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georges almendrasNahuel: niño mapuche a merced de Carabineros, en Temuco; uno de tantos

Por Jean Georges Almendras-28 de setiembre de 2020

No sé, a ciencia cierta, si la gran prensa chilena difundió esta imagen. No sé, a ciencia cierta, si los grandes medios de la región sur de nuestra América Latina, hicieron lo propio. Ni tampoco sé, a ciencia cierta, si la gran prensa de mi país, Uruguay, se hizo eco de ella. Solo sé que este niño (al que llamaremos Nahuel, porque su identidad verdadera la mantendremos en reserva), en la región Sur de Chile, más precisamente en la Plaza de Armas de la ciudad de Temuco, fue literalmente violentado por los servidores del orden del régimen autoritario del presidente Augusto Piñera. Una violencia que se mece y se acuna en el entendido de que todo lo que es mapuche, debe ser puntualmente, ultrajado y avasallado. Una violencia que se ejerce con la displicencia del sistema político lacayo de un régimen fascista, que se alimenta de las ya harto conocidas doctrinas del país del Norte, cuya ingerencia en la política chilena data de los años setenta y tiene excelsa vigencia en nuestros días.

La historia de Nahuel se suma a una nutrida casuística de abusos que se están cometiendo (incluso mientras escribimos estas líneas) contra las comunidades mapuches en Chile. Que hace a una persecución despiadada que aplica el winca, es decir el hombre blanco, sobre la población del Wallmapu.

Carolina Rojas, en su cuenta de Facebook sacó a la luz pública el caso de Nahuel. Escribió sobre lo que aconteció en Temuco y divulgó registros gráficos de cada una de las secuencias del episodio, donde el abuso policial quedó en evidencia, y visibilizado sin recorte alguno. Porque el episodio, además de generarnos repudio, se catapulta directamente a la denuncia. A la denuncia pública.

En su encabezado, Rojas nos explica que a Nahuel lo detuvieron y torturaron durante una marcha contra la brutalidad policial, y que pocos días antes de este episodio la Policía de Investigaciones ya había irrumpido en la casa de Nahuel para detener a su madre, y que el niño de 14 años, al defenderlas, ya había sido golpeado en la cabeza con la culata de una pistola que portaba uno de los funcionarios policiales.

La madre de Nahuel y él mismo, integran la Comunidad Autónoma Likankura de Mulchén, y ella además es una reconocida líder de un territorio en recuperación, me estoy refiriendo al fundo Ranquilco, ubicado a seis kilómetros del río Renaico.

La imagen de portada nos muestra el desenlace de una violencia que dio comienzo precisamente en la vivienda de Nahuel, en ese episodio en el cual él resultó agredido al defender desesperadamente a su madre. Una semana después los Carabineros reconocieron en una marcha contra la violencia y el resultado fue dramático para él, obviamente.

Los uniformados que “representan” la Ley no tuvieron consideración y ni siquiera la instintiva inhibición ante la presencia de numerosas personas celulares en mano, sencillamente porque ellos se saben impunes. A su alrededor no hay pudor. Ni tampoco responsabilidad para con el uniforme, porque sus mandos nunca les hablaron del respeto al ser humano en función de lo que representan ante los ojos de la población. Porque ellos, los mandos de los Carabineros, no hacen otra cosa que respaldar el abuso de sus subordinados, con la indiferencia y el silencio. La indiferencia y el silencio que los hace cómplices de las golpizas que la soldadesca propina a quienes ven como los enemigos de la sociedad.

Y en esta oportunidad, esos enemigos fueron los mapuches. El enemigo que está de turno desde hace ya bastantes años. El enemigo que ellos han instalado, para perseguir, para atormentar, para pisotear. Sin consideraciones, sin restricciones y sin contemplar, edad o sexo. Porque esa es la consigna. Avasallar, tal como lo hacen (también desde hace bastantes años) los ejércitos de ocupación israelíes que aplican las mismas prácticas del terror, pero en tierras palestinas.

El video -que exhibimos al pie de este artículo- da cuenta de la violencia estatal: son al menos siete Carabineros, que se arremolinan en torno al “gigante” que los acomete, con sus puños en alto, como única arma. El registro gráfico que los testigos del atropello (del ultraje) fueron logrando, nos da una idea de lo animalesco del comportamiento de los uniformados. Esa brutalidad de las fuerzas del orden (del desorden) que no conoce fronteras. La misma brutalidad que observamos todos a diario en las calles de Santiago -una y mil veces-, en las calles de ciudades argentinas y del gran Buenos Aires, en las calles colombianas, en las calles bolivianas, en las calles de Honduras y en tierras paraguayas. En las calles de ciudades de los Estados Unidos, donde el racismo de los años precedentes a los sesenta se ha instalado con furor inconcebible. Esa brutalidad que es la marca del fascismo unido. La marca del autoritarismo abrazado a políticas neoliberales sedientas de sangre.

Carolina Rojas en su escrito ha dicho, seguramente con rabia, que el cuerpo arrodillado de Nahuel se asemeja a una pintura renancentista “pero es verdad, está ahí y duele. Nahuel es un niño, pero está cansado de esa vida”.

En los minutos que siguieron a esa imagen renancentista, los sufrimientos de Nahuel fueron los inevitables, cuando de represiones contra mapuches se trata: como una bolsa de papas lo subieron a un carro policial (eran horas cercanas al mediodía) y mientras otros niños como Nahuel eran gaseados e igualmente reprimidos, fue alojado en una dependencia de Carabineros y recién fue liberado a las cinco de la tarde.

La niñez mapuche no es contemplada en Chile. La niñez mapuche es ultrajada a diario. Un ultraje cotidiano. Y eso hay que denunciarlo. Carolina Rojas lo hace en su cuenta de Facebook. Las redes sociales lo hacen a su forma. Y nosotros, a la nuestra.

No sé, a ciencia cierta, si la gran prensa del mundo difundió esta imagen. Solo sé que en las calles y en los caminos de tierras latinoamericanas, el poder de la autoridad, hace que sus funcionarios se manchen las manos con sangre de inocentes, como si con ello, las suyas propias fueran exoneradas de ese destino.

Si pensaban así los terroristas del Estado chileno, se equivocaron rotundamente. Tanto ellos (como ideólogos) como los otros (como autores materiales) son de la misma laya y tienen la misma marca: la marca de los asesinos.

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*Video: www.lavozdelosquesobran.cl

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