió una sanción eclesiástica de las autoridades farisaicas de la Iglesia.

Durante la jornada que se dio a conocer que la iglesia católica decidió sancionar al padre Mariano Puga, por “uso arbitrario de la liturgia” hubo una reacción inmediata contra la medida que causó indignación de las redes sociales, y comenzó a aparecer un cúmulo de críticas a la institución eclesiástica y en defensa del "cura obrero".

Ese es el sacerdote Mariano Puga, un sacerdote diocesano chileno conocido como “cura obrero”, ex párroco de La Legua, creador de la Parroquia Universitaria y defensor de los Derechos Humanos durante la dictadura militar, lo que lo llevó a ser detenido y hecho prisionero en el recinto Villa Grimaldi y en el campo de prisioneros Tres Álamos. Luego, fue expulsado a Perú y a su regreso trabajó en la Vicaría de la Solidaridad. Ahora ve la necesidad de tomar otra vez posición a favor de los humildes y los faltos de justicia. Esta fue su definición:

¡ES LA HORA DE LOS POBRES..!!!

Mariano Puga, desde su Comunidad Cristo Liberador de Villa FRANCIA, nos envió esta carta que nos invitó a reflexionar sobre los recientes hechos acaecidos en la Catedral de Santiago el recientemente pasado sábado 11 de enero:

“Estamos viviendo un estallido en Chile. Los que somos discípulos de Jesús podemos leer en él que la felicidad que prometió a los hambrientos y sedientos de justicia no aguantó más silenciosa, callada, miedosa. Esto se ha dicho a través de un abrazo fraterno que ha recorrido de norte a sur. Nos hemos encontrado sueños en que la justicia, la fraternidad, la equidad es posible. Puede que la alegría de sentirnos vivos vuelva a llegar a los rostros y que el odio y la venganza puedan quedar atrás. No hay más que abrir los ojos a que algo nuevo está pasando en Chile. Y esto nos da la oportunidad de tener un corazón abierto y ojos de compasión. Así, podemos hacer de Chile nuestro país”.

“Ayer, en la Catedral de Santiago asumía el nuevo Arzobispo, nuestro pastor Celestino. Mientras se distribuía el cuerpo santo de Cristo, en plena misa, dos jóvenes fueron detenidos por Carabineros ante la impavidez de nuestros pastores, por tirar al suelo casquillos de perdigones y bombas lacrimógenas. Nuestra fe nos dice que esos casquillos que hirieron, mutilaron, flagelaron, mataron y dejaron ciego para toda la vida a hermanas y hermanos nuestros son también, sobre todo en este ahora, el cuerpo de Jesucristo, quien nos grita “todo lo que hiciste a tu hermano me lo hiciste a mí”.

“Hay muchos rostros de Cristo clavados en cruz en la Catedral. Los postones, las balas, la violencia usada y abusada ¿No son los clavos de ayer que crucifican hoy al pueblo? ¿Por qué no los sacamos, por qué no nos atrevemos a sacarlos? Si no se le permite al pueblo denunciar en las calles ¿No podríamos hacerlo dentro de nuestros propios templos? ¿O son acaso templos donde el pueblo no se siente en casa? ¿Habría que preguntarle a Jesús a quienes sacaría hoy, con azotes, del templo?”.

“El hecho es que los dos jóvenes que nos ayudaron a descubrir el rostro de Cristo en los baleados y violentados fueron detenidos, conducidos por carabineros a la comisaria y como, ha sido la tónica, no sabemos hasta ahora cuál es el motivo exacto por el que se les acusa ni cuál será su destino. Solo sabemos que Jesús los alienta y les dice “por mi causa están siendo atacados”. Los que, a diferencia de estos jóvenes, dispararon contra el pueblo e hirieron con postones y enceguecieron la vida de más de doscientas personas, ¿Dónde están? ¿Lo que hicieron estos jóvenes no se podría llamar, pensando en Gandhi y Mandela “la violencia de los pacíficos”? Esos jóvenes que nos recuerdan el rostro de Jesús en cada ser humano ¿No se merecen nuestra alabanza más que la cárcel? ¿No se merecen la gratitud de los pastores y de todas y todos nosotros por recordarnos al Jesús atropellado en tantos seres humanos en el momento mismo que estamos comulgando el cuerpo y sangre de Cristo?”

“Vivimos un momento privilegiado de Chile aunque muchos tienen derecho a no verlo así. Sin embargo, los que creemos en Jesús de Nazaret y la esperanza que nos dejó, el que satisface a los pobres, el que consuela a los que lloran, el que asiste a los hambrientos, el que nos limpia el corazón, vemos en este kaos un magnifico momento para preguntarnos humildemente ¿Estamos cumpliendo el mandamiento de Jesús “haz con tu hermano lo que quisieras que se hiciese contigo?”.

Mariano Puga va a ser llorado por gente de tan diversas posiciones, sensibilidades políticas y clases sociales. Quizás sea una de las últimas veces que vamos a presenciar esto. Creo que va a pasar algún tiempo hasta que la Iglesia vuelva a convocar de manera tan transversal a los chilenos y chilenas, eso es muy hermoso y hay que vivirlo.

Mariano es relevante porque toda la vida ha sido muy coherente entre la práctica y la fe. Él ha unido perfectamente la fe y la vida, nunca la separó en términos de lo político, lo social, lo económico y lo marginal. Para el evangelio de Mariano todo eso era clave. Su práctica estaba en la realidad humana, no era abstracta.

Para intentar siquiera entenderlo, hay que mirar a La Legua y Villa Francia. A un par de cuadras de donde vive hoy, en la esquina de la avenida 5 de abril con Yelcho, hay un mural que recuerda la llegada del papa Francisco a Chile en 2018 y que el propio Puga gestionó se pintase.

Con el cuerpo decaído, pero con el semblante fuerte, recordó allí los días que pasó en Tres Álamos y lo que le costó perdonar a “sus hermanos” de uniforme que lo encerraron, le pasó el micrófono a casi todos esa vez y se abrazó con una madre cuyo hijo acababa de conseguir volver a casa, aunque con arresto domiciliario.

“¡Estos son los cabros de Villa Francia!”, se le escucha decir en un vídeo de ese día que es viral por estas horas. No habló en el punto de prensa, se fue sobrio, pero nunca en silencio. Esa misa provocó en él la desazón de sentir que la fe que profesa está fallando en el acompañamiento a su pueblo. “¿De qué vale la fe si no tiene obras?”, les pregunta a los sacerdotes en su más reciente carta, la misma que redactó en el hospital que lo recibió por estos días.

Mariano Puga sabe que el ministerio se ejerce desde el mismo piso donde están los fieles, pero jamás en púlpitos enfundados en púrpura y en liturgias inalcanzables. El cura obrero vive su Pascua ahora y está en paz entre los más suyos de los suyos.

El año pasado, el sacerdote incansable continuó con sus labores de misión en un viaje por Europa, pero a su regreso a Chile prefirió alojarse nuevamente en la comunidad de La Minga. En esa época, además, fue parte de un documental sobre el sacerdote Rolando Muñoz, dirigido por el documentalista y profesor de religión, Cristián Rosales.

“Su deseo profundo es gozar de este momento con Jesús”, afirmaron en horas de la mañana a través un comunicado virtual, precedido de otros que descartaban las noticias falsas sobre su muerte.

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*Foto de Portada: www.soychile.cl 

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